Durante el mes de octubre, en Cádiz pudieron escucharse los siguientes razonamientos y desahogos:
Un martes a las 10:30 de la mañana por la calle Ancha: «Voy a la carnicería y después me siento un ratito, porque estoy reventá.»
Dos muchachas charlan por el paseo marítimo: «Dicen que le afecta más a las mujeres.»
Suenan unos tangos de la Paquera: «Qué trabajito a mí me cuesta pa buscar mi bienestar, qué trabajito a mí me cuesta pa buscar mi bienestar…»
Se escucha a la vecina por el ojo patio: «¡Mamá!, ¡que como me ayudas es sentándote!»
Una muchacha habla por teléfono mientras camina ligera por El Palillero: «Nene que mi madre está mala, que le duele mucho la espalda, los tobillos y la rodilla.»
En la playa un libro de bell hooks reposa sobre la toalla: «Cuando te sientes profundamente atraído por alguien, inviertes sentimientos y emociones en esa persona. El proceso de inversión a través del cual el ser amado se vuelve importante para nosotros se denomina catexis. Muchos de nosotros confundimos la catexis con el amor.»
Dos compañeros de trabajo charlan: «Mis hermanas van mucho a ver a mi madre. Yo no, yo no soy muy madrero. Ahora que está mala voy más, voy cada dos semanas. Mis hermanas se quedan a dormir con ella, se turnan. Yo no, yo no soy muy madrero.»
Tres madres desayunan en un bar: «Si yo me doy cuenta de que alguien necesita algo se lo doy, yo no soy de pedir porque me gusta que me ayuden sin yo pedirlo, como yo hago. Luego vienen las decepciones.»
Dos amigas comparten revelaciones: «¡Claro! La palabra amor no significa lo mismo para todo el mundo.»
Leemos y teorizamos sobre los cuidados, indagamos en qué es el amor y cómo basarnos en el apoyo mutuo. ¿Otra vez vamos a hablar de lo mismo? ¡Sí! Porque, como muestran estos testimonios, es una necesidad social. Al abandonarse a lo que pasa de cerca, al prestar atención a las conversaciones desconocidas que nos rodean, podemos conocer mejor que está pasando fuera de los textos, y en lo real se repiten las cadencias de las coplas de antaño.