nº46 | desmontando mitos

Judicialización e instrumentalización de la sociedad

tourlamanada.com

El 5 de diciembre de 2018 supe que se ofertaban un tour turístico por los puntos clave del caso de La Manada, en tourlamanada.com (TM). En Twitter la noticia era trending topic. Muchas personas estábamos indignadas y enfurecidas. ¿Convertir en recorrido turístico la traumática experiencia de una mujer que sufrió una violación grupal? ¿Podía ser legal lucrarse con la desgracia ajena? ¿Existían realmente agentes tan poco éticos? Logré entrar al día siguiente a la famosa web y me topé con «El día que los medios de comunicación se retrataron a sí mismos», el título de un comunicado. Descubrí que TM era una trampa, una acción crítica y satírica que había logrado, imitando el comportamiento de los medios de comunicación, que estos reprobaran y condenaran aquel acto. El desmentido iba acompañado de capturas de noticias que mostraban cómo ellos eran los verdaderos creadores del tour, virtual, a través de planos urbanos, recreaciones visuales e incluso reporteros a pie de calle. Sin querer, ya todas lo habíamos realizado desde nuestros salones y los medios se lucraron con ello. Debo preguntarme, ¿por qué me indigné con la sátira y no con la realidad mediática que reproducía? El comunicado concluía: «Lo verdadero no es más que una excusa para lo falso. […] Todo es cierto si hay una masa suficiente de personas dispuestas a creerlo».

TM apenas existió dos días en la red cuando se convirtió en desmentido, pero un día bastó para que los medios convirtieran la sátira en realidad literal y llegaran a «una masa suficiente de personas dispuestas a creerlo». Nada cambió tras el desmentido, los medios ignoraron su propia deontología y mantuvieron desinformadas a suficientes personas como para que este no hiciera frente al bulo apuntalado en cada eco del relato mediático. Lo más esperpéntico llegaría cinco meses después, cuando este relato alcanzó los tribunales: Homo Velamine (HV) había denunciado el trato degradante de los medios hacia la víctima de La Manada; ahora su abogada denunciaba a HV por el mismo motivo y lograba su condena el 9 de diciembre de 2019. ¿Cómo interpretar esta paradoja?

HV es un colectivo ultrarracionalista: su activismo consiste en explotar aspectos absurdos, contradictorios o dogmáticos de la realidad con elaboradas «bombas semióticas». TM era una de ellas y su éxito fue su propio fracaso. El tratamiento que los medios dieron al tour confirmó la causa de la sátira, justo al provocar su condena. El tour mediático y judicial que TM provocó desvela la construcción espectacular y autoritaria de la realidad, y una de sus principales herramientas: la producción de un escenario dicotómico y antagónico ficticio. Aunque la sátira era contra los medios, estos consiguieron situar en su lugar a la víctima de La Manada y, frente a ella, a unos «supuestos desalmados». Odiar de un lado y empatizar del otro era sencillo e irreflexivo.

No es solo TM el mito que me gustaría desmontar aquí, es también esta escena penal que nos reduce a víctimas
o victimarios, y que parece invadir crecientemente nuestra percepción cultural de la realidad social.

El último fanzine de HV realiza un recorrido desde la acción TM a sus posteriores tours mediático y judicial y, a su razón, presenta distintos análisis críticos. Entre ellos, «Texto (jurídico) y contexto (cultural)» de Joe Lojerhuld nos interesa especialmente aquí. Aunque él describe magistralmente cómo los medios instrumentalizan el sistema judicial y desmonta el mito de su autonomía, se vale de un concepto para describir la situación contemporánea que me gustaría repensar: la hiperjudicialización de la sociedad.

Desde una antropología política, tenida en cuenta La política salvaje, una teoría genealógica de los fundamentos sociales (López-Lillo, J. 2019 – Oxford, BAR), la distinción entre Estado y sociedad, así como entre las lógicas de legalidad y legitimidad, es elemental. Y nos permite prescindir del prefijo hiper-, pues la propia «judicialización» de la sociedad ya señalaría la excepcionalidad de nuestro escenario: un contexto social interrumpido por la omnipresencia del Estado. Desde una posición libertaria, podría preocuparnos especialmente cuándo esa presencia orienta nuestra percepción, y asumir la polarización rígida y estática de los escenarios sociales, a mi entender, es señal de ello. TM podría parecernos ilegítimo en un primer momento, pero al revelarse como crítica satírica, ese juicio debería haberse trasladado hacia los medios, bloqueando la complicidad entre nuestra percepción sobre su legitimidad y la legalidad con la que les inviste el Estado.

En cambio, el relato mediático y judicial intenta hacer coincidir estas lógicas movilizando la sensibilidad feminista, interpretando TM como acto de odio contra la víctima y, por extensión, contra las mujeres —como decía la acusación—. Esta instrumentalización del feminismo ha tenido bastante éxito, y son pocos los medios u organizaciones que a pesar de decirse alternativos o defender la libertad de expresión, se atreven a tratar el caso. Antiguas compañeras de festivales de fanzines o activistas hoy les condenan y censuran. La condena judicial promueve y se refuerza a través de su condena social. Todo esto es efecto de la polarización y esta enfermedad tiene otra cara. Si todo el espectro político de izquierdas da la espalda a HV, su caso acabará tomado por la derecha y usado como arma arrojadiza contra las posiciones progresistas, especialmente feministas.

HV es perfectamente consciente de estas tensiones y pugna por una estrategia de comunicación que evite su instrumentalización, espectacularización y polarización. Aunque sus resultados son infinitamente más lentos que, por ejemplo, la movilización social en defensa de Pablo Hasél, su caso nos invita a una reflexión mucho más rica y compleja. Pero realizar esta reflexión requiere superar el mito de la polarización y evitar el ritual de condena que, como la antropología ha analizado, nos lleva a interiorizar un polo ideológico-normativo a partir de uno estético-emotivo.

En definitiva, no podemos dejar que el Estado o los medios diseñen los escenarios sociales que orientan nuestra percepción y juicios acerca de la legitimidad. Como diría Anónimo García (fundador de HV y condenado por TM): «Si tu fanzine va a decir lo mismo que La Sexta, deberías replantearte tu revolución».

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