Los recortes presupuestarios y el desprestigio planificado de la educación tradicional han dado lugar a una revalorización de pedagogías alternativas, incrementando su demanda por parte de las familias. Aunque este tipo de educación diferente no es un fenómeno nuevo es hoy cuando este tipo de escuelas están tomando mayor protagonismo y se ofertan bajo diferentes modelos, como Waldorf o Montessori entre otros, o bien utilizando etiquetas como «innovadoras», «libres», «democráticas», «activas» o «respetuosas» entre otras tantas.
Ani Pérez Rueda acaba de publicar Las falsas alternativas. Pedagogía libertaria y nueva educación (Virus, 2022) donde analiza el negocio de la educación alternativa e innovadora frente a los dilemas a los que se enfrenta la pedagogía libertaria actualmente. Este trabajo destaca por el análisis y crítica que hace de las pedagogías alternativas. Para Ani estas están al servicio del neoliberalismo, en tanto que conforman un mercado de servicios educativos y satisfacen la necesidad del poder económico. No tratan de dar respuestas a la necesidad de emancipación y mejora de las condiciones materiales de vida, sino formar a las nuevas generaciones de acuerdo a las necesidades de las empresas e inculcarles valores útiles al consumo.
La escuela alternativa trata de diferenciarse de la tradicional mediante conceptos como innovación educativa, un término polisémico, y por tanto abierto a diferentes lecturas, que se asocia a novedad, modernidad, actualización y adaptación al sistema capitalista. Estas escuelas utilizan toda clase de estrategias de márquetin donde especulan con el aumento de las posibilidades de empleabilidad del alumnado, entre otros valores. Muchas de ellas se apoyan en las historias de vida de su exestudiante más exitoso para promocionar sus métodos. Lo que no se cuenta es que el estatus socioeconómico de las familias tienen mucho más peso en el éxito de este alumnado que la escuela donde hayan realizado sus estudios. Los artículos en diferentes medios de comunicación, escritos por docentes premiadas o nuevas gurús educativas, apoyando los métodos de las nuevas pedagogías terminan fijando en la mente de muchas familias los beneficios de estas. Sin embargo, bajo sus discursos, se esconde una desafección a la escuela pública y defienden los métodos sobre los contenidos, algo que contenta a las derechas, siempre preocupadas por controlar los temas que se tratan en el aula.
Las escuelas con pedagogías alternativas están produciendo diversas prácticas de segregación escolar. Cuando éstas se establecen en barrios populares las familias más privilegiadas las eligen para escolarizar a sus hijos e hijas. Las familias de izquierda acomodada siguen las mismas estrategias educativas que las familias conservadoras al elegir ciertos centros educativos con el fin de mantener su capital cultural y prestigio, según Rafael Feito, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. La elección por tanto no tiene que ver con las necesidades educativas de los menores, como todavía tratan de convencernos, sino con los deseos y aspiraciones de sus familias. Dicha elección se disfraza de derecho cuando se trata de un privilegio, pues para poder ejercerlo es necesario contar con los recursos suficientes, ya sean económicos, de tiempo, de facilidad de desplazamiento, o de conocimiento.
Algunos centros educativos públicos muy específicos ofrecen también una educación diferente e innovadora. Sin ir más lejos, el CEIP Huerta de Santa Marina, situado en el casco antiguo de Sevilla, ofrece planes y programas innovadores, como se refleja en su plan de centro. Entre estos programas se encuentran el de pertenecer a la red de Comunidades de Aprendizaje y la de Ecoescuelas entre otras. Esta etiqueta de centro innovador canaliza la demanda de mayor calidad educativa, sobre todo de familias con capital cultural medio-alto, que representan el 85% del total en este centro según el mismo. Se produce así una colonización, en palabras de Feito, de un centro público para adaptarlo al gusto de este grupo social. Lo que él llama la beautiful people de la escuela pública. No es un secreto que las familias de la zona consideradas de izquierda progresista eligen esta escuela como forma de mantener cierto prestigio al escolarizar a sus hijos e hijas en un centro público. Sin embargo, este centro no es cualquier centro público, es uno que no se parece a los de su alrededor con unos perfiles más populares y donde algunas de estas familias temen que les toque llevar a sus descendientes. El Huerta de Santa Marina es el único centro educativo del casco antiguo donde la demanda de escolarización ha superado a la oferta para el próximo curso, debido a las solicitudes de familias de distritos colindantes que se pueden permitir elegir servicios educativos de acuerdo a sus deseos. La educación pasa a ser un objeto de consumo y no un derecho, donde la posibilidad individual de elección prevalece sobre lo colectivo.
Para Rafael Feito este tipo de escuelas deberían abarcar al conjunto de la población para no concentrar estudiantes provenientes de familias con unos valores muy concretos. Para Ani Pérez esta reflexión daría por verdadero que ofrecen pedagogías mejores escondiendo su carácter reaccionario. Existe un falso dilema de elección entre la escuela pública tradicional y otra más innovadora. Ninguna de las dos ofrece una educación emancipadora, ambas comparten la mayor probabilidad de éxito de aquel alumnado más favorecido. No se trata por tanto de defender la educación pública sin más, sino entender que la escuela está atravesada por las desigualdades sociales. En palabras de Marina Garcés: «la escuela no hace magia: ni genera igualdad automáticamente, ni hace mejor la democracia porque sí, ni hace felices a los niños y jóvenes necesariamente». La posibilidad de emancipación se dará siempre que se desarrollen prácticas anticapitalistas y abandonemos la visión técnico-instrumental de la educación.