Los cuerpos que menstrúan, en su mayoría mujeres cisexuales, tienen en general unos 450 ciclos a lo largo de su vida: 1 800 días. Unos cinco años usando productos por los que se paga un precio con un IVA de un artículo de lujo, ya que no están considerados como de primera necesidad.
Una vez más se corrobora que unos cuerpos importan más que otros. El sistema en el que vivimos está podrido y ser una persona menstruante, que expulsa sangre por su coño, no se premia, sino que se castiga. Este mundo capitalista y patriarcal está construido desde los cuerpos que nunca han menstruado ni lo harán jamás.
Duele, claro que duele. Tendríamos que ser unas psicópatas para que no nos doliera. Vivir en este sistema duele de por sí, y más si no tienes ni idea de qué pasa en tu interior cada mes: la confluencia de las hormonas, la conexión cerebro-ovario, cómo influye a nuestro letargo, nuestro ánimo y nuestras habilidades cognitivas, emocionales y sociales. El ciclo menstrual requiere autoconocimiento y atención, pero las personas no siempre podemos permitirnos detenernos en un mundo con un ritmo frenético. Vivir en una sociedad de sobreproducción nos obliga a tener estrés. Nadie con estrés duerme bien. Trabajar tantas horas no te deja tiempo para el autocuidado: descansar, desconectar, ocio, relaciones sociales o simplemente para cocinarte esa comida saludable que tanto te aconsejan. Alimentos que tampoco te puedes permitir porque no te llega la pasta. Tiempo de cocinar que no tienes. La precariedad no es solo monetaria: no tener tiempo nunca para nada que no sea trabajar, también es precariedad.
El estrés puede llevar a una ovulación anormal, es decir, anovulación (no hay ovulación) o amenorrea (ausencia de menstruación).
El estrés también se asocia frecuentemente con la dismenorrea (dolor menstrual), que puede afectar al hiperestrogenismo y al aumento de prostaglandinas serie 2 que provocan inflamación y contracciones en nuestro útero, causándonos dolor. Por lo que el estrés duele, ¡vaya que si duele!.
Cuando menstruamos, ese primer día en el que sientes la tremenda bajona, tus hormonas están a cero. Tu sistema hormonal te deja prácticamente en pelotas, un estado de vulnerabilidad que te permite ser más permeable al entorno, sensibilidad que en Machitolandia no está bien vista. No estás susceptible, estás con las carnes abiertas sintiendo cómo tu alrededor te devora y tú encima no tienes dinero ni para compresas.
La tasa rosa o tasa tampón —porcentaje tributario que ingresa el Estado por cada artículo de gestión menstrual vendido— favorece e incrementa lo denominado como «empobrecimiento femenino» aludiendo a las mujeres cisexuales, y yo añadiría a los cuerpos e identidades disidentes. No solo te meten la clavada en artículos de higiene menstrual como compresas o tampones (que se cargan tu microbiota vaginal y son menos sostenibles con el medio ambiente), sino que por ponerles el color rosa a unas cuchillas de afeitar te la clavan doblemente.
Actualmente se ha estado hablando mucho de este tema con la nueva ley del aborto que se ha propuesto desde el Ministerio de Igualdad. La idea inicial era incluir la reducción del IVA de estos productos de un 10% a un 4%, pero, a mi parecer, seguiría siendo injusto. Las personas que menstruamos no tenemos por qué asumir ese coste individualmente, es un coste social en todo caso. Pero si rascamos un poco más en este tema, tan invisible es la menstruación para la sociedad que, los productos de higiene menstrual no se contemplan como higiene íntima dentro de los recursos para las mujeres o personas con vagina en situación de calle. Volvemos a cerciorarnos de que unos cuerpos importan más que otros y ser personas que no son productivas para esta lacra de sociedad, también se castiga. Finalmente, este tema se ha sacado de la nueva ley con vistas a retomarse más adelante en los Presupuestos Generales del Estado (ja, ja). Al menos, sí se ha tenido en cuenta la dismenorrea con la baja menstrual por incapacidad temporal sin límite de días. Señoros sin vagina ya han opinado al respecto, porque su opinión es meramente importante en este asunto, afirmando que esto supondrá un hándicap a la hora de la contratación a mujeres. Eso, amigas, se llama discriminación directa y está penado con sanción por ley. Además, el coste de esa baja la va a asumir el Estado. ¿Qué otra excusa necesitan para seguir mostrando su misoginia con impunidad?
Menstruar en una sociedad así es un deporte de riesgo. Es como si te lanzaran desde un avión sin llevar paracaídas. Nadie te habla de ello más que para asustarte porque «te pueden preñar» (siempre sujetos pasivas). La mirada social actual hacia la educación sexual siempre es preventiva y en base a la reproducción, lo que deja entrever el conservacionismo religioso que arrastramos.
ZEZO es mi proyecto personal que nace con el interés de divulgar información sobre la salud sexual, concretamente, acerca de temáticas que atraviesan a cuerpos vulnerados de algún modo. Se trata de un fanzine pedagógico editado por mí misma en el que trato de acercar conceptos abstractos a un lenguaje accesible para la mayoría de las personas. En enero de este año salió el «VOL. I: Fisiología del ciclo menstrual» que abarca el tema en tres niveles: ciclo uterino, ciclo ovárico y ciclo hormonal, aprovechando para desmontar ciertos mitos al respecto y dar nombre a aquello que sentimos, pero no conocemos. Después de verano, está en marcha el nacimiento del «VOL.II: El SOP (síndrome de ovarios poliquísticos)» que tendrá un carácter más colaborativo con amigues y especialistas del tema. Mi intención con el proyecto ZEZO es hacer una crítica de la relación existente entre lo biológico o fisiológico y nuestra relación psico-social con el entorno y con nosotras mismas.
Como dijo Erika Irusta «actuar con sentido común en nuestra cultura es un acto libertario».