nº41 | editorial

Semillas de Ersilia

Escribo pensando en cómo armar el cuento. Cómo volver a El Topo, julio, 40 grados. En la radio, la incertidumbre de cada día. Busco un cuaderno. El que encuentro está cargado de palabras: por un lado subvenciones, nombres, países, cantidades, precios, sellos. Escribo en lo que ahora es hueco, vacío. Rescato palabras antiguas. Palabras de otra, de otras. Las traigo hoy aquí [tú, que lees; tu hoy; tú, hoy; tu aquí; tú, aquí].

El verano o el estío [gracias Carmen]. Tiempo nuevo. Tiempo otro. ¿Rutinas? otras. ¿Quién no tiene en la memoria un verano estupendo de pandilla del verano? Tiempo ¿vacío? Tiempo confinado. Otra vez, blup. Ya saben, Sevilla, sur, sures, cuarenta grados a la sombra durante al menos diez horas al día.

Hubo veranos para viajar lejos: cruzar fronteras. Este puede ser para viajar lejos: adentro. Al fondo. A ese lugar donde, escondido en un armario, se encuentran los hilos de Lala Lucía [gracias Esther, José Antonio, Antonio, gracias RedAma]. Este es otro verano para viajar cerca, a casa de la vecina de atrás, que te cuenta cuentos, que te escribe, que te empuja a la piscina, que te trae a Ventura. Ese momento justo en el que te estremeces.

Puedes haber cambiado de pueblo, de barrio, de casa, de ciudad. Y aun así, encontrarte hilos guardados al fondo del altillo que sirven, todavía, para vivir tejiendo un barrio otro. El barrio al que llegamos, juntos, quizá sin elegirlo, volvemos a hacerlo de a poquito. Como nuestras abuelas, bisabuelos, que llegaron sin querer a la Macarena y ahí se quedaron. Haciendo barrio mientras se lo permitió el cuerpo, la cabeza, su vida transplantada. Sembraron semillas de claveles, de geranios, de todo lo que les cupo en el balcón o en el alféizar de la cocina. En la ventana desde la que mirar a la nieta hacer gimnasia, salir al patio.

En el recreo, «Hay gente que piensa», en torno al ilusionismo social. En «A pie de tajo», entramos en el hotel Hesperia. Salimos del patio y nos metemos de lleno en «Mi cuerpo es mío», para darnos un baño bien fresquito o, al menos, sanador. Abrazadas por la «Sostenibiliqué», sabremos de qué va eso de rescatar aerolíneas. Aunque querríamos tomar un batido de fresa, parece mejor evitarlo: «Está pasando» que la vida de quienes las siembran, cuidan y recogen se ha vuelto aun más difícil de vivir.

En «Política local», paseamos para pensar la importancia del nomenclátor (la memoria, la memoria, la memoria; el mapa, el mapa, el mapa). En «Política andaluza»,el cambio de rumbo necesario para que la pandemia/crisis no nos suma en más y peor capitalismo, sino en economía social subversiva: la vacuna. En la estatal encontramos reflexiones sobre la renta básica. Ya casi a punto de tomar elglobo, la mirada sobre lawfare.

En «Economía» festejamos los 25 años de REAS y llegamos a «Construyendo posibles» para saber de la defensa del patrimonio gráfico. «Desmontando mitos» nos saca de lanevera un combinado de trap, juvenalia y política. De ahí salimos un ratito a lugares indecibles, con la «Lisergia» y lo que «La gente va diciendo por ahí».

De nuevo en las calles, en «Cultura» nos echamos unos swings y nos preguntamos, otra vez, si la gentrificación la llevamos entre los pies y qué pasa si sí. En «Historia» se abre el baúl de coplas y copleras para repensar, repensarnos, desde hace unas cuantas de décadas, gentes y canciones.

Para volver al patio, escucharemos la entrevista a Ferrán Aguiló. Completamos el plan de fuga con «brevas» y la «pildorita».

Entonces… ¿nos tiramos a la piscina? Si aún no han salido de casa, recuerden dejar la llave a alguna vecina, vecino, que riegue las plantas y se coma las fresas del huerto. Nos vamos, o no, con la casa llena de potos. Para los claveles de nuestras abuelas, abuelos, nuestras semillas. Para sus hilos, nuestras utopías. Que luego serán (de) otras. Hilos, semillas, todo es de color: balcones, abanicos. La alegría de sabernos semillas. Jardineras, tejedores. Genealogía. Familias. Cuerpos. El patio propio como el cuento propio: mejor si es común.

Salú y verano.

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