nº43 | ¿hay gente que piensa?

Descansar del presente

Entre mandao y mandao la mascarilla agobia más de la cuenta mi paso ligero. Es la hora a la que las tiendas cierran y las escuelas devuelven a lxs estudiantes al mundo. Me canso, me siento en un banco. A mi lado dos hermanos charlan, Lorca tiene 14 y Sol 8. Yo hago como si nada, pero no pierdo detalle:

—Me despierto más tarde porque han cambiado los horarios de mi grupo. Hay que ser más puntual, más que antes, cada grupo tiene una clase y vienen los profes. Hay que llevar la mascarilla todo el rato. El primer día me agobié mucho, pero mucho mucho, y en Educación Física se me carga el cuello de mirar hacia abajo. No se puede prestar material, pero si le pido el típex a mi compañero seguramente me lo preste. Lo bueno es que te tienen que dejar ir al baño todo el rato porque en el recreo no se puede. En el recreo estamos separados en canchitas pequeñas donde no puedes hablar con otra gente o correr… Todo el mundo está con el móvil.

—En el cole hay que mantener la distancia y hay que llevar la mascarilla siempre. Hoy lo que me ha pasado es que de echarme tanto gel se me ha puesto como roja la mano.

—¿Y compartís materiales?

—No, ni materiales ni desayuno.

—Pues yo el gel hidroalcólico me lo echo al volver del recreo, al venir de fuera.

—¿Pero te lo echas tú? Porque a mí me lo echan. ¿Y tú escuchas a los profes?

—No muy bien. Tengo una profesora que se ha traído un micrófono portátil, otra lleva tres mascarillas. Uno decía que si te veía sin mascarilla iba a llamar a la poli: «yo no voy a poner partes, yo llamo a la policía y os denuncio».

—Mis profesores no hablan de coronavirus casi.

—Otros dicen que hay que traer gel, mascarillas de repuesto…

—Yo la de repuesto la tenía en la otra mochila, que no sé dónde está. A mí me duelen las orejas.

—A mí no me molesta, pero si puedo me la bajo para respirar. En el recreo no hace falta llevarla.

—¿Ah sí? Yo tengo que llevarla.

—¿Y cómo comes?

—Para comer no, pero no estoy todo el rato comiendo.

—Pues yo intento que el desayuno dure. En mi instituto han confinado muchas clases, hay muchos positivos y los ponen en cuarentena. Algunos pensamos que mejor habría que cerrarlo, pero las clases online son un rollo.

—A mí me gustaría que el cole cerrara unos días, pero no sé cuándo se acabará esto. Dentro de… ¿un año?

—El otro día pensé: ¿y si aceptáramos la muerte y lo dejáramos ir? Pero es muy difícil.

—¿Y si ya lo has tenido no puedes tenerlo más? ¿Es como la varicela?

—No lo sé. A veces veo películas y me extraño que no lleven mascarilla. Echo de menos el contacto, estar con la gente sin cuidado.

—Yo lo que más echo de menos es no tener que llevar mascarilla.

Algo interrumpe la conversación. A Lorca le suena el teléfono: le llama su amigo Pau. Sol no se lo piensa, pega un salto y se acerca a la madriguera de un pequeño mamífero que acaba de descubrir. Yo me levanto y sigo mi camino. Es la hora de comer y por la calle me abraza un cariñoso olor a croquetas.

Nos apoya

Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.