nº48 | mi cuerpo es mío

CUANDO LO QUE DESEAS SE CUMPLE… PERO DE OTRA FORMA

Hay personas para las que la toma de decisiones es tarea sencilla, para otras es ardua labor. Hay veces que las decisiones son rotundas, otras lo son a medias, un dejarse llevar. Cada una te conduce por un camino hacia un lugar que esperas sea como imaginabas. Pero los caminos tienen atajos, senderos sin salida, ba-rrancos, abismos, praderas hermosas, un sin fin de paisajes y destinos que no siempre coinciden con lo deseado. En mi caso, me considero una persona que por regla general duda, sobre todo cuando se trata de tomar decisiones importantes. En cambio, mi compañero David es mucho más impulsivo, se deja arrastrar más fácilmente por lo que siente en el momento. Un tándem complementario y opuesto a la par.

DECISIÓN 1.

EMBARAZO

Día 31 de diciembre del 2013: sentada en el váter de casa de mi abuela, una meada y dos rayitas rosas. La cabeza aturdida, queriendo por un momento cerrar los ojos, para abrirlos y ver que una de ellas había desaparecido. En ese momento me resumo como abrumada, contenta, asustada, incrédula… en definitiva: ¿y ahora qué? Y es que después de un año de dejarnos llevar, manchando las bragas de sangre cada mes, casi habíamos olvidado el por qué lo hacíamos. Descolgué el teléfono y llamé a David: «Estamos embarazadas. Feliz año nuevo».

La maternidad y yo siempre hemos tonteado con el juego de deshojar margaritas, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no. Y cuando el pétalo del sí se queda en tu mano, no sabes si comértelo y masticarlo hasta que se desintegre en tu boca o guardarlo en una cajita entre algodones. David y yo decidimos guardarlo con ilusión y miedo.

DECISIÓN 2.

HOSPITAL O CASA

Desde pequeña he tenido muy poca relación con los hospitales; ni roturas, ni puntos ni operaciones. David corría con los ojos cerrados pensando que los muros se desvanecerían y los traspasaría cual superhéroe. Pero, a pesar de puntos, grapas y enormes chichones, ninguno de los dos hemos tenido que recurrir a la medicina convencional con asiduidad.

Cuando nos planteamos dónde queríamos parir hubo algo dentro de nosotras que nos pedía cuevita, alejarnos de un mundo que se nos antojaba frío y lejano. Queríamos recibir a nuestro hijo en un lugar cálido, donde los olores y sonidos fueran reconocibles, acompañadas por las personas que nosotras hubiéramos decidido. A pesar de esa claridad interna, sabíamos que había algo de desobediencia en esta decisión.

DECISIÓN 3.

MI IGNORANCIA PODRÍA HABERTE MATADO

Mi barriga crecía cual luna o globo de fiesta de cumpleaños. Los vómitos brillaban por su ausencia. Era esa protuberancia creciente la que nos recordaba el camino que habíamos tomado. Todo fluía con normalidad, hasta que un día sonó el teléfono. David, Eva, acabáis de entrar en el mundo de las estadísticas: vuestro hijo puede tener síndrome de Down. ¿Queréis haceros la amniocentesis? Desconcierto. De pronto me había convertido en un número que gira dentro de un bombo. El riesgo de aborto espontáneo al hacer la amniocentesis es de 1 entre 200. La probabilidad de tener un hijo con síndrome de Down a mi edad era casi la misma. Cóctel molotov de emociones: si abortaba al hacerme la prueba habría desistido de ser madre. Si nos la hacíamos y el resultado era positivo, ¿qué hacer? La desinformación, la imagen anticuada, el miedo a lo desconocido, a no saberte capaz, los prejuicios… un mar de dudas que podrían haber desembocado en un aborto decidido.

Tomamos la senda de no querer saber. Ahora, todo hay que decirlo, durante un tiempo vi Down por todas partes.

DECISIÓN 4.

BRAGAS MOJADAS SOBRE RUEDAS

Quedaba poco más de un mes para que Teo naciera y nos fuimos a mi pueblo a pasar unos días con mi familia. No llegamos a estar ni 24 horas.

Recuerdo una conversación con mi padre que me decía «a ver si se te va adelantar como a tu hermana» y yo le dije «papá, no tenemos por qué repetir las historias familiares». Jaja, ese mismo día Teo decidió venir al mundo.

Rompí aguas durante la siesta, una fisura que manchó mis bragas levemente. Incredulidad. ¿Me habré meado? Estábamos a 365 kilómetros de Sevilla. Hablamos con nuestra matrona y nos recomendó ir al hospital por lo prematuro del nacimiento. Decidimos volver. El plan casa se había esfumado y el hospital se convertía en una realidad inminente. La cabeza a mil por hora y, de pronto, un nombre: Cristina. Una de nuestras matronas trabajaba de vez en cuando en el hospital y justo ese día estaba allí, de 24 h a 7 h. Teo nació a las 6:55 h entre canciones, colgando de un diminuto cordón umbilical.

DECISIÓN 5.

UN LLANTO DESTAPONA PEZONES

Volvimos a casa al día siguiente a disfrutar de la intimidad sin puertas que se abrieran intermitentemente. Habíamos apostado por la lactancia materna y nos sumimos en tres días de intentos fallidos. Teo no terminaba de engancharse a la teta, le costaba succionar. «¡Vamos, Teo!», le decíamos.

Lo que rompió este bucle fue un salto al bombo de lotería, al recordar que un día fui un número dentro de las estadísticas y que, posiblemente, nunca dejé de serlo.

Tres días de hormonas ciegas, hasta que una voz cercana y amorosa nos dijo: Teo tiene síndrome de Down.

«No, no puede ser, con lo guapo que es», pensé absurdamente, como si las personas con síndrome de Down no pudieran ser hermosas. Y esto sin entrar a valorar qué es la belleza. Primera fila en la montaña rusa y caída al vacío. Al principio no lo crees, pasan por delante todas esas decisiones que has tomado y te las cuestionas de arriba abajo. ¿Dónde cogimos el desvío?, ¿que he hecho mal, qué pastilla no me he tomado? Y sientes miedo, tristeza, enfado. Esto no es lo que esperábamos. Por el camino te ha dado tiempo de hacer el dibujo de un ideal, un boceto casi terminado. Y ahora el papel te muestra un garabato al que amas profundamente. Lloré mucho y esa noche Teo nos hizo un regalo, bebió de mi teta y se sació. Me destaponó la pena.

Y es que quizás sería más sabio no hacer dibujos acabados.

DECISIÓN 6.

PARTO AL AGUA

Todas estas vivencias y emociones han sido para nosotras una inmersión a pulmón, una transformación del plano familiar. De ser dos pasamos a ser tres, una triada o, mejor, una trisomía familiar. Nos ha faltado el aire en muchas ocasiones y cuando esto ha pasado hemos recurrido al lenguaje artístico como pulmón adicional. Ha sido la herramienta que nos ha ayudado a canalizar las dificultades. Por ello, nuestra última decisión, por el momento, ha sido la de sumergirnos en la creación de un espectáculo familiar al que hemos llamado Parto al agua, donde nuestros tres cuerpos, el de Teo, David y mío, se expresan física y emocionalmente. Una catarsis con la que exponer lo contado anteriormente a través de nuestro propio lenguaje.

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