nº15 | sostenibili-qué

Genuino clandestino

Pepe y Luisa llevan varios años produciendo mermeladas, con fruta y verduras ecológicas y locales y un proceso 100% artesano. Participan en una red de productorxs y consumidorxs donde funciona un Sistema Participativo de Garantías (SPG).

En su búsqueda de nuevas salidas a sus conservas se topan con un nuevo proyecto de grupo de consumo en Triana, contactan con la responsable y le ofrecen sus productos. La respuesta es negativa, lo lamentan pero para participar como productor es imprescindible tener papeles (alta en la Seguridad Social, IVA, Registro Sanitario…).

Lupe y Jorge estaban muy animadxs con la iniciativa de mercados campesinos que se desarrollaba en la comarca rural donde acaban de mudarse. En pocos meses se organizaron para poder ofrecer pan de espelta, conservas agridulces y jabones. Querían empezar a comprobar si era realmente posible mantenerse al margen del mercado laboral clásico. Pero al cabo de un año, se encontraron con un desenlace algo frustrante cuando, después de un periodo de reestructuración, el mercado se cayó. Habían echado bastante energía y tiempo en el proceso. Por supuesto, no se esperaban que la Universidad Plural de la Montaña de Alacena (UPMA1) y la sección local del Comité Andaluz de los Hortelanos (COAH) colaborasen con las autoridades en la desactivación de un mecanismo que apostaba firmemente por la autonomía y la autogestión.

Jazmín se dedica a la cosmética natural, utiliza materias primas de muy alta calidad y produce artesanalmente cuidando enormemente el proceso. Todavía no se ha resignado a encontrar un herbolario que acceda a exponer sus productos. Esta es la última respuesta recibida por correo electrónico: «Qué buena pinta tiene todo, quizás te pida algo para consumo personal […], lo siento mucho pero nuestros clientes son exigentes con calidades, garantías y etiquetados».

Raúl es repostero, le encanta experimentar en cocina para conseguir dulces ricos y sanos. Raúl no tiene registro sanitario, ni intención de sacárselo. En la cervecita después del reparto semanal de verduras, un amigo le pregunta cómo va el «negocio». Raúl, entre quejas y bromas, le cuenta que tiene muy pocos pedidos y que le cuesta incluso que «su gente», que conoce y aprecia sus dulces, le encargue algo. El amigo empatiza con Raúl, le invita a una Bandolera y le confiesa que para su hijo compra en el Aldi unas galletas ecológicas bastante buenas y a buen precio.

Martín, Clara y Ángela cultivan una huerta y venden cestas ecológicas cerradas. Llevan cuatro años con el proyecto, pero aún no han conseguido, muy a pesar de los esfuerzos y del trabajo de lunes a domingo, darse de alta (aunque sea por turnos). Siguen confiando en la consolidación de las relaciones con lxs consumidorxs, aunque su fragilidad es de momento indiscutible. En efecto, desde el principio han estado trabajando el compromiso de continuidad, desafortunadamente con muy poco éxito. Siempre que se acercan unas vacaciones, más o menos largas, los pedidos decaen. Además, es común que reciban peticiones del tipo «en mi casa no se come coliflor, ¿podéis ponerme espinacas?» o «¿se puede remplazar naranjas con papas?».

Estos ejemplos nos dan una idea de lo complicado que puede llegar a ser tener un proyecto productivo artesanal sin papeles. Las personas que nos dedicamos a esto, a menudo hemos elegido conscientemente salir del trabajo asalariado y de sus círculos viciosos para buscar otro ritmo productivo y sacar más tiempo para la vida. Estamos apostando por la lentitud, el cuidado en la elaboración de los productos, el disfrute por la comida y por una indefinición de los confines entre producción y reproducción, entre lo que hacemos para ganar dinero y lo que hacemos para vivir.

Sin embargo, esta apuesta es débil si no se ve enmarcada en un proyecto comunitario más amplio. Me refiero a una comunidad de muchas patas donde nos cuidemos recíprocamente; donde los Mercaos Sociales nos sigan apoyando y las monedas sociales ganen espacio; donde se materialicen colaboraciones y trueques y se potencie el concepto de prosumidora; donde se aproveche al máximo las muy puntuales subvenciones para que reviertan a nivel comunitario y la Academia aporte saber crítico y útil para las luchas; donde fluyan las relaciones ciudad-campo y el apoyo mutuo guíe nuestras acciones.

¿Cómo llamamos a esto? ¿Visión premonitora, sueño, utopía o simplemente paja mental? Ya que no tengo respuestas y todavía no sé leer el futuro en la bola de cristal, ni manejo los registros akáshicos, lo único que puedo hacer es vivir la apuesta comunitaria a pleno, aquí y ahora.

Realidad aplastante

El Estado y el capital nos están imponiendo un escenario opuesto, en el que reina el individualismo. Un presente hipotecado, gobernado por leyes y normativas ridículas, salpicado de impuestos, papeleo y sellos, en el cual te autoexplotas para sobrevivir, mientras el suelo bajo tus pies se convierte en arena movediza y sin darte cuenta estás metidx hasta el cuello. Única salida propuesta: más horas de trabajo, más inversiones, más deudas, más ventas, más controles, más agobio, más horas de trabajo. Y vuelta a empezar. Enhorabuena, te has convertido en persona adulta, ya eres libre de entrar en el libre juego del mercado.

Aluvión de preguntas

¿Qué pasaría si la energía que dedicamos a poner parches al sistema, la dedicásemos a potenciar lazos comunitarios? Si el dinero que entregamos al capital fuera a parar a proyectos locales, de amigxs y compañerxs, de manera continuada y no anecdótica, ¿se notarían cambios en nuestro tejido comunitario?

¿Legalizando tu proyecto estás más cerca de alcanzar los objetivos que te habías fijado? ¿Si tu competidor paga menos impuestos que tú, lo ves como una competencia desleal? ¿Por qué nos cuesta tanto abrir los espacios liberados a iniciativas de autoempleo? ¿Estamos madurxs para poder organizar un mercadillo periódico de productos artesanos en el próximo centro social?

Happy end

Un último recuerdo para a Pepe, Luisa, Lupe, Jorge, Raúl… En fin, a todas las personas que están en equilibrio y duda constante y avanzan con la única certeza de que el camino de la libertad y de la autosuficiencia sólo se puede recorrer bien acompañadxs.

NOTA

Los nombres de personas y organismos que aparecen en el texto son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

1 Paulo Freire, en paz descanse.

Nos apoya

Autonomía Sur, Sociedad Cooperativa Andaluza de Interés Social, es un proyecto colectivo de economía social con origen en 2005. Nuestro quehacer diario consiste en:

  • la asesoría y representación jurídica de personas y colectivos de trabajadores.
  • el asesoramiento a personas y entidades de economía social (autónomos, cooperativas, asociaciones, fundaciones, etc).
  • el estudio y elaboración de documentos de carácter técnico (evaluación de políticas públicas, empleo, territorio, etc).
  • el diseño y desarrollo de actividades formativas.

Defendemos los derechos laborales, analizamos la realidad e impulsamos nuevas fórmulas económicas democráticas, sociales y sostenibles. Y todo ello con dos objetivos: aportar una perspectiva transformadora a la construcción de la sociedad civil andaluza y evitar de manera estricta que nuestro trabajo pueda estar sirviendo a prácticas abiertamente contradictorias con nuestros valores y principios éticos y sociales.