| construyendo posibles

20 años acompañando procesos

XX Aniversario de La Fuga Librerías

«Construyendo posibles» es la sección subidón de El Topo. Es el espacio de las victorias, las permanencias, las resistencias y, ahora más que nunca, que el músculo en la calle flojea, nos apetece recordarnos que, a veces, ganamos todas. Por esta sección han pasado proyectos emblemáticos: Huerto del Rey Moro, Centro Vecinal Pumarejo, La Villana de Vallekas, La Digitalizadora, Mujeres Supervivientes, Suburbia, La Ingobernable, El Corral de San Antón o Piedra Papel Libros. La Fuga librerías no podía faltar cuando celebra sus veinte años de existencia.

Cuando la librería cumplía doce años, le hacíamos esta pregunta a Luis Gallego, la persona detrás de La Fuga, al final de la entrevista: «¿Cómo te ves dentro de otros doce?» y Luis respondía que como un librero mayor y gruñón. No han pasado doce, pero sí ocho años, y nos parece que la cosa dista mucho de eso y La Fuga sigue siendo casa, en gran parte, por él.

La esencia del proyecto poco ha cambiado desde entonces. La Fuga continúa siendo una herramienta para movimientos sociales y culturales, sigue actuando, como el propio Luis la definía, como retaguardia. Nos quedamos con esta frase que utilizaba ya entonces para justificar esa posición: «si no hay una práctica política concreta la teoría es muy abstracta y se puede utilizar para una cosa y la contraria».

La Fuga teje comunidad y forma parte de una red más amplia de espacios y colectivos, aunque tanto unos como otros no tengan la misma fuerza en 2024 que hace veinte años. Al igual que ocurre con algunas de las librerías amigas de las que hablaba en aquella entrevista: El Gusanito Lector, Yerma, Céfiro… Ninguna existe ya. Pero no queremos hablar de derrotas, como decíamos al principio, queremos enorgullecernos de la solidez de La Fuga, que no solo sigue siendo un referente, sino que ha ampliado su red. Pero nadie mejor que el propio Luis, el principal artífice de La Fuga, para volver a hablarnos del proyecto y sus veinte años.

Que veinte años no es nada, pero es mucho. ¿Pensabas allá por 2004 que sería posible?

Da un poco de vértigo, yo no me planteé si era posible, he ido haciendo cosas y han ido saliendo hasta llegar hasta aquí. Me estoy haciendo mayor en La Fuga.

La modestia es una parte esencial de ti y de La Fuga, pero ¿alguna clave para esa longevidad?

La clave para que funcione, para que siga ahí, es la gente comprando libros, proponiendo actividades, hablando de libros, haciendo práctica política. Personas que han considerado que la librería era una herramienta válida, o que al menos a ellas les servía, y han estado apoyando de muchas maneras. Esa es la fuerza que creo que puede explicar estos años de la librería: toda la base, los colectivos, las comunidades de las que forma parte La Fuga.

Echando la vista atrás, cuéntanos algunos hitos de la historia de La Fuga

Así como hitos, hay muchos, algunos más personales. Uno de los primeros fue tener la suerte de conocer a Agustín García Calvo e Isabel Escudero y que contaran con la librería para hacer recitales. Poder compartir ratos con ellos cuando venían a Sevilla. Otro, que gracias al programa de UNIA Arte y Pensamiento, tuvimos la suerte de que Jacques Rancière diera una charla en la librería —cuando ni siquiera sabíamos muy bien quién era ese señor— y es uno de los referentes de la filosofía política de los últimos años. También cuando vino Walter Miñon, en 2010 o 2011, me permitió conocer un tipo de pensamiento, el decolonial, que me influyó mucho a partir de entonces.

No sé tampoco cómo definir hitos, pero también me acuerdo de aquella vez que, con parte del equipo de El Topo, comimos con Silvia Federici. Otro momento que recuerdo es aquel en el que los amigos de Vacaciones en Polonia, para el número 9 de la publicación, incluyeron una entrevista nuestra, o la entrevista que me hizo El Topo cuando La Fuga cumplió ocho años. Todos ellos son importantes porque son referentes para mí. Este año, me quedo con la experiencia de haber conocido a Enrique Falcó, referente de la poesía crítica. Ya nos conocíamos por redes y correos, pero por fin pudimos ponernos cara y compartir un rato especial. Otro momento importante ha sido coincidir con Mariana Enríquez… Se me olvidan muchas, todo esto es relativo, pero me emocionan un montón de cosas, tanto a nivel de potencia política o literaria, como a nivel personal.

La Fuga siempre ha sido un espacio de construcción de comunidad y siempre has defendido formar parte de una red. Tenemos la sensación de que ahora mismo lo más sólido de la red es La Fuga.

La fuerza de la librería son las comunidades de las que forma parte. Más que construir comunidades desde la librería pienso que la fuerza la tiene al insertarse en comunidades que la ven como una herramienta. La Fuga es sólida porque lo son las comunidades literarias, políticas, etc. Aunque esas comunidades tengan altibajos, siempre subyace un sustrato, un sedimento que se mantiene y que permite a la librería funcionar. Aparte de que yo también haya aprendido el negocio de librero.

La Fuga siempre se ha considerado una herramienta para los movimientos sociales, políticos y artísticos, ¿ha cambiado en algo esa declaración de intenciones?

Es verdad que los movimientos sociales están más débiles que hace unos años, pero también creo que es un fin de ciclo que empezó con el 15M y que se cierra con la llegada al gobierno de Podemos y Sumar. No creo que sea algo exclusivo de Sevilla, sino una situación generalizada de reflujo. Yo siempre lo comparo con el final de los 90 y el principio de los dosmiles, cuando vivimos el movimiento antiglobalización y a escala local se produjeron muchas luchas alrededor de la Alameda, que se plasmaron en 2006 en el libro El gran pollo de la Alameda. Y justo después de aquella efervescencia del movimiento antiglobalización —que ya fue un momento importante para gente de nuestra generación— hubo un reflujo, una ola hacia atrás. Si eso pasó entonces, imaginaos lo que iba a pasar después de un ciclo tan potente como el del 15M, en el que, por una vez, si nos ponemos gramscianos o como queramos llamarlo, iba el viento muy a nuestro favor, y eso no lo habíamos vivido antes.

Ahora hay un repunte con el movimiento de vivienda, o el feminismo y las luchas lgtbiq+ en relación con las políticas de género, transexualidad, orientación, derechos sexuales, aunque ya también frente a ellas reaccione no solo la derecha, sino también la misma izquierda con las líneas rojipardas.

Sigues siendo retaguardia, como decías hace unos años.

Sí. No estoy de acuerdo y no me siento cómodo en una postura vanguardista o marcando líneas políticas, me siento más cómodo en esa retaguardia, en ese acompañamiento de procesos colectivos que es al final la política.

En estos años ha habido de todo, incluida una pandemia, ¿cómo gestionó La Fuga ese momento tan crítico?

La pandemia fue un momento de pánico, terror, y después lo que pasó en concreto, es que, desde entonces, los años 2020 y 2022 han sido los mejores números del libro, supongo que ahora bajará, se estabilizará.

Comentábamos antes que han desaparecido bastantes librerías, Céfiro, Yerma, El Gusanito Lector… ¿Cómo ha cambiado el panorama para las librerías en estos años?

El último año se cerraron once librerías, aunque algunos de esos cierres fueron traspasos. El panorama de las librerías en Sevilla ha cambiado, pero no solo por los cierres. Hay dos tipos de librerías: las que se dirigen a un público lector, gente que le interesa la literatura, el ensayo, etc., y otras que trabajan con público no lector, que mueve la industria, personas a las que le interesa un tema (Semana Santa, o bestseller locales como El Rancio). Las librerías que se han especializado en eso, en vender libros, han visto como ese público se ha ido mucho a Amazon y compra por internet. La Fuga, más especializada o política, va dirigida a una gente más fiel, que entiende mejor el trabajo de selección, lo valora, te compra, no son grandes números, pero son más seguros, porque lo que significa es que tú eres algo útil para esas comunidades. Un espacio donde visibilizar temas que les interesa, y eso hace que no tenga grandes cifras, pero sea algo más estable y seguro.

La Fuga ha ampliado el equipo. ¿El proyecto está más vivo que nunca?

No estoy solo en la librería, ahora hay más gente. Pedro, ahora Carlos y Bernar. Es un motivo de mucha alegría y permite llegar a más sitios y que pueda yo liberar horas para enredar en otras cosas. Por ejemplo, dos proyectos en los que ando son El Taller, un espacio que hemos creado con otras tres personas en el que pretendemos servir de estructura para hacer talleres, seminarios, presentaciones, etc. Es un espacio muy enfocado a lo político, centrado en llevar la teoría a las prácticas políticas. Como dice uno de los compañeros de El Taller, «hacer saberes de ida y vuelta», en el que no tanto la academia utilice los movimientos sociales como objetos de estudio (extractivismo académico), sino desde los colectivos, utilizar saberes académicos, teóricos, para las prácticas políticas que hacen.

Otra cosa que hemos impulsado ahora junto a Editorial Barret y Bernar es Multizines Alhelí, una biblioteca de fanzines física, que está en el local de Barret, pero también tiene página web, en la que hay un mapa que sirve de catálogo y donde tenemos más de 400 fanzines catalogados de una manera sencilla: con la ubicación, dónde y quién ha editado, año de publicación, y una serie de categorías-temas con las portadas escaneadas.

No puede faltar que nos recomiendes un libro, para este mundo tan loco.

Para no seguir incidiendo con Canijo, de Fernando Mansilla, recomiendo El mundo como metrópoli, de Leonardo Lippolis, un ensayo editado por Enclave que ha sido de lo que más me ha sorprendido este año.

Dejamos a Luis en la librería con sus enredos, construyendo posibles, y nos vamos con la certeza de que La Fuga seguirá cumpliendo años, y con un deseo, que El Topo los vea.

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