De tener cuerpo a ser cuerpe es un movimiento de idas, venidas, dolor y placer que forma parte de la construcción kolectiva de sernos y encuerpar.
Hablar del cuerpo… hablar del cuerpo en verano… ¿Cómo se vive el verano desde las disidencias corporales?
Además de la precariedad que a muchas personas les impide refrescarse, están los obstáculos tanto materiales como sociales que impiden, a las personas con cuerpos no normativos, disfrutar de los espacios públicos, como piscinas o playas. Algo he visto por Twitter del empeoramiento de la salud mental en verano a causa de las altas temperaturas, así es, lo notamos… ¿Estoy cansade o estoy en un momento de la «D» palabra?
Nunca he compartido el ansia que mucha gente tiene por la llegada del verano, claro que esa gente suele estar dentro de la normatividad, esa normatividad que te da permiso para disfrutar. Las imágenes del disfrute fiestero-playero que hay en nuestro imaginario colectivo no pertenecen a mi realidad, y durante muchos años (no vividos), considero que hay muchas historias que me pertenecen y que debo recuperar. Además, creo que muches desde sus cuerpes no normativos, estarán de acuerdo conmigo.
Las disidencias corporales se encuentran siempre fuera de juego. En el caso de les cuerpes gordes, navegamos entre la agorafobia y la dismorfia, que se incrementan en estos tiempos de calor y exposición. Las personas disidentes no podemos ser en este racistema. Si tenemos oportunidad de ir a espacios públicos como piscinas o playas, tenemos que asegurarnos de que sean seguros. Para que estos espacios sean seguros deben ser accesibles en varios aspectos. La accesibilidad en el acceso físico es importante a tener en cuenta, no podemos ir a las calas maravillosas que nadie conoce y que les colegas presumen de ir, porque no somos tan ágiles o no estamos segures de ser tan ágiles. Hay mucha peña que no puede acceder por disca, gorde, etc. Pero no solo está el tema de accesibilidad física, también hay que tener en cuenta que las playas más accesibles físicamente, no suelen ser las más seguras socialmente hablando, creo que mucha gente me podrá entender cuando hablo de la exposición, de las miradas… creo que mucha gente ha vivido una adolescencia y juventud en camiseta y pantalón en la playa, en la arena, sentades en la silla o toalla, mientras el resto estaba en el agua disfrutando. Estas playas más accesibles físicamente, suelen ser menos cómodas porque hay más miradas En estas playas se encuentran el terror de las familias nucleares y los grupos de chavales. Aquellas personas con cuerpes no normatives, no solo gordes, sino también discas, trans o racializades como no blancos, están expuestos, se intuye que es el no lugar.
Mientras estoy en la playa sola, escribo estas notas sobre el cuerpo, sin poder ir a nadar, porque hay días que cuesta incluso salir a la calle. Ir a la playa se ha convertido en algo político, para muches no es nuevo, todo es político… pero para mí es un ejercicio contra mí, es molestar con mi presencia, es enfrentarme a las miradas, es notar el sudor y la crema corriendo por mis lorzas. Es también estar sentade casi desnude. Ver que se me ve. Ir al mar está siendo difícil últimamente, debe de ser por el trayecto de ida y vuelta a la toalla que supone lidiar con el juicio y mantener la tripa inmóvil para que no se salga de las bragas y pueda matar a alguien. Espero que cada año las personas que somos expulsadas constantemente, disfrutemos más de los espacios que nos pertenecen. Considero que el verano es un periodo cruel en el que es difícil poder disfrutar. Deberíamos reflexionar todes sobre esto, no solo la disidencia corporal, también la peña normativa, que hagan el ejercicio de preguntarse qué amigues tienen, cómo son sus cuerpos, dónde están ahora, si hacen los mismos planes, si salen en las fotos, si se quitan la camiseta, si se bañan, si reciben apoyo. Ir a estos espacios es un acto también de acción política, es molestar y dejar claro que existimos y que no queremos adaptarnos a la norma.
Pero las reflexiones, aun así, continúan y quiero explicar que somos cuerpe, porque también nos escapamos de la estructura binaria y no tenemos un cuerpo, sino que somos cuerpe. Todavía estoy en movimiento de ser cuerpe, no es camino ni proceso, porque vamos y venimos, cambiamos, aprendemos a fluir, lloramos, disfrutamos… No es una definición fija ser cuerpe. Llegar a ser cuerpe es un camino para nada recto, ni progresivo, tampoco es el objetivo. El cuerpe escapa de lo que se espera por parte de la rigidez del racistema gordófobo. El cuerpe es el movimiento de ser, de encuerpar cada poro. El repaso histórico de nuestras vidas, localizar las violencias, reconocerlas, ser parte de ellas, politizarlas. Ser cuerpe también es disfrutar de ser(nos). El movimiento a ser no es igual para cada une, pero si es conjunto, porque ser cuerpe también es construir redes de apoyo, para gritar y acariciarnos. Ser cuerpe es aprender que por leer libros y seguir a cuentas que hablan sobre gordofobia y violencia estética, la incomodidad que supone ser el monstruo no desaparece de golpe, son movimientos extraños que cada vez más, abrazo. Me abrazo odiándome y amándome, reconociéndome como monstruo.
Ser cuerpe es ser cuerpe kolectivo. Esto es, juntarnos las disidencias corporales, okupar los espacios públicos que nos pertenecen, crear redes de apoyo para tejer resistencia y acariciarnos como cuerpe. Aceptar la monstruosidad y lucirla. Ir más allá de lo bello/feo, sano/insano, bueno/malo, válido/no válido, deseado/ no deseado, explorarnos y construir además otra definición de lo que es ser cuerpe.
Quería terminar señalando que este cuerpe kolectivo se alimenta de la ternura radical. La ternura radical es un término que conocí gracias al activismo gorde. La Pocha Nostra es el colectivo que empezó a utilizar el término, llegué a ello porque al escuchar y entender qué es la ternura radical, di con el manifiesto de Dani d’Emilia y Daniel B. Coleman, el cual animo a leer…
¡A sacar las barrigas al aire y okupar los espacios que nos pertenecen!