nº44 | política local

Cruz Roja, peatonal y ¿sin gentrificar?

La historia reciente sobre la movilidad en la avenida de la Cruz Roja, en Sevilla, ejemplifica perfectamente aquello de que la ciudad es un espacio de y para los conflictos. Conflictos por el modelo de movilidad y de ciudad. Conflictos por la supervivencia de los negocios locales. Conflictos por la solución propuesta, la peatonalización. Pero también, esta calle, el espacio público más bien, es donde se manifiestan las desigualdades urbanas y donde las élites o el poder del mercado ejercen una relación de poder a la hora de sacar tajada de los espacios liberados. Hablaremos de esto último un poco más en detalle. Pero antes, hagamos un poco de memoria.

Año 2009. Comienzan las obras del carril bici de la avenida de la Cruz Roja. Como en otros sitios de Sevilla, esta intervención es contestada por algunxs vecinxs. Encabezan el descontento la asociación de comerciantes Macarena; reclaman que el carril bici restará aparcamiento y generará impedimentos a la movilidad en coche, lo cual afectará al tejido comercial de la zona, amén de tener que sufrir una obra a lo largo de un año. Juan Ignacio Zoido, por aquel entonces candidato a la alcaldía, se paseaba por La Macarena buscando votos y haciendo promesas. Entre otras, eliminar el carril bici de la avenida. Año 2014, Zoido ahora ya en la alcaldía, anuncia de nuevo que la calle debe ser levantada para acometer una reforma de la canalización de aguas. Lxs comerciantes piden una moratoria de dos años, puesto que, según afirman, están en plena recuperación económica y, otra obra, podría afectar a sus negocios. La amenaza de la eliminación del carril bici de la Avenida aparece en escena y las primeras movilizaciones para defenderlo, promovidas por Acontramano, también. Moratoria concedida. Año 2019, y la obra de canalización de aguas sin hacer. Juan Espadas anuncia una nueva reurbanización de la avenida. Involucra a Emasesa y plantea una reforma parecida a la que se realizó en la avenida de El Greco, pero antes, hace una consulta ciudadana en la que se dan cuatro opciones a elegir. Sale la peatonalización como opción más votada. Tras la consulta, el Ayuntamiento presenta un proyecto refrito de varias de las opciones: carril bici en sección única y bidireccional en el lado opuesto al que está en la actualidad. Acontramano, la Red Sevilla por el Clima, el Movimiento de Entidades por el Clima, y Adelante Sevilla se oponen a esta opción y comienzan a ejercer presión. Octubre de 2020, en un cambio de opinión inesperado, el Ayuntamiento anuncia la peatonalización integral de la avenida de la Cruz Roja en 2021.

El proyecto contempla la restricción total del tráfico, a excepción de las personas con acceso a aparcamientos existentes, entre la ronda histórica y la plaza que hay junto al colegio Arias Montano. Prevé el acondicionamiento de la plaza que está frente al centro educativo, en la que se incluye una fuente y otros espacios de esparcimientos.
Incorpora, además, elementos de urbanismo menos duros. Por ejemplo, los sistemas urbanos de drenaje sostenible, que favorecen la porosidad de los suelos urbanos, filtrando mejor las aguas de escorrentía. También incorpora elementos decorativos con colores diferenciados. En fin, en palabras del propio Ayuntamiento, la reurbanización va a generar «un nuevo eje peatonal y un verdadero revulsivo para vecinos y comerciantes».

La mayoría de la gente coincide en que, para mitigar el cambio climático y mejorar la habitabilidad de las ciudades, es necesario cambiar el modelo, repensarlas. La pandemia ha puesto de manifiesto esto con contundencia.
El protagonismo del coche y, por tanto, el modelo de movilidad basado en coches privados debe cambiar. Por otra parte, y con climas como el de Sevilla, necesitamos estrategias que bajen la temperatura de la ciudad de forma que no contribuyan a empeorar el problema. Eso significa, cambiar pavimentos, incrementar el verde urbano. Significa también incorporar el agua como un elemento que mitigue el calor y el recalentamiento que provoca la concentración de cemento. Todos estos elementos aparecen en el proyecto presentado por el Ayuntamiento. Ya era hora. Sin embargo, echo de menos uno fundamental: el conflicto.

Resulta un poco naif pensar que un eje peatonal en la frontera con el casco histórico, en un barrio que ya ha ido recibiendo a las clases medias desclasadas que el turismo ha expulsado de la zona norte del casco histórico, no va a acelerar el incremento en las rentas de locales comerciales y viviendas que ya se viene dando en esa calle y aledaños. Incremento de rentas que terminará probablemente expulsando a comerciantes y vecinxs. En lo que respecta al espacio público, veremos qué usos son los permitidos y castigados del espacio supuestamente arrebatado al coche. Mientras las personas repensamos las ciudades, el mercado y las élites urbanas se frotan las manos. La probabilidad de que este nuevo espacio devenga en terrazas de bares es alta. Decía el antropólogo José Mansilla recientemente, «vivimos en sociedades fragmentadas. Y no hay nada más injusto que tratar a los desiguales como iguales». Este tipo de proyectos lo hace. Si no se incorporan medidas compensatorias, como ya han reclamado los mismos movimientos sociales que han demandado la peatonalización, el Ayuntamiento asistirá desde la barrera a una escabechina en la que las reglas del mercado se antepondrán a las experiencias urbanas. Entre estas medidas compensatorias, podrían incluirse la de limitar el número de licencias de bar a los ya existentes, al igual que realizar un análisis de la ocupación de terrazas que hay en la actualidad, de manera que no se incrementen. Si no se hace, una intervención necesaria y reclamada por la gente, puede convertirse en un expulsivo para vecinxs y comerciantes. Una especie de violencia urbana sibilina, que determina quién tiene derecho, o no, a la cara más amable de la ciudad.

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