nº39 | política local

CRUZCAMPO. DEL MÁRQUETIN URBANO A LA PROMOCIÓN INMOBILIARIA

En septiembre de 2006, tras comple­tarse la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), aparecía en la prensa local una fotografía del alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, con el presidente del holding Urvasco, que poco antes había adquirido a Heineken los terrenos de la antigua fábrica de Cruzcampo para construir allí un nuevo barrio resi­dencial y un gran parque. En el balcón del Ayuntamiento, el alcalde y el em­presario alavés estaban acompañados por tres arquitectos del star system, Arata Isozaki, Jean Nouvel y Noman Foster, y por el arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, que serían los encargados de llevar a cabo la ordenación urbanística y de proyec­tar los edificios. Fue una clara opera­ción de mercadotecnia urbana desti­nada a promocionar la imagen de una Sevilla deseosa de tener sus propios iconos arquitectónicos: las Setas de la Encarnación o la Torre Pelli de la Car­tuja se gestaron en esos mismos años.

La historia de la recalificación de los terrenos de Cruzcampo se remontaba a 2004, cuando el Ayuntamiento y la empresa holandesa alcanzaron un acuerdo por el que esta aceptaba tras­ladarse a otros terrenos dentro del término municipal de Sevilla y, a cam­bio, el nuevo PGOU cambiaría el uso del suelo donde se situaba la fábrica, para que pasara de industrial a resi­dencial, autorizando la construcción de casi 2000 viviendas. Casi al mismo tiempo que se firmaba este convenio urbanístico, el Ayuntamiento hacía una operación análoga con la firma de la ingeniera Abengoa que tenía su sede en esa misma manzana y que planteaba trasladarse a Palmas Altas. Con ello se completaba la transforma­ción de todo el entorno, que dejaría de tener un uso productivo para pasar a convertirse en un enclave destinado a usos habitacionales y terciarios, una vez que se aprobase el planeamiento urbano entonces en tramitación.

Tras consumarse la venta de los terre­nos a Urvasco en agosto de 2006, todo quedaba a la espera de que se cons­truyera la nueva fábrica de cerveza en unos terrenos próximos a Torreblan­ca, pues solo entonces sería posible co­menzar la reurbanización de la zona de Cruzcampo, previa aprobación del correspondiente Plan Especial. El traslado a esa renovada factoría industrial estaba previsto para 2008, pero un año antes irrumpía la crisis económica que puso en serios aprie­tos al nuevo propietario de los suelos de Cruzcampo. Al no poder cumplir con sus obligaciones financieras, Ur­vasco vio cómo la titularidad de los mismos pasaba al conjunto de entida­des financieras que le habían presta­do los 330 millones de euros que ne­cesitó para hacer frente a su compra. Terminaba así, de manera abrupta, la aventura de los arquitectos estrella; el llamado «efecto Guggenheim» se ha­bía cobrado una nueva víctima.

No obstante, las bases para la trans­formación de esos terrenos estaban puestas y era solo cuestión de espe­rar que se presentase una coyuntura económica más favorable. El Ayunta­miento quiso aprovechar esa recalifi­cación para obtener el suelo necesario para dotar de un parque al polígono de San Pablo, que carecía de zonas verdes en sus inmediaciones, y a tal fin se destinó un tercio de las 19 hec­táreas implicadas en la operación. Para que la operación tuviese la ren­tabilidad deseada, se necesitaba con­centrar en el suelo restante una gran edificabilidad, lo que forzó soluciones con edificaciones de gran altura; de hecho, el Plan Especial presentado en 2011 planteaba la posibilidad de levantar construcciones de hasta 23 plantas, que fueron reducidas a 16 a la vista de una alegación presentada por las ecologistas.

En el verano de ese mismo año co­menzó la demolición de las antiguas instalaciones fabriles, de las que úni­camente quedó en pie el edificio de comienzos de siglo XX donde comen­zó la actividad cervecera, ahora reu­tilizado como sede de la Fundación Cruzcampo. La tramitación del Plan Especial fue compleja, con recurso de la Junta de Andalucía incluido, pero no es cuestión de relatar aquí sus diversas vicisitudes, toda vez que el contenido urbanístico asignado a los terrenos no cambió sustancialmente. Finalmente, ese Plan se aprobaría en 2016 y solo señalaré que en 2018 hubo de ser modificado porque, de la zona destinada al parque, se segregó una parcela de 2000 m2, cedida al Mi­nisterio del Interior para que en ella pudiese situarse la nueva Comisaría de Policía, a cambio de que la antigua sede de la Gavidia pasara a propiedad municipal. El año pasado se aprobó también la ordenación urbanística de la zona de Abengoa, con lo que to­dos los terrenos recalificados sobre la base de aquellos convenios firmados en 2004 están ahora en condiciones de ser desarrollados.

Todo parece indicar que pronto podrá procederse a la urbanización y pos­terior edificación de esos suelos. Sin embargo, en el actual momento de in­certidumbre económica no sabemos lo que el futuro inmediato deparará a esa operación inmobiliaria, toda vez que la actual fragmentación de la propiedad, con intereses diversos y no necesariamente coincidentes entre los diversos titulares de la misma, no parece que vaya a facilitar su ejecu­ción. En todo caso hace ya más de tres lustros que comenzó este proceso de transformación urbana y aún no se ve próximo el momento en que los habi­tantes del inmediato polígono de San Pablo puedan disponer del prometido parque. Y es que casi nunca coinciden los tiempos de los intereses particula­res de la promoción inmobiliaria con los de la satisfacción de las necesida­des de las habitantes de la ciudad; es más, lo más frecuente, como en este caso se puede comprobar, suele ser que unos condicionen a los otros.

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