nº13 | construyendo posibles

La fuerza de la ciudadanía traspasa las fronteras impuestas

La crisis humanitaria vivida por las personas sirias que morían o sufrían situaciones extremas a las puertas de la «Europa de los derechos humanos» y que generó gran interés el pasado septiembre, no ha pasado desapercibida para nadie.

Tristemente, el revuelo mediático pasó ya a un segundo orden, sin que esas personas hayan mejorado su situación ni tengamos información de los pasos que se están dando. Sin embargo, no podemos perder de vista los movimientos institucionales y ciudadanos que se están produciendo y preguntarnos por sus consecuencias.

Sin duda esta tragedia hizo reaccionar a toda Europa, pero… ¿qué hay de diferente en esta ocasión a tantas otras noticias de muertes a las puertas de la Europa fortaleza? Podríamos pensar (algo ingenuamente) que ha sido la gota que ha colmado el vaso y que por fin Europa ha reaccionado tras años de tragedias en sus fronteras, o que esta vez los medios han mostrado una imagen tan cruenta y explícita que la ciudadanía europea y sus líderes no puedan seguir mirando hacia otro lado. Sin embargo, este supuesto giro «humano» en las políticas migratorias queda en contradicho cuando asistimos atónit*s a la decisión de la jueza del caso de las quince muertes de migrantes producidas el pasado 14 de febrero en Tarajal, que ha exculpado a los guardias civiles y responsabilizado a l*s migrantes. ¿Será que en esta situación confluyen otros intereses no mostrados?

Una respuesta insuficiente y un proceso opaco

Sin dejar de reclamar la reacción ante la situación de las personas sirias, como plataforma no queremos dejar de llamar la atención sobre los riesgos de este proceso y hacer hincapié en algunos elementos. En primer lugar, la respuesta de Europa es a todas luces tardía e insuficiente, tanto en número como en procedimiento. Las cuotas establecidas están lejos de dar respuesta y de agotar la capacidad real de acogida del continente. El número de personas sirias desplazadas se estima en cuatro millones y la acogida prevista para toda Europa será solo de 120 000 —la cuota para España es de 17 680 personas en dos años— sin saber el destino que correrán el resto.

La respuesta de Europa es a todas luces tardía e insuficiente, tanto en número como en procedimiento

El proceso, a su vez, está siendo opaco y al margen del movimiento de reacción ciudadano que está forjando procesos de autorganización en muchos municipios para responder a la situación. Poniendo como caso Sevilla, mientras son innumerables las iniciativas ciudadanas (desde redes de coordinación a la declaración de facultades como zonas de refugio), es inaccesible la información para conocer la previsión de personas que llegarán a nuestro municipio, el proceso que se seguirá y si se resolverán problemas cruciales de atención a estas personas. Tras una primera reacción del Ayuntamiento, a día de hoy este ha paralizado la declaración de «Sevilla como ciudad refugio» y el proceso de coordinación, culpando al Gobierno central y aduciendo que este no está proporcionando información. Tal es el nivel de opacidad que, tras varios intentos por parte de la Plataforma de demandar más información, igual se nos habla de la llegada de casi 1000 solo a la ciudad de Sevilla, que de solo sesenta personas a toda Andalucía según las últimas referencias.

Por otro lado, esta propuesta de cuota no conlleva un cuestionamiento del proceso de asilo que en la actualidad desarrolla el Estado español, quien de forma reiterada ha bloqueado el acceso a este. En 2014, ante las 6000 solicitudes presentadas, denegó el 75%; del 25% restante, no alcanzaron el 7% las que merecieron la condición de refugiado (el otro 18 % se derivó a protección internacional subsidiaria). Por otro lado, encontramos que los puestos habilitados en Ceuta y Melilla son inaccesibles. A esto se añade la limitación de la libertad de tránsito únicamente a estos territorios a las personas que solicitan en dichas ciudades el asilo (quedando retenidas durante largos periodos sin poder acceder a la península).

Otra flagrante carencia es la inexistencia del reglamento que desarrolle y comprometa acciones de la Ley de Asilo. A esto debemos sumar las innumerables carencias en el sistema de atención a personas refugiadas, que van desde un proceso angustiante que conlleva retrasos y renovaciones continuas cada seis meses (lo que genera una gran inestabilidad personal, pudiendo desestimarse y encontrarse en situación irregular de forma inmediata a la notificación), a la precariedad de los recursos destinados. Finalmente, este proceso de cuestionamiento del derecho de asilo traspasa los límites estatales para requerir una revisión conjunta a nivel europeo, con elementos claves como los acuerdos de Dublín III, que limitan la libertad y accesibilidad del proceso de demanda de asilo obligando a realizarlo en el primer país de paso y no en atención al proyecto migratorio.

Una nueva vuelta de tuerca: mantener las violaciones de derechos y crear inmigrantes buen*s y mal*s mientras se aparenta un gran altruismo

Muchas personas, llevadas por razones nobles, se sienten contentas con la reacción de Europa y aplauden que sus gobernantes aparezcan como más humanos y justos. Esto se ha logrado gracias al despliegue mediático que ha cubierto la barbarie vivida por el pueblo sirio en las fronteras y la respuesta europea, que hoy parece haber dejado de ser noticia, sin que sepamos del proceso o cómo se van a afrontar las condiciones extremas que sufrirán con la llegada del invierno los millones de personas que quedarán fuera de las cuotas previstas. Desde Somos Migrantes apoyamos la respuesta ante la situación del pueblo sirio pero cuestionamos diversos elementos que hacen que esta acción repercuta en el mantenimiento de una política migratoria cruel y asesina.

¿Cómo puede el Estado español plantear la acogida de ciertas personas mientras viola sistemáticamente los derechos humanos de personas en sus propias fronteras y querer mostrarse como país de acogida? ¿Por qué personas refugiadas de otras regiones como África, que huyen de conflictos, deben jugarse la vida y exponerse a fallecer en el mar, acuchillad*s en las vallas o por la respuesta de fuerzas como la Guardia Civil en el caso del Tarajal? ¿En base a qué criterios de derechos humanos se decide qué conflicto es legítimo y cuál no, o qué motivo podemos aceptar como lícito para que una persona quiera luchar por su vida y la de sus familias?

Este juego peligroso de considerar a unas personas merecedoras de derechos fundamentales y otras no, debe hacer que nos revolvamos desde lo más profundo de nuestra humanidad. ¿Acaso quienes huyen tras haber sido expulsadas de sus tierras por fuerzas militares que protegen a multinacionales explotadoras de yacimientos petrolíferos o minerales no tienen motivos suficientes para querer luchar por sus vidas? En la actualidad, el Gobierno español está retirando los permisos de asilo a compañer*s de Costa de Marfil que vivieron un proceso de guerra civil y huyeron por riesgo a morir por haber defendido sus ideas; hace apenas dos años que finalizó el conflicto y el Gobierno español considera que ya es hora de volver. No, realmente esto no es un proceso que cuestione la política migratoria europea y española. Todo lo contrario, se avanza en flagrantes violaciones de derecho como las devoluciones en caliente legalizadas con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana.

¿Cómo puede el Estado español plantear la acogida de ciertas personas mientras viola sistemáticamente los derechos humanos de personas en sus propias fronteras y querer mostrarse como país de acogida?

Esto nos lleva como plataforma a cuestionarnos qué otros movimientos se están produciendo. Así, en las reuniones que hemos mantenido encontramos testimonios de personas sirias que nos reclaman hablar sobre el conflicto, hacer una llamada a pararlo y volver a gritar «NO a la guerra». Nos explican que su deseo ha sido quedarse en su tierra, no venir, pero que ven cómo sus ciudades se van vaciando, dejando juego libre a opresores y extranjeros (situación que nos resulta familiar al ver cómo un país es arrasado por un conflicto y su población expulsada dando paso a la ocupación y el manejo extranjero). Una vez más, asistimos a planteamientos que obvian las causas y omiten hablar sobre el origen del desplazamiento y el lucrativo mercado de la guerra, o a quién interesa Siria sin las sirias y sirios.

Pero aún queda un golpe maestro más… ¿Qué ha llevado a que Alemania se convierta ahora en el adalid de la acogida y en el motor de toda la Europa «acogedora» unida? Si atendemos a las declaraciones de la brillante Merkel, quizás no tengamos que plantearnos mucho más. Tal y como ella misma expone, la propuesta es acoger por un lado estas cuotas mientras se expulsan de forma contundente a las personas que «no cumplan el perfil de refugiad*», más concretamente «migrantes económicos». A esto sumamos su unión junto a los gobiernos de Francia y España de ser implacables con los inmigrantes «ilegales», una situación sobrevenida para muchas personas que tenían regularizada su situación administrativa pero que con la crisis y la imposibilidad de encontrar empleo se han visto empujadas nuevamente a la irregularidad, por incumplir el requisito de cotización. Otras propuestas, en línea con esta «mano dura», son el refuerzo de las devoluciones inmediatas en frontera, incrementar el apoyo a Frontex para convertirlo en un cuerpo de vigilantes con carácter privado y continuar la externalización de fronteras usando a países como Turquía1.

Superar las fronteras impuestas a través de la acción ciudadana

Pero en este proceso debemos llenarnos de energía y orgullo porque, una vez más, la ciudadanía no se limita a seguir las directrices de sus gobiernos y reacciona ante un mundo injusto. A pesar de la batalla sin escrúpulos que se ha mantenido contra la migración (tanto directamente, con políticas inhumanas, como mediáticamente, buscando hacerla culpable de la crisis económica o sistémica), son miles las iniciativas de personas, organizaciones y ciudades que han querido reaccionar ante la tragedia. En las reuniones de la plataforma han sido muchas las personas que han expresado su indignación y dolor ante las imágenes del sufrimiento a las puertas de nuestros Estados. Son múltiples los municipios declarados ciudad-refugio, las personas coordinadas para hacer llegar recursos a personas en asentamientos fronterizos, las que están ofreciendo sus casas o su disponibilidad para acompañar la acogida a nivel tanto material como personal. Este proceso muestra un interés por superar las fronteras físicas y mentales que nos hacen ver a la otra como diferente para centrarse en el apoyo y la ayuda mutua, incluso cuando los propios contextos son de carestía y lucha cotidiana.

Una vez más, las instituciones son más parcas y lentas que la respuesta ciudadana y es importante que estas prácticas se consoliden y trabajen al margen de los procesos institucionales. Por un lado, esto permitirá traspasar las barreras impuestas, no limitándose a lo gubernamentalmente reconocido como derecho, sino a considerar como tales aquellas situaciones reclamadas por la ciudadanía a través de procesos de lucha que suponen una vivencia de dignidad2. Por otro, esos procesos pueden provocar la transformación de marcos institucionales por la presión ciudadana y el recordatorio de que las estructuras estatales tienen solo razón de ser como instrumentos al servicio de los pueblos.

Una vez más, las instituciones son más parcas y lentas que la respuesta ciudadana y es importante que estas prácticas se consoliden y trabajen al margen de los procesos institucionales

Si las instituciones no responden, debemos organizarnos nosotr*s y generar canales, al tiempo que debemos exigir la transparencia y la incorporación de medidas en el proceso. ¿Debemos aceptar que la acogida sea solo de 60 personas en toda Andalucía —como han llegado informaciones— si la fuerza ciudadana da para mucho más y existen personas que lo necesitan? Desde la Plataforma pensamos que debemos fijar la mirada (y la actuación) no solo en aquellas personas que se encuentran en fronteras lejanas sino, también, en todas aquellas que sufren vulneración de sus derechos dentro de nuestras fronteras en Ceuta y Melilla, en los centros de internamiento y temporales en Andalucía. Todas ellas deben ser bienvenidas. ¿Acaso el movimiento de vivienda esperó a la respuesta institucional ante la crisis existente y que hubiera ocurrido si se hubiera mantenido dentro de sus límites?

Es el momento de aprovechar esa energía para ir mucho más allá de esta crisis y, entre todas, cuestionar el sistema migratorio desde la política de fronteras, a la situación en el contexto de crisis o la violación de derechos que supone la Ley de Extranjería. Es el momento de plantearnos una respuesta ciudadana con todas las personas que sufren estas políticas en Andalucía y en Sevilla con quienes comenzar otra forma de relación vecinal y de apoyo mutuo. Debemos cuestionarnos dinámicas que hacen que en procesos de movilización en los barrios (desde el 15M hasta ahora) no se cuente con la presencia de vecin*s que un día vinieron de otro lugar pero que ya hace tiempo que son ciudadanía sevillana. Tenemos la oportunidad de compartir con ellas otras formas de entender el mundo, de organizarse, relacionarse y debatir sobre temas comunes como la educación, la vivienda o la economía.

La Plataforma Somos Migrantes continuará su trabajo uniendo fuerzas con cuantas iniciativas se produzcan y centrando sus acciones en el análisis de las causas, la denuncia de las políticas inhumanas de los gobiernos, el desarrollo de jornadas formativas y de articulación ciudadana donde analizar la situación y las propuestas de acción, el trabajo en red con otras ciudades-refugio y el apoyo a personas refugiadas y migrantes.
 

1 Estas declaraciones han sido publicadas en múltiples medios de comunicación:

http://www.lmcordoba.com.ar/nota/218927_merkel-expulsara-de-alemania-a-inmigrantes-con-certificado-de-pobreza-; http://www.huffingtonpost.es/2015/10/14/deportacion-migrantes-ue_n_8292318.html

2Como expuso Joaquín Herrera Flores, los derechos humanos son las conquistas de la dignidad humana .

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La moneda Puma comenzóa gestarse en septiembre de 2011 a partir de un Taller organizado por la Red de Decrecimiento de Sevilla, e impartido por Julio Gisberten la Casa Grande del Pumarejo.

A partir de este momento y hasta marzo de 2012, fecha en que comienzan a circular y funcionar los pumas, se constituyó un grupo motor que impulsó diferentes encuentros y talleres y diseñó de manera abierta, horizontal y participativa con su entorno cómo sería la moneda Puma.