nº57 | construyendo posibles

El Palomar, un hogar para la creación artística en Málaga

Una casa puede ser un cuerpo íntimo donde vaciarse, una guarida de vínculos, un frasquito de alquimia, una enredadera, un oráculo, una galería de performance, una asamblea… Una casa, como una biblioteca, es un espacio donde desplegarse e invitar a personas con las que estrechar vínculos, invocar relaciones futuras que caminan hacia la intimidad, el misterio, el arte, la política.

Hace dos años que vivo en un piso reformado sobre lo que fue un antiguo palomar, situado en la última planta de un viejo edificio en el centro de Málaga. En mi día a día, las palomas —que aún revolotean por el tejado— se convierten en símbolos de paz y espiritualidad y me invitan a reflexionar sobre cómo mi casa es un nido que cobija y que aloja mundos creativos. En esta casa he escrito versos, obras de teatro y redactado infinidad de proyectos para conseguir becas y subvenciones, desplegando mis reflexiones más íntimas. Ahora, todas esas ideas revolotean como palomas mensajeras hasta que un día encuentren el refugio amigo que las cobije. Mientras tanto, atesoro ideas en carpetas de ordenador que, como relicarios, guardan obras de teatro, performances, exposiciones… llenas de misterio, ya que nunca sé lo que me deparan.

Mis obras han dependido siempre de lo que llamamos «sistema del arte», que lejos de ser un reducto de protección y cuidados, se presenta hostil, afectado por la sobrexposición y la competitividad. Sin embargo, la paz de este hogar me ha permitido crear sin destinatario, desarrollar la serie Rituales expandidos, donde la importancia está puesta en la transformación personal y no en la exposición o aprobación externa. Como creadora, la casa me ha permitido transformar las hostilidades artísticas en oportunidades, y los procesos de creación dolorosos en lugares para la magia y el descanso.

Todo esto lo da el epicentro del hogar —el fuego—, que activa también el ámbito del recuerdo, del ensueño, de la imaginación, de la memoria, del privilegio.

Crear sin que el arte tenga que ser un dispendio, honrar el tiempo, saborear la pausa, atender las necesidades personales y artísticas está dando sentido a habitar y a crear. Esta es una de las razones por las que deseo compartir mi palomar con otras artistas o personas que necesiten un espacio de recogimiento, de lectura, de meditación, de creación o de descanso durante unos días. Y es que una casa es siempre la posibilidad de una hoguera, espacio para el hechizo y la sabiduría compartida. Porque ¿qué es el arte sino un lugar mágico donde deshacernos de la cotidianidad para encontrarnos con quien nos mira?

Pienso en por qué la palabra privilegio recorre mi cuerpo una y otra vez como si habitar una casa no fuese un derecho… Aparece una imagen en mi cabeza. En ciudades como Málaga, donde el turismo es horizonte, hay un cíclope que nos recuerda las batallas que luchamos. En ese sentido, habitar una casa se está convirtiendo en una quimera con graves consecuencias. Eliminar de la sociedad los espacios de intimidad y recogimiento merma la posibilidad de construir vínculos, y la casa, manantial de afectividades, es también un lugar para la asamblea. Desde la Antigüedad, el calor del fuego alumbra ideas y calienta malestares para que duelan menos. Eliminar de la sociedad la posibilidad de tener una casa es eliminar la oportunidad de desarrollar un pensamiento propio que ponga en tela de juicio el sistema en el que vivimos, y es también suprimir el modo de crear espacios comunes donde las personas se pasan el mate, el porro, el chocolate… para buscar las estrategias con las que vencer a los cíclopes, que según Homero «no saben de normas de justicia, ni de agricultura», y «no piensan en los otros porque se creen mejores que ellos». Sabemos bien que Odiseo venció al cíclope Polifemo en su guarida, es decir, en su propia casa y no con la fuerza, sino con el ingenio.

Disfrutar de la intimidad del hogar como espacio de reflexión, de silencio y desarrollo creativo ha sido mi horizonte. Durante estos dos años, los cojines de salón han servido de apoyo para la vida, las conversaciones, el coaprendizaje. Aquí he visto nacer obras que estaban dentro de artistas que han desnudado su creatividad para encontrar la forma. En la mayor parte de los casos en vez de producir, de hacer, de accionar, hemos quitado lo que sobra, limpiado, conversado y conseguido una acción conceptual o simbólica que traslada el sentir y que activa el pensar. Así pasó con la pieza Move, de María del Mar Suárez la Chachi, bailaora flamenca contemporánea, que durante una hora taconeó sin parar sobre una tabla mientras se pintaba los labios, poniendo en su taconeo la necesidad de amor, que retumbaba en la sala y nos resonaba a todas.

Desde este lugar de recogimiento, hemos experimentado un nuevo existir que, cual paloma mensajera, relaciona a los artistas con el público no desde la contemplación o la representación, sino desde los vínculos que genera la palabra cuando nos sentamos en el fuego. Las conversaciones después de cada performance son un manantial de sabiduría compartida donde se desvelan tabúes y miedos vinculados al arte y a la vida. La vida, que me ha dado la posibilidad de alquilar una casa que honro, porque honro el esfuerzo y el camino que me ha traído hasta aquí, me recuerda cada día que el verbo habitar, ‘vivir en un lugar’ se ha convertido en un privilegio. Empezar por entender el espacio privado como espacio compartido con otros artistas ha sido disfrutar de una alternativa cultural a los museos, teatros o centros artísticos, asediados por el cíclope Turismo Capitalismo a quién hay que alimentar con pan y circo para que su ojo no nos destruya.

Desde que vivo aquí, pienso en cómo curar a una paloma un ala, o cuál es el camino para engañar a Polifemo y encontrar nuevas formas que nos permitan salir de la precariedad y hacer de los procesos creativos hogares habitables, vivibles. Sueño con un hogar para las artistas donde la precariedad económica no sea la puerta de entrada y en muchas ocasiones el boleto de salida. Pienso en cómo el capitalismo, inventor de necesidades, nos genera también la necesidad de crear, una y otra vez, en una cadena de sueños creativos que ponemos al servicio del mercado, entregando con ellos nuestro cansancio, sacrificando nuestras relaciones afectivas, poniendo en peligro nuestro descanso.

Todo esto me ha llevado a abrir las puertas de mi casa y facilitar un centro de investigación artística para que juntes busquemos formas de cuidarnos y cuidar el sistema del arte para convertirlo en un hogar donde no volemos renqueantes con sueños que, como piedras, se rompan en nuestros bolsillos.

Ya no hay palomares, pero, sobre todo, no hay muchas casas habitables en Málaga porque se las hemos entregado al cíclope, aunque lo importante es mirarle, saber que su ojo penetrante afecta nuestro entorno y encontrar fórmulas para que su mirada única no nos destruya. El arte, con su capacidad de creación y transformación, genera la oportunidad de construir alternativas y reconocer el poder para situarlo dentro de nosotras.

Abrir mi casa está siendo una gran oportunidad para conocer la potencia de la generación de artistas locales que nos han ofrecido su generosidad. El último sábado de cada mes, mi casa se transforma en una galería de performance donde mis gatos son los cicerones de un público reducido, y donde el Palomar malagueño se convierte en una posibilidad de encuentro entre el público y las artistas para reflexionar sobre la fórmula arte = vida.

Propósitos

• Ofrecer mi casa y mi acompañamiento artístico para favorecer el cuidado de los procesos creativos y el coaprendizaje.

• Ayudar a financiar vidas de artistas y no producciones concretas, a través de microresidencias o talleres relacionados con el arte contemporáneo, escénico y performativo.

• Facilitar saberes relacionados con la mediación, la colaboración y el autocuidado como camino para disfrutar de los procesos creativos.

• Generar caminos de colaboración para crear una cultura ecológica, sostenible, diversa, inclusiva y accesible.

• Poner en valor el tiempo para pensar, crear e investigar nuevas formas de gestionar y cuidar el arte: mecenazgo, retroalimentación creativa, patrocinios, etc., que nos permitan salir de la precariedad y la autoexplotación.

Nuestro primer ciclo investigó la ecuación intimidad+espiritualidad=creatividad, y por él pasaron artistas como Ximena Carnavale, Rebeca García, Carlos G. Lamps, Luz Arcas, María del Mar Suárez la Chachi, Carlos González, Olga Magaña, Alexandra García y Ernesto Artillo, que nos hicieron formar parte de piezas inmersivas muy conectadas al espacio y a la reflexión profunda de su trabajo.

En el segundo ciclo, estamos trabajando sobre De-construcción personal como fórmula de transformación. Lanzamos la pregunta a las artistas «¿qué puedes cambiar por dentro para que se transforme por fuera?», y dejamos que la respuesta artística nos sorprenda. En las conversaciones, las personas invitadas a las performances dialogan mucho con las artistas sobre cuestiones que tienen que ver con el mundo del arte como «¿qué es una performance?» o sobre el miedo atávico que nos producía en la infancia contemplar a nuestra madre en una situación de vulnerabilidad. En este ciclo, han pasado por aquí Niche Ramírez o Helena Nehme, artistas migrantes afincadas en Málaga, cuya situación afectó a su discurso de transformación y a su forma de relacionarse con el espacio-casa. La última artista fue Rocío Ramírez, actual estudiante de diseño de moda en la escuela San Telmo, que nos sorprendió con palabras certeras que organizaban un discurso conceptual brillante sobre los roles que genera el vestuario en la sociedad.

Por último, nos gustaría invitaros a pasar por el Palomar físico, pero también por nuestro espacio virtual, el Palomar itinerante, una plataforma pedagógica online que se articula también como un hogar para la formación artística donde cuidar de las creadoras y creadores y sus procesos creativos. Nuestros talleres de formación son una plataforma para desarrollar un proyecto personal, que desde la idea hasta el dosier que permita su materialización, serán acompañados por profesionales de las artes escénicas que con su sabiduría y su cariño iluminan el camino. Iniciamos la andanza con un módulo llamado «Oráculo de la creación» donde sibilas como Eva Guillamon, María González Roberts y Marta Pazos nos alumbran con su magia y su sabiduría. Conectamos espiritualidad con pedagogía, magia con reflexión artística, casa con hoguera y formación con alquimia, para hacer de lo virtual un hogar compartido y de la casa una conexión que transciende nuestros cuerpos. Estamos en un momento creativo donde nos importa tocarnos, sentirnos, curar las alas de las palomas, hacer política y atrevernos a soñar con proyectos artísticos que vuelen alto. ¿Te vienes?

Nos apoya

Lanónima somos un centro social autogestionado por un grupo de amigxs y algunos colectivos que nos hemos juntado para vernos, compartir y organizar los eventos que nos apetecen, abiertos a la ciudad.