Algunas personas sabrán en qué consiste la banca islámica, algunas se preguntarán qué la diferencia de la banca capitalista y otras centrarán su atención en el adjetivo islámica, relacionándolo instantáneamente —gracias a la islamofobia latente propagada por los medios de comunicación— con movimientos radicales que manchan la imagen del islam y de las musulmanas. Pero esas últimas tienen cierta razón, ya que en este artículo se tratará de ser lo más radical posible, analizando desde las raíces. La razón es doble: si no se tienen claros los fundamentos, las interpretaciones pueden ser erróneas o sesgadas; o bien, los análisis que se realizan sobre malos fundamentos acaban siendo inevitablemente frágiles. Por ello, se analizarán los fundamentos éticos de la banca islámica desde una perspectiva histórica, normativa y crítica. Pero, antes de profundizar en este análisis, se debe contextualizar esta banca en su correspondiente pensamiento económico y religioso, ya que la banca es una manifestación cultural de un modo particular de entender la economía y las relaciones de las personas con las esferas económica y religiosa.
Se debe aclarar que el pensamiento económico islámico es esencial en la historia del pensamiento económico occidental, ya que muchos filósofos musulmanes expusieron en su momento conceptos clásicos de la economía política clásica que actualmente se toman por tales. Así, Islahi (2014) mantiene que la división del trabajo adjudicada a Adam Smith con el ejemplo de la fábrica de alfileres, ya fue previamente mencionada por Al-Ghazali utilizando el mismo ejemplo; y, lo mismo ocurre con la ley de Greshman, que fue expuesta con antelación por Ibn Taymiyah y Al-Maqrizi, o la Curva de Laffer, por Ibn Khaldun. Sin embargo, este pensamiento fue omitido de la historia económica dejando una brecha de más de quinientos años debido a la influencia de la Historia del análisis económico de Schumpeter que, pese a su enorme carga de erudición, tiene una perspectiva eurocéntrica y no hace referencia a ellos (Barnett, 2015). Para entender cómo afecta el pensamiento económico islámico a la banca islámica hay que remontarse al Corán y la Sunnah. El Corán es la palabra de dios revelada al profeta Muhammad, y la Sunnah es su demostración práctica y explicación, la cual contiene una serie de enseñanzas y principios económicos. El pensamiento es un producto del ser humano, pero el Corán y la Sunnah son revelaciones divinas. Por tanto, son las interpretaciones de las personas en las condiciones cambiantes de tiempo y espacio las que forman el pensamiento económico islámico, pero teniendo como referencia las directrices divinas.
Después de la anterior síntesis del pensamiento económico islámico y contexto religioso, es conveniente presentar los fundamentos en los que se basa la denominada banca islámica. Para ello, se seguirá la clasificación realizada por la autora Farhi (2010):
1) se prohíbe el interés o cualquier importe agregado al dinero prestado;
2) el prestamista debe tomar parte tanto de las pérdidas como de las ganancias derivadas de la inversión para la cual fue prestado el dinero;
3) el dinero de por sí no puede generar dinero;
4) está prohibido el gharar, que se refiere a cualquier transacción con incertidumbre, ambigüedad o engaño;
5) se condena la no utilización de los recursos (los musulmanes están obligados a realizar la limosna o zakat, que es aproximadamente el 2,5% de su ahorro anual); y, por último,
6) las inversiones deben dirigirse a prácticas o productos que se permitan en el islam (halal).
¿Estos fundamentos teóricos de la banca islámica se cumplen en la práctica? ¿Puede representar la banca islámica una alternativa a la banca convencional? Tras analizar las cuentas anuales de los principales bancos islámicos (Al Rajhi Bank, Kuwait Finance House, Dubai Islamic Bank y Bank Islam Malaysia), se observa que la banca islámica no cumple con sus exigencias teóricas. De hecho, no supone una alternativa al sistema convencional, como se presume en varios artículos. Por lo tanto, se podría considerar que la banca islámica es la manera que ha encontrado la banca capitalista para expandirse en el mundo islámico (aproximadamente el 25% de la población mundial es musulmana según los cálculos del Pew Research Center de 2019 y, según esta misma entidad, dicho porcentaje aumentará en 2050). Así, puede tratarse de otro efecto de la globalización, que muchos pensadores y pensadoras caracterizan como occidentalización. Efectivamente, en la economía islámica están expuestos de manera clara los principios que debe seguir la banca islámica en la práctica. En cambio, esta los esquiva y trata de asemejarse a la banca occidental.
El problema principal de la banca islámica es el denominado Comité de Sharia, que se refiere a un departamento independiente de los bancos islámicos que decide qué productos y servicios financieros están permitidos según el islam. Este comité está formado por miembros con una alta cualificación y conocimiento acerca de la economía y el islam. Sin embargo, sus miembros pueden proceder de diferentes escuelas de pensamiento islámico (hanafí, hanbalí, malikí y shafí). Esto provocaría diferencias en cuanto a qué productos o servicios son islámicos entre un comité y otro de diferentes escuelas de pensamiento, generando un problema conocido como opinion shopping, es decir, buscar un comité que esté dispuesto a dar una opinión favorable a los productos o servicios financieros islámicos que se deseen comercializar.
Es innegable que los principios teóricos de la banca islámica pueden ser los elementos perfectos para la creación de una banca alternativa, ya que son diferentes de los principios de la banca convencional. Asimismo, buscan reducir la desigualdad entre los ricos y los pobres con elementos como la zakat o la prohibición del gharar. Pero, en realidad, tales principios se han utilizado para destacar en el mercado financiero y, así, conseguir más beneficios.