nº24 | ¿hay gente que piensa?

La estrategia del francotirador

Cuando me desperté, el toro bravo de la corrupción seguía allí. A ese no lo torea nadie, pero marearlo y hacerlo sudar desgastándole los cuernos para que no embista a los pilares del Sistema, eso sí. A cambio obtenemos el efecto de plasma de la opinión mediática que no se resigna a dejar de conmover nuestros sentidos con la amplificación de sus sermones, fomentando la conformidad de la grey ciudadana ante las soberanas cornadas que seguirá recibiendo. La corrupción misma espera ser resuelta. La estrategia empresarial de los Medios crea la ficción de que el coso de la democracia formal se barre todos los días y, entretanto, se arrogan el derecho a sumergir toda consecuencia política en un juego de tauromaquia verbal. En la enunciación lógica de sus planteamientos se abusa del argumento de la mayoría de tal modo, que todo ciudadano español sea necesariamente plurinacional, europeo y global, es decir, capaz de validar automáticamente la corrupción como fenómeno generalizado, históricamente irremediable y connatural al ejercicio del Poder. Silogismo falso que pone un techo de acero a la utopía democrática.

En este desentendimiento entre lo que pensamos y lo que quieren que pensemos, la civilizada Europa se está inclinando otra vez hacia la violencia civil que predican los partidos de la extrema derecha; los sesudos opinantes (sin distinción de género) están siendo informados de que la ciudadanía ha descartado seguir escuchándolos, han deducido —según parece— que este diálogo de poder a poder no informa de sus problemas reales para sobrevivir a una gestión del dinero público que reserva decimales a las partidas de recursos sociales. Europa ya estuvo en esta encrucijada hace casi un siglo. No podemos volver a empastar el derecho a la información con la propaganda oficial. Sería pues saludable que en sus dictámenes diarios se decantaran reflexiones comprometidas con el impacto de la Opinión mediática en una compleja trama social globalizada, cuya supervivencia no debería medirse en acciones de la Bolsa para ser sostenible.

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