A la hora de escribir esta editorial, continúa el genocidio sionista del pueblo palestino. Israel sigue con su limpieza étnica y asesinatos sistemáticos en Cisjordania y, sobre todo, en Gaza. Y con este panorama, cada vez conocemos a más gente que decide no seguir las noticias diariamente, ya que, a pesar de que todos los días hay buenas noticias, la mayoría de los medios se centran solo en las malas. Y tantas malas noticias, sin una salida clara, agobian y amargan la vida. Además, vemos que otra gente va asumiendo algo tan espantoso e inhumano como un genocidio como algo normal que cada vez les afecta menos. Cada mañana, el reporte de decenas de palestinxs asesinadxs por Israel. Es decir, cada vez más gente mira para otro lado o normaliza una violencia extrema con el objetivo de conllevar el día a día como buenamente se puede. Un día a día que ya es personalmente duro para muchxs.
Sin embargo, la mayoría de la gente, incluyendo muchas de las que no siguen las noticias o naturalizan superficialmente el genocidio sionista, siente un malestar interior difícil de describir en relación a este genocidio. Una especie de sinvivir, de impotencia, de mal sabor de boca, de rabia, de miedo, de dolor profundo por lo que está sufriendo el pueblo palestino al otro lado del Mar Mediterráneo. Gente como nosotras con sueños y esperanzas, cuyas vidas se han visto truncadas bajo la expansión neocolonial y racista de Israel.
Al escribir esta editorial, desde El Topo nos miramos dentro, pensamos y sentimos desde lo más profundo de nuestros corazones. Nuestros latidos se acompasan con los de la gente en Gaza. Sentimos su hambre,
su dolor, sus esperanzas de una vida en paz. Nos damos cuenta de que somos, ante todo, animales extremadamente empáticos, Homo sapiens. Animales humanos a los que nos afecta enormemente el dolor ajeno.
Y no queremos evitar ese dolor, queremos empoderarnos desde él. Queremos romper con nuestra rutina para hablar sobre el genocidio sionista con nuestros familiares, amigxs y vecinxs. Queremos sentarnos, sentir nuestra respiración y meditar con los pies en el suelo y utopías en nuestros corazones. Queremos sentir, no podemos hacer otra cosa aunque queramos, para sacar tiempo para ir a una manifestación por Palestina, para organizar una actividad por la paz en el barrio… Sabemos que la unidad hace la fuerza. Sabemos que las movilizaciones están obligando al gobierno español a tomar posición y actuar, aunque aún de manera muy insuficiente. Queremos sentirnos vivas y humanas.
Cada una responde como puede frente a un genocidio retransmitido en directo. Respuestas individuales y colectivas. Pensamos que guardarnos lo que sentimos frente a un genocidio, o dejarlo para más adelante aplazado sine die, puede costarnos muy caro personal y colectivamente, y a nuestrxs pequeñxs. Un genocidio sin una respuesta social contundente podría ser un precedente muy peligroso. Cambiaría las reglas del juego a muchos niveles: derechos humanos, derecho internacional, solidaridad entre pueblos… Y entonces, si se dio en Palestina, ¿por qué no podría reproducirse en otros territorios?
Nunca en nuestro nombre. Nos miramos dentro, sentimos y actuamos en consecuencia.