Una ilustración que arde en la portada, tremendamente flamenca, nos lleva a abrir el libro Cien hogueras. Flamencos, hippies y poetas en la Andalucía contracultural, publicado este año por Piedra Papel Libros, con algo de compás ya latente. Nos prepara para lo que viene. Para empezar este ensayo, el poeta Antonio Orihuela viaja hacia lo más profundo del underground andaluz, se cuela en las fiestas que no entendían de normas, idiomas ni horarios, que daban lugar a la expresión más genuina de la cultura de nuestra tierra durante el tardofranquismo. Fiestas que atraían a personajes de todo el mundo en busca del espectáculo más primitivo y singular. Y estos encuentros sin medida se hacían en Morón de la Frontera y contaba con artistas como Diego del Gastor, Fernanda de Utrera, Juan Talega y todo el que quisiera sumarse. De ahí continua el periplo hacia el neojondismo y las primeras expresiones del movimiento jipi en Andalucía, la influencia del rocanrol, las drogas y la modernización de una sociedad que había estado aislada del resto del mundo.
Esta investigación, que hace relucir nuestra cultura más canalla, también recuerda una época de gran valor: el movimiento poético experimental de los años 70. La revista El Despeñaperro Andaluz o el programa de radio Poesía 70 fueron algunas de las expresiones colectivas que no se conformaban y que le dieron la vuelta a las palabras. Una década más tarde surge el grupo artivista La Carpeta, colectivo con un gran compromiso socio-político, provocador, que consiguió involucrar a la población en sus acciones reivindicativas por el espacio público de Granada. Todas estas historias están recogidas en un ensayo lleno de imágenes y testimonios de aquellos tiempos y aquellas gentes que no dudaron en expresarse con libertad. Cincuenta años después, las preguntas que se hace Orihuela, su miramiento y capacidad de hacer brotar amapolas, consiguen devolverle la vida a un periodo poderoso, en el que el arte quiso desatarse. Y lo consiguió.