nº30 | entrevista

«Creo que soy un perfecto frustrado»

En esta ocasión entrevistamos a Antonio Romera, el Chipi de La Canalla. Quedamos a la una de la madrugá en Tramallol, el espacio de trabajo colectivo donde anda componiendo su próximo disco. Me esperaba en la puerta y comenzó a tocar un ritmo pretendiendo que lo reprodujera: —¡Imposible! —Pues tócame las palmas por sevillanas… En ese momento estaba componiendo unas sevillanas mezcladas con ritmos afrobeat. Durante la entrevista continuó tocando la guitarra como si nada; parece que lo hace todo «por casualidad».

El Topo: Buenas noches, Chipi. Para empezar, ¿nos cuentas quién eres?

Chipi: ¿Por qué respondo: por lo que he hecho, por lo que quiero hacer o por lo que no he hecho?

Como quieras, responde a las tres, empieza por donde quieras.

Empezaré por lo que no he hecho… Soy un músico frustrado, un escritor frustrado, un cantante frustrado y creo que soy un perfecto frustrado… [risas]. No me da la vida para hacer las cosas que me gustaría. En realidad, pienso que tampoco me gustarán tanto cuando no las hago. Lo que más me gusta del mundo es estar bien, estar tranquilo. Todos los trabajos que me agobiaban los he dejado. Y ahora me dedico a algo que me deja más tiempo para estar con la niña, con la familia, para estar bien. Cuando veo el concepto de éxito de la gente, luchar, trabajar duro todos los días, pienso que si eso es el éxito no voy a tener éxito en mi vida. De ese, claro, de lo que yo considero éxito, que es estar bien, ahí soy el número uno.

Y ¿qué es lo que haces? ¿Qué te hace sentirte tan bien?

Hago todas las cosas con las que me siento frustrado pero no le dedico tanto empeño como necesitaría para obtener el resultado que se supone que tiene que tener o que a veces me gustaría que tuviera. Toco la guitarra muy mal, escribo muy mal, canto muy mal…pero hago esas cosas siempre. Es lo que hago, escribir guiones, escribir espectáculos, escribir canciones, escribir textos. Lo hago porque me apetece y algunas veces cuadra para alguien o para algún espectáculo y encima tengo la suerte de ser remunerado, pero no lo busco… De hecho, las veces que me han propuesto escribir para gente aunque sepa que va a generar dinero en autores, si no me gusta no lo hago; siempre me ha dado pereza, no me apetece.

¿Por qué Chipi?

En mi barrio todo el mundo tenía motes, los pájaros, los matarratas, los lateros… Mi familia es de los Luna, pero a mí me pusieron Chipi. No creo que tenga una explicación. Lo que sí sé es que viene de chipirón, por chiquitillo sería.

No sé si tú lo sabes pero en El Topo somos muy fans de La Canalla…

¿Y eso por qué, canija? Mira que La Canalla no hace ni promo, de hecho montamos el grupo porque queríamos hacer lo que nos apetecía, pero no esperábamos que fuera a tener tanta aceptación, no pensábamos que iba a durar 10 años. Montamos La Canalla porque queríamos sacar a pasear las canciones, no teníamos muchas expectativas, sin embargo, ya ves. De hecho, algunas veces nos ha planteado alguna compañía hacer promociones, y la banda no está por eso, ni yo tampoco.

Esa es una de las preguntas que te quería hacer: ¿qué relación tenéis con los sellos discográficos «importantes»?

Huimos, porque es incompatible con la filosofía del grupo. Llegaría un momento en el que nos pondrían a actuar en una tele, nos pegarían dos bocinazos, nos dirían que tenemos que tocar exactamente lo mismo una y otra vez, y eso no iba a suceder nunca.

Nosotros hacemos los discos y después las canciones siguen vivas, siguen tocándose, unas veces de una manera, otras veces de otra… Cada día la canción depende del estado de ánimo de cada uno, del barrunto que le dé, eso es inevitable. En el momento en que hiciéramos otra cosa, los músicos se aburrirían de tocar y yo probablemente también me aburriría de cantar.

Has hablado antes de que iría totalmente en contra de la filosofía del grupo ¿Cuál es la filosofía de La Canalla? 

En el grupo todos tenemos claro que la música está viva, a menos que estemos trabajando de mercenarios con alguien y haya un papel delante. A los músicos lo que les gusta es tocar e improvisar, pero no improvisar por gusto, sino por la necesidad de ser coherente. Vamos cambiando, unas veces apetece hacer un solo de una manera y otras veces de otra. No tenemos ninguna limitación al respecto. De manera que unas veces estamos más satisfechos de la versión que nos ha salido y otras veces menos, pero lo que sí tenemos claro es que si la hiciéramos exactamente igual nunca íbamos a estar contentos. El grupo ahí no hace concesiones. Nos ponemos algunos límites, para que se entienda la letra o por respeto al resto de compañeros en el escenario, pero es por coherencia con el grupo, no es una imposición.

Para las compañías, las canciones tienen que durar tres minutos, el estribillo tiene que entrar a los cuarenta y cinco segundos, el solo no puede durar más de ocho compases… Pero en La Canalla, como son músicos que vienen del jazz, eso no iba a suceder, estaba claro. Aunque sabemos que no es comercial, nos apetece hacerlo así. Al final te das cuenta de que las compañías no entienden tanto cómo funciona la gente, sino que intentan convencer a la gente de cómo tienen que pensar. Si tú no molestas con las letras, no molestas con la música y lo reduces todo a una estética sin concepto, que no dé mucho que pensar. Es verdad que hay un público muy activo que consume. Solo lo tienes que poner en los programas de televisión con tirón y cuando lo vean lo van a comprar, porque son gente que consume estética. Pero eso no quiere decir que los proyectos con fondo no puedan vender. También hay muchas minorías, lo que pasa es que están desperdigadas, es más complicado llegar a ellas porque no tienen un único canal. Eso pasa con la política también, la gente que no piensa se concentra y la gente que piensa se dispersa. La Canalla es un grupo de muchas minorías, y aunque estén dispersas, no sé si por ir tocando o por el boca a boca, se ha producido una especie de sinergia que hace que la gente nos vaya conociendo. O nos llaman de Quito y pienso… ¿esta gente?  Eso es que algún majara que lo ha visto y le ha gustado se lo ha pasado a otra majara y así sucesivamente, al final nos vamos juntando todos los majaras…

¿Por qué La Canalla?

Este proyecto empezó desde la letra, me apetecía hacer como un bestiario de Kafka, hacer retratos de personajes. Siempre he escuchado mucho folclore latinoamericano, andaluz, etc.  Lo que más me llamaba la atención del folclore es que hacían retrato social. Unas veces de situaciones, otras veces de personajes, otras veces de anécdotas históricas, y en la copla se retrataba mucho el personajismo de la gente del entorno. La gente retratada solían ser personas de las que nunca hablaba nadie, y si hablaba alguien lo hacía desde otro estrato. Esta es la gente de la canalla. A este grupo social, los demás, por salud emocional, los invisibilizan. Se ignoran, no existen. Es el pesado que viene a pedir dinero, pero en ningún momento importa cómo se llama, dónde trabaja o dónde trabajaba; qué le gustaría ser o en qué circunstancias vive. Y hay mucha gente en ese estrato del mundo de la canalla que no está retratada, porque ahora el folclore se ha quedado en un ritmito y en un tonito, pero el concepto de retrato social lo ha perdido prácticamente. Yo me propuse hacer retratos de esa canalla y todo lo que cuento son historias de personajes de ese mundo. Por ejemplo, para La niña de fuego me basé en una chavala rumana que iba dejando mecheros con una notita por las mesas de los bares. Tenía unos ojazos, pero nadie se había fijado en ella. Es una historia de amores imposibles como María de la O, pero en este caso era la chica que «daba por culo con los mecheros». Yo intento que hasta esas canciones de amor estén impregnadas de ese personajismo de la canalla.

Cuando me preguntan qué tipo de música hacéis me cuesta un poco de trabajo describirla [risas]. ¿Cómo la describirías tú?

Antes, cuando tenías mil pesetas y te querías comprar un disco, no te la jugabas. Si habías escuchado blues y te gustaba, te comprabas otro disco de blues. Había gente que escuchaba blues, gente que escuchaba rock, etc. Y así, por no jugártela, podías acabar con cien discos del mismo estilo. Ahora con internet te sale la música por las orejas. No creo que ahora haya nadie que piense que le gusta solo un estilo musical. Ahora no tenemos tantos prejuicios expurgando canciones de diferentes estilos musicales. Por otro lado, nosotros lo que hacemos son canciones y tanto la música como la letra o el tono de la letra están al servicio de la historia: la melodía, los arreglos, todo. Por ponerte un ejemplo, Canasto y algodón es un blues pero está hecho en subdivisiones de tres en un tiempo de soleá porque habla del mestizaje entre la música negra americana que llega aquí con las bases de Morón o  de Rota y el flamenco de la zona. En realidad, la historia de los dos personajes de la canción no deja de ser una metáfora del mestizaje de la música. La música deja de convertirse en una traba para terminar utilizándose como una herramienta para contar una historia porque, al fin y al cabo, las canciones lo que hacen es contar cosas. Unas veces una historia, otras veces una emoción o un sentimiento, lo importante es contar algo. Nosotros utilizamos la música y la letra de la misma manera, al servicio de la historia, por eso te puedes encontrar de todo.

Y emocionan un montón.

Algunas emocionan y otras dan coraje.  Es lo que pasa con Construcción y deconstrucción del amor. Son 14 versos que se van ordenando de forma diferente, de manera que la primera estrofa describe una situación de amor, en la siguiente son los mismos versos y los mismos elementos que configuran el amor, pero desordenados, y la historia se tensa. En la tercera estrofa la historia acaba en tragedia, pero son los mismos 14 versos. Es «hombre quiere a mujer», la misma mujer, el mismo hombre, todo igual; lo que cambia es el transcurso del tiempo de la primera a la tercera estrofa. Es el tiempo que necesita una persona para que su amor mute a ese horror, y de la misma forma la música hace eso, empieza con una melodía maravillosa pero se va deconstruyendo hasta que se convierte en un estruendo insoportable y cuando termina… La primera vez que lo estrenamos en el teatro Falla todo el mundo se quedó como diciendo: «¿esto no es verdad, no?».  Yo me sentí muy orgulloso. Habíamos conseguido el efecto que esperábamos, pero a la gente le dolió un montón. No solamente se emocionan a través de las canciones, sino que unas veces se ríen y otras veces lo pasan mal, y si consigues el objetivo, es para sentirte satisfecho.

Ahora, un tema que genera controversia. ¿Qué hay de los comentarios machistas que haces en los conciertos?

Claro, la clave está en diferenciar entre yo y el personaje. ¿A qué te refieres?

Por ejemplo, a las referencias recurrentes a la suegra o a la parienta en tus parlamentos entre canciones.

Yo en La Canalla soy un mierda. Soy despreciable, igual que la gente de la canalla a la que hace alusión. Yo escupo, bebo, fumo. Ese personaje al que represento tiene que ser así de despreciable y de irreverente. No puede ser correcto, no tendría sentido, porque su discurso no sería creíble. Antes te comentaba que el mundo de la canalla ha sido contado por burgueses, y eso es lo que pretendo evitar.  Aunque he ido aprendiendo con el tiempo, me he criado al lado del barrio del Cobre, en Algeciras. Intento comportarme como allí. Intento no ser correcto.

Y con respecto a las canciones, no podemos olvidar que los que hablan son personajes de la canalla. Si no hablo haciendo un papel, no podría hablar nunca en primera persona.

También los personajes están contextualizados en la historia, si estamos hablando de un hombre de 50 años, y es el hombre de 50 años el que está hablando, es inevitable que use un lenguaje machista porque, entre otras cosas, si no, no se va a entender. Siempre que se haga un retrato conviene ser fiel a los comportamientos de las personas retratadas.

Aun así, sí que estoy muy pendiente de estas cosas, yo no voy a ir en contra de cómo me gustaría que fuera el mundo. De hecho, esto me genera problemas en muchas ocasiones. Cuando trabajé para la Seminci me negué a que en la presentación de los premios ellos fueran «tipos con criterio y renombre» y ellas «solo actrices jóvenes» y monas. Tendrán que salir mujeres con criterio también, ¿no? Y más cuando la presentadora está denunciando casos de abusos de poder por el productor de turno o se está reivindicando el papel de las mujeres en el cine. Hay que ser coherentes.

Para terminar, ¿qué le dirías a la gente que lee El Topo?

Les diría que hay una necesidad imperiosa en la gente que tiene conciencia de mover a la gente hacia su conciencia. Lo hacen todos, los mierdas también pretenden mover a la gente hacia su conciencia, hacia donde les conviene. Nosotros lo tenemos peor, es más difícil mover la gente que piensa.

Son reductos como El Topo los que sirven para generar esa conciencia. El Topo va a seguir existiendo mientras siga habiendo ganas de contar cosas… Ni la gente de El Topo va a dejar de contar lo que sabe que tiene que contar, ni nosotros nos vamos a poner a componer para Bustamante…

Después de dos horas de entrevista y antes de despedirnos, me tocó un tema en primicia que estaba componiendo para su próximo disco… Deseando escucharlo.

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Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.