nº54 | farándulas

Un teatro para la vida

El Teatro Social desea y se dedica a hacer posible procesos de aprendizaje colectivo sobre las relaciones humanas y utiliza la creación teatral para transformar las violencias cotidianas. Público y elenco se unen en el escenario para que, en la vida, echemos mano de los recursos utilizados en escena, y volver a habitar lo que nos ha sido arrebatado en el mundo.

Estar con Patricia Trujillo, verla en escena, participar en alguno de sus talleres, leer su libro Actuando en el templo de Vesta, puede devenir en catársis. Es un espejo que muestra la vida e invita a la gente a poder cambiar lo que le duele, a buscar en la comunidad las herramientas para acabar con las opresiones que se han ido normalizando, que nos van mellando. Cansando. En una tarde fresca de agosto en Sevilla, como un regalo, pude hacerle algunas preguntas en su balcón.

¿Qué es el Teatro Social?

Esta forma de arte escénica parte de la base de que la pieza que se muestra es el resultado de la creación grupal. Actores y actrices son quienes deciden y crean según sus necesidades colectivas lo que van a contar con una pregunta muy clara: ¿para qué? Y la respuesta brota de la participación del público. Nunca se abordará una opresión ajena al grupo, algo que no les toque, donde no puedan indagar. Nunca se buscará una respuesta concreta, pues el colectivo solo plantea preguntas. Para Patricia, el Teatro Social «es el camino que se traza entre el nivel de violencia en el que vivimos y el mundo en el que nos gustaría vivir, un camino que elegimos personas a las que nos gusta el teatro. Como herramienta de cambio, el Teatro del Oprimido es lo más eficaz y tiene arsenal de juegos para que eso suceda».

¿En qué consiste?

El Teatro del Oprimido surge gracias a la investigación de Augusto Boal en el Brasil de los años cincuenta. Patricia nos cuenta que «la característica fundamental de este arte es que el grupo crea la historia, decide. Cuando vas a un elenco, te dan un papel que vas a ejecutar, pero el grupo no ha decidido por qué lo quiere contar y eso es fundamental en el proceso para que el teatro sea una herramienta de cambio. Además, la relación con el público es totalmente diferente: la pieza suele durar una media hora y la sesión, dos horas. En ese tiempo restante, están pasando otras muchas cosas, como el arsenal de juegos que se practican con la gente para que se conozcan: tienes la oportunidad de crear comunidad en un momento concreto con gente desconocida simplemente porque coincidís con la misma necesidad y, ¿cuál es esa necesidad? Hablar de nuestras opresiones, pero, como dice Boal, “no solo hablar de la realidad, sino transformarla”. Para ello, el Teatro Foro tiene un montón de pequeñas herramientas para que suceda, para que el público quiera salir a escena y exponerse, que es algo muy difícil, y ¡la gente lo hace!, salir a escena para cambiar la historia que le has contado sustituyendo a algún personaje. También, sirve para darse cuenta de qué cosas están reforzando la desigualdad de la que hablamos, porque a veces las tenemos tan interiorizadas que no somos conscientes. Todo eso sale en escena: si lo hablas es difícil darte cuenta, porque el discurso es una cosa y otra es lo que haces cuando no sabes lo que estás diciendo, que es lo que pasa en la improvisación. Como dice Mar Navarro, “el teatro es juego, algo que está fuera de ti”, y eso en el Teatro Social es fundamental, porque es un trabajo de ego muy importante. Te sirve para darte cuenta de en qué punto te puede servir el ego en la vida y en qué punto es superaburrido y es mucho más interesante crear en colectivo».

¿En qué se diferencia con el teatro convencional?

La actriz considera que «el teatro convencional es una forma de hacer arte en el que los roles son los convencionales: artista y público por separado, el arte o la vida. Se utiliza la vida como referente, pero no hay una conexión tan alta como en el Teatro Social, que es un teatro para la vida, no para el arte. En el convencional, la vida es una herramienta para hacer una obra mejor, y en el social, el arte es una herramienta para hacer una vida mejor, es una diferencia muy grande».

¿Por qué es necesario el Teatro Social?

Cuando hago esta pregunta a nuestra entrevistada, le brillan un poco más las pupilas, ¡hay tantos motivos!: «Si el Teatro Social estuviera dentro de nuestra sociedad no habría cambio climático, no llegaríamos a pelearnos por el agua. Las democracias serían reales: habría una concepción mucho más participativa y se le daría menos importancia a la representativa, no habría violencia de género, no habría adultismo ni lgtbifobia. Nos cuestionaríamos todas las formas de poder reales, intentaríamos comunicarnos de forma directa y no manipuladora, estaríamos mucho más cerca de nuestra necesidad y seríamos más asertivxs en la comunicación. Estaríamos mucho mejor físicamente, tendríamos más felicidad porque tendríamos más contacto físico y visual con otros seres; podríamos contar nuestras cosas, ese espacio para contar que es tan necesario. Tendríamos un grupo al que pertenecer, que es otra cosa que nos da el teatro cuando se colectiviza, cuando es importante lo comunitario. Las personas migradas no existirían porque no existiría el concepto de migración, sería natural el movimiento, no habría gente que entra y sale, no habría fronteras, entenderíamos que el mundo es uno. Dejaríamos de elegir tanto la violencia.

«Me encantaría que el Teatro Social tuviera su lugar en los circuitos culturales, que no fuera menospreciado, que se conociera y que se tuviera respeto a la creación comunitaria para que abriéramos la mirada a la belleza de lo que hace la gente y supiéramos valorar la sutileza. Además, como actriz, creo que es importante aplicar sus herramientas a nuestros derechos laborales, ya que, en el mundo del arte, según mi opinión, no hay conciencia como trabajadorxs. Estamos sosteniendo condiciones infrahumanas solo para salir al escenario, aunque no cobremos ensayos, aunque no cobremos el bolo, aunque no estemos dados de alta. Nos da igual. Somos un colectivo increíblemente sumiso, polarizado, individualista; nos importa más conseguir el papel que tener dignidad como colectivo. Es impresionante que las artes escénicas vivan en este nivel de pobreza».

Ahora que sabes un poco más sobre Teatro Social, conviértete en espectactor o espectactriz en cuanto puedas. Déjate llevar por la revolución que es ser parte del espectáculo de la vida.

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