nº4 | política local

La Torre Cajasol, un gran dislate urbano

Estos años atrás se han promovido en Sevilla varias actuaciones urbanísticas de las llamadas «emblemáticas». De esas que, al margen de su beneficio social «tangible», su coste y sus implicaciones, dicen buscarse por su imagen epatante, capaz de convertirse en icono que proyecte de la ciudad una imagen de progreso y modernidad, atrayendo inversiones y visitantes. La clásica muletilla-vaselina de la creación de puestos de trabajo también va en el «kit comunicativo».

«Las setas» de la Encarnación, la biblioteca del Prado y la Torre Cajasol (o Pelli) son ejemplos de ello. Y buena parte de lo que expondremos puede ser de aplicación, con matices, a estas tres (y otras muchas) operaciones «emblemáticas». Pero aquí nos centraremos en el rascacielos que están alzando en la isla de la Cartuja y a la operación urbanística donde este se incluye.

Y es que hay sobradas razones para oponerse a este complejo de oficinas, comercial y de ocio llamado Puerto Triana, con su rascacielos-estandarte de casi 180 m de altura. Una labor en la que se ha esforzado la Plataforma Ciudadana Contra la Torre Cajasol ¡Túmbala!1, nacida en 2009, que aglutina una veintena de entidades sociales: patrimonialistas, ecologistas, universitarias, vecinales… Y que se ha basado en argumentos como los que apuntamos a continuación.

 

Cuestión patrimonial

En relación con la cuestión patrimonial, ¡Túmbala! ha estado en total sintonía con el informe que en noviembre de 2008 emitió Icomos —la entidad que asesora a la Unesco (ONU) en materia de patrimonio cultural— donde señalaba con rotundidad que esta torre amenaza los valores paisajísticos del área donde se hallan los edificios sevillanos declarados Patrimonio Mundial: Catedral, Archivo de Indias y Alcázares. El informe pedía que el proyecto se reformulara y recomendaba a la Unesco la inclusión de esos bienes en la Lista de Patrimonio Mundial en Peligro.

Las peticiones de la Unesco de que el proyecto se parara y reconsiderara, así como la posibilidad de que Sevilla entrara en tan deshonrosa lista, se dieron durante cuatro años. Mientras, la torre seguía alzándose. Finalmente, en junio de 2012, dicha institución terminó «claudicando», al dejar ya de pedir la paralización y descartar incluirnos en esa «lista negra». No sin antes volver a señalar la inadecuación de tamaña torre en ese enclave y censurar la falta de consultas y debates, así como la política de hechos consumados perpetrada por promotores y administradores.

La movilidad

En cuanto a la movilidad, este complejo —que albergará un aparcamiento de 4000 plazas— generará un grave impacto sobre el tráfico en uno de los nudos del viario metropolitano ya más tensionado. A medio plazo, ello determinará la ampliación de las infraestructuras de movilidad en la zona, repitiéndose una vez más la jugada: gasto público para financiar beneficios privados.

Sin ir más lejos, asistimos ahora a la pretensión del Ayuntamiento de que la pasarela peatonal prevista sobre el río, cerca de la gasolinera de Torneo, sea un puente rodado de cuatro carriles para «aliviar» lo que se nos viene encima. Una «solución», por lo demás, que no resolverá nada, como advierten las especialistas.

Incumplimiento de normativas

Con relación al incumplimiento de normativas, las razones de crítica tampoco son baladíes; ni pocas: con ellas se elaboró el prolijo informe Libro Negro de la Torre Pelli2, de más de 100 páginas, en el que especialistas analizaban la actuación a la luz de la legislación urbanística y patrimonial. Y el panorama era, es, desolador, dado el cúmulo de alegalidades, cuando no flagrantes ilegalidades que arrastra este proyecto.

Pero, en esta materia, hay una razón de razones: que dicha burla la hayan efectuado los propios órganos y responsables que han de velar por el cumplimiento de las normas. Unas normas que estos aplican con rigor al personal de a pie, pero que resultan papel mojado cuando quien está por medio «don Dinero, poderoso caballero»…

A nadie pareció importarle que la altura prevista exceda en diez veces la permitida por el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU) de Sevilla. Tampoco que la edificabilidad supere la permitida ni que se reduzcan las zonas verdes y equipamientos exigidos, como reconociera la Junta de Andalucía en sus informes.

De nada sirvió poner estas irregularidades en conocimiento de los tribunales: no hubo juez que quisiera entrar en el fondo del asunto, despachándose las varias denuncias por meras cuestiones formales interpretativas.

La ética y la estética

Y también hemos luchado contra esta torre por ética y estética, al pretender imponerle a la ciudad su imagen, que es la de la entidad financiera que la yergue, y que representa la preeminencia de la banca, del capital, sobre todo lo demás. No queremos que este monumento al urbanismo de especulación financiera-inmobiliaria que hemos padecido y que padecemos, se convierta en símbolo e hito omnipresente de la ciudad que compartimos, que deseamos construir colectivamente y que dejaremos a las generaciones por venir.

Hace tiempo que las especialistas en la materia saben que la calidad de vida, la habitabilidad… la «modernidad» de las ciudades no se mide en parámetros ya rancios: altura y número de rascacielos; coches, kilos de basura y consumo energético por habitante… Abracemos en verdad la modernidad midiendo y mejorando otro tipo de indicadores; como el grado de participación cívica; el de reutilización y reciclaje; el respeto de los gobernantes a la ciudadanía; la variedad, calidad y reparto equilibrado de la actividad cultural; el porcentaje de viajes realizados a pie, en bici o en transporte público; el cuidado dado a los patrimonios histórico, ambiental y paisajístico; el porcentaje de espacio y edificios accesibles para cualquier persona…

Mejorar estos indicadores «alternativos» también requiere dedicación, gasto y puestos de trabajo. Pero estas inversiones tendrán una sostenibilidad (ambiental, social y económica) mucho mayor que las empleadas en crear (y recrearnos en) fastuosidad.

Con esta torre, los dirigentes políticos y económicos nos dicen que Sevilla será más «moderna». Pero nuestra ciudad, por esa senda, no es que volverá a llegar tarde y mal a «la modernidad», como en tantas ocasiones: es que no estará más cerca sino más lejos de la misma.

 

1 http://ciudadaniacontralatorrepelli.blogspot.com.es/

2 Este libro te lo puedes descargar directamente desde la página de la plataforma

 

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