nº61 | a pie de tajo

Un sindicato feminista

Es una realidad que los sindicatos y la ley sindical en la que se amparan no representan la compleja diversidad social actual. Desde esta perspectiva es que vemos la necesidad de trabajar en la construcción colectiva de un sindicato que ponga en el centro de sus acciones la vida y que reconceptualice el concepto de trabajo. En este sentido, entendemos por trabajo todas aquellas actividades que se realicen para cubrir las necesidades humanas, tanto en un ámbito asalariado como en aquellos donde no existe una remuneración económica.

La situación actual de la sociedad está marcada por una serie concreta de desafíos y transformaciones. La crisis económica, la precarización del empleo, la desigualdad social y la falta de atención a las necesidades humanas básicas son algunos de los problemas que se presentan. Ante ello, es urgente resignificar el concepto de trabajo asalariado, la manera en que se organiza e, incluso, cómo se negocian las mejoras tanto en los ámbitos laborales como en los sociales.

El trabajo asalariado ha sido históricamente entendido como la actividad que se realiza con el único objetivo por parte de la clase trabajadora de recibir a cambio un salario o remuneración económica. Sin embargo, esta concepción limitada ha llevado a situaciones de explotación laboral, falta de conciliación entre vida laboral y personal, y un enfoque centrado en la productividad y el beneficio económico a costa de la salud y el bienestar de las personas, más concretamente de las mujeres.

En contrapartida, es necesario concebir el trabajo como una actividad que tiene como objetivo principal cubrir las necesidades humanas básicas. Estas necesidades abarcan aspectos como la vivienda, la alimentación, la educación, la salud, el acceso a la cultura y el tiempo libre, entre otros. Es fundamental que un sindicato que ponga la vida como prioridad promueva y defienda el trabajo en su sentido amplio, sin limitarse únicamente a la esfera del empleo remunerado.

Una construcción social con estas características debe ser capaz de promover y defender los derechos humanos, laborales y sociales de todas las personas, tanto de aquellas que tienen un empleo formal como de aquellas que se encuentran en situaciones de precariedad, situaciones administrativas irregulares o desempleo. Esto implica la necesidad de abordar la realidad laboral y social desde una óptica integral, que reconozca la importancia de la conciliación entre vida laboral y personal, la igualdad de género, la protección social y el cuidado de la salud y el bienestar de las personas.

Soñamos con que se convierta de igual manera en una plataforma para la participación y el diálogo social, y promover la construcción colectiva de propuestas y soluciones a los problemas laborales y sociales. Debe ser capaz de articular acciones de movilización y presión social, así como de negociación y diálogo con las instituciones y empleadores, para mejorar las condiciones de vida y trabajo de las personas.

En conclusión, trabajar en la construcción de un sindicato que priorice la vida de una manera integral y reconceptualice el concepto de trabajo asalariado es fundamental para hacer frente a los retos y transformaciones que se nos presentan como mujeres. Esta construcción colectiva debe abogar por una visión amplia e integral del trabajo, que tenga como premisa cubrir las necesidades humanas básicas. Un sindicato feminista comprometido con la vida y con una visión amplia del trabajo puede contribuir a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.

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