nº6 | entrevista

Entrevista a Fernando Mansilla

Fernando Mansilla (Barcelona, 1957) es músico, poeta, dramaturgo y ahora novelista. Canijo (Rancho Editorial, 2013), esa historia ambientada en la Sevilla de los 80 con reminiscencias bukowskianas (aunque su novela favorita es La Regenta), se acerca ya al millar de ejemplares vendidos. Pero, más allá del personaje, Mansilla es un hombre tranquilo y un gran conversador. Con él y con Lola, su compañera, disfrutamos hablando de lo divino y de lo humano.

Mansilla: «Echo de menos el albero de verdad, la tierra. Echo de menos el mercadillo de los domingos, echo de menos las candelas que hacía la gente los sábados por la noche»

El Topo: ¿Cuándo y cómo llegaste a Sevilla?

Fernando Mansilla: Llegué en el 81. Vine hasta aquí desde Mallorca porque allí el sur y Sevilla se veían como algo mítico, como un sitio donde se vivía muy bien, siempre hacía muy buen tiempo y se fumaba muy buen hachís. Conocíamos los Smash, sabíamos que había grupos interesantes. Era como una tierra prometida. Luego venías y no era para tanto, claro. Además de esa idea de Sevilla, por aquel entonces yo estaba con una chica que quería bailar flamenco y quería aprender aquí, así que nos vinimos.

ET: ¿Qué te hizo quedarte aquí?

FM: Pues enseguida conecté con un grupo de teatro La Pupa, ahora La Imperdible, yo tocaba el clarinete y entré como músico. Después conocí a Lola [su pareja], tuve una hija aquí y eso ya fue definitivo.

ET: ¿Qué profesión dirías que tienes?

FM: Yo soy ante todo escritor. Empecé a escribir y como nunca tuve muchos contactos editoriales, se me ocurrió montar escenas medio teatrales, medio musicales, con lo que escribía para darlo a conocer. La música me gusta mucho, soy un melómano convencido, pero no soy músico.

ET: ¿Pudiste vivir del arte?

FM: Sí, pero haciendo muchas cosas. Para mí, vivir del arte también ha sido ir a tocar al barrio de Santa Cruz y recoger dinero con la gorra. De hecho, fui de los primeros en tocar allí y tenía mucho éxito, gané mucho dinero. Luego vinieron muchos otros y ya había competencia y ya no era lo mismo

ET: ¿Y cómo crees que se las apaña la gente ahora?

Ahora es más difícil para la gente que vive en la calle. Entonces, Sevilla era una ciudad muy cómoda. Ahora, aunque sigue siéndolo en comparación con ciudades grandes como Barcelona, no es igual. Y entre los músicos callejeros hay mucha más competencia.

ET: ¿Cómo ha cambiado la Alameda desde que llegaste a ahora? ¿Cómo han cambiado los colores, por ejemplo?

FM: El albero. Eso es lo que más coraje me ha dado. De todas las transformaciones del barrio, lo que más rabia me ha dado es que quitaran la tierra. Ese es el color que más destacaría que ha cambiado. Bueno, y luego el colorido del Mercadillo, la vida que había aquí… Esa es otra cosa que destaco como cambio negativo. Como algo que echo de menos.

ET: ¿Y cómo crees que han cambiado los olores?

FM: Antes olía mucho a podrido con la pescadería de la calle Bécquer, que olía fatal. Ahora huele menos todo, está todo como más domesticado.

[Interviene Lola, su compañera]: La Alameda de antes era más literaria, más dramática. Pero ahora está muchísimo mejor porque se ha recuperado para la gente.

FM: Viéndolo en retrospectiva, echas de menos aquella intensidad, aquella aventura que era pasear por aquí. Pero claro, eso también tenía una parte negativa, porque era violento y eso nunca es agradable. Con el paso del tiempo, estas cosas las ves con más romanticismo, más literarias.

ET: ¿Y los sabores?

FM: Desde la Agustina, que en paz descanse, se han refinado mucho las tapas con todo esto del diseño. No sé. Yo echo un poco de menos la cocina más tradicional, las tapas de antaño. Pero las de la Agustina, no [risas], eso era todo grasa.

Lola: La comida ha pasado de cutre a una cutrería en plan fino con las franquicias. Por lo menos por aquí en la Alameda, que parece que vivimos como en el El ángel exterminador, atrapados y sin salir de aquí para nada [risas].

ET: ¿Y los sonidos?

FM: ¿Han cambiado realmente? No detecto un cambio en la ciudad. Quizá echo de menos que antes se podía ir a un bar a escuchar música a un volumen considerable. Ahora, en alguno hay música que te gusta, pero se escucha muy flojita. Parece que todo se ha aminorado. Lo que si destaco es que hay mucha paranoia con los ruidos, con la música alta, con molestar al vecino. Hay más tiquismiquis con ese tema y tampoco es para tanto. Domina la norma en todo. Pero en relación al sonido de la ciudad en general, no detecto ningún cambio.

Lola: ¿Que se ha ampliado el sonido de la Semana Santa más tiempo por toda la ciudad?

FM: No, no creo, ¿sí?

Lola: Antes, la Semana Santa se celebraba en Semana Santa y ya está. Pero ahora, por menos de un pitillo sacan una procesión. Ellos pueden molestar y los demás no. El Ayuntamiento pretende sacar los ruidos que no les interesan a la periferia.

FM: Cuando yo iba a tocar a Santa Cruz la flauta y ponía la gorra éramos unos cuantos músicos los que tocábamos por aquella zona. Ahora hay muchísimos, algunos muy buenos, otros muy malos, pero ese cambio está muy bien.

ET: Háblanos de la evolución de la Alameda. ¿Qué te parece la composición humana?

FM: A mí hay cosas que me gustan mucho. Hay mucha vida. Está muy agradable para tomarte una tapa o una copa. Echo de menos el albero de verdad, la tierra. Echo de menos el mercadillo de los domingos, echo de menos las candelas que hacía la gente los sábados por la noche. Era más salvaje. Y ahora eso es impensable. Eso es lo que echo de menos. Por otra parte, ahora está la tranquilidad con la que te paseas por la Alameda. Me imagino que para la gente mayor es mucho más agradable, ya no tienen la paranoia de que te asalten los chorizos.

ET: ¿Ves gente mayor por la Alameda?

FM: Sí. Veo gente mayor, familias, gente joven. Por la mañana se ve mucha gente mayor desayunando en Las Columnas, paseando al perro. A lo mejor por la noche no, tanto pero por la mañana sí.

Lola: Esta siempre ha sido una zona muy popular. Han intentado «apijarla», pero no lo han conseguido.

ET: ¿Qué pasó con el 92 con las personas?

FM: Decidieron acabar con todo el trapicheo y empujaron a todos esos reductos que quedaban aquí de camellos y consumidores hacia el Polígono Norte. En un par de pasadas los echaron a todos.

Lola: La policía los conocía a todos. Por eso lo hicieron tan rápido.

FM: Se demuestra el control absoluto que tienen de las calles. Entonces interesó «apijar», como decía Lola, el barrio. Encarecer los alquileres, la vivienda. Además, es algo que tiene fecha. En el año 96 se acabó la venta de droga aquí. Lo sé porque fue el año que me fui a Murcia y cuando volví el paisaje humano había cambiado radicalmente. Ya no había nada de trapicheo. Los desplazaron al Polígono Norte.

ET: ¿Cree el señor Mansilla que existe el canal mundo, el sincronismo, la casualidad, que estamos en manos de una ingeniosa Diosa fortuna?

FM: No. Creo que no. Creo que está todo bastante escrito. Hay un destino genético que nos mediatiza muchísimo. Luego nos creemos que somos capaces de intervenir mucho en nuestras vidas y creo que no tanto.

Lola: Pero tendremos alguna voluntad de decisión, ¿no?

FM: Sí. Alguna. Pero poca. Es una opinión. Creo que hay un orden cósmico que no percibimos. Que nuestra razón es incapaz de percibir y va mucho más allá de lo que podamos pensar.

ET: ¿Cómo vives tu espiritualidad?

FM: Yo estoy flipado totalmente por el misterio de la vida. El misterio es como el motor de todo. El misterio tan apabullante que es venir aquí a morirse. Es una chispa que me tiene alucinado. Sé que no percibo nada. Esto es una alucinación muy grande. Pero detrás de este telón hay algo que de momento no percibimos y algunas veces parece que entiendes algo, pero enseguida se te olvida.

ET: ¿Qué opinas de la situación de los ultramarinos?

FM: Yo estoy aquí luchando. Tengo mis tiendas. Voy a la plaza. No sé qué va a pasar con eso, pero percibo que hay mucha gente a la que le gusta y que lucha por que permanezcan las tiendas, así que no soy demasiado pesimista. Hay gente que quiere savia de barrio y volver a eso. Es muy difícil luchar contra la economía porque los supermercados son más baratos y la gente quiere ahorrar. Esa es la putada, que los ultramarinos son caros. Es lo que tenemos en contra. Aunque yo lo pago muy a gusto. Además, es caro por un lado, pero por otro te ahorras el desplazamiento a los grandes supermercados.

ET: ¿Y qué nos dice la situación de los ultramarinos sobre la situación de la ciudad?

FM: Los ayuntamientos ahogan mucho a la gente que tiene negocios, con muchos impuestos. Podían darles un poco más de correa. Favorecer que la gente montara sus propios negocios. Les agobian mucho. Eso es lo que me cuenta la gente que tiene tiendas.

ET: ¿Crees que las tapas de cartoné tienen futuro? Teniendo en cuenta el inminente apagón energético.

FM: ¿Cómo? [risas] Hasta hace poco había aquí un negocio de un chaval que hacía libretas de cartoné. Ojalá. Qué buen futuro. Me gustan las libretas con tapas de cartoné.

ET: ¿Qué aperitivo recomendarías?

FM: El cuscús de El Paladar, el salmorejo del Eslava… Pero si tengo que elegir uno, el cuscús de El Paladar.


ET: ¿Qué canción le pondrías a Sevilla de banda sonora?

FM: Hay tantas y tan chulas… No sé… Se me viene a la cabeza lo que cantaban los Pata Negra de «Pasa la vida… pasa la vida…», por ejemplo. Siempre que pienso en Sevilla, si estoy fuera, se me viene esa canción a la cabeza.

ET: ¿Qué tal la experiencia con Pony Bravo? [El grupo sevillano hizo una musicalización de «Canijo»].

FM: Genial. De puta madre. Queremos grabar un disco con fragmentos de la novela y su música. He disfrutado muchísimo con ellos todo el proceso, desde los ensayos, porque son muy currantes y muy formales. Y el resultado ha sido estupendo. Hacer eso con trozos de novela es muy difícil. Lo había hecho con poesía, pero no con prosa, y salió muy bien. Además, es que ellos me han caído muy bien. Aunque ya los conocía. Nos ayudaron en nuestro disco Literatura de Baile.

ET: ¿Qué le dices al mundo?

FM: Que esto se acaba muy rápido y hay que disfrutarlo. Para mí, la vida es una experiencia increíble. Sé que he venido aquí a morirme y, ¿qué voy a decir más? Lo que decíamos antes de la espiritualidad. Que somos parte de algo divino. Que entre todos conformamos algo que se nos escapa totalmente. Tengo cierto optimismo hacia lo que nos espera. No es que crea en la vida eterna ni nada de eso, pero creo que nos espera algo muy bueno.

ET: Te has convertido en un mito y crecemos con tus poemas y tus letras. Has logrado acercar la poesía a la calle. La puesta en escena de la poesía es algo que no hace mucha gente. ¿Crees que hay un movimiento poético en Sevilla?

FM: Quizá ahora no nos damos cuenta, pero dentro de unos años se verá este tiempo como un momento muy rico. Hay muchos locales pequeños en los que se hacen cosas casi todas las noches. Las salas de teatro más o menos van funcionando. En Sevilla hay movimiento. Hay una riqueza cultural importante. En cuanto a la poesía, tengo que decir que habitualmente no la leo, por eso prefiero ponerla en escena.

Lola: La poesía se lee poco. La mayoría de las veces te decepciona porque los poetas hablan de cosas personales y no las entiendes. Por ejemplo, a mí me gusta Machado porque es muy claro. Lo bueno de Fernando es que pone los textos en escena y la gente lo entiende mucho mejor. Es una posibilidad de leer sus textos mucho más fácil. Pero, ¿qué voy a decir yo? A mí es que me encanta lo que hace.

canijo

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