nº66 | mi cuerpo es mío

Endometriosis o no deberías quejarte tanto de la regla

Calor local varias veces al día para la relajación y el dolor, que puede asemejarse al de un parto o un infarto. Metoclopramida, media hora antes del desayuno, almuerzo y cena para las ansias y vómitos. Amitriptilina diaria para el dolor neuropático. Benzodiacepina via anal para la contractura en la región pélvica y la dispareunia, o sea, el dolor durante el coito. Analgésicos para el dolor menstrual. Probióticos diarios para equilibrar la flora intestinal y reducir las heces diarreicas. Alimentación cíclica para mejorar naturalmente la salud hormonal. Fisioterapia del suelo pélvico para aliviar el dolor, limitar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida. Ejercicio diario para aliviar la depresión y ansiedad. Complementos alimenticios para el síndrome premenstrual. Búsquedas online sobre el congelamiento de óvulos y posibles opciones contra la infertilidad, todas infructuosas al rondar los miles de euros. Psicoterapia semanal para lidiar con la endometriosis en un mundo que nos quiere (re)productivas y acíclicas.

La endometriosis ocurre cuando tejidos similares al endometrio, una capa mucosa que reviste el interior del útero, se asientan en diferentes partes del cuerpo fuera de la cavidad endometrial. Lo más común es que se instalen en partes de la pelvis, como los ovarios y vejiga, pero pueden llegar a cualquier zona, como las mamas, el pulmón y las extremidades. El año 2024 fue el vigésimo aniversario de mi menarquia y cuando decidí centrarme en el tratamiento de mi enfermedad, aunque no podría haberlo hecho antes. Durante diecisiete años mi diagnóstico fue que «no debería de quejarme tanto de la regla» hasta que, finalmente, nombraron mi dolor como «endometriosis». Aun así, tardé tres años en abordarla, pues se necesita tiempo, dinero, aprendizaje autónomo y apoyo sanitario, social y laboral. Al ser una enfermedad crónica con múltiples expresiones sintomáticas, sin cura ni tratamiento específico, las experiencias y formas de gestionar la endometriosis son únicas.

Mi tratamiento se basa en una serie de elecciones personales impulsadas, para comenzar, por los privilegios que tengo en el acceso a información especializada y a consultas médicas privadas. Tras un par de años de lucha interna y de reconocer que vivo con dolor crónico que afecta a mis relaciones personales y salud mental he decidido medicarme con fuertes drogas. Por ahora, elijo mantener mi menstruación y no eliminarla con terapia hormonal, a pesar de ser la principal recomendación médica. Para otras personas con útero seguramente será la mejor decisión porque la reducción del nivel de estrógenos también reduce el crecimiento y los síntomas de la endometriosis. La importancia que le doy a mi menstruación está influenciada por arraigadas creencias familiares y conexiones, muchas de índole crítica, con lo sagrado femenino. También
me guían las palabras del médico y escritor Gabor Maté, quién asegura que la endometriosis, así como otras enfermedades crónicas, está relacionada con traumas y abusos en la infancia. Todo un abanico de creencias espirituales, epistemológicas y políticas, junto con una serie de posibilidades materiales, asienta mi mirada hacia la endometriosis. Mi grito, sin embargo, es claro y generalizable: necesitamos un enfoque médico multidisciplinar, integrativo y psicoemocional de la mano de políticas públicas que permitan a todas las personas con endometriosis vivir lo mejor posible.

A pesar de afectar a un 10% de las personas con útero en edad reproductiva, las causas de la endometriosis son desconocidas a ciencia cierta. Esto es consecuencia de la infrarreprresentación histórica y exclusión de las mujeres de la investigación médica. A su vez, la mirada androcéntrica de la medicina es una manifestación más del sistema heteropatriarcal. Como dice la historietista sueca Liv Strömquist en su cómic feminista sobre la vulva, existe un gran deseo masculino de colonizar el cuerpo femenino en rincones diminutos, oscuros y húmedos. Infelizmente, la endometriosis todavía se encuentra en ese lugar. Especialmente en nuestra región, donde 400 000 andaluzas afectadas solo cuentan con un centro de referencia en Málaga que no cumple lo prometido, y la promesa de otro en Sevilla que nunca llegó a activarse. La sanidad pública nos debe una atención multidisciplinar y prolongada que incluya a expertos en urología, digestivo, fisioterapia y psicología, aparte de la ginecología especializada. También, la posibilidad de poder congelar nuestros óvulos para poder disminuir la presión de quienes quieran ejercer la maternidad. Considerando este escenario, me beneficio de consultas privadas con la Dra. María Muñoz Fernández, especialista en fisioterapia de suelo pélvico. Al margen de la masoterapia, María me proporciona una educación sobre la enfermedad y, sobre todo, escucha y valida mi experiencia, admitiendo los graves efectos de la invisibilización. Reducir el estrés, relajar el cuerpo, disminuir sentimientos de culpa, obtener la comprensión de familiares y amigues y la atención adecuada del personal sanitario es central para sentirse mejor. Además, organizaciones como la Asociación Endometriosis Andalucía, Endolucía, son importantes para compartir la enfermedad con otras pacientes.

El reconocimiento de que todo es cíclico es esencial para quienes imaginamos nuevas formas de vivir y estar en el planeta. Este proyecto comunitario beneficiaría no solo a las personas con endometriosis, sino a todo el mundo víctima de una cultura de (re)productividad, consumo y linealidad, fruto del capitalismo. Mientras alcanzamos ese cambio de conciencia colectiva, debemos continuar con las luchas políticas fuera y dentro del sistema. En el caso de la endometriosis, por la mejora de la ley de baja por menstruación y su correcta aplicación por parte del personal sanitario y jurídico. En nuestro círculo de afectos y social, por la visibilidad y acogimiento. Queremos que nos escuchen y nos dejen escuchar a nuestras cuerpas.

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