nº57 | entrevista

Anestesiados. La humanidad bajo el imperio de la tecnología

Entrevista a Diego Hidalgo Demeusois

Las tecnologías y la conexión digital han reducido nuestra libertad y han modificado profundamente nuestra forma de pensar, tomar decisiones y relacionarnos. ¿Esta es la tecnología que deseamos? El libro Anestesiados aporta claves sobre el papel de la humanidad en convivencia con la tecnología y cómo escapar al destino orwelliano que se vislumbra.

¿Podrías hacernos un breve resumen biográfico?

Soy Diego Hidalgo, mitad francés y mitad español, de origen extremeño y lo digo con mucho orgullo, —risas—. Nací y crecí en París y estudié en Inglaterra, Francia e Italia. Me instalé en Madrid en 2008, donde monté la plataforma de coche compartido Amovens y Pontejos, una empresa de restauración de edificios para devolver al centro histórico a sus habitantes y evitar que las viviendas giren exclusivamente en torno al turismo. Actualmente, compagino mi actividad empresarial con procesos vinculados a la tecnología, escribiendo artículos para diferentes medios y dando conferencias. Por otra parte, vivo en Rabat y soy diplomático humanitario en la Embajada de la Orden de Malta en Marruecos, donde me dedico a montar proyectos destinados a personas con discapacidad, sobre todo alrededor de lxs niñxs.

¿Cuáles fueron tus primeros pasos en el mundo tecnológico?

Desde la adolescencia tengo un punto de vista crítico con la tecnología: me parecía una de las fuerzas que iba a transformar la sociedad y al individuo. En Inglaterra (entre 2006 y 2007) me interesé por Facebook cuando todavía poca gente lo conocía en Europa continental, y terminé realizando uno de los primeros estudios que se hicieron sobre la empresa. Estuve a punto de dedicarme al análisis tecnológico desde la academia, pero me interesaba ver desde dentro las dinámicas de este mundo. En mi experiencia con Amovens, tuve la oportunidad de poner en marcha una herramienta que permite crear comunidad y aprovechar mejor los recursos existentes sin estar robando la atención de las personas, haciéndoles adictos o creando modelos de negocio opacos.

¿Qué opinas sobre las derivas de la economía colaborativa?

Actualmente hay culturas de empresas más o menos agresivas y otras que tienen como propósito destruir una industria, por ejemplo Uber, que expresó su intención de destruir «a este cabrón llamado taxi», en palabras de su máximo directivo. Lo singular e interesante de la economía colaborativa es que no son relaciones de proveedor a cliente, no son relaciones comerciales habituales, sino que realmente se consume algo de forma compartida. Compartir viajes en coche es un poco la esencia de la economía colaborativa por el impacto positivo a nivel social y ecológico que tiene, pero, desde luego, siempre hay perdedores, en este caso las empresas de autobuses.

Aunque esto no es lo mismo que Airbnb, que al principio era muy simpático, pero, poco a poco, vemos como barrios enteros se convierten en hoteles, los problemas vienen con el tiempo.

En 2021 publicaste ‘Anestesiados: La humanidad bajo el imperio de la tecnología’, donde hablas de tres edades de la tecnología

Esto es un modelo que llamo «las tres edades de la tecnología digital» y se basa en los tres estados de la materia: estado sólido, líquido y gaseoso. El modelo, viene a ilustrar la pérdida de control que hemos ido teniendo en nuestra relación con la tecnología y como se va imponiendo a nosotros.

Para explicarlo mejor, en la edad de la tecnología digital sólida, los sólidos son objetos que podemos coger con nuestra mano, que podemos dejar encima de una mesa; además, de un sólido puedo alejarme o acercarme según mi voluntad; también puedo ingerir sólidos, comer, un acto bastante consciente que se repite todos los días. Esto se parece al uso que teníamos de la tecnología en los 70, 80, 90 y hasta el año 2007, donde el modelo dominante era el ordenador personal, que encendías y, cuando habías terminado, apagabas con un uso consciente.

Alrededor del 2007, ya en la edad de la tecnología digital líquida, los líquidos tienen un volumen propio, se esparcen si los dejo caer en un sitio. O el mismo hecho de beber, un acto del que no necesariamente somos conscientes. Esto se relaciona con los smartphones: tras lanzarse el primer iPhone, empezamos a ver cómo los dispositivos se imponen un poco más a nosotros y los usamos de forma menos conscientes de lo que pensamos. Algunas estadísticas muestran que en EEUU, el año pasado, cada persona usaba el smartphone más de 220 veces al día, obviamente, muchas veces no eres tan consciente y el mismo hecho de poseerlo te está llamando a ti.

Actualmente estamos en un momento bisagra: en la edad de la tecnología digital gaseosa los gases nos rodean, los respiramos y se imponen mucho más a nosotros; no decidimos si voy a respirar ahora o no, no vemos qué color tiene, ni su forma. Entonces, podemos ver tecnologías que conectan un hogar entero con dispositivos que ya no se aprecian a la vista y pronto pasaremos a una tecnología implantable que tiene vocación de entrar en nuestro cuerpo.

¿Cómo nos roba el tiempo la tecnología y cuáles son sus mecanismos para saber de nosotrxs, captar nuestra atención y generar adicciones?

Lo que consiguen es meternos en bucles de los que obtenemos una recompensa cerebral muy rápida, esto produce una hormona de forma muy acelerada, la dopamina, que entra en juego en otras adicciones, por lo tanto, nos acostumbramos a entrar en ciclos así y nuestro cerebro pide más recompensas. Este modelo se está afinando con TikTok: están consiguiendo que los vídeos sean aún más cortos, más aleatorios y que estos bucles de generación de dopamina sean más potentes. Lo que está en juego es captar tu atención y tu tiempo para que recibas más notificaciones comerciales afines a tus necesidades o a tus conversaciones. El tema es muy profundo y tiene que ver con el robo de nuestra libertad. Cuanto más conocen sobre ti, más conocen tu forma de pensar, tus emociones, acceden a tu parte más impulsiva, conocen las puertas traseras que permiten aniquilar, por así decirlo, tu voluntad, tu capacidad de juicio, lo que hace que tus decisiones sean realmente tuyas. Esto es lo que más me preocupa.

¿Qué medidas ves más urgentes para retomar el control de las tecnologías digitales? ¿Es ineludible o existen vías para retomar el control?

Personalmente no soy nada optimista, moralmente a escala colectiva tenemos que intentarlo, aunque parezca difícil, creo que es una batalla para llevar a cabo. Una opción a implantar puede ser reinventar el botón Off, desaparecido de nuestros dispositivos eternamente conectados y encendidos; esto nos da poder de decisión en nuestra relación con la tecnología. Tenemos que tratar de crear barreras entre la tecnología y nosotros para tener un uso más consciente de ella, estas pueden ser, por ejemplo, que tu smartphone no entre en ciertos lugares de la casa, desconexiones voluntarias o revisar su uso en comidas y momentos de interacción.

¿Existen estudios que conecten el uso desmedido de las tecnologías digitales y la proliferación de enfermedades mentales sobre todo entre jóvenes y adolescentes?

Sí, hay uno muy interesante que describe lo que ha pasado con la generación Z y el brusco cambio que se ha producido en muy pocos años. Son estudios producidos por la psicóloga Jean Twenge, en los que analiza el cambio generacional y cómo han subido las tasas de suicidio y depresión, o la actitud frente al sueño y la cantidad de horas dormidas. Todo esto cambia de forma brutal entre el año 2008 y 2015, incluso entre 2012 y 2015, esta nueva generación es más propensa a sufrir depresión y otras vulnerabilidades producidas por el uso continuado del smartphone y las redes.

¿Qué poderes tienen las empresas del sector tecnológico sobre la humanidad? ¿Cuáles son las regulaciones que deberían aplicarse a las grandes empresas tecnológicas?

En el libro describo cómo estas empresas intentan colocarse por encima de los Estados y de la sociedad en general. Al mismo tiempo, actualmente, imperios como Facebook, en un solo año, han perdido por primera vez dinero con el fracaso del Metaverso y se ha visto superado con creces por TikTok; también vemos cómo Google está nervioso con ChatGPT. Estamos en un momento de «debilidad» de las tecnológicas, entre muchas comillas. Han despedido a mucha gente pero, en el fondo, siguen teniendo una posición gigantesca. Si tuviera que hablar de regulación, lo primero sería prohibir los modelos de negocio basados en el robo de nuestra atención, nuestro tiempo y nuestra libertad. Esto es lo que hacen empresas como Google o Facebook, explotar las debilidades cognitivas e identificarlas de tal manera que nos puedan vender cualquier producto, servicio o ideología. Lo segundo sería deshacer monopolios, porque han llegado a una posición hegemónica por su capacidad de conseguir ingresos.

La educación de las nuevas generaciones será clave para poner límites al crecimiento desorbitado de las tecnologías. ¿Cómo podemos enfrentar este futuro distópico y qué recetas se pueden usar para contrarrestar esta creciente dependencia?

Frente al tema de las nuevas generaciones, yo dedico el libro a mis hijos, y quiero ser una persona optimista. A veces me gustaría ser más matizado, pero desafortunadamente hay una revolución en la esencia del ser humano que no son solo las grandes tecnológicas, sino todo el paradigma al que evolucionamos, del que somos víctimas en gran parte y del que pensamos que no hay vuelta atrás. Esta es la batalla. Incluso veo que va a ser antes de lo que pensamos, no quiero minimizar para nada el cambio climático, que es otro gran reto de este siglo, pero efectivamente sumando posibles causas nos podemos cargar la humanidad. Estamos en una anestesia lenta de nuestras mentes, me preocupa esto y cuáles son las decisiones y derivas que vamos a tomar en los próximos diez años como especie.

Hay una parte del libro en la que hablo sobre la educación como motor de cambio y de la sensibilización en comunidades educativas. Tenemos que sacar la caja de herramientas y sensibilizar en cualquier lugar. Cuando me piden intervenciones en un colegio, intervengo ante el alumnado, pero también ante madres y padres. Me doy cuenta que estamos en un nivel de higiene tecnológica, reconociendo los riesgos y la vulnerabilidad de lxs niñxs, pero tenemos que entender que es mucho más profundo, que la tecnología está tomando posesión de lo que somos. A veces, es más fácil transmitir esto a madres o padres y sacarlos del paradigma de ser razonables en el uso, tampoco se puede cortar totalmente, pero a un niñx de 9 años sí que podemos no dejarle usar TikTok, Youtube o cualquier otra plataforma. Aquí es mucho mejor coordinarse a escala de varias familias, para evitar crear diferencias por no tener un smartphone con 10 años, además es factible ponerse de acuerdo para armonizar un poco la política de educación tecnológica del colegio o del grupo de amigos.

¿Cuáles son los mayores desafíos que nos traen para la próxima década las tecnologías digitales?

Creo que la década que viene va a ser fundamental, podremos fácilmente alcanzar un punto de no retorno, es un poco como el cambio climático, lo que trato de describir en Anestesiados es el poder que tiene la tecnología de vampirizar nuestras mentes. Muchas veces la gente recurre a analogías históricas, diciendo que esto ya ocurrió en la antigüedad. Platón o Sócrates criticaban la escritura de la misma forma en la que se critica a la tecnología. Tenemos que darnos cuenta de que hay muchísimas diferencias: un libro nunca ha aniquilado tu mente, es un cambio que llevó quizás 4.500 años, pasar de la invención de la escritura a que la humanidad usara los libros y supiera escribir; un tiempo largo y dilatado donde el cerebro tiene el poder de reinventarse y de adoptar un nuevo repertorio cognitivo.

Ahora podemos ver, por ejemplo, que ChatGPT se creó el 30 de noviembre y el 4 de diciembre llegó al millón de usuarios, fácilmente comprobamos que hay una adopción muchísimo más rápida, casi instantánea. Creo de verdad y espero equivocarme —o espero que la megasensibilización que tenemos que hacer tenga sus frutos— ya que nos jugamos el futuro de la humanidad como especie libre en esta próxima década.

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