nº11 | política andaluza

Políticas culturales en Andalucía: ¿hay alguien ahí?

A fecha de cierre de este número se han producido nombramientos en instituciones que afectan a lo cultural: Gobierno central, Junta de Andalucía y ayuntamientos. Tenemos nuevo ministro de Cultura (PP), esperamos que su cometido no sea el de hacer bueno a Wert (porque no ha habido ministro más nefasto para la cultura y la educación que Wert). Tenemos una consejera de Cultura (PSOE) que fue la bomba mediática, por inesperada, en el nuevo Gobierno de Susana Díaz. Sin entrar en detalles, hay que nombrar, al menos, los ayuntamientos de las capitales que tienen una renovación: Huelva, Córdoba, Sevilla y Cádiz, con nombres interesantes al frente de estos departamentos. En Granada, Málaga, Jaén y Almería se han mantenido gobiernos del PP. Con este escenario político me propongo, en esta oportunidad que nos brinda El Topo, aportar análisis e ideas sobre política cultural andaluza.

En los tiempos preelectorales de andaluzas y municipales, me dediqué a leer los distintos programas en temas de cultura. Aunque el análisis de las políticas culturales no es nuestro cometido principal, desde ZEMOS98 —colectivo en el que habito— hace tiempo que nos preocupamos por dar que pensar sobre los mecanismos, síntomas y necesidades que tiene la interrelación de la cultura, la sociedad y la economía. Y como solemos decir para situar el debate: «El desierto is coming».

El desierto is coming

No hace falta dar muchos rodeos. En el mes de julio de 2015 podemos decir tajantemente que el estado de las políticas culturales en Andalucía es de pronóstico grave. Las políticas culturales —entendidas como un lugar donde hay un rumbo planificado, transparente y coordinado con objetivos a corto, medio y largo plazo— no existen.

En 2007, desde el Gobierno de la Junta se puso en marcha el plan estratégico de la cultura (PECA 2007-2013). El grado de cumplimiento tiende a cero y, por cierto, nadie se ha responsabilizado por ello. Algunos indicadores muestran que hemos retrocedido a niveles «por debajo de cero». De aquel plan tenemos, a mi entender, el gran lastre de la cultura en Andalucía: las infraestructuras desmedidas. Como ejemplo, museos como el Íbero de Jaén —que aún no se ha terminado—, el Espacio Andaluz de Creación Contemporánea de Córdoba —que sigue vacío y con un concurso para la puesta en marcha sacado aprisa y corriendo y que, además, su comisión técnica dejó desierto— o el caso de Atarazanas de Sevilla: un espacio patrimonial cedido por 75 años a La Caixa mediante un convenio que no se ha hecho público aún, que la entidad financiera rompe de manera unilateral (porque en todo esto de la burbuja financiera, La Caixa termina comprando a Cajasol y hay que soltar lastre patrimonial) y que la Junta consigue «retener» y ceder a la Fundación Cajasol (una entidad absorbida por La Caixa), que tiene cada vez menos recursos y que va dejando otros inmuebles porque no puede pagarlos ni programarlos. Estos son grandes y sonados fiascos, pero en los últimos diez años gran parte del presupuesto de cultura que ahora no tenemos se ha invertido en construir grandes teatros y complejos culturales, con cientos de butacas, que salvo contadas excepciones están vacías la mayor parte del año. Si tenemos claro que uno de los motivos de la crisis fue la burbuja inmobiliaria, hay un estudio aún por hacer de cómo la cultura en Andalucía —y en otros sitios, no olvidemos la Ciudad de la Cultura en Galicia—, pagada con fondos públicos, alentó y dotó al ladrillo.

Shut up and take my money

La gran batalla, aún no ganada, ha sido la del IVA cultural. Todas estamos en contra del 21%, OK, pero tenemos la sensación de que esto oscurece el resto de reivindicaciones. El debate de los últimos tres años ha quedado en el callejón sin salida de «todo va mal por culpa del IVA». Miremos más allá: cuando el IVA vuelva al __%, ¿qué hacemos? El IVA es un impuesto al consumo, solo una parte de la actividad cultural, y cabe hacerse preguntas. ¿No estamos luchando por reducir un impuesto que sobre todo grava a las industrias culturales? ¿No está justificando la patronal los recortes en derechos sociales y laborales en una polémica, la del IVA, que es la coartada perfecta? La precariedad en el empleo, la inexistencia de un reconocimiento a la actividad intermitente de las personas que trabajan en cultura y otras prácticas abusivas (como la de falsos autónomos) no variarán cuando el IVA cambie. Y la otra gran cuestión: el presupuesto público dedicado a cultura ha ido bajando exponencialmente, ¿también por culpa del IVA?

Antes de las elecciones, el potente sector andaluz de la artes escénicas montó asambleas abiertas para evitar el #PresupuestoCero a salas, compañías y demás agentes del teatro, danza y circo. Allí, gracias a la unión de las entidades y a una movilización mediática fuerte, consiguieron que la Junta dotara y convocara las subvenciones antes de las elecciones. Una vez conseguido—que, por cierto, a día de hoy, ya metidos en el segundo semestre del año, aún no se han resuelto, con lo cual la celeridad fue solo en la convocatoria y no en la resolución— arrancaron otro compromiso del Gobierno de la Junta en funciones: una Consejería de Cultura independiente de Educación, Turismo y Deportes. Muy bien. Ya tenemos una Consejería de Cultura, la siguiente cuestión sería: ¿y el presupuesto? En el que quedó aprobado a finales de 2014, el recorte en políticas activas de cultura es de casi 4 millones de euros.

Además, el presupuesto sigue teniendo una inexistente evaluación de la política de subvenciones, aberraciones como que un museo gestionado por una fundación privada reciba más dinero que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, la falta de un plan estratégico intersectorial, la descoordinación institucional, la falta de cuidado a la cultura de base y el derroche en infraestructuras de legislaturas anteriores. Y, aun así, hay un sector que resiste.

¿La píldora del emprendimiento o la píldora del mecenazgo?

Una gran parte del sector cultural se comió la píldora del emprendimiento, esa en la que tanto hincapié se hizo desde la Consejería de Innovación: «¿eres artista?, monta tu empresa». Y aunque Proyecto Lunar (el nombre de la acción que fomentó todo esto) tuviera unas intenciones loables, la falta de continuidad y, una vez más, de planificación y coordinación, hicieron que la campaña se convirtiera en la ruina de muchos proyectos culturales. Hay que reconocerlo, con la píldora aquella nadie recomendó un protector estomacal y las digestiones están siendo duras. Una de las consecuencias es que mucha gente se ha exiliado, y/o ha buscado el mecenazgo por excelencia del trabajador cultural: la hostelería. Las pocas empresas que aún nos mantenemos nos hemos dedicado a gestionar miseria que hace que nos vayamos ahogando poco a poco. No obstante, el discurso sigue siendo el del emprendimiento. La Agencia Andaluza de Instituciones Culturales en la línea de «Industrias Creativas y Culturales» aplica un recorte de más del 80% con respecto a 2014. Sumadle el IVA y las pocas facilidades que hay para las personas trabajadoras autónomas y para las PYMES y seguro que no os salen las cuentas.

Con todo y con eso, hay un sector —el del audiovisual— que ha tenido un año 2014 de ensueño. ¿Es gracias a Susana Díaz como ella parece dar a entender cada vez que puede? No, es gracias a la suma de trabajo de años atrás, porque ahí está la clave de la planificación. Para que en 2014 el cine hecho en Andalucía haya obtenido éxito de público y crítica, hay que sumarle el esfuerzo y la inversión de dos y tres años atrás. Quien trabaja en el sector audiovisual sabe que de la siembra a la recogida —cuando hay buenos productos— suele pasar mucho tiempo. Por el camino se quedan esas otras producciones que tienen éxito en contextos más pequeños o que directamente no tienen salida comercial pero sí artística y cultural.

Desde la política y desde otros sectores se está elaborando y reclamando la píldora que nos va a salvar de la crisis: la Ley de Mecenazgo. Permítaseme aquí una gran carcajada. El anteproyecto que se quedó varado en la anterior legislatura, sin informes aún concluyentes y perdido entre titulares. Decía que la Ley de fomento del consumo cultural andaluz iba a conseguir aumentar la venta de entradas porque te las podías deducir (hasta 150 euros) en el tramo autonómico de la declaración de la renta. Risas otra vez. La ley, a pesar de ser bastante inconsistente, no cuenta con ningún grupo parlamentario en contra (Podemos la mencionó como prioridad fundamental en su programa electoral) y aparece en el acuerdo de investidura del PSOE con C’s. Así que, si se aprueba a lo largo de 2016 (tiene un año de trámite como mínimo) se aplicará para el IRPF de 2017. Acordaos entonces de guardar las entradas para meterlas en el programa PADRE.

Más allá de las bromas, ¿a quién puede beneficiar esto? El sector del cine lo vio con buenos ojos, lógico, pero aún no hay un estudio económico, y me temo que para Hacienda no es una prioridad porque las cantidades económicas de las que estamos hablando son muy pequeñas. Aunque, directamente, no sea objeto de la ley, sí sirve tener algunos datos claros: por ejemplo, la previsión de 2015 de venta de entradas en los espacios escénicos andaluces es de 336 000 euros. La ley afectaría, como es lógico, a todas las entradas públicas y privadas, pero, aun así, ¿garantiza la ley que lo recaudado en cultura va a ir a cultura? Se me antoja que esta propuesta de Ley de Mecenazgo es del todo insuficiente. Por seguir dando datos para comparar: el alquiler de las oficinas de la Agencia, situadas en el Estadio Olímpico de Sevilla (sic), cuesta 476 000 euros al año.

Cuida tu cultura o arderás en el infierno

Este texto parte de conversaciones con muchas personas del ámbito de la cultura, así como de la lectura de la actualidad política y de la realidad legislativa. No caigamos en lo fácil, las personas que hacemos la cultura en Andalucía también somos responsables de la situación descrita arriba. Y aunque en Andalucía no ha habido un cambio como el que se ha producido en otras ciudades y comunidades autónomas, quería lanzaros una pregunta: ¿vamos a cuidar la cultura?

Necesitamos un plan de «cuidados» planificado, participado, consensuado, común y cumplible. Dicho plan debe alejarse de conceptos como ciudad creativa o smart-cities —ampliamente criticados desde algunos sectores académicos y activistas— y hay que intentar mezclar:

  1. Pragmatismo y sensatez. Por ejemplo: cesión de equipamientos en desuso. En Sevilla hay reclamaciones como La Carpa que deberían estar resueltas.
  2. Redistribución de recursos para evitar un modelo basado en grandes eventos, donde las pequeñas iniciativas no tienen cabida. Huir de la turistización de la cultura.
  3. Potenciación de la economía social de la cultura, por ejemplo, incluyendo cláusulas sociales en las licitaciones públicas. Y poner en el centro los contenidos que potencien el tejido social.

La política institucional promueve leyes, con toda su parsimonia burocrática (en trámite se quedaron la Ley del Cine o la de Mecenazgo). Pero en un momento de urgencia como este hay que reclamar planes plurianuales, ágiles y que eviten ir improvisando. Necesitamos innovación administrativa y no parafernalias burocráticas. Eso se puede arreglar rápido si hay voluntad entre trabajadores y trabajadoras de la administración pública y agentes locales. El sector debe entender que el momento clave es ahora. Después del verano se irán poniendo en marcha los presupuestos de 2016, ahí debe producirse el cambio. Que la coordinación entre instituciones, colectivos culturales y sector privado no sea una quimera. Y, por último, hay que poner encima de la mesa la precariedad que tiene el sector: empezar a reclamar los derechos sociales que toda persona trabajadora en la cultura tiene, hacernos la pregunta de qué sociedad queremos construir para entonces tener claro qué políticas culturales debemos fomentar.

Nota ilustración: CUIDA TU CULTURA O ARDERAS EN EL INFIERNO; Manuel Leon. Cortesia Galeria Javier Lopez y Fer Frances

Nos apoya