nº69 | política global

La travesía hacia Gaza

Mareas corporales de resistencia

Dimensión histórica y simbólica

Desde el comienzo de la marcha a Gaza en Egipto, a la que le siguió la organización internacional que sí pudo llevarse a cabo en Túnez, la marea humanitaria no pudo detenerse, desembocando e inscribiéndose en la historia, a través de barcos, veleros y la potencia infinita que tiene el territorio de Poseidón. Así fue como surgió la idea de continuar con un movimiento que insistiera en romper el bloqueo impuesto por Israel, esta vez, por mar. Fue una lucha por los cuatro elementos. Por tierra, el ejército egipcio lo prohibió. Luego España y sus «limosnas» aéreas de ayuda humanitaria tampoco hicieron efecto, algo con lo que no estábamos de acuerdo como población civil, por lo que el mar era también una posibilidad. Más allá de una sola acción, la intención era despertar al mundo, crear consciencia e intentar, una vez más, proteger al pueblo palestino. Por la misma razón, navegar hacia Gaza no era solo cruzar un mar físico, era desafiar la violencia que se ha intentado silenciar durante décadas y que el Derecho Internacional ha dejado completamente impune. Y es que el cuarto elemento, lamentablemente, ha sido el del fuego y las bombas que estallan sobre los cuerpos palestinos, sobre sus sueños y sobre todo intento de vida. Ese elemento que simbolizaba la fuerza vital de la acción colectiva era, a su vez, un fuego destructivo de Israel.

Experiencia vivida en el velero SREREBRO 2

La flotilla estaba ya completa y las tareas de preparación para ir a Gaza eran múltiples, tanto en tierra como en mar. Sin embargo, el deseo de terminar con el genocidio por parte de muchas personas y de quienes habíamos asistido a la Marcha Global convocada en Egipto, seguía creciendo. Debíamos prepararnos emocional, física y psicológicamente, fuese cual fuese nuestra misión. Cada persona importaba, las funciones eran diversas, pero en conjunto serían más sostenibles de acuerdo a un objetivo común. La organización estaba buscando recursos, reparaciones de los barcos, alimento, medicinas y todo lo necesario para llegar a Palestina por las aguas mediterráneas.

Éramos tantas las personas que queríamos participar, que la motivación, la energía, y el amor, generaban situaciones realmente extraordinarias. De esta manera, fue como en Italia (Palermo), y luego de perder un ferry, decidimos con Kris y Jaime, continuar en la búsqueda de una alternativa para dirigirnos a Túnez. Llegamos al puerto y de manera simbólica, casi en un acto de psicomagia, como diría Jodorowsky, deseamos encontrar un velero para nuestra travesía. La ley de la atracción se hizo presente y apareció Silvio Brenken, «El capitán», quien en un acto de humanidad y desde la apertura más grande de corazón nos abrió las puertas de su hogar, el SREREBRO 2, para navegar y apoyar a la flotilla junto a tres desconocides: nosotres.

Luego de una larga travesía, cruzando desde Italia a Túnez, llegamos donde estaban el resto de los barcos y nos bautizaron como «observadores oficiales». Éramos realmente el barco pirata, quienes no obedecen las leyes impuestas de un régimen, en este caso, sionista. Intentamos desafiar el orden geopolítico de ocupación ilegal, sin usar una fuerza militar, apelando a nuestra naturaleza humana. Por lo mismo, comprendimos que, en este caso, no era una piratería criminal sino, muy por el contrario, una negación a la sumisión política y ética frente a uno de los delitos más grandes de la historia humana.

Todo el trabajo que realizamos fue colectivo: quienes organizaban los recursos a bordo, quienes estaban preocupades de la parte legal, les que atendían cada detalle… Ya no había tiempo y lo que se hiciera valía la pena. Sabíamos que éramos meros transmisores de mensajes. Lo nuestro, anécdotas y experiencia; lo importante, la vida de un pueblo que sigue siendo abusado y cuya esperanza de sobrevivir está cada vez más lejana.

Nuestro trayecto terminó en Gozo, no en Gaza, como pretendíamos, en una isla al lado de Malta. Factores médicos y mecánicos nos impidieron a muches seguir avanzando. Otres llegaron y les encerraron en las cárceles israelís. Lo que vivieron, no fue menor, sin embargo, no hay comparación con lo que el pueblo palestino ha soportado durante décadas. Porque esto no se trata de nosotres. Se trata de no dejar de hablar de Palestina, de entender cuál es el objetivo y, aunque nos quieran silenciar, buscar alternativas que mantengan la organización civil internacional y, de una vez por todas, terminar con este régimen dictatorial y de violencia absoluta.

Impacto y reflexiones posteriores

Navegar no fue un acto romántico o simplemente una experiencia. Fue desprenderse, comprender nuestras fragilidades y la fuerza interior que mueve el alma de estos cuerpos. Fue percibir y entender que es imposible ver el dolor ajeno sin que duela y no hacer algo al respecto. Sentirse muerte, ligere, aceptando que es lo único que tenemos claro en la vida, que vamos a morir. No aceptar la violencia que sufre el pueblo palestino, mientras estamos vives, es evocar la vida en su totalidad. Porque vivir no es solo el acto de respirar, implica tener derecho a la vida. Y la muerte no es solo el momento en el que el corazón deja de latir, es también vivir sin dignidad, sin justicia, sin alimento o abrigo; una muerte lenta, cruel, repleta de torturas que matan el alma, el disfrute y toda sensación de existencia. Lo triste es saber que, más que nunca, parece que estamos inertes a una realidad tan terrible y vergonzosa, mientras el mundo sigue su rumbo. A pesar de todo esto, la memoria, la identidad y la resistencia, no permitirán que el pueblo palestino sea olvidado. Cada niñe, cada persona, después de esta masacre, permanecerá más viva que nunca, dejando un precedente de lo que somos capaces de permitir.

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