nº43 | política local

Sueña, okupa y resiste

Entro a una okupa del centro y me encuentro con un cartel en blanco y negro con una foto de la fachada del CSOA Cruz Verde resistiendo un desalojo en los 90. El cartel anuncia las «Jornadas por el derecho a la vivienda» que iban a celebrarse entre la Cruz Verde y la facultad de Geografía e Historia. La Universidad en diálogo con el movimiento okupa es algo que a día de hoy parece impensable.

La okupación se ha convertido en este último año en un asunto de interés para los medios de comunicación, así como para algunos partidos políticos, quienes han abordado el tema sin rigor periodístico ni conocimiento de causa, criminalizándola, centrándose principalmente en la manipulación de la opinión pública a favor de sus intereses o de los intereses que les financian, creando una ficticia alarma social, sacando provecho de las emociones y las circunstancias que hay detrás de cada persona, invisibilizando otras y, por qué no decirlo, generando mentiras y visiones reduccionistas de una realidad más compleja. Como punto de partida, habría que dejar claro que el fenómeno de la okupación tiene un carácter transversal y heterogéneo, por tanto sería incorrecto hablar de lxs okupas sin hacer un análisis pormenorizado de un movimiento o grupo humano concreto.

Los temas que giran en torno a la okupación y que son inherentes a este fenómeno, que en este caso solo podremos reseñar por falta de espacio, bien merecerían un análisis profundo en cuanto a sus orígenes, causas y consecuencias en la historia y en nuestra sociedad. Nos referimos, por ejemplo, al supuesto derecho a una vivienda digna o a la supuesta función social de la propiedad, por encima incluso de la intocable propiedad privada, que aunque estipulados en la Constitución española, se han convertido en utopías inalcanzables e igualmente desatendidas y manipuladas por el Tribunal Constitucional y el Estado español en general. Es este ambiente ilegítimo el que, junto a un paradigma capitalista y patriarcal, ha propiciado la existencia y proliferación de casas y solares vacíos y abandonados, favoreciendo y potenciando la especulación inmobiliaria, la insalubridad, la inaccesibilidad de las personas a un espacio digno, la precariedad y la exclusión social.

Asimismo, podríamos señalar temas como el rescate a la banca, los fondos buitre y las socimis; la subida de los alquileres, la turistificación, la censura y criminalización de los movimientos sociales y de la autogestión rural e urbana; los abusos policiales, la violencia permitida de los grupos desokupas o los desalojos ilegales, asuntos todos muy conocidos aquí en esta ciudad. Todo esto sin olvidarnos del estado de alarma y «la nueva normalidad», que han supuesto un aumento de la represión y el control y que han incrementado la precariedad que de por sí gira en torno a la okupación, ya sea con desalojos, cortes de suministros, restricciones del espacio público, supresión de mercadillos y del arte de calle, o con limitaciones del derecho humano al agua y al saneamiento con el cierre de las fuentes públicas.

Sería extraño abordar la okupación en Sevilla sin un ejercicio de memoria histórica, sin nombrar centros sociales okupados como la Cruz Verde, la Gavia, la Goyeneta, Vidrio, Casas Viejas, la Sin Nombre, la Fábrica de Sombreros, la Huelga, la Soleá, Andanza, la Grieta o la Hiena, salas okupadas autogestionadas como Sabotaje, ateneos okupados autogestionados como la Ballesta o la Meteora, casas okupadas autogestionadas feministas como la Revolucioná, corralas okupadas como la Ilusión, la Utopía, la Alegría, la Conde Quintana, la Esperanza, la Libertad o la Dignidad, el solar okupado del Huerto del Rey Moro, la okupación del antiguo Mercado de la Encarnación, la planta baja de la Casa Palacio del Pumarejo o la reciente okupación del antiguo edificio del CSOA Casas Viejas, por el que están imputados los 18 de la Macarena.

La Meteora, en calle Duque de Cornejo, ha sido el último CSOA en ser desalojado. Este ateneo libertario fue madriguera para colectivos y asambleas, fue un lugar de creación, de encuentro para jornadas y talleres y también de reivindicación de la cultura fuera de los circuitos del poder. Hablamos con una compañera sobre este hecho y nos cuenta que: en Sevilla nunca hemos estado sin un lugar en el que reunirnos. Ha habido periodos de okupación y la okupación es muy emocionante, le estás ganando sitio a los poderosos. Cuando no se ha podido hemos alquilado un local y hemos hecho las mismas charlas, proyecciones, talleres, encuentros… lo mejor es okupar porque cuando alquilas usas mucha energía para pagar el alquiler, hacer actividades y conseguir dinero.

Muchas sentimos que ha habido un momento de desconexión que ha complicado que se diera un relevo generacional, que se ha machacado a las personas que en desde los años 90 han mantenido vivas las reivindicaciones sociales y que la disminución de espacios ha hecho que sea difícil el encuentro entre personas: Cuando faltan sitios físicos es más difícil encontrarnos, pero un día, no sabes cómo, pero de repente, sale una asamblea, sale gente de la que tú no tenías ni idea y hay como un empuje. Eso pasó con la Revo: se okupó un sitio que no moló, se buscó otro y se llenó de actividades y de lucha.

A través de los medios se ha instaurado un miedo social que intenta despolitizar la okupación y criminalizarla. La extrema derecha también pretende marcar territorio en Sevilla. Hace poco nos encontramos con que Vox había colocado publicidad antiokupa en grandes vallas publicitarias con el eslogan «Con VOX, a los okupas, patada en el culo y fuera en 24 horas». Esto genera un clima hostil para las personas que seguimos luchando: Cuando te desalojan hay que digerirlo, necesitas recargar, aunque te entran ganas de montar otra cosa porque te la han quitado. A lo mejor no son las mismas personas, hay gente que se va, otras se quedan y también tiene que llegar otra gente nueva. La okupación es una lucha muy completa, toca muchos temas. Hay veces que se puede y otras no. Hay que esperar, pero siempre activas.

Actualmente existe un paréntesis, un espacio vacío pero vivo, que se nutre de diferentes luchas y se reparte en diferentes espacios colectivos, casas y cuevas en los que seguimos pensando, creando y construyendo. Sobreviven todavía el CSO Julio Vélez en Morón, el CSOA-Comedor Er Banco Güeno y el CSOA La invisible en Málaga y el CSOA la Redonda en Granada, que está a punto de ser desalojada.

La reivindicación por el acceso a una vivienda digna y la liberación de centros sociales permanece viva en Sevilla, se refugia en todas las casas okupadas autogestionadas que resisten y se reparten por la ciudad. Seguimos cuidándonos y resistiendo en el día a día, seguimos luchando por más espacios liberados, por acabar con el poder desde lo cotidiano, en nuestros barrios, nuestras casas y nuestros cuerpos. En este contexto, okupar es un derecho y cuantas más seamos, mejor.

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