Existe una pequeña empresa en Chiclana de la Frontera, Cádiz, cuyo nombre es Panificadora Butron S.L. y que nos cuenta que “nuestra materia prima de gran calidad es la garantía de un producto de primera, hecho para llevar a nuestros clientes nuestro sabor tradicional”. Sin embargo, lo tradicional, no se limita al sabor de sus productos, también se enorgullece de seguir tradiciones empresariales de hace más de dos siglos.
Jornadas que superan las 50 horas semanales, sueldos por debajo del SMI, incumplimiento del derecho a vacaciones o a pagas extras, son algunas de las acciones cotidianas de esta empresa. No es de extrañar pues que alguna trabajadora pida mejoras. Despedida. Tampoco sorprende que algún delegado sindical con un mínimo de decencia pida explicaciones. Despedido.
El capitalismo sigue su curso, la clase trabajadora sigue siendo vapuleada, el medio ambiente sigue estando en manos de quienes lo destruyen y las hordas fascistas campan a sus anchas para dejar claro que su sistema piensa defenderse hasta el final. Todo normal.
Lo que no es tan normal es la respuesta que ha generado este suceso. El día 10 de noviembre 2022, 23 trabajadoras decidieron ir a la huelga indefinida por la readmisión de sus compañeras. 250 días después, siguen siendo ejemplo de solidaridad.
Pero este asunto es mucho más profundo. Se trata de un enfrentamiento donde el capital y la clase trabajadora despliegan todas sus armas. En un lado, una casta familiar que ignora los derechos más básicos, despide a todo aquel que rechiste y llena su fábrica con esquiroles al día siguiente de convocada la huelga. En el otro, las trabajadoras convocadas en una huelga indefinida solidaria no ceden al chantaje empresarial y sobreviven gracias a la existencia de cajas de resistencia creadas por sindicatos y personas afines.
En realidad, esta lucha, como casi todas, acabará en los tribunales. Y es aquí donde la lucha obrera muestra su mayor debilidad. El sindicalismo, visto como la unión de una clase trabajadora a la que por encima de sus diferencias y diversidades la une una misma situación social dentro del marco capitalista, se ha retirado a la defensa del sistema burgués judicial. Esta lucha que tiene lugar en una pequeña población gaditana ha puesto de manifiesto la importancia de la huelga y de las cajas de resistencia como herramientas inseparables de la lucha de clases. Pero de quedarse ahí, de nada habrá servido. Quizá sí, para los casos concretos de las compañeras represaliadas. Pero no para el conjunto social que se siente parte de esa misma clase y lucha.
Necesitamos dar un paso más allá, nos falta la fuerza y la rebeldía suficiente para convocar huelgas solidarias. No son suficiente 23 compañeras de una misma empresa para hacer temblar los fundamentos del capital. Hace falta que las compañeras del resto de las empresas de Chiclana, de Cádiz y del resto del país se proclamen en huelga indefinida hasta la readmisión de 2 compañeras a las que no conocen, pero con las que comparten un mismo devenir histórico. Así fue cómo nuestros antepasados lograron la mayoría de nuestros actuales derechos, haciendo del “si tocan a una nos tocan a todas” una realidad tan palpable que nuestro enemigo no tiene otra opción que ceder y donde su sistema jurídico no tiene más opción que doblegarse a la justicia de una clase consciente que se sabe autónoma y libre.
No quería terminar sin reconocer la poca transcendencia que esta lucha ha tenido en los grandes medios e incluso en aquellos más afines, entre los que este pequeño y libre periódico se posiciona, y que con esta columna quiere resarcirse de más de 250 días de olvido y mostrar todo su apoyo a las compañeras que con tanta dignidad continúan en huelga, hasta que todas sus compañeras sean readmitidas y las condiciones laborales, al menos, cumplan con los estatutos de oficio.