nº51 | editorial

La comunicación ha muerto

Este editorial tiene algo de anécdota. Los editoriales de los medios en general, y de El Topo en particular (bueno, voy a poner la mano en el fuego solo por El Topo y por los medios que colaboraron en el número 50), siempre han de ser escritos por alguien: nunca serán relatados por una máquina o creados por un ente o un concepto. Hay una persona detrás, y hoy, soy yo; y este relato nace de una experiencia de carácter individual y a la vez general. ¿Pero qué es todo esto? Todo esto es un desastre. La anécdota: era mediodía, fin de semana. Gentío y camisetas de manga corta por la calle. Algo de viento, poca cosa para ser invierno. Sonido del tráfico y de aplicaciones de mensajería instantánea. Algunas comunicadoras no podemos evitar estar siempre de guardia, y aquel mediodía, la caja de registro automática captó la siguiente conversación entre un niño y una persona adulta:

—Papi, hace calor.

—Sí, lo que te dijo Alexa, ¿verdad?

No hace falta mirar por la ventana ni atender al pronóstico meteorológico: ahora hay un aparato en tu casa que te responde a todo. Ese aparato registra los sonidos que le llegan y, cuando oye su nombre, se activa y te satisface. El contenido al que tiene acceso está en internet, como si toda la sabiduría estuviera dentro de las pantallas. El aparato que todo lo sabe pertenece a la mayor plataforma de venta en línea del mundo, lo que te permite pedir, comprar y gastar con mucha más facilidad. Ese cacharro que te contesta a las cosas y que vive contigo y te escucha sin descanso, te manda mensajes publicitarios y también elabora tu perfil de consumidora para conocerte mejor, para que tardes menos en comprar. En esa pequeña conversación el papi concedía toda la autoridad y el sapere a un altavoz conectado a internet que compra cosas. Ese aparato presume de saberlo todo, de satisfacer las necesidades comunicativas de las personas, esos seres que nos relacionamos cada vez más mediante pedir y recibir con menos compromiso. Nuestro lenguaje, una herramienta en continuo cambio, adaptativa y con valor de utilidad, se está modificando para entablar conversaciones prácticas con máquinas que le solucionen alguna papeleta, como poner una serie y pedir una hamburguesa vegetariana mientras lees los últimos mensajes del grupo de Whatsapp de tu familia, el único lugar donde todos os queréis mucho.

Y todo esto, que no es más que la actualidad más contemporánea, me ha llevado a pensar en para quién escribimos los medios críticos y libres cuando la tónica es ser consumidora de contenidos en lugar de lectora con capacidad crítica; en quién entra al trapo del diálogo por medio de la información que se elabora gracias a la necesidad de contar lo que está pasando sin intereses ocultos. ¿A quién se llega con la información crítica y elaborada escrita en lenguaje inclusivo? ¿Quién la quiere leer? ¿Para qué sirve? ¿Aprecian el contenido solo personas afines, lxs de siempre, colegas y simpatizantes, o también se hacen entender por personas con otros pareceres? ¿Sería necesario abrir el campo de emisión e intentar llegar más lejos? ¿Es esa la función de los medios libres? ¿Cómo aparecer en otros ambientes y comunicar dentro del sistema para intentar abrir pequeñas grietas? ¿Es suficiente con estar solamente en círculos de lucha social y autogestión?

La que escribe solo tiene preguntas y, por ello, inauguramos un Cartas a El Topo. Puedes escribirnos a contacta@eltopo.org y decirnos cuál piensas que es la función de un medio de comunicación libre, qué es la comunicación, para qué sirve, qué es lo que funciona y qué no, o darnos algún consejo sobre cómo conseguir entablar una conversación con una persona fascista.

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La Fuga es una librería a la vez que plataforma de encuentro y acción social. Está centrada en poesía y narrativa, en tebeos, así como en teoría sobre los movimientos sociales, políticos y artísticos.
Pretende ofrecer un posicionamiento frente al estado de las cosas, dar herramientas para una mejor comprensión de los fenómenos locales y globales, además de intentar, dentro de sus limitaciones, ser un lugar de reflexión y de propuestas creativas, de intervención; un espacio de aprendizaje y acercamiento, de colaboración entre gentes y prácticas, más allá de las intenciones económicas propias de todo negocio.