nº42 | entrevista

Cristina Morales

«Nosotras no gestionamos fortunas, gestionamos la miseria»

Llegamos a las 5 de la tarde al callejón Celinda. Como si fuera su casa nos invitó a café, a sentarnos en el sofá y a charlar. Éramos muchas y libres, nos sorprendimos unas de otras, nos reímos. Hablamos de lo común, de la autogestión, de contradicciones y sueños. Cristina Morales escribe y revoluciona a cada lenguetazo de realidad que salpica hasta lo más profundo. Machos, lean y siéntanse aludidos.

Has venido a Sevilla para encontrarte virtualmente con María Galindo en Solidaridad Internacional, ¿qué relación tienes con ella y con Mujeres Creando?

Hasta hace muy poco tiempo mi relación con María Galindo era de absoluta admiración y nada más; de ser lectora suya. A través de ella supe de la existencia de Mujeres Creando.

No sé cómo llegó a mí un mensaje de Solidaridad Internacional que me invitaba para ayudar a la consecución de dinero para las ollas comunes que se están haciendo en La Paz, para mujeres en situación de prostitución que se han quedado a dos velas con el covid en Bolivia. Así se planteó que pudiera ser una charla entre ella y yo. Luego me dijeron que iba a haber más gente en la mesa: alguien de Mujeres Creando y la presidenta de honor de Solidaridad Internacional, Cristina Hoyos. Y a mí me parecía alucinante que estuviera la Cristina Hoyos, digo: mira cuánto arte va a haber ahí en la mesa.

Tú eres de Graná, ¿cuál es tu vínculo con Andalucía? Porque se te conoce como una escritora catalana.

Yo he estado en Graná hasta hace 7 años. Como los centros del poder editorial están en Barcelona, no empiezo a publicar y a ser conocida hasta que llego allí. Llegué en 2012 y mi primera novela, Los combatientes, que ahora reedita Anagrama, sale en 2013.

Mi primer libro lo publiqué en Granada, un libro de cuentos que se llama La merienda de las niñas, en una editorial también de Granada que se llama El Cuaderno del Vigía. Pero la carrera literaria mayoritariamente la he hecho en Barcelona. Quizás por eso se asocia, y tampoco es falso, mi carrera como escritora está allí.

¿Qué análisis haces de cómo Lectura fácil obtiene el Premio Nacional de Literatura tratando temas tan ajenos e incluso contrarios al poder hegemónico? A parte, claro, de por su calidad literaria.

Habría que preguntarle en primer lugar al jurao, porque al Premio Nacional no te presentas, te lo dan. Hay unos libros que el jurao propone a lectura y te lo dan y, si bien, como todos los premios, hay posibilidad de influir, en mi caso yo no era para nada un perfil sobre el que hacer presión. Hay un acta donde se dicen las razones, que son estrictamente literarias.

A parte de eso, si yo pudiera apuntar algo diferente sería que hay un momento de oportunidad política de premiar a una escritora más joven, pensando que el año anterior se lo habían dado a Almudena Grandes, escritora de un feminismo muy institucional, y el anterior a Aranburu con Patria, una novela absolutamente conservadora, hegemónica, nacionalista… Hay algo de bulle-bulle que no puede ser sino respuesta de las manifestaciones masivas del 8M los años atrás. Eso es como muy evidente, no me atrevería a ir más al detalle de nada. En teoría el premio se da por un valor literario.

Ese papel de enfant terrible, esa provocación que suscitas… ¿cómo lo llevas?

Yo siempre digo que la provocación cae en el lugar de la recepción, que el que se sienta provocao que se lo haga mirar. El que se sienta provocao por según qué expresiones de una persona que habla con tranquilidad, con honestidad, de cómo ve el mundo, sin necesidad de autocensurarse, como puedo ser yo en diferentes ocasiones —no siempre, no siempre me siento libre de hablar, no siempre afino—, que se haga ver qué es lo que le provoca, que se haga ver por qué le hace tan mal que alguien hable libremente.

Nos parece interesante cómo eres capaz de hacer tambalear ciertas reflexiones o generar provocación, incluso a determinados sectores más afines ideológicamente.

Está muy bien que la literatura sea capaz de afectar, porque hay veces que se dice que como es ficción, como ficción hay que tomarla. Que sea ficción no significa que esté fuera de la realidad, la ficción es parte constructiva de nosotras mismas: es un pilar. La ficción genera discurso, modos de desear.

Entonces está bien que la literatura pueda afectar y está muy bien cuando alguien reconoce que se da por aludido, porque hay un lugar de distinción en no darse por aludido. «Lo que dice la ficción no me afecta, a mí me afecta lo que dicen las sentencias del Supremo o las noticias», como si no fuera una construcción ideológica.

Parece que hay más realidad en la ficción que en la prensa o en los libros de historia. En la autoficción que se está generando, sobre todo entre escritoras, están los discursos que son verdad.

Verdad es la palabra. Hay verdad, hay verdades. Sobre todo desde los movimientos más alternativos o marginales se reniega un poco de estas palabras, como pueden ser verdad, realidad… Por una cosa así posmoderna relativista, parece que la verdad es algo que solo existe en la religión, pero creo que hacemos bien diciendo que hay una verdad, aunque quizá mi verdad no sea la tuya.

Es curioso porque mi madre es historiadora especialista en el Siglo de Oro, y para ella y sus colegas es fundamental la lectura de literatura para entender la historia del momento, la literatura y la arquitectura, la música… fundamental para entender la época.

Ahora puedes vivir de la escritura. En entornos y espacios autogestionados siempre hemos tenido muchos conflictos con el dinero, cómo nos relacionamos con él siempre termina siendo un tabú. ¿Cómo llevas tú esa relación con el dinero?

Pues con el dinero es que… como las mujeres nunca han tenido derecho a tener dinero, por eso nos hacemos estas pajas mentales. Tenemos que pedir permiso o pedir perdón por tener dos duros o por querer cobrar dos duros, ¡me cago en la leche!

Yo me acuerdo siempre de Virginia Woolf, que era una burguesa, una mujer que tenía dinero y se lo gastaba. Era de las pocas mujeres que conducía, le gustaba tener sus buenos coches, sus abrigos, sus vestidos… Y digo esto por mencionar a una escritora que es un referente feminista y que también lo es porque en algún momento decidió que no tenía por qué pedir permiso ni perdón por hacer uso del privilegio que en algún momento se le daba. Y no podemos compararnos porque nosotras no gestionamos fortunas, gestionamos miserias.

No tenemos discurso construido sobre esto. Yo ahora, que por primera vez en la vida me veo con capacidad de invitar a las amigas, estoy aprendiendo a cómo hacer esto sin que nadie se sienta incómoda.

Hay un personaje de cómic, una superheroína, Pícara, de los X-Men, que es muy poderosa porque a quien toca le chupa todo el poder, se queda con la energía de quien toca. Pero claro, ¿que ha hecho el creador de este cómic? Pues que ella no puede tener contacto amoroso con nadie. Hay un castigo: la mujer poderosa no puede tener amor. Una cosa u otra, tienes que elegir.

¿Crees que es posible que en algunos entornos se hayan podido generar algún tipo de molestias por la información que vuelcas en la novela, por cuestiones de seguridad o por sentirse expuestos? ¿Crees que eso ha pasado?

No ha pasado en absoluto. De hecho las compas de Can Vies, que es uno de los espacios que sale, y de Acción Libertaria de Sants, han sido las primeras lectoras y defensoras del texto.

Y bueno, si hay gente que se haya sentido dolida o molesta, esa gente no se me acerca. Pero los espacios que he frecuentado y sigo frecuentando son esos espacios que aparecen en la novela, más o menos con las mismas personas, y son defensoras del texto. Y están contentas de que una compañera se vea con un lugar de foco en su discurso, que saque el discurso del gueto, lo lleve a otro lugar y eso tenga una incidencia.

¿Cómo te has acercado a las personas que la sociedad etiqueta con «necesidades especiales»?

Mi contacto directo con estas presas ha sido a través de la danza, compartiendo clases de lo que se llama «danza integrada» o «danza inclusiva», que son unos nombres muy desafortunados desde mi punto de vista, pero últimamente ya hay profesionales que lo llaman «danza bastarda», como Jordi Cortés, que es coreógrafo. Entonces yo he compartido clases como alumna y también elenco. Ese ha sido mi acercamiento más directo y a través de esta disciplina artística, la danza, ya se han creado amistades de tipo personal.

Queremos preguntarte sobre la espectacularización que conlleva tu momento ahora, no solo tu profesión, sino estar pa fuera, estar en la prensa…

Yo solo hago cosas relacionadas con lo literario, que tenga que ver con lo literario o con mi papel y profesión como escritora. De las 27 000 ofertas que me llegan de ser tertuliana de programas yo paso.

¿Y no se te presiona por parte de Anagrama para que tengas redes sociales?

Anagrama nada, otras sí. Cuando estaba en Lumen, que es la que tenía Introducción a Teresa de Jesús antes, había una gran presión; pero Anagrama es, desde luego, la mejor editorial en la que he publicado jamás; donde se entiende que tu trabajo es escribir, publicar en el sentido de acompañar la publicación, de corregir galeradas, y solo si te apetece presentas tu libro, solo si te apetece, respondes una entrevista. Ellas te dicen «esto tiene una gran relevancia pero en tu mano está», y también la mayoría de las cosas que me llegan son de tipo literario. Pero otras muchas que me llegan son para posar en YoDona, para ser tertuliana en un programa de la TV3 o entrevistarme el Broncano. No voy a ponerme ahí… Eso sí que sería una espectacularización, sería hacer de mí un mono de feria total. Una cosa es que yo tenga una imagen pública que es innegable, que existe, y otra es ponerla a disposición de… no me gusta utilizar palabras como insultos especistas; iba a decir unos tiburones, unos buitres, qué culpa tienen los tiburones y los buitres. Además, si pagaran sería otra cosa. Una es puta pero cara. Si tú me quieres a mí allí generando contenido, porque careces de contenido, eres un extractivista de contenido, tú me pagas y yo me lo pienso, me pagas bien, por lo menos lo que tú ganas. Sin embargo te lo venden como promo, oportunidad, oportunidad para que te pisoteen, te ninguneen, saquen de ti una plusvalía que flipas, estás incómoda… Yo me pondría de una mala leche a la mínima del Broncano…

¿Y la compañía de danza de la que formas parte?

Iniciativa Sexual Femenina: la mejor. Somos tres compañeras que estamos girando una pieza que se llama Catalina, y ahora empezamos a producir otra que está basada en los martirios, que se llama La mártir Felícita.

Felícita y Perpetua son dos santas que la comunidad LGTB católica tiene como referentes lésbicos. La historia es preciosa porque al parecer una de ellas era una señora pagana y la otra su esclava. Las dos eran de la religión politeísta del Imperio romano, pero secretamente profesaban el cristianismo. Como se niegan las dos a sacrificar a los dioses romanos las van a someter a un martirio en la plaza pública, en un coliseo, y son representadas como que son muy amigas y ya en el siglo XIX las representaciones de ellas son pasando la última noche antes del martirio yaciendo juntas. Entonces, la noche previa al martirio se ve que hacen el amor, se acuestan, y la historia es de gran sensualidad. El siglo XIX lo pone superprecioso todo, pero ya las representaciones románicas las muestran cogidicas de la mano a las dos. Es como un desafío no solo a la heteronorma, sino también clasista, porque está la señora con la esclava; y también al hecho de que ella es una madre que por su fe o por irse con la esclava deja a su hijo. Estas son las primeras lecturas que estamos haciendo.

¿Qué es lo que más te toca el coño?

Hostía, tío… Bueno, pues cuando reconozco la agresión y conscientemente, por no liarla, no respondo. O sea, me están agrediendo en mi cara, me están macheando en mi cara, me están claseando en mi cara, y yo por no liarla no respondo. Porque no es el momento o porque lo estoy sacrificando por otro bien, a veces es un bien colectivo de la comunidad donde estás. Creo que eso es lo que motiva que yo escriba Lectura fácil, todas esas veces que lo tengo delante, lo reconozco, a veces incluso sabría cómo responder y no respondo, y otras porque no tengo las herramientas y no sé responder. Pero aun así percibo el dolor, y aunque no sepas responder, pues ahcer algo, lo que salga, coño. Aunque sea un gruñido o eso que nos permitimos tan poco las mujeres que es un golpe en la mesa, hostia, o un portazo, una hostia bien da, ¿no?

Mi marío, que es profesor de artes marciales, me dice «Cristina, tú tranquila que aunque no seas especialista en arte marciales, a ti por la calle difícilmente va a venir a encarársete alguien. Tú le vas a pegar un bufío…», que eso es un arma también, una respuesta contundente a nivel simbólico, a nivel verbal. «Si con las herramientas que tienes te lanzas, eso ya es amedrentador total». La realidad nos lo demuestra: un encaramiento, un pecho abierto ante un agresor… Coger menos solapas, me toca el coño coger menos camisetas. Hacen falta más zarandeos de camisetas de machos… y sobretodos en nuestros espacios liberados, ¡claro! ¡claro! ¡claro!

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