nº63 | a pie de tajo

IA: tecnología, trabajo y poder

Al igual que la revolución industrial marcó un hito histórico al desvincular la producción del esfuerzo humano y animal mediante máquinas impulsadas por fuentes de energía inanimada, como la combustión y el vapor, la inteligencia artificial (ia) está configurando un futuro donde la cognición y la toma de decisiones ya no son exclusivas del ser humano. ¿Qué implicaciones tiene esto para las estructuras de poder en nuestra sociedad? ¿Cómo afectará la vida de los y las trabajadoras?

Durante la revolución industrial, el incremento en la productividad atribuido a la mecanización del trabajo físico no benefició inmediatamente a la clase trabajadora, lo que dio lugar a una acumulación de capital en una emergente clase empresarial y política. Este fenómeno, conocido como la pausa de Engels, fue acompañado por una degradación de las condiciones laborales en las fábricas, magistralmente retratado en Tiempos modernos. La ia promete una revolución de magnitud comparable, con el potencial de mecanizar el trabajo cognitivo, sugiriendo la posibilidad de una dinámica similar que podría exacerbar las tensiones históricas entre capital y trabajo en un nuevo contexto tecnológico.

La capacidad de la ia para emular y aprender procesos cognitivos humanos de forma autónoma introduce un cambio paradigmático en los procesos de producción y, por lo tanto, en la raíz del poder económico. Así como el control de la maquinaria industrial centralizó ese poder hasta la era digital, el control sobre grandes volúmenes de datos y algoritmos avanzados se convierte ahora en la nueva base de poder. Un creciente oligopolio tecnológico, conocido como goma (Google, OpenAI, Microsoft, y Anthropic), monopoliza las infraestructuras digitales necesarias para esta tecnología crítica, acarreando el peligro de una concentración de poder y riqueza sin precedentes. En este contexto, la regulación y democratización del control sobre los datos y algoritmos que utilizan los modelos de ia emergen como campos críticos de acción.

Este cambio de paradigma en el poder económico también se manifiesta en el ámbito laboral, donde la ia tiene el potencial de transformar tanto las tareas individuales como la organización del trabajo en su conjunto. La automatización de tareas que antes requerían intervención humana podría inclinar la balanza de negociación en favor de los empleadorxs, desequilibrando la relación de fuerzas entre trabajadorxs y empresarixs. Ante estos desafíos, la función de los sindicatos en la defensa de los derechos laborales se vuelve más crucial que nunca, enfrentando el reto de adaptarse a un entorno donde la tecnología concede a los empleadorxs un control ampliado sobre el trabajo.

De hecho, los avances en la monitorización y control a través de la ia ya están en marcha. Plataformas como Uber o Glovo utilizan algoritmos para dirigir las tareas humanas, estableciendo un nivel de supervisión sin precedentes, un cambio que no solo afecta a las nuevas industrias digitales, sino que también permea en los sectores tradicionales. Estos nuevos mecanismos de optimización y control automatizado representan desafíos importantes en términos de privacidad, autonomía y derechos laborales, desencadenando dilemas comparables a los que surgieron con el taylorismo.

El debate sobre la ia suele centrarse en la automatización y la potencial pérdida de empleos que esta tecnología podría acarrear, con numerosos estudios indicando una considerable proporción de trabajos en riesgo de ser sustituidos. Si bien este aspecto es crítico, especialmente dado el ritmo acelerado de desarrollo tecnológico, es esencial prestar atención a cómo la ia está ya modificando las dinámicas organizativas y de poder, así como su repercusión en las condiciones laborales. La era de la ia representa más que un mero cambio tecnológico una convulsión en la estructura social que requerirá una reflexión profunda y acción consciente para garantizar que sus beneficios se extienden al margen de intereses particulares.

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