nº24 | política global

Crónica de un viaje a la frontera sur

Cerca de quinientas personas, ocho autobuses, ¡cruzan la península de norte a sur!

Sí, la Caravana abriendo fronteras ha llegado hasta Melilla para denunciar la vulneración de los Derechos Humanos y llevar un mensaje de solidaridad a las personas que buscan refugio.

Todo empezó el 14 de julio. Parten desde distintos lugares del País Vasco hacia el polígono de tiro de Bárdenas, allí se concentran en un acto de protesta por las prácticas de ejercicios de guerra y la exportación de armas.

Por la tarde, en Madrid les esperan otrxs caravanerxs del este y el oeste. A la mañana siguiente ya cerca de cuatrocientas personas se reúnen para una primera acción frente al Congreso de los Diputados, donde se lee un comunicado con nuestros objetivos y peticiones. Como colofón, se forma una larga cadena humana en solidaridad con las personas migrantes para mostrarles que no están solas, que somos cientos y seremos muchxs más pidiendo el respeto de sus derechos.

La siguiente parada: Sevilla. Aquí les recibe una pequeña comisión que hemos estado preparando para su llegada desde hace tiempo, con mucha ilusión por unirnos a ellos. En el Parlamento de Andalucía, con todo el calor propicio de una tarde de julio y el que desprenden nuestros cuerpos con la alegría del encuentro, nos unimos y, juntos en manifestación, llegamos a la Alameda de Hércules. Allí les hemos preparado un acto de recibimiento con palabras de bienvenida del defensor del Pueblo Andaluz y representantes de entidades que han apoyado nuestra lucha común. Finalizamos con música de fusión Senegal-Andalucía.

Por la mañana, después de realizar nuestra primera asamblea, decidimos realizar una acción —aprobada por una ajustada mayoría— en el Aeropuerto de Sevilla, en protesta por lo ocurrido en el aeropuerto del Prat, donde impidieron viajar a once personas por intentar evitar la deportación de un senegalés.

Continuamos viaje hacia Algeciras, donde nos concentramos ante el CIE (centro de internamiento de inmigrantes) para pedir su cierre inmediato no solo por su estado ruinoso, sino porque se priva de libertad a personas que han cometido el delito de huir de la miseria, las guerras y la pobreza. Continuamos la aventura hacia Tarifa, donde nos recibe un levante de justicia que nos vapulea y nos aturde durante toda la noche, la cual pasamos a la intemperie en el campo de fútbol. A la mañana siguiente, una veintena de activistas, representando a migrantes fallecidos en la mortal travesía, recorremos los dos kilómetros que distan hasta el CIE de Tarifa, ubicado en una antigua fortaleza militar y que tampoco reúne las mínimas condiciones necesarias para vivir: presenta rejas en las ventanas y patios sin protección de los vientos como los que seguimos sufriendo esa mañana; con breves visitas médicas, hacinados… Un lugar que estremece a cualquiera con solo verlo de lejos, y todo por no tener papeles y luchar por un futuro mejor.

Por la tarde seguimos nuestro periplo hasta Málaga, donde las compañeras nos reciben con cánticos, poemas, bailes típicos; hasta la hora en que debemos coger el ferry que nos llevará rumbo a Melilla.

Por la mañana, una vez alojadxs en los distintos lugares donde vamos a pasar tres noches, llevamos a cabo una rueda de prensa y una exposición de fotografías ambulante que muestra la realidad que se vive en la frontera; y una acción en la playa de San Lorenzo, siempre acompañadxs por las familias que nos arropan y cuidan de nosotrxs, ofreciéndonos frutas, agua y algún tentempié. Por la tarde, en la universidad, recibimiento y talleres de muy diversa temática: derecho de asilo, menores extranjeros no acompañados (Menas), feminismo, interculturalidad, etc.

Al siguiente día comenzamos muy temprano en la frontera de el barrio chino. Como ya suponíamos, una barrera policial nos impide el paso y la visibilidad de las porteadoras. Tras una larga negociación, dejan pasar a cinco mujeres para atestiguar la actividad que todas las mañanas se realiza en este lugar; pero somos conscientes de que hoy está adulterada porque estamos nosotras. De hecho, una mujer nos comentó la excepcionalidad del día, dándonos las gracias. Aun así, las tensiones no se llegan a ocultar del todo. Cuando acabamos en aquel lugar nos fuimos caminando al siguiente paso fronterizo, el de Beni Enzar, donde no había nadie esperando. Un policía agredió a una mujer y, al percatarse de que lo habíamos visto, vino hacia nosotrxs y nos pidió la documentación. Entonces un grupo de porteadoras aprovechó el momento de descuido para saltarse la fila, la policía cargó contra el tumulto que se organizó y el paso se cerró inmediatamente hasta el día siguiente. De esta manera, nos quedó clara la arbitrariedad con la que se abre o cierra una frontera.

De este suceso presentamos queja ante la Delegación de Gobierno.

Ya por la tarde, pasamos un rato con los menores en un partido de fútbol organizado en la barriada de la Cañada Real, donde conocimos a estos niños que la sociedad criminaliza mientras que sus únicos deseos son estudiar o jugar.

La siguiente parada fue el CETI (centro de estancia temporal de inmigrantes) donde llegan los migrantes cuando logran pasar la frontera. Allí les invitamos a unirse a nosotrxs en un gran círculo de silencio por aquellos que lo intentaron y no lo consiguieron. El acto fue muy emotivo.

Nuestro último día en Melilla culminó con una gran manifestación: desde el centro, hasta donde el mar se une a la valla para ser frontera, para romper sueños, para impedir una vida mejor. Allí donde se deporta en caliente, donde el trato vejatorio y la represión es continua. Allí decimos adiós a la Melilla indiferente e insensible e intentamos darle impulso a la Melilla solidaria, la que colabora, ayuda y protege, para que no se sienta sola y sepa que, aun en la distancia, somos muchxs y seremos más.

En la tarde noche, Almería nos recibe con una alegría que nos anima y estimula. Entre cánticos y reivindicaciones, simulamos ser el mar de plástico en el que se ha convertido esta ciudad y del que somos conscientes al día siguiente al visitar los invernaderos y uno de los mejores asentamientos que crecen a su vera. Allí conocimos de primera mano historias de migrantes que viven en condiciones de infravivienda o que trabajan en situación de semiesclavitud.

Al mediodía llega la despedida pues muchxs tienen un largo camino de vuelta a casa. Lo hacemos entre abrazos sinceros, nuevos planes y recuerdos imborrables. También con la sensación de haber vivido una experiencia única, que nos hará mejores personas y que nos hace sentirnos orgullosxs de haber formado parte de este gran proyecto.

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