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nº68 | entrevista

La escritura como ejercicio de liberación y de resistencia

Entrevista a Sara Herrera Peralta

Poeta, narradora e investigadora, presenta Me fui como una tormenta (ed. Consonni) y El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo (ed. La Bella Varsovia) ambas inspiradas en Louise Bourgeois. Su creación de bordados y la oda que le acompañaban le movieron a investigar, leer sobre su vida y creación. Mientras, ella también le iba sugiriendo sus poemas propios, a modo de entradas de diarios, así como estudios de postgrados que también desarrolló en torno a Louise Bourgeois.

¿Cómo conectas con Louise?

Tengo una pasión por su obra en general, pero hace quince años visité una exposición suya muy pequeñita en París «Louise Bourgeois: yo, Eugénie Grandet» en la Maison de Balzac. Eugenie Grandet es una de las protagonistas de la obra de Balzac y tenía mucha similitud con Louise, sobre todo, en el trabajo doméstico, la relación con un padre tiránico.

En esta exposición Bourgeois preparó, además de algunos dibujos, dieciséis piezas de bordado sobre paños de cocina y pañuelos. Eso me impresionó muchísimo porque nada más político que crear una obra de arte a partir de un paño de cocina que representa ese espacio y tareas domésticas. Pero lo que me provocó conmoción fue que junto a los bordados acompañó a cada pieza de una oda que iba relatando todo lo que ella oía desde el interior de la casa: el piar de los pájaros, la gota que cae del techo, el cartero que pasa… mientras que ella estaba dentro y se ocupaba de las tareas domésticas, no dejaba de crear.

Comencé a investigar sobre su obra y comprendí que ella siempre había utilizado la escritura como una forma más de todas sus disciplinas artísticas. Escribió desde los once años, textos que la mayoría del gran público no conoce y que no se han abordado tanto por la crítica. Gran parte del trabajo creativo de la artista es un trabajo sobre la memoria.

Louise Bourgeois conoció el éxito muy al final de su vida. Fue madre de tres hijos y una mujer que se peleó toda su vida por crear, a pesar de las circunstancias. Me llamó la atención que la última exposición que preparó en vida abordara la creación y el espacio doméstico en el que la obra artística se desarrolla. Eso me sirvió, con mucha evidencia, para cruzar lo inevitable que es que la vida interfiera en el ejercicio de la escritura.

¿Cómo surge esta idea de diálogo con ella en tu obra?

Un tiempo después, me mudé de París a una zona rural del sur de Francia. Me quedé embarazada de mi primer hijo y posteriormente de mi hija. Experimenté yo misma el paso por dos embarazos, dos puerperios, la falta de tiempo para poder dedicar a la escritura, tratando de compaginar la crianza con las tareas domésticas y un trabajo de jornada completa. La figura y la obra de Louise siguieron en mi cabeza, así que me busqué la excusa de estudiar en la universidad sobre su obra, concretamente la escrita y la textil, porque sabía que sino no encontraría el tiempo que necesitaba.

A medida que iba avanzando en la investigación académica, escribía poemas y entradas de diario que ahora componen la novela junto a parte de la investigación académica. El diálogo se establece porque lo que yo estaba encontrando con respecto a su forma de crear y sus circunstancias frente a la creación, las dificultades frente a la creación, o incluso la elección de los materiales, eran muy similares a la mayoría de las mujeres, porque pienso que nos seguimos enfrentando a una serie de dificultades que, lejos de desaparecer, incrementan.

Incorporadas al mercado laboral, tratar de compaginar crianza, trabajo doméstico y creación, es un puzzle costoso y que necesita algún tipo de sacrificio. Al final, para mí, el diálogo fue evidente. La escritura de la novela quiso ser una forma de reflejar la búsqueda que inicié para comprender mejor el trabajo creativo de Bourgeois. El poemario, el diálogo que me permití tener con ella. Ambos libros forman parte de un mismo proyecto.

¿Cómo vives la escritura?

Yo siempre reclamo en el ejercicio de escritura mucha libertad, no quiero que algún día algo interfiera en ella porque la creo necesaria para la autenticidad de un proyecto literario y, reconozco que me tomé toda la libertad que quise con las dos partes, con el diálogo y con la búsqueda. Se sale de lo tradicional, de una investigación académica pura y dura, y trato de hilar esas circunstancias íntimas que interfirieron con la investigación y posteriormente, con la escritura.

Sabemos que te gusta el collage…

Me encanta el collage y hacer uso de esta herramienta creativa me permitía obtener esa libertad de la que hablaba antes. Poder salirme un poco de las etiquetas, ser más osada, también del género literario propiamente dicho. Pero también me servía utilizar la imagen o el vídeo para dar continuidad a eso que estaba contando a través de la obra de Bourgeois. Fue una artista multifacética que escribió, bordó, grabó, esculpió, dibujó y presentó instalaciones artísticas maravillosas.

Me permitió hacer también un cierto paralelismo con esa obra que yo estaba investigando y descubriendo y que me había fascinado. Quise comprender también que todo eso era una verdadera riqueza y que no era sólo un ejercicio de escritura, porque los procesos de investigación y escritura se alinearon. Entonces fue cuando me interrogué acerca del gesto del bordado y del gesto de la escritura, ya que ambos guardan relación en cuanto al tempo, el silencio, la pausa.

En tus libros la esperanza del cambio en la sociedad la representa la infancia.

La figura de los niños va tirando de esa búsqueda íntima, a través de la genealogía, pero también es simbólica en cuanto que, a través de la creación, se pone sobre la mesa la pregunta «¿qué estamos haciendo con este mundo?» Y yo creo que, el arte y la creación, tienen un papel importante para hacernos ese tipo de preguntas e, incluso, para intervenir y lanzar un mensaje sobre todos esos temas que están también ahí, aunque se alejen un poco del gesto del bordado y de la escritura y que, pese a todo, tiran también del hilo de la obra de Louise Bourgeois, como pueden ser la crisis climática, los conflictos bélicos o el auge de la extrema derecha (a pesar de tener recientes tantísimas cosas en muchos países europeos). Por eso me interesé por la obra de distintas artistas polifacéticas, no sólo Louise Bourgeois, sino otras como Etel Adnan o Violeta Parra.

Me preocupa el mundo en el que vivimos. Me considero principalmente poeta, no narradora, y como poeta creo que además de utilizar la poesía para comunicame conmigo misma y con los demás, las poetas deben ser conscientes del tiempo y del espacio en el mundo en el que viven. Considero la poesía un espacio de libertad que no encuentro en lo real y me parece un vehículo propicio para las preguntas, como la de preguntarnos qué estamos haciendo con el planeta en el que vivimos o por qué no se acaban ciertos conflictos bélicos. Con la simbología de los niños quería trabajar esa preocupación acerca del planeta y la humanidad, tanto por la crisis climática como por los conflictos actuales. Me da terror la amnesia, tanto la individual como la colectiva.

Entonces, entretejes tu obra con las voces de otras autoras.

Sí, porque quería concentrarme en la voz y en la obra de Bourgeois pero a la vez quería hablar de forma general de muchas otras artistas. Ellas conocieron, aunque fuera tarde, el éxito alguna vez, pero ¿cuántas hay que escribieron y crearon en la sombra? La mayoría, y sigue pasando hoy.

Quería poner sobre la mesa el tema alrededor de las dificultades que siempre se han encontrado, y se siguen encontrando, las creadoras, respecto a la publicación, la difusión o la representación en círculos y espacios culturales o educativos.

Personalmente, experimenté un rechazo editorial con el argumento de que el tema de la maternidad no encajaba al equipo de edición. ¿Por qué no encaja este tema y encajan muchos otros, como el del duelo, la enfermedad o el exilio? Ahí nos damos cuenta de que seguimos teniendo ciertos frenos por el mero hecho de ser mujer. Me interesaba mostrar cómo la propia experiencia se trasladaba a la trama, al argumento, al hilo de mi historia.

En tus obras propones una maternidad atravesada por el arte y, además, una figura materna cuidadora no solo de hijos sino también de sus mayores.

Mi intención no era tanto centrarme en la dificultad de la mujer como creadora frente a la maternidad o las tareas domésticas, sino mostrar que son el sistema y los gobiernos quienes nos dificultan aún más la conciliación, al no tener acceso a ciertas cosas.

La anécdota del editor continúa conmigo, necesitando el espacio de un fin de semana para reflexionar, un espacio y un tiempo que me permita crear. Busco entonces por internet una residencia de artistas para familias o para mujeres con hijos y no la encuentro. Así que se trata de una cuestión sistémica, donde nos queda muchísimo por delante para que podamos tener las mismas oportunidades frente a la creación. Partiendo de la base, por supuesto, de que poder crear es un lujo en el mundo de desigualdades que habitamos.

Tus obras son claramente autoficcionadas, al leerlas es como si ya te conociéramos, ¿cómo las vives?

Reconozco en la autoficción que no soy tan libre como me gustaría, por respeto a las personas que amo. Probablemente contaría más cosas que no hago por respeto, pero en cuanto a mis propias vivencias, el pudor se me quedó atrás hace tiempo, porque tiene más peso el mensaje que quiero transmitir. El foco debe estar en cómo hacemos literatura con la propia experiencia. No se trata de vomitar el trauma y contar mi vida, que considero que no le interesa a nadie, se trata de comprender qué aspecto individual puede convertirse en algo colectivo, universal.

Para mí también es una máxima no pensar tanto en que voy a publicar, pero sí en darle valor a mi historia…

Hay que pelear, de verdad, por darle el valor que tiene a la escritura y, sobre todo, no bajar los brazos. Cuando empecé a publicar no conocía a nadie, absolutamente nadie, en ninguna editorial, no conocía los circuitos, pero a fuerza de sentirlo una necesidad, me abrí camino. Yo creo que al final, cuando se pone tanto empeño en algo, y cuando una está tan convencida de algo, al final siempre se consigue (con algo de suerte y mucho trabajo y tesón).

¿Cómo ves el mundo editorial a día de hoy y de la mano de autoras?

Creo que estamos en un momento bueno, afortunadamente. Independientemente de ciertas modas, hay una tendencia a hacer más caso a las mujeres que escriben, a publicar sus libros, a hablar de ellos en los medios, en los espacios tan necesarios de las librerías.

Sin embargo, observo ciertas trampas, a veces ligadas precisamente a las modas. Se nos da voz y se nos da espacio pero se nos ataca más, tratándose del mismo tema, que a los hombres. Un ejemplo claro me parece precisamente el de la maternidad. El escritor que acaba de ser padre y escribe un texto autoficcional, suele ser aplaudido. Sin embargo, la mujer que hace lo mismo corre el riesgo de que se le haga la reflexión de «otro libro más sobre maternidad y crianza».

Es un arma de doble filo. Trato de ser optimista, pero es dificilísimo romper con todas las costumbres, los vicios de un sistema, sobre todo cuando es deliberado. Creo que seguimos siendo castigadas en algún punto, por imperceptible que sea, porque seguimos sin ser dominantes dentro del circuito editorial. No es una excepción ni un caso raro. Al fin y al cabo, seguimos siendo maltratadas, silenciadas y manipuladas incluso en sistemas considerados democráticos.

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