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nº68 | política andaluza

Datos frente al relato manipulador

El VI informe del Observatorio de desigualdad de Andalucía ofrece una rigurosa geografía de las migraciones

Los territorios no son meros continentes de la realidad social que acogen, la configuración de los mismos responde a una lógica plenamente condicionada por el sistema económico dominante y reflejan y reproducen las desigualdades sociales que en ellos se generan. Bajo esta premisa, el reciente informe elaborado por el Observatorio de Desigualdad de Andalucía (ODA), VI Informe dedicado a las migraciones y desigualdades sociales, presenta un riguroso análisis a distintas escalas geográficas en el que el fenómeno migratorio se argumenta desde el plano internacional, y observa sus tendencias y retos actuales, se sitúa en el marco general de las provincias y municipios de la Comunidad y se centra específicamente en las situaciones que viven las personas migrantes en dos contextos muy distintos, el de las principales ciudades y el de los litorales de Almería y Huelva, donde se desvela la cara y la cruz que representa la agricultura intensiva que se extiende en estos espacios.

En un contexto mediático, social y político como el que se vive en este verano de 2025, cuando el tema migratorio vuelve a situarse en el centro de controversias con escaso argumentario y en objetivo de una propaganda de grupos de ultraderecha que se difunde por redes sociales con claros tintes racistas, parece muy necesario recurrir a los datos oficiales y a planteamientos rigurosos en los que la Universidad, junto a entidades involucradas en el terreno con estas realidades, despliegan conjuntamente su compromiso científico y social. Este trabajo contribuye a desvelar hechos como la evolución que han experimentado las migraciones, los lugares donde mayor concentración de extranjeros se produce, los barrios y viviendas a los que tienen acceso las personas migrantes con menos recursos económicos, los niveles de segregación que se alcanzan según grupos nacionales o étnicos determinados y las graves situaciones de exclusión y marginalidad que se vive en los asentamientos «informales» —poblados chabolistas hablando llanamente— de algunos municipios de Huelva y Almería.

Al abordar el contexto internacional se trata de desmontar algunos mitos y asentar algunas ideas acerca de la verdadera dimensión del fenómeno:

• Se produce una clara desigualdad o discriminación entre las posibilidades de desplazamiento de las élites y grupos sociales acomodados y quienes, motivados por su propia condición empobrecida, se ven obligados a enfrentarse a barreras fronterizas cada vez más reforzadas.

• En 2020 se contabilizan 280,6 millones de migrantes internacionales; de ellos, 35 de refugiados y 5 de solicitantes de asilo. A pesar de estas cifras y frente al mito de la «invasión» y la «presión migratoria», hay que señalar que los datos globales (proporción de migrantes respecto a la población mundial) siguen siendo muy bajos, el 3,6%.

• La migración es también un producto social, reflejo de unos procesos de desarrollo desigual a escala global que persisten en el tiempo y que se han intensificado en el periodo conocido como de capitalismo global. La población migrante termina ocupando principalmente los puestos de trabajo menos valorados, aquellos que los trabajadores autóctonos no desean desempeñar. Hay que subrayar asimismo una notable brecha salarial que se agudiza especialmente en razón del género.

En el estudio territorial y demográfico que se centra en Andalucía se destacan algunos datos generales de gran interés: las personas nacidas en el extranjero significan solo el 11% de la población total, un porcentaje que ha sido siempre inferior al del conjunto de España. Tres cuartas partes proceden de países «pobres» (periféricos o empobrecidos), predominan las mujeres y se concentran especialmente en las provincias litorales. Entre los países de origen, destacan Marruecos y algunos latinoamericanos, como Argentina y Colombia.

La distribución municipal de la migración parece delimitar claramente el carácter de los países de origen (si se trata en general de procedencias más o menos humildes) y encuentra su correspondencia con las posibilidades laborales que se presentan en determinadas comarcas o municipios. Mientras que la inmigración latinoamericana se ubica en localidades de cierto tamaño y dinamismo económico-comercial, donde pueden aparecer oportunidades laborales más diversas, la africana lo hace sobre todo en el entorno de las áreas litorales de agricultura intensiva.

No cabe duda de que la concentración de estas personas en las principales ciudades andaluzas (se han estudiado aquellas que superan actualmente los cien mil habitantes), aporta una pluralidad cultural que se traduce en diversidad social, comercial, gastronómica, educativa y de culto, generando vitalidad y un cierto carácter cosmopolita en todas ellas. No obstante, la inmigración de países «pobres», también calificada como «económica», es muy mayoritaria (entre el 80 y 90% del total) y tiende a concentrarse en barrios donde los alquileres y compraventa de viviendas suelen ser más baratos, a veces en áreas muy desfavorecidas socialmente, agudizando así las problemáticas de exclusión y estigmatización que ya sufren. Casos como El Puche en Almería y Tres Barrios en Sevilla, en distinta medida, pueden ser expresivos de ello.

Los índices de segregación aplicados a las diferentes nacionalidades no son altos a pesar de lo anterior, destacando relativamente solo los siguientes casos: los grupos de Bolivia, China y Rumanía, en Algeciras; de Marruecos, en Almería; de Senegal, Bolivia y China en Granada, y también de China en Roquetas de Mar y Sevilla. Precisamente, y no resulta nada extraño, las mayores concentraciones en las dos principales capitales andaluzas, Sevilla y Málaga, tienen que ver con la presencia de inmigrantes de países «ricos», concretamente de habitantes del Reino Unido y Francia respectivamente. En Marbella, donde los distintos grupos según orígenes conviven en áreas urbanas a veces próximas, el mayor índice de segregación también lo representa Reino Unido.

Las situaciones más graves de vulnerabilidad y exclusión social se dan en áreas de agricultura intensiva de Almería y Huelva, es decir, en los campos de cultivos bajo plástico (invernaderos) que se extienden por los municipios litorales de estas dos provincias. Es en estos espacios donde investigadoras de la Universidad de Huelva y de la Fundación CEPAIM han conocido las severas condiciones de exclusión residencial que suponen los asentamientos informales que proliferan en torno a las plantaciones. Más de mil encuestas realizadas a las personas migrantes ahí localizadas desvelan este escenario:

• Se trata de una realidad estructural y altamente cronificada. La estancia de las personas que viven en estos asentamientos se ha alargado en el tiempo. Además, los ingresos son muy insuficientes, en más de un 40% de los casos son inferiores a 400 €.

• Las características de los asentamientos condicionan la vulnerabilidad social y los procesos de integración y convivencia. Se trata de un notable aislamiento social y cultural que se vincula directamente con una evidente discriminación étnico-racial. Son lugares inhóspitos, aislados, ubicados en zonas deterioradas, sin comercios ni servicios públicos, sin medios de transporte, sin contenedores, sin agua ni red de saneamiento. Dos muertes de migrantes este año en Lucena del Puerto, uno por un incendio y otro por un atropello mientras iba en bicicleta muestran los riesgos que representan este tipo de enclaves.

• Aunque la mayoría tiene algún tipo de documentación (pasaporte), más de un 60% está en situación administrativa irregular, sin permiso de residencia ni trabajo. Es importante señalar cómo la dificultad de empadronamiento supone un gran obstáculo para el acceso a servicios sociales y servicios públicos.

• Las mujeres se encuentran más invisibilizadas si cabe, y ocupan lugares en los que puedan tener un mínimo de seguridad ante la incidencia de las violencias de género.

• Por último, las actuaciones desarrolladas por los ayuntamientos para erradicar estos asentamientos siguen siendo insuficientes frente a la magnitud del fenómeno y a la demanda del mercado laboral. A excepción de algunas iniciativas puntuales, no hay una planificación previa de los dispositivos de acogida y alojamiento, suficiente para el número de personas trabajadoras que acuden a las campañas agrícolas.

Estos son los resultados de una investigación independiente que trata de ser rigurosa. En ella se muestran los datos oficiales y los derivados de encuestas directas, la iniciativa se fundamenta en el compromiso social y plantea una concepción y tratamiento de la migración, que aboga por una gestión intercultural que debe avanzar incluso hacia un plano transcultural, fomentando el diálogo «entre iguales» y compartiendo el capital común para hacer emerger lo nuevo desde la propia simbiosis. Para ello, frente a discursos racistas y xenófobos que tratan de vincular migración con delincuencia, frente al simplismo dicotómico y la asociación metonímica perversa, es necesario destacar el valor de la diversidad e incidir en la raíz de las desigualdades para tratar de superarlas. En este caso hablamos de derechos humanos, derechos sociales y derechos de ciudadanía que hay que respetar y desarrollar.

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