nº50 | la cuenta de la vieja

Nadar contra la corriente

El periodismo económico libre e independiente es más necesario que nunca, pero también es más complicado cuanto más molesto seas.

Decir «no admitimos publicidad de empresas del Ibex 35» es un eslogan. Pero no es uno de esos que exageran y magnifican, que intentan mostrar lo que no eres para vender. Este eslogan es lo contrario, esconde mucho más. En El Salto no admitimos publicidad de cualquier empresa que cosifique a la mujer, que tenga conflictos laborales o explote a sus trabajadores, bancos que ejecuten desahucios, que eluden impuestos, o cualquier tipo de empresa o sector que no consideramos éticos, como las casas de apuestas o negocios altamente contaminantes. En resumen, es decirle que no a un gran porcentaje de las empresas que existen y al 99% de las que tienen dinero de verdad como para anunciarse en medios. Mientras algunos medios con los que pretendemos competir obtienen entre el 50% y el 90% de sus ingresos mediante publicidad y contenidos patrocinados (otra modalidad de publicidad vetada en nuestros estatutos), en El Salto apenas llega a un 8% de nuestro presupuesto.

Pero también es mucho más. Es una difícil y costosa manera de ser independientes. Es una «desventaja competitiva» respecto a quien no le importa poner un anuncio de un banco que desahucia o que un gran fondo de inversión buitre entre en su accionariado. Es decirle a los malos que no los queremos ni en pintura. Que siempre nos tendrán enfrente. Que para nosotras su dinero no es dinero. Que nunca van a poder levantar un teléfono con línea directa a nuestra redacción para exigirnos que retiremos un artículo. Y ese «descaro», ese desprecio a lo que ellos creen la llave para todo, su dinero, no les gusta. Les jode. No están acostumbrados. Lo cual tiene algunas consecuencias aparte de las económicas. El Salto, por ejemplo, apenas es invitado a salir en televisiones donde los anuncios del Ibex 35 llenan los espacios publicitarios. Somos molestos porque no somos obedientes y, por lo tanto, se nos niega cualquier espacio que nos pueda ayudar a crecer.

Pero en esa independencia está la esencia del periodismo libre. Y en «El Salmón Contracorriente», la sección de economía de El Salto, hacemos bandera de esa libertad. Nacimos a contracorriente para poder navegar en el sentido opuesto al resto de medios de economía y a los poderes económicos que los controlan. Como en el gif ese del salmón, saltamos para golpear al oso en la cara y volver a caer en el agua; cogemos carrerilla y volvemos a atacar.

Si admitiéramos publicidad de dichas empresas no podríamos escribir titulares que rara vez encuentras en los grandes medios. No serían posibles algunos como «CaixaBank pretende dejar en la calle a 28 familias vulnerables con 32 menores en Gran Canaria» (La Caixa fue el mayor anunciante en medios en 2020, gastando 7,8 millones de euros); «bbva y Banco Santander financiaron a empresas armamentísticas involucradas en la guerra de Yemen» (el banco de Botín es el segundo que más ha gastado); «El Corte Inglés ofreció publicidad gratuita a la dictadura de Videla» (tercer mayor anunciante); «Repsol adelanta a Endesa como la empresa española que más contribuye al cambio climático» (la petrolera es cuarta en la lista), o «bmw, Volkswagen, Audi y Porsche multados por paralizar una tecnología para reducir emisiones» (Volkswagen es la quinta).

Sin esos titulares, sin un periodismo que señale al poder, la democracia está en peligro. Llamar evasor al evasor, ladrón al ladrón y fascista al fascista es un imperativo ético. No valen medias tintas ni falsas equidistancias. Es una guerra donde no existen los países neutrales. O estás con la gente o estás con el poder.

El periodismo necesita su contrapoder. Necesita de medios como El Topo, como La Marea, La Directa o El Salto. Necesita un ecosistema de lectoras y lectores comprometidos que reconozcan y apoyen esa deseada independencia. Los medios necesitamos entenderlos a ellos como colaboradores y partícipes, en vez de que sean solo simples visitas en el Analitycs. Cambiar el prisma de la competición por el de la colaboración. Pensar en el periodismo como una herramienta ciudadana al servicio de esta, de la justicia y la democracia. Pensar juntas, libres y actuar con coherencia. Somos pequeños, lo sabemos. Tenemos claro cuál es nuestro espacio y nuestro nicho de mercado. No podemos competir con aquellos que tienen todo ese montón de dinero de su lado, vale. Pero eso no nos desanima. Estamos aquí para librar una batalla que trasciende al periodismo. La cosa va de libertad, de empoderamiento, de democracia y de justicia social. Y nadie nos va a hacer callar.

Y puede que, como suele decir otra guerrera de esta misma batalla, la directora de La Marea, Magda Bandera, «nuestros principios serán nuestros finales». Porque no es fácil y salvar las cuentas anuales, año a año, no es fácil. Crecer no es fácil. No autoexplotarnos es complicado. Seguir en pie ante los golpes del poder es una lucha constante. Pero venderse a esas empresas es vender el periodismo y a la gente que confía en nosotras. Y antes muertas que vendidas. Nacimos para nadar contra la corriente del capital y lo seguiremos haciendo.

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