Diciembre de 2017. Comienza el Año Murillo y el pintor se convierte en la imagen de marca de la ciudad de Sevilla. Un presupuesto anunciado de un millón y medio de euros, frente a otros proyectos muchos más modestos del Ayuntamiento, marca la tónica del evento anual. Paralelamente, queda visto para sentencia el juicio contra cinco hombres sevillanos, que se autodenominan «La manada», por la violación en grupo de una mujer en la fiesta de los Sanfermines, y la llamada Procesión del Coño Insumiso sigue en proceso judicial. ¿Qué subyace a estos hechos paralelos en el tiempo? La alarma social sobre el acoso sexual contra mujeres, la ciudad de Sevilla y su idiosincrasia, la utilización de la vulva como elemento reivindicador de la libertad de las mujeres, me hacen bucear en un entramado sobre el submundo del patriarcado asociado a Sevilla capital, su imaginario y su relación con otras luchas ya históricas del feminismo que parecen no haber calado aún en esta ciudad.
¿Por qué Sevilla me parece un fuerte de resistencia del patriarcado? ¿Qué huellas en las imágenes pictóricas nos dan pistas de ese patriarcado? ¿Qué actuaciones grupales y agentes individuales intervienen?
En 1968, la pintura God giving birth de Monica Sjöö (pintora sueca, escritora y anarco-eco-feminista) causó un gran revuelo. La Gran Diosa Madre dando a luz desbancaba la imagen fundamentalista del cristianismo. La censura que sufrió el cuadro, y la misma denuncia por blasfemia contra Sjöö, recuerdan la persecución del Coño Insumiso. Claro que los hechos de Sjöö se remontan a la década de los 70. Ya han pasado más de 40 años desde entonces.
La atenta mirada de Siri Hustvedt (2017) nos aporta algunas claves sobre la carga de la escritura sobre nuestros cuerpos femeninos en la tradición pictórica. En La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, a propósito de una exposición bajo el título Mujeres, reflexiona sobre el canon subyacente a los periodos de Picasso, a menudo relacionado con sus «musas». Y aquí va lo interesante. Hustvedt señala que en la bibliografía de Picasso «casi siempre se refieren a estas mujeres por su nombre de pila: Fernande, Olga, Marie-Thérèse, Dora», aunque Picasso casi nunca aparece como Pablo (a no ser que se refieran a su infancia). Los amigos hombres (famosos o desconocidos) a los que se alude en la biografía realizada por John Richardson constan con nombre y apellido, pero no así una insigne mujer, Gertrude Stein, que figura repetidamente como Gertrude. Irónicamente, la historia se repite: Siri Hustvedt es más fácilmente conocida para el gran público en español como «la mujer de Paul Auster».
Qué se puede exponer y qué no en una sociedad nos da muchas pistas sobre el imaginario de poder que la recorre. Desde que Courbet realizó en 1866 El origen del mundo, ese plano detalle del pubis femenino fue ocultado por sus diversos propietarios, incluido Jacques Lacan. En pago a los derechos de sucesión tras la muerte del psiquiatra en 1981, el cuadro pasó al ser propiedad del Estado francés, pero hasta 14 años después no sería públicamente expuesto en el Museo d’Orsay. La apropiación de la imagen de la vulva, desde las flores de Georgia O’Keefe (intención no reconocida por ella misma) a la instalación The dinner party, de Judy Chicago, con sus vulvas-mariposas cerámicas realizadas para «poner fin al continuo ciclo de omisión de las mujeres en la historia», demuestran que se trata de una realidad incómoda para buena parte de la sociedad.
En los programas feministas de educación artística de los 70 en California, los cuerpos femeninos hablaban visualmente de ellos mismos. Pero ¿qué ocurre en Sevilla con respecto a La Procesión del Coño Insumiso, tantos años después? Algunos medios refieren que La procesión «constituye un escarnio al dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María».
Al otro polo, si analizamos el dogma de la Inmaculada Concepción, se inicia en la Universidad de París en 1387 en una lucha teológica entre franciscanos y dominicos y continúa casi cinco siglos más. Para llegar a que la corriente doctrinal inmaculista se materializase en dogma, muchos emisarios españoles (desde Toledo, Sevilla, etcétera) se encargaron de solicitar al papado la asunción del dogma de la Inmaculada Concepción. Pero esto provocaba muchos enfrentamientos entre ambas corrientes en el ámbito de la iglesia, por lo que la decisión se pospuso varios siglos. Como señala Suzanne Stratton, en un momento de esta diatriba, el Vaticano esgrimió el argumento de que solo a través de la aclamación popular de la Inmaculada Concepción, Roma podría asumir el dogma. Y este argumento es el desencadenante de grandes fiestas barrocas, especialmente en Sevilla, apoyando la tesis inmaculista. En el programa de propaganda de estas altas esferas o grupos de poder destacó Murillo, como un agente especializado que llevó a la máxima dimensión comunicativa la iconografía que Pacheco describió en El arte de la pintura.
Y hoy no ha cambiado mucho el panorama. Un pueblo que se cree libre sigue aclamando acríticamente la genialidad de Murillo. Es necesario ser consciente de la herencia limitante para las mujeres que supone la repetición de una imagen cuyas virtudes son imposibles de alcanzar (como es imposible alcanzar la cintura de avispa de las Barbies que modelan nuestras primeras socializaciones como niñas). Teresa de Lauretis indicó con ahínco que los tipos televisivos crean modelizaciones sociales, y no al revés. Los protagonistas de una teleserie son emulados por los espectadores, no es que la televisión presente la realidad, sino que nos lleva modelando desde la infancia.
Hoy en día el poder en Sevilla sigue utilizando una burda propaganda de buenos y malos. Algunos historiadores trataron a Murillo como un hombre piadoso, honesto, ejemplo a seguir, identificando las imágenes religiosas que generaban él y sus trabajadores con el mismo Murillo. Con Murillo, Sevilla tuvo al ‘pintor de cámara de la Inmaculada’, y hoy tenemos al ‘médico de cabecera de la Macarena’. La identificación del hombre bueno, justo, piadoso y, a la vez, máximo profesional, nos muestra que las redes de poder fomentan la excelencia de unas trayectorias humanas, mientras invisibilizan otras. Por eso, se demoniza la visibilización de un coño insumiso y se fomenta una lectura superficial de Murillo. La fe en la Inmaculada Concepción fue filtrándose de los teólogos franciscanos hasta los monarcas españoles y la nobleza, para, finalmente, alcanzar al pueblo. Y este se echó obedientemente a las calles, en una ciudad donde sigue ocurriendo una apropiación sistemática del espacio público por hermandades y cofradías; y donde hay pueblo para justificar una devoción, siempre que mantenga sus diversiones religiosas.