nº67 | editorial

MARAVILLOSOS TRES DÍAS

En El Topo somos cíclicas, seguro que os lo hemos dicho en más de una ocasión. Así que celebramos la llegada de cada estación con toda la alegría festivo-pagana que puede contener nuestra humilde madriguera. Mientras vosotros, lectoras y lectores, sufrís ya un verano con tó sus avíos, en el agujero espacio temporal desde el que se escribe El Topo andamos estrenando la primavera.

Ha llegado la primavera y el carnaval, de repente, se nos queda muy lejano. Cambian la hora de nuevo y volvemos a las discusiones de guion gastado: esto en Europa no se hace, a mí me gusta, eso es porque no tienes hijes…

En fin, de lo que sí era hora ya es de que después de mes y medio de monzón llegara el olor a azahar, el ¡ofú que caló! y los turistas. Bueno, no. Los turistas no llegan porque no han dejado de venir en todo el año. Ventajas del turismo global, low-cost y desestacionalizado que nuestras queridas instituciones se empeñan en seguir atrayendo como si el mañana (y los límites materiales de las ciudades) no existieran.

Y eso que hasta al presidente de la cosa cofrade se le ha metido un poquito de antituristificación en el ojo y ha pedido que no se promocione más la Semana Santa, que con los que somos ya vamos bien, gracias.

La primavera también ha traído una manifestación por la vivienda. En Sevilla nos sumamos a la fecha estatal y fue bonito ver tantas caras conocidas tras las pancartas y tantas, tantísimas caras nuevas a la cabeza. Fue bonito ver tantas caras, y punto. Y tantas voces gritando esas cosas tan locas que se gritan en las manifestaciones, como que las casas deberían ser para vivir en ellas. Las valoraciones sobre la manifestación fluctuaban según las expectativas que cada una trajera de casa: para aquellas eternas resistentes que han vivido la fase del repliegue de los movimientos sociales, esta manifestación era un soplo de aire fresco y relevo generacional. Para aquellas benditas que miran el panorama y el cuerpo les pide guillotina y dinamita, siempre se les queda todo un poco corto. Pero bien.

La primavera también ha visto cómo va cogiendo fuelle el reciente CSOA La Yesca. Como una florecita tímida que asoma y se da cuenta de que es la única del campo, confiando en que pronto habrá muchas más. Miramos el verde cespecito sevillano y nos proponemos regar y cuidar con mimo nuestro centrito social para que crezca y polinice los barrios con amor y okupasión.

A nuestra madriguera, por supuesto, también llega la primavera. Nos pilla, como siempre, manga por hombro, con unas que entran, otras que salen y algunas que piden relevo para coger aire. Nos pilla solventando conflictos, apagando fuegos e intentando cuidarnos entre el caos que supone intentar simplemente vivir en medio de un sistema desatado que pretende que apenas lleguemos a sobrevivir. Pero vivimos. Les topites salimos de la madriguera y disfrutamos de la primavera, del solecito que aún no pica, de los colores, del campo verde, del azahar que inunda las calles e Instagram; disfrutamos con el calorcito de otros cuerpos en las manifestaciones y con la juntera de gente en los centros sociales. Disfrutamos haciendo este periódico libertario impuro y esperamos que vosotras también disfrutéis. Disfrutad, aunque estemos ya a cincuenta grados, porque todo el mundo sabe que la primavera, en Sevilla, solo dura tres días.

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