nº61 | sostenibili-qué

Cambio climático y mujeres: una cuestión de vulnerabilidades

El cambio climático definido como «el cambio de clima atribuido, directa o indirectamente, a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera global y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante periodos de tiempo comparables» constituye uno de los desafíos más importantes del siglo XXI. Sus impactos varían según las regiones, las generaciones, la edad, las clases sociales, las rentas y los sexos. De acuerdo con los resultados del IPCC, resulta evidente que las poblaciones son ya cada vez más vulnerables, siendo más afectadas las marginales. Cada vez es más incuestionable que las mujeres son más vulnerables que los hombres, en gran medida porque son mayoría entre las personas pobres del mundo y dependen más de los recursos naturales amenazados. En el mundo entero, las mujeres tienen menos acceso que los hombres a los recursos, tales como la tierra, los créditos, las estructuras de toma de decisión, la tecnología, la formación y los servicios de divulgación que reforzarían sus capacidades de adaptación al cambio climático.

Las investigaciones sugieren que, en general, las mujeres tienen más probabilidades de verse afectadas por el cambio climático que los hombres. Eventos como sequías y tormentas socavan la capacidad de las personas para el suministro de alimentos, agua y cuidados infantiles, funciones que, en muchas sociedades, suelen estar a cargo de las mujeres. Y como en el caso de cuidadores, agricultores y líderes de comunidades y organizaciones, desempeñan también funciones cruciales en la respuesta al cambio climático.

Las mujeres son doblemente vulnerables a la amenaza del deterioro del planeta: por empobrecidas y por mujeres, debiéndose la vulnerabilidad de las mujeres ante el cambio climático a la conjunción de varios factores sociales, económicos y culturales. De los 1 300 millones de personas que viven en condiciones de pobreza, el 70% son mujeres. En las regiones urbanas, el 40% de los hogares más pobres son monoparentales y tienen como cabeza de familia a una mujer. Aunque las mujeres desempeñan un papel clave en la producción alimentaria mundial (del 50% al 80%), estas poseen menos del 10% de las tierras. Las mujeres representan un porcentaje importante de las comunidades pobres que dependen de los recursos naturales locales para asegurar sus medios de subsistencia, en particular en las regiones rurales donde ellas cargan con las responsabilidades familiares, tales como el suministro de agua y la recogida de combustibles para la cocción de los alimentos y la calefacción, así como la seguridad alimentaria. En el Oriente Próximo, constituyen la mano de obra agrícola hasta un 50%. En general, se les suele asignar tareas que requieren un trabajo intenso y que necesitan más tiempo, tareas que se ejecutan manualmente o bien con herramientas sencillas. En América Latina y en el Caribe, las mujeres se dedican fundamentalmente a la agricultura de subsistencia; en particular a la horticultura y a la cría de pollos y de otros animales domésticos para el consumo familiar.

Las mujeres no pueden disponer plena y libremente de los bienes y servicios medioambientales, participan raramente en la toma de decisiones y están excluidas de los proyectos de gestión del medioambiente. Pese a ello, el papel de las mujeres no se limita a ser víctimas de los cambios del clima, ya que también pueden desempeñar un papel activo y eficaz en promover métodos de adaptación y de atenuación. La recogida y el almacenamiento de agua, la preservación de alimentos y su racionamiento, y la gestión de los recursos naturales son ámbitos en los que las mujeres son educadas tradicionalmente. En África, por ejemplo, las mujeres mayores —guardianas y garantes de la sabiduría— han heredado su saber tradicional y la experiencia ligados a las alertas rápidas y a la atenuación de los impactos de las catástrofes. Estos saberes y experiencias, que se han transmitido oralmente de generación en generación, podrán contribuir de manera eficaz a mejorar las capacidades de adaptación locales y a mantener los medios de subsistencia de las comunidades.

En condiciones climáticas extremas, como son los periodos de sequía e inundaciones, las mujeres tienen que trabajar más para garantizar sus medios de subsistencia, lo que les deja menos tiempo para dedicarse a la formación y a la educación, al desarrollo de las competencias o a la percepción de ingresos. Su falta de acceso a los recursos y a los procesos de toma de decisiones, junto con su movilidad limitada, les fuerza a vivir en lugares donde el cambio climático les afecta de manera desproporcionada. Como subraya Rossana Cuevas, directora de la Corporación SolJusticia, socio local de Manos Unidas en Ecuador: «Tienen desventajas desde la niñez. Cuando en las familias aumentan las cargas de trabajo derivadas de estos desastres ambientales, son las niñas las que asumen estas cargas y sus planes de vida se ven truncados por la falta de oportunidades y el exceso de carga de trabajo». Esto deriva en una fragilización de la situación de las mujeres, que puede conducir a situaciones de violencia de género sostenidas.

En numerosas sociedades, las normas culturales y las responsabilidades familiares impiden a las mujeres emigrar, buscar un refugio en otros lugares o buscar un empleo cuando sobreviene una catástrofe. Tal situación corre el peligro de volver todavía más pesada la carga que recae, ya de por sí, sobre las mujeres: deben, por ejemplo, recorrer distancias más largas para ir a buscar agua potable y leña. En un buen número de países en desarrollo, las desigualdades existen en numerosos dominios, tales como los derechos del hombre, los derechos políticos y económicos, los derechos a la propiedad de la tierra, las condiciones de vivienda, la violencia, la educación y la salud. Por otra parte, se sabe que los conflictos favorecen la violencia familiar, la intimidación sexual, la trata de personas y las violaciones. Los cambios climáticos serán un factor suplementario de estrés que agravará su vulnerabilidad.

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