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nº68 | mi cuerpo es mío

Madres bisexuales: Intersecciones invisibles

MATERNIDADES

«Ya tienes tu perfecta vida hetero», dijo Noemí López Trujillo en su entrevista en el podcast Sabor a Queer refiriéndose a un comentario que le hicieron cuando empezó a salir con un chico. Es lo mismo que pensé cuando me quedé embarazada. Añadir la etiqueta de madre a mi identidad cuestionó el resto de etiquetas que durante años me costó forjar y reivindicar. Visibilizar mi bisexualidad teniendo como pareja a un hombre cishetero ha sido y es un trabajo arduo. Sobreexponerse, hacer pedagogía y salir del armario constantemente también requiere un desgaste emocional considerable. Cuando se habla de la bifobia nadie se para a pensar en las secuelas que deja la invisibilidad, la invalidación y el cuestionamiento eterno en las personas bi. Como bien dice Elisa Coll en su libro Resistencia Bisexual. Mapas para una disidencia habitable la bisexualidad va más allá del deseo: es una identidad completa y política en sí misma, no un simple complemento. Esta identidad se construye entre violencias estructurales y necesita ser reconocida desde su propia historia para ser legitimada.

Las personas bisexuales sufrimos lo que se conoce como body count, consiste en preguntar con cuántas mujeres y hombres te has acostado para validarte como real bisexual. Concretamente en las mujeres bi, sucede una dinámica de exaltación y orgullo por el deseo sáfico y vergüenza por el deseo hacia los hombres, sobre todo dentro del contexto del colectivo LGTBIQA+. Ser reconocida por el colectivo cobra especial importancia sobre todo cuando quieres militar, pero desconfían de que tu pareja sea un hombre. Es doloroso ver grupos de lesbianas que hacen comentarios bifóbicos, como el temible «No bisexuales» en las descripciones de los perfiles de las Apps para ligar. Hace unos años, en un acto del ayuntamiento junto con organizaciones/entidades del colectivo, subí a una palestra en la que hablé de bifobia y una persona activista muy conocida en Sevilla se rio de mí en mi cara para invalidar mi discurso. Yo tenía 24 años y acababa de salir del armario. Entendemos que las personas bisexuales podemos tener cierto passing heteronormativo, pero no podemos hablar de privilegios cuando se nos instrumentaliza, se nos invalida y además, nos enfrentamos al heterosexismo, sobre todo si eres mujer. Las personas bisexuales no podemos estar constantemente convenciendo a todo el mundo de que nuestra existencia es válida.

Es evidente el peso del amor romántico en nuestra sociedad porque de alguna forma la persona con la que tengas una relación te define. Vivir en una relación leída como hetero es una lucha constante para no caer en las trampas del patriarcado y cuando aparece la etiqueta de madre se agudiza aun más. Adrienne Rich hablaba de la institucionalización de la maternidad como herramienta para el control del cuerpo de la mujer y supervivencia del patriarcalismo, muy alejada de la vida real de las mujeres, de sus deseos y sus necesidades y alimentada por la sumisión de las mujeres a su destino biológico y social. Es cierto, como dice Diana Oliver en su libro Maternidades precarias, que tener un hijo ha acrecentado mi passing y puedo presumir de asumir plenamente la feminidad adulta, que era «demostrarme a mí misma» que yo era «como las demás mujeres», la buena mujer. Por fin la esperada redención que acabaría
desembocando en una crisis de identidad de posparto. Cuidado con la etiqueta de madre tal y como nos la presenta el mundo en el que vivimos porque puede llegar a ser asfixiante. Como bisexual me han hecho creer que albergo la propia fatalidad, que estoy confundida y no sé lo que quiero, que lo hago para llamar la atención, que no soy fiable para una relación duradera o monógama, la hipersexualización para el placer de los hombres… Somos bi, pero de bi-llanas. Que tu identidad contenga estos juicios de valor se contrapone a los que engloba la de madre y ello te hace más proclive a que tu crianza sea más cuestionada que la del resto.

Aunque parezca que las mujeres hemos ganado un pequeño margen de acción y decisión sobre nuestros cuerpos, la gestión de nuestras maternidades va a estar estrechamente vigilada por el entorno. No solo has de aprender a ser madre, sino parecerlo. La maternidad mainstream aboga por un único modelo que ensalza la naturalidad como atributivo de las madres. Se romantiza el concepto de madre y con ello los valores tradicionales, identidad femenina que gira en torno a los cuidados, como podemos ver en las cuentas de las tradwives de Instragam y TikTok. Frente a esta exaltación de la maternidad también coexiste la demonización de la crianza por considerarla un obstáculo en el desarrollo profesional de las mujeres, cosa que es cierta, pero por la falta de medidas de conciliación y la carga mental que asumimos las mujeres en casa, no porque tener hijes sea algo patriarcal en sí mismo.

Así, todo aquello que amenaza la institución de la maternidad como el aborto, el safismo, las no monogamias… son considerados prácticamente actos criminales. ¿Qué puede haber peor que una madre considerada socialmente peligrosa, una madre hipersexual, estridente, que no antepone las necesidades de su hijo a las del resto? Romper con la figura de madre discreta, abnegada, sacrificada por todos, es castigado por la escena social. Albergamos un mundo que busca que las mujeres desaparezcamos de la escena pública y que nos engaña a través de la manipulación del amor que sentimos por nuestres hijes.

Se vienen años de crianza observada con lupa, comentarios desafiantes y enjuiciadores, pero mi hijo sabrá quién es su madre porque no renunciaré a mi identidad y así espero, de alguna manera, que él tampoco renuncie nunca a la suya.

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