nº3 | política global

El Frente Nacional y la agitación del panorama electoral en Francia

A cuatro meses de las próximas elecciones europeas del 25 de mayo, algunas encuestas más o menos representativas y más o menos creíbles dan ganador al Frente Nacional. Por primera vez en la historia, el partido de extrema derecha ganaría unas elecciones a escala estatal. Según la última encuesta del IFOP (Instituto Francés de la Opinión Pública) del 26/01/2014, el FN obtendría el 23% de los votos, por delante de la UMP con un 21%. El Partido Socialista se quedaría con un 18%. Hace 5 años, en las europeas precedentes, el FN obtuvo el 6,3% de los votos. El hecho de que sea la extrema derecha quien encabece las encuestas está sacudiendo a la opinión pública francesa y pone de manifiesto, también en Francia, la quiebra de los viejos partidos tradicionales y del bipartidismo hegemónico. Equipo de El Topo

Uno de los fenómenos que más llama la atención en Francia es el ascenso del Frente Nacional (FN). Este partido suele ser visto como una amenaza directa contra los valores republicanos, tradicionalmente considerados como uno de los pilares de la identidad francesa. Por eso no puede haber ironía más cruel en que el FN haya desarrollado su discurso, precisamente, en torno a la identidad francesa.

El Frente Nacional (FN) fue fundado en 1972 por diferentes grupos de extrema derecha empeñados en convertir a Francia en una potencia mundial a través de una revolución social contra el aparato estatal. Su proyecto revolucionario consistía en emprender una campaña legislativa para poder combatir el Estado desde dentro. Esta «revolución» nacionalista debe pensarse más precisamente como una «contrarrevolución», heredera directa de los movimientos promonárquicos que se enfrentan con el sistema republicano desde la revolución de 1789. Sin embargo, el FN ha sabido marcar diferencias con sus antecesores, favoreciendo así sus intereses políticos.

El único partido político francés abiertamente liderado por una mujer es el FN; también es el único en cuya cúpula aparecen tres generaciones de una misma familia. Jean Marie Le Pen, actual presidente de honor, fue presidente del partido desde su fundación. Su hija, Marine Le Pen, lo sucedió en la presidencia en 2011. Su nieta, Marion Marechal-Le Pen, es diputada del partido ante la Asamblea Nacional1 desde 2012. Aunque la mujer y la familia sean dos símbolos en torno a los cuales se expresan algunos de los más profundos desacuerdos de la sociedad contemporánea, el FN ha sabido afianzar su imagen pública en torno a ellos. En lo que concierne a la mujer, el partido puede reivindicar una «leve» dimensión de género de la cual carecen los demás. Por otra parte, el tema de la familia, no solo en tanto estructura económica sino también como institución moral, es un elemento conciliador que cautiva en zonas rurales —debido a la importancia que ahí tiene el relevo generacional—, entre las comunidades religiosas donde la familia es sagrada, entre las facciones monárquicas y fascistas que simpatizan con la preeminencia de la sangre, y entre los movimientos de represión contra la homosexualidad. Republicano y monárquico, feminista y homofóbico, religioso y laico, progresista y tradicionalista: el FN es un partido que desafía las más elementales oposiciones.

El ascenso del FN se ha convertido en uno de los principales focos de renovación del Partido Socialista (PS) y la Unión por un Movimiento Popular (UMP)2. No se trata, en todo caso, de una renovación que preserve las distancias. Se puede ver, al contrario, que algunos puntos del programa nacionalista se han infiltrado en la ideología republicana, o peor, que la lucha por captar votos ha logrado imponerse ante la defensa de las ideologías. Pese a que se trata de un partido pequeño y minoritario —que no posee los representantes ni los votantes que se requiere para aspirar realmente a gobernar—, el FN ha logrado influir en el devenir de los dos partidos mayoritarios mucho más que sus propios votantes. Esto explica que haya políticas estatales que parecen haber sido redactadas por el FN, aunque hayan sido labradas en el PS o la UMP. Por ese motivo, los ataques contra la inmigración se han vuelto uno de los lugares más comunes de la vida política francesa, ya que la deportación de trabajadores extranjeros se ha convertido en el principal método de lucha contra el desempleo y el relanzamiento de la economía.

Los sondeos de intención de voto de las próximas elecciones municipales sitúan al FN en tercer lugar, con 8 puntos de intención de voto, muy por debajo de los autodenominados centro-derecha que encabeza los sondeos (46%) y centro-izquierda que se sitúa en segundo lugar (43%). Aunque hay un ascenso notorio en comparación con las elecciones municipales de 2008 (1,1%), el partido está lejos de alcanzar las cifras obtenidas por Marine Le Pen en las presidenciales de 2012 (18% de votos). Otro ascenso político importante es el de la abstención (solo un 57% de franceses garantiza votar en las próximas municipales, comparado con el 66,54% de las municipales de 2008)3. Este fenómeno resulta mucho más inquietante, no solo porque refleja una verdadera ruptura entre representantes y representados, sino también porque pone en evidencia la fragilidad del sistema de representación. Mientras los partidos tradicionales se dedican a manipular la información para demostrar lo imposible, los ciudadanos y las ciudadanas se han dedicado a esperar nuevos líderes que igualmente les prometan lo imposible. Es un círculo vicioso del cual es difícil salir. En cualquier caso, los ascensos de la abstención y del FN representan dos caras de una misma moneda, esto es, el crecimiento de las desilusiones electorales, tanto de quienes no encuentran propuestas políticas y económicas convincentes, como de quienes se identifican con toda crítica contra el poder establecido.

El «ascenso» del FN es ante todo un fenómeno mediático que gira en torno a Marine Le Pen, quien ha sabido forjarse una plaza en las pantallas. Un ejemplo elocuente de su carisma ocurrió cuando cantó la canción «Parole, parole»4 de Dalida para zanjar un debate político en televisión. Esta célebre canción en la cual Dalida se revelaba contra la irrealidad del amor fue empleada por Le Pen para sugerir que la semejanza entre el programa de la UMP y el de su partido era un simple juego de palabras. Siempre sonriente ante las pantallas y con una voz privilegiada, Marine Le Pen hubiera podido alcanzar el estrellato como cantante. No sería la primera ni la única en combinar una faceta artística con la acción política y una filosofía nihilista, como ocurrió hace no muchos años con un joven apasionado por la pintura que jamás logró entrar en una escuela de Bellas Artes y terminó escribiendo el capítulo más sangriento de la historia mundial contemporánea.

1 Cámara baja del Parlamento francés.

2 Principales partidos gobernantes, autodenominados, respectivamente, como centro-izquierda (PS) y centro-derecha (UMP).

3Fuente: Sondeo del Instituto CSA publicado el 19 de febrero de 2014.

4«Palabras, palabras» en español.

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