nº3 | construyendo posibles

10 años de Huerto del Rey Moro

Hay experiencias personales y colectivas que proceden o se gestan —en ocasiones, inconscientemente— en procesos previos. A su vez, son motivación de otras experiencias que siguen enriqueciendo nuestros procesos colectivos e individuales. El Huerto del Rey Moro, 10 años después, constituye una experiencia que responde a ambas categorías.

Conocimos su existencia casi por casualidad. El hallazgo se produjo embebido en el laborioso proceso de reivindicación y lucha social que desde hace años ha consolidado una férrea identidad de la movilización social sevillana.

En la zona histórica, este escenario de movilización social provenía de una amalgama de grupos y personas que andaban trajinando. Algunos de los procesos a destacar fueron la movilización contra el parking de la Alameda, aún de actualidad, y los desmanes de los planes Urban, un proceso sistemático de especulación de viviendas que provocó la indignante expulsión de una importante red social de vecinos y vecinas que habían nacido en esta zona.

En este contexto, tras las ocupaciones y la puesta en marcha de la Casa del Pumarejo y de Casas Viejas, este movimiento encontró un solar de 5000 m² en pleno barrio de San Julián, entre las calles Sol y Enladrillada. Tenía un arbolado de buen porte y, junto a la Casa del Rey Moro, estaban declarados como Bien de Interés Cultural.

La zona norte del casco histórico siempre había carecido de espacios públicos y verdes de calidad. Se había impuesto la invasión de los coches y de los veladores en las plazas. Este espacio ofrecía una magnífica posibilidad para disfrutar del mayor espacio público no construido en esta zona tras la Alameda de Hércules.

Se convocó una reunión con asociaciones y colectivos de todo signo social y político de los barrios de alrededor, a madres y padres de los colegios del área y a toda persona interesada en conocer este espacio y estudiar su situación legal y administrativa para ver cómo aprovechar su potencial. Hacían falta objetivos comunes, táctica y estrategia.

Un grupo de 10 a 15 personas empezó a reunirse periódicamente en el Centro Cívico de San Julián. Descubrieron que el Huerto del Rey Moro (HRM) era propiedad municipal; pretendían construir viviendas según el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU); y alicatar como espacio público un minijardín y pequeños equipamientos.

Teniendo en cuenta que existían miles de viviendas abandonadas solo en el centro de Sevilla y que no existían espacios públicos ni intención de generarlos desde la administración, este grupo de personas constituyó la Asamblea de Amigas del Huerto del Rey Moro «La Noria». Se convirtió en un espacio asambleario y participativo abierto a toda persona interesada en reivindicar el HRM como un espacio público de ocio y esparcimiento al grito de: «¡¡Espacio público pa´l barrio!!».

Así comenzó una prolija actividad de difusión de la existencia del espacio y su potencial, incluso a la Administración Pública, que culminó con la ocupación simbólica del espacio el 15 de febrero de 2004 y la celebración de una comida popular. Fue una ocupación simbólica porque el espacio estaba vacío, solo lleno de naturaleza tranquila y ausencia de humanidad latente. Era un espacio de disfrute libre de coches, pero había que lucharlo.

El HRM se podía disfrutar con actividades puntuales: comidas populares, cine de verano, jornadas arqueológicas o alguna actuación. Pero algunas personas del vecindario pensaban que eran una serie de okupas haciendo lo que querían cuando querían y que el ayuntamiento, mientras, no hacía nada.

Con la intención de que el espacio tuviera otras actividades más cotidianas y de facilitar otra percepción del vecindario más suspicaz, se propuso a los colegios la creación de unos huertos escolares en el HRM. Esta actividad permitiría que el espacio estuviera a diario abierto a la juventud y la infancia.

Así se dio a conocer el espacio a la juventud y las familias que se entusiasmaban con la sorpresa de un espacio verde, semisalvaje y espectacular en pleno centro de Sevilla. Allí había unos pequeños huertos escolares y los jipis okupas hacían unas paellas gigantes con fuego y tó.

Como consecuencia, familiares de la juventud participante en los huertos se interesaron por tener un pequeño bancal en el HRM. La Asamblea aprobó facilitar huertos para unas 6 familias, con la premisa de que fueran participativos y autogestionados. Solo los huertos escolares contaron con un convenio entre las AMPAS, Ecologistas en Acción y el área de Participación Ciudadana.

A pesar de la consolidación en el disfrute, uso y reivindicación del espacio por parte de una ciudadanía diversa y responsable, el proceso de especulación pública y privada de esos años seguía devorando implacablemente todo solar que generaban a través del urbicidio.

Así, la Junta de Andalucía (JA) y el Ayuntamiento de Sevilla intentaron, como en otras ocasiones, iniciar un proceso de desenfoque y enturbiamiento de la realidad. Confundiendo las relaciones que debían tener con la ciudadanía. Argumentaron que no se podía hacer lo que nosotros quisiéramos y blablablá.

Esto produjo la ocupación de la oficina del Área de Rehabilitación Concertada (ARC) de la JA por parte de familias, incluyendo niñas y niños, perros y bicicletas, en protesta por la postura inamovible y unilateral de la Administración, tras lo cual desestimaron sus intenciones y desaparecieron. «O lo que yo diga, o al cajón», como dijo el director del ARC.

Visto lo visto, y ante una inusitada demanda de nuevos huertos, se abrió la participación a un mayor número de vecinas y vecinos en la autogestión del espacio. Se presentaron unas 70 personas. Este momento marca la mayor intervención vecinal, con una ocupación de unos 1200 m² y un desmadre de asambleas, dimes y diretes en todos los tonos y maneras, gestación de amistades eternas así como rencillas y enemistades que el tiempo y el espacio han sabido disipar.

Era el quinto aniversario de la ocupación y la asistencia de amigas y amigos del HRM fue masiva: más de 2000 personas. La Asamblea del HRM estaba presente en la Coordinadora de Barrios en Lucha, en la Plataforma de Huertos Urbanos y en otros procesos de movilización, articulación y coordinación de recursos ciudadanos. En cinco años, el HRM se había convertido en un nuevo brote del proceso de movilización y acción ciudadana que necesita de atención y acción constantes para no sucumbir.

Cinco años después, la riqueza y complejidad de lo allí acontecido se ha reflejado en múltiples tesis, proyectos y trabajos. Poco queda de aquel espacio vacío inicial, de aquel potencial silencioso y a la espera. Hoy es un espacio familiar, pues han sido las familias gestadas en estos diez años las que han llenado diariamente de vida y cuidados este espacio, que sigue enriquecido por la participación y colaboración ciudadana implicada responsable y coherente.

Confiamos en que otras experiencias y procesos sigan aconteciendo y enriqueciendo nuestra vida y las posibilidades de las ciudades como espacios de convivencia. Felicidades a todas las personas que de una u otra forma participan o han participado del HRM, generando un proceso horizontal y abierto que ha permitido construir uno de los espacios públicos más singulares que conocemos.

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