nº30 | desmontando mitos

De la «invasión de los bárbaros» a la «convivencia en igualdad»

Inmigración

El fenómeno de las migraciones viene removiendo las aguas de las sociedades occidentales en las últimas décadas: Las muertes en el Mediterráneo, el control de fronteras, los movimientos xenófobos, lxs refugiadxs… son realidades que necesariamente deben ser abordadas desde los derechos humanos y el respeto a la vida y no desde otros intereses.

Los mitos, los engaños, las medias verdades, vienen utilizándose de manera impúdica desde los actores políticos, medios de comunicación y la opinión pública en general, en lo referente a las personas que migran y al supuesto impacto negativo que suponen sobre nuestra sociedad.

Comencemos por un mito enormemente repetido, el del «efecto llamada»: cuanto mejor se acoja a lxs inmigrantes que acceden a nuestro territorio más van a venir, desbordando así nuestros recursos. Por tanto, en pro del mal menor, la respuesta perversa que se adopta es la de poner los mayores obstáculos posibles en todo el proceso de llegada y estancia en nuestro territorio. Habría que hablar más bien de un «efecto salida»: si en el país de origen o de tránsito hubiera suficiente calidad de vida, las personas no se plantearían abandonarlo. Pero, a mi entender, la consecuencia más dramática es que se legisla contra un deber y un derecho humano básico, que es el de acoger y sentirse acogido.

Por otra parte hay quienes reconocen el derecho de las personas a no emigrar y poder vivir dignamente en su propio hogar. Es aquí donde se gesta el mito de la llamada «cooperación internacional»; el Estado destina cierta cantidad presupuestaria a distintos Gobiernos para evitar que sus conciudadanxs tengan que emigrar, ampliando la inversión en educación, sanidad, etc. Sin embargo, en la práctica, la realidad es muy distinta, lo que llamamos cooperación se transforma en «externalización de fronteras», es decir, los Gobiernos de occidente negocian con los países de origen o tránsito de migrantes para que estas personas no lleguen a su territorio o, si lo consiguen, sean devueltas, sin ninguna garantía de respeto a los Derechos Humanos. Es el caso de los acuerdos de la Unión Europea con Turquía, o de Italia con Libia, o de España con Marruecos y otros países africanos.

Hace ya años, las ONGs venimos advirtiendo de los argumentos falsos que se arguyen por parte de los Estados europeos para blindar el llamado «espacio Schengen[1]» a inmigrantes de terceros países. Por ejemplo, cuando nos hablan de lucha contra la inmigración ilegal, en realidad es lucha contra la persona migrante, porque no se posibilitan vías legales de entrada; si se pretende la lucha contra las mafias de tráfico de personas, se provoca la búsqueda de rutas más peligrosas y más muertes entre lxs migrantes; o si se plantea lucha contra el terrorismo internacional, se endurecen las medidas de control fronterizo, asociando de manera injustificada terrorismo con migración.

La realidad actual es mucho más grave. El ascenso de partidos políticos de extrema derecha y claramente xenófobos en la Unión Europea; los casos de Hungría, Holanda, Austria, Polonia, Francia e Italia; ya han provocado que las personas migrantes y refugiadas sean el centro de los ataques de leyes y Gobiernos. A ello podemos sumar la influencia que está teniendo el mandato de Trump en EE UU y las brutales medidas que ha ido adoptando contra lxs migrantes.

Un triste ejemplo de esto ha sido la incapacidad de los países de la UE de llegar a un acuerdo en los cupos de acogida de refugiadxs provenientes del conflicto de Oriente Medio. Al contrario, se ideó un vergonzoso acuerdo con Turquía, para que taponara la llegada de refugiadxs. Ya no estamos hablando del derecho a migrar o quedar en el país de origen; estamos viendo cómo se niega la acogida a los más vulnerables, víctimas de conflictos armados, que tienen una legislación internacional específica y más protectora: la de Refugio y Asilo.

Los discursos que se lanzan desde los púlpitos de poder, abogan claramente por una desigualdad entre personas: cuando el presidente italiano llama «carne humana» a lxs inmigrantes que llegan a sus costas y las ONGs que lxs auxilian son denunciadas desde los Tribunales de Justicia. Cuando Trump llama «animales» a lxs inmigrantes indocumentadxs de su país. Cuando las voces de los que deben dirigir los destinos de los pueblos claman así, algo grave está pasando en esta sociedad actual de la postverdad. Parece como si se hubiera retrocedido al tiempo del nazismo, como si se hubieran olvidado las lecciones de la historia; y nos vamos acostumbrando a las muertes cerca de nuestras costas y a una política que tiene en migrantes y refugiadxs el origen de todos los males.

Percibimos movimientos de los partidos de izquierdas, como en España, que podrían contrarrestar esta oleada de racismo y xenofobia, pero los consideramos muy tímidos o incluso reprochables. Incluyendo aquí el enfoque utilitarista, a través del discurso de la «aceptación» del migrante como fuerza de trabajo barata y utilizable, útil para la economía y las pensiones.   

Voy a ir concluyendo teniendo en cuenta varios principios éticos básicos que desmontan los mitos más gruesos que se están lanzando en la actualidad contra la migración. Cito de la Carta de los Derechos Humanos, que ha sido uno de los mayores avances éticos de la humanidad: «Artículo 1: Todos los seres humanos nacemos libres e iguales» . Frente al discurso de «primero los nacionales». «Artículo 3: Toda persona tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad». Frente a la persecución contra las ONGs que defienden la vida de las personas migrantes. «Artículo 5: Nadie será sometido a penas, torturas, ni tratos crueles e inhumanos.» Frente a la represión contra lxs migrantes en los países de tránsito financiada por la U.E. «Artículo 9: Nadie podrá ser detenido, desterrado ni preso arbitrariamente.» Frente a los CIEs repartidos por toda Europa donde se priva de libertad y se expulsa masivamente a inmigrantes; o las llamadas «devoluciones en caliente» en las fronteras de Ceuta y Melilla. «Artículo 12: Toda persona tiene derecho a la libre circulación y a elegir libremente su residencia.» Frente a las leyes que inciden en el control fronterizo que impiden acceder legalmente a Europa a los ciudadanos de otros continentes. «Artículo 14: Toda persona tiene derecho a asilo en cualquier país.» Contra la dejación de responsabilidades para con lxs refugiadxs de los países de UE.

La mayoría de los países europeos han firmado esta Carta Magna y otros convenios en materia de refugio y asilo. La pregunta es: ¿por qué se vulneran de modo tan flagrante cuando se refiere a las personas migrantes?

De cualquier modo, frente a esta ola de racismo y xenofobia, también existe una réplica social con una mayor conciencia de que somos una sola humanidad unida por un mismo destino, incluso en comunión con toda la Tierra, y que lo que consigamos para una persona, lo conseguimos para todas. Son pequeñas luces que nos invitan a albergar esperanza.


[1]El territorio «Schengen» lo componen 26 países de los 28 que componen la UE. Permite la libre circulación de la ciudadanía de los estados miembros, pero no así de la de terceros países.

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