Hago TAZ y aparezco a tu lado Alex y Cristina
Recientemente me ha tocado frecuentar el hospital Macarena más de lo que hubiera deseado, cubriendo la cuota de cuidados que me corresponde para con la mujer que me dio la vida. Durante la última estancia en urgencias, andaba releyendo el libro de Hakim Bey T.A.Z. (Zona Temporalmente Autónoma) durante las largas, larguísimas horas de espera, para escribir, precisamente, el editorial de este El Topo que pretende revisar y revisitar el anarquismo poniendo el foco en diferentes lugares. La mezcla de contextos y estímulos (unos escritos y otros vividos) me dio mucho que pensar, que sentir y presentir.
El «pensamiento automático», configurado en gran medida por el «pensamiento hegemónico», me lleva a pensar que es precisamente la gestión estatal la que «permite» que mi madre pueda acudir a un hospital y alargar su vida. Este es un hecho incuestionablemente deseable para mí. Pero en el momento que me alejo del pensamiento automático y busco un análisis que supere la capa superficial con la que interpreto la realidad, surgen otras cuestiones. ¿Acaso esa gestión estatal no está llevada a cabo por el mismo equipo de gobierno que, entre otras infinitas perlas, recorta continuamente en sanidad mientras solo en el año pasado gastó el 40% más de lo presupuestado en gasto militar? ¿No habría otras maneras de gestionar la sanidad que no dependiera de la decisión de gobiernos que superponen la muerte a la vida? ¿Realmente no podría haber sistemas de salud autogestionados por y para la gente? De hecho, sabemos que sí, que han existido y que siguen existiendo. La cuestión es que, históricamente, los intentos de organización de grupos sociales que propusieron una gestión horizontal de los recursos necesarios para la vida y que cuestionaron realmente al Poder, han sido brutalmente reprimidos, aniquilados o borrados de la faz de la historia como si nunca hubiesen existido; o demonizados y transmutado a «diablxs comeniñxs» o «a locxs quemafábricas». O, y no sé qué es peor, fagocitados sibilinamente por las estrategias de los poderosos que imponen las reglas y como mucho permiten llegar a «amabilizarlas» temporalmente.
Pero aun así se empeñan, en el mejor de los casos, en situar las propuestas libertarias en lugares «utópicos» aun y cuando nunca se ha permitido que fueran posibles. Mientras, en esta sociedad del simulacro, se afanan en querernos hacer pensar que el «asalto al palacio de invierno», que «la toma del Poder», nos va a conducir al mundo deseado. Parece que se olvida que de esto sí que ha habido numerosas experiencias que una y otra vez han mostrado lo que tiene de falacia la propuesta.
Y en esas diatribas la cabeza me lleva a pensar en El Topo, una pequeña experiencia autogestionada. Reconozco la tranquilidad que me genera sentir que El Topo no pretende «durar para siempre», solo mientras el proyecto resulte satisfactorio. Que nos reconocemos como un laboratorio, una experiencia que, aunque sea Temporalmente, se mantendrá como Zona Autónoma. Que nuestro objetivo no es crecer, ni lo será nunca; y que quiere existir en este mundo, no en la idea de otro mundo, un mundo visionario nacido de una totalización falsa que no es sino pura fantasía. Demostrando con su hacer lo que de posible tiene lo que nos imponen como imposible.
PD: El Topo no se vende.