nº29 | farándulas

La Factoría Cultural del Polígono Sur, un no-lugar

Una nave espacial se alza frente a «las Vegas» en el Polígono Sur. Se trata de la llamada Factoría Cultural, un recién estrenado edificio de casi tres millones de euros que ha realizado el Ayuntamiento de Sevilla a cargo de los presupuestos europeos del programa FEDER para el desarrollo sostenible local y urbano. El contraste visual es impactante. A escasos metros del flamante edificio está la barriada Martínez Montañez, popularmente conocida como «las Vegas». La zona más deprimida de Europa. Son 627 viviendas que albergan a un importante número de familias en riesgos de exclusión social. Desempleo, carencias higiénico-sanitarias, infravivienda y un tráfico de drogas tolerado por el poder político. Con esto se levantan cada día las 5000 personas que lo habitan. El cuarto mundo donde no van los taxis, ni Lipasam, ni ningún turista. Mucha redada policial que no arregla nada y ninguna solución sobre la mesa por parte de la Administración Pública.

La Factoría Cultural estaba ideada para ser una herramienta que repercutiera en el bienestar del barrio pero por ahora no se vislumbra el cómo se va a conseguir esto. Bien es cierto que lleva aún poco tiempo en pie, pero teniendo en cuenta cómo ha sido la gestión política que lo ha puesto en marcha y la lógica asistencialista, occidental y blanca que ha habido detrás de esto, nos preocupa mucho cómo se va a poder hacer ahora este giro. El discurso de caridad «para las pobres pero sin ellas» nunca ha traído ninguna emancipación. Conozcan la historia y háganse su propia idea. Os la cuento.

El Plan Integral para Polígono Sur que se puso en marcha en 2005 se realizó con una metodología participativa. Es decir, las vecinas y las trabajadoras del barrio se reunían en asambleas temáticas (salud, vivienda, educación, territorio…) para hacer los análisis y la propuestas para este Plan que reflotaría al barrio. Una de las propuestas que nació de las asambleas vecinales fue un espacio cultural en torno al arte flamenco. Es de justicia decir que se concibió para el flamenco aunque después se trasformó a una idea más amplia de espacio cultural. La música en el barrio es un importante elemento de cohesión, quizás como todas las comunidades que viven a la espalda del mundo. La música, y en especial el flamenco, es más que un arte que se interpreta, forma parte de muchas formas de vida que alberga el barrio. No de todas, pero sí de muchas.

Hubo unas jornadas específicas para la creación de este espacio. Se concluyó que tendría una gestión participada de vecinas y técnicas. Se crearía un órgano de participación vecinal que tomaría decisiones vinculantes y no solo consultivas sobre la gestión del espacio.

Nunca hubo devolución de estas conclusiones y cuando se inauguró, obligados por las fechas que marca el proyecto europeo, se hizo sin equipamiento, sin proyecto y sin presupuesto. La gestión política del Ayuntamiento corre a cargo del Instituto de Cultura, el ICAS, sin ninguna experiencia en gestión de proyectos sociales. La gestión técnica salió a concurso durante cinco días, concurrieron dos asociaciones del barrio, la asociación de mujeres Akherdi y la asociación gitana Vencedores, pero no cumplían los requisitos administrativos para encargarse de la gestión cultural del espacio.

En la actualidad el ICAS y la empresa que fue seleccionada para la gestión técnico-cultural del espacio están al frente del recién inaugurado proyecto pero aún no se vislumbra cómo se va a llevar a cabo esta gestión participada con las vecinas. No existe aún propuesta de cómo se va a hacer este diálogo colectivo y continuo aparte de reuniones individuales con entidades o artistas concretos del barrio.

Esto cuentan algunas vecinas y vecinos:

La gente de fuera del barrio tiene que saber que aquí la música y el flamenco están dentro de las casas. Existen profesionales y artistas del barrio que viven de su arte pero más allá de eso «el arte de las Tres Mil» forma parte de todo este contexto. Contratar a artistas del Polígono Sur no es únicamente lo que va a hacer que este espacio sea de la gente del barrio. Verdaderamente hace falta una gestión participada, si no seguirá siendo un espacio extraño con gente extraña que las vecinas no conocen. Será un no lugar sin vida.

Poco a poco se va poniendo en marcha una programación cultural en la Factoría. Pero hay que alertar que lo último que necesita el Polígono Sur es que le oferten una programación cultural. Necesitan un espacio de encuentro y participación que repercuta en sus vidas especialmente en las vidas profesionales.

La Bienal de Flamenco tiene programada dos actividades aún no definidas que se llevarán a cabo en la Factoría Cultural. Ante esto hay que advertir que Sevilla no  necesita más espacios donde hacer espectáculos y en cambio Polígono Sur sí necesita recursos. La propuesta que nace de algunas vecinas es que estos espectáculos se hagan con la gente del barrio, que exista un proceso de selección de las personas que participarán. Que este verano haya escenarios en el barrio donde actúe la gente que quiera estar en el espectáculo de la Bienal y que sean las vecinas quienes escojan a quienes les guste más para que lo hagan. Quizás no tenga que ser exactamente así, pero esto que me cuentan se parece más a las lógicas de participación que las contrataciones individuales

Las vecinas del barrio saben opinar y participar, como todo el mundo. Si acaso un poco más porque llevan más de una década de asambleas vecinales para la construcción del Plan Integral del Polígono Sur. Perdámosle alguna vez el miedo a las asambleas caóticas de vecinas. No siempre la eficacia de la gestión cultural es el mejor indicador y más en este contexto donde el espacio nace para transformar y no para entretener.

El Plan Integral no se llevó a cabo por falta de voluntad política de quienes parecen ver con buenos ojos la existencia de bolsas de pobreza para el buen funcionamiento del liberalismo. Pero las horas de asambleas que durante años hicimos las técnicas y las vecinas dejó una gran herencia de intervención y acción participada que debería servir de pilar fundamental para la gestión de la Factoría Cultural. Si no es así, seguirá siendo una nave espacial exótica frente a la pobreza.  El barrio seguirá en su música y su arte en las casas. Y otra vez se habrá mercantilizado el «arte de las Tres Mil» en beneficio de terceros siguiendo la senda de la reapropiación cultural que padece esta tierra.

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