Nada es estático. La gente cambiamos. Entramos y salimos. Por eso, en este preciso momento (que no sabemos lo que durará y ni siquiera lo que está durando), quienes habitamos la madriguera queremos contaros por qué estamos aquí. Te lo presentamos como un plato combinado, rico y caliente; como el registro de una época; como una casita con una sola habitación llena de animalillos insaciables que se juntan para currar, para pasárselo bien… y que cuando se separan nunca se separan del todo, ni dejan de currar ni de pasárselo bien:
Me uní a El Topo por las ganas de ayudar a distintos movimientos sociales y tejer redes, cosa que necesitaba al volver a la ciudad después de años fuera. Sacaba fanzines en el instituto y quería ser periodista de las que cuentan cosas importantes. El anarquismo me llevó de la manita a los CSOA, al movimiento antiglobalización, a lo colectivo. Luego me atropelló el feminismo y entonces decidí que lo que quería era contar cosas que importaran, encender llamitas con lo que pasa cerca. También estuve en las revistas de la uni, porque hay algo revolucionario en la comunicación escrita independiente, con espíritu de pasquín, cual isla frondosa en el océano de la información. En mis tiempos libres doy la teta, como fruta en el comando editorial asambleario, reviso textos y maquetas y escribo menos de lo que transcribo.
Estoy aquí porque creo que hace falta información pausada, sin prisas, sin censura. Es un placer poder escribir sin la dictadura del clickbait. Este es un potente altavoz de las disidencias de Sevilla y alrededores, y da visibilidad a colectivos, personas y temas que difícilmente pueden entrar en otros medios. Estar aquí me mantiene conectada. El propio proceso de elaboración de cada número, las asambleas, etc., me mantienen informada y me conecta conmigo, con el colectivo y con aquellas ideas (libre, autogestioná, libertario, local) que he elegido pa mi camino. Me ayuda a no perder la perspectiva y a rellenar huecos.
Desde fuera siempre me había atraído su carácter colectivo y colaborativo, viéndolo un espacio en el cual, de una u otra forma, se le daba cabida a la participación de la ciudadanía que tenía cositas importantes que contar o reivindicar. Me ilusiona la forma de trabajo interno que tiene, siendo un proyecto amable ya que posibilita el ajuste a los tiempos de las diferentes persona que lo integran, dando paso a la tan valorada (y casi inexistente) conciliación. Considero esta madriguera un lugar (en su más puro significado geográfico de ‘espacio en el que desarrollar vida’) donde encontrar el calorcito humano del que se van despojando tantas otras iniciativas en nuestro territorio, en el que poder expresarse como cada cual es y siente, y en el que estar agustito, ya sea como parte del comando, como colaboradora o como lectora.
Cuando lo conocí me dedicaba solo a ser lectora de un periódico que descubrí al verlo en las manos de activistas y en lugares de resistencia de Sevilla. Si hay algo más difícil que el hecho de leer para una disléxica y TDAH, es el expresarse y hacerte entender. En El Topo se me dio ese espacio para expresarme de una manera cómoda. Escojo de manera consciente la autogestión como trinchera, como ese resquicio de lucha cotidiana contra el capital; entendiéndola como el espacio donde hacer las cosas de manera diferente, ejerciendo la escucha activa para poder comprender mejor qué sienten, necesitan y desean el resto de mis compas y, desde ahí, poder crear algo realmente colectivo, rico, porque todes habremos puesto nuestro granito de arena, porque ninguna idea se impondrá sobre otra. ¿No es acaso esto revolucionario? ¿No nos permite romper con las dinámicas aprehendidas de competencia y autoritarismo?