nº9 | la cuenta de la vieja

¿Quién piensa en la energía?

Alguien podría decir que con la que está cayendo, hay que ser muy friki para preocuparse por la energía. Es un tema que se nos vende como muy técnico, que no está al alcance de ser comprendido por la población, carente de interés. A lo sumo, y tras abordarlo Jordi Évole en su programa Salvados, se empieza a dudar de que el precio de la electricidad haya subido, como publicitan las compañías eléctricas del oligopolio, por culpa de las energías renovables (ER), o que el petróleo haya bajado más de un 40% (no así las gasolinas) por la bondad de las grandes petroleras.

La actual crisis financiera tiene un elevado grado de artificiosidad. No es el resultado de una carencia de recursos primarios, ni de mano de obra, ni de riqueza nacional… sino resultado de maniobras especulativas con dinero, que no es más que papel, plástico o últimamente órdenes por internet. Se nos está ocultando la verdadera crisis a la que se enfrenta la humanidad: la crisis energética.

Si en la actual crisis, millones de familias se han empobrecido, nuestros gobiernos se han doblegado a los intereses financieros y se han rebajado, cuando no perdido, derechos que considerábamos intocables, ¿qué va a ocurrir cuando dentro de 40 años se haya acabado el petróleo? ¿Qué va a ocurrir si sube la temperatura media de la Tierra más de 2 ºC como vaticina el IPCC1?

Tenemos que preguntarnos y reflexionar acerca de cómo vamos a hacer una transición tan rápida de una sociedad industrializada y consumista, en la que nuestro consumo de energía descansa en un 75% en combustibles fósiles, a otra en la que no dispongamos de estos recursos. Según la IEA2 dentro de 70 años habremos agotado las reservas conocidas y previsibles de fósiles.

Tenemos que evitar que la temperatura de la Tierra suba en este siglo más de 2 ºC. No podríamos hacer frente a los cientos de millones de desplazados por la desertización de extensas zonas y la inundación de las zonas costeras por la subida del nivel del mar. Tampoco soportaríamos las pérdidas de biodiversidad ni el empobrecimiento de las tierras agrícolas fértiles.

Dando por sentado que existe un estrecho vínculo entre consumo de energía y desarrollo humano, podemos identificar tres hitos en la historia de la humanidad:

  1. Hace 400 000 años, cuando la humanidad usaba únicamente su alimentación y el fuego como fuentes de energía. Consumíamos unas 2500 kcal por habitante y día. Esta energía de supervivencia la obteníamos de la alimentación.
  2. Hace 8000 años, cuando incorporamos la fuerza animal (agricultura y transporte), el viento y el agua (molinos). El consumo energético se multiplicó por 4.
  3. Transcurridos 200 años desde que incorporáramos las máquinas. Hoy nuestro consumo medio diario por persona se ha multiplicado: en España 44 veces, en EE. UU. 110 veces, en China e India 8 veces. La media mundial se ha multiplicado por 18 veces y se duplica cada 30–40 años.

No hay energía disponible para que todos los habitantes de la Tierra consuman y contaminen como lo hace un español medio, y aunque dispusiésemos de ella, los efectos sobre el cambio climático serían catastróficos. Consumimos 2,9 TEP (Toneladas Equivalentes de Petróleo) y emitimos 5 toneladas de CO2 al año, lo que supone que tú, lector/a, consumes diariamente unos 8 litros de petróleo y emites 14 kg de CO2 a la atmósfera.

Hasta ahora, los progresos humanos y civilizatorios se han dado con incrementos en el consumo de energía. Nos enfrentamos a una situación que quiebra este principio. Las próximas generaciones no dispondrán de tanta energía, es más, aún no hemos desarrollado las fuentes de energía que vamos a emplear.

A nivel mundial no hay espacio para el optimismo. La tecnología nuclear de fusión está lejos de ser una realidad y las energías renovables no están garantizando que sean capaces de cubrir el crecimiento previsible de la demanda y el hueco que vayan dejando los combustibles fósiles. Para cubrir un descenso del 5% anual en la producción de petróleo haría falta montar instalaciones renovables a un ritmo de cien veces el actual.

Además de los extraordinarios problemas técnicos, industriales, financieros y de todo orden a los que nos enfrentamos en esta tesitura energética, existe el problema político y social de gestión del decrecimiento energético. En nuestras sociedades consumistas el decrecimiento está asociado a la pérdida de bienestar, al retroceso social. Un cambio de mentalidad se antoja necesario, que supere las visiones economicistas y cortoplacistas. El bienestar habrá de ser medido en términos intergeneracionales. Tendremos que recuperar el control sobre la energía y arrebatárselo a quienes lo han usurpado. De no ser así, nos plantearemos el falso dilema entre nucleares o decrecimiento y entonces, ¿qué opción elegiríamos?

La participación de las fuentes renovables de forma masiva en el suministro energético podría facilitar la democratización del uso de la energía y la pérdida del control de esta por unas oligarquías que la han usado en su beneficio.

El panorama energético local en España y Andalucía nos ofrece luces y sombras. Las sombras son nuestra dependencia energética del exterior3 y las políticas seguidas por nuestros gobernantes. En especial este gobierno del PP está combatiendo con saña las energías renovables, dificultando que cumplamos los moderados objetivos planteados desde la UE en lo relativo a eficiencia energética, disminución de emisiones y uso de «energías limpias».

Las luces son nuestra riqueza en recursos renovables (sol, viento y biomasa) y que disponemos de tecnología y empresas para su aprovechamiento. Es posible, necesario y económicamente viable fijarnos el objetivo de tender hacia un suministro energético 100% renovable en el horizonte del año 2050, sobre la base de un descenso drástico de los niveles de consumo4.

 2010 – Energía final (KTEP)2050 – Energía final (KTEP)
Industria40003000
Transporte48003300
Residencial y Pública40002800
Total128009100

Notas sobre la tabla:

  • Reducción del 29% en el consumo final.
  • Descarbonización respecto máximos: 90%
  • Aporte renovable a la energía final: 76,8%
  • Dependencia energética exterior en 2050 del 14,7%
  • La electrificación del transporte será uno de los elementos que permitirá reducir el consumo, un motor eléctrico es 2,5-3 veces más eficiente que un motor de combustión.
  • Hipótesis: en 2050 el 100% de la electricidad será de origen renovable y el 85% del transporte se cubrirá con renovables.

Somos la ciudadanía quienes tenemos que ir construyendo alternativas hacia la inevitable transición energética. Socializarnos en contra del consumismo con un enfoque decrecentista, introducir en nuestras vidas comportamientos más respetuosos con nuestro entorno y favorecer con nuestro consumo diario las iniciativas sociales que nos desliguen de nuestras ataduras.

Disponemos de diferentes alternativas en el consumo de electricidad: contratar nuestro suministro con una comercializadora de carácter cooperativo y de energía renovable (Enercoop, Enerplus, Gesternova, Goiener, Somenergia, Zencer…), sumarnos al autoconsumo con pequeñas instalaciones fotovoltaicas y, si disponemos de ahorros, invertir en proyectos renovables de participación ciudadana. En todos los casos dejaremos de colaborar con quien se opone a nuestros intereses, ahorraremos dinero y contaminación y contribuiremos a la construcción de ese otro mundo posible que deseamos.

1 Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.

2 Agencia Internacional de la Energía.

3 Compramos fuera cerca del 80% de la energía que consumimos, lo que hace que cada año nos empobrezcamos en aproximadamente 50 000 millones de euros.

4 Carlos Serra. Horizonte 2050. Hacia un modelo energético andaluz altamente descarbonizado: http://bibing.us.es/proyectos/abreproy/70477/

nº8 | la cuenta de la vieja

A vueltas con la crisis y la reproducción social

Ojiplática me quedo al leer el siguiente titular: «La crisis es historia del pasado». Dicho por el presidente del gobier-No, oiga, que no es cualquiera. Vamos, que por lo visto esto no ha sido más que un fenómeno-pasajero-producto-de-un-cúmulo-de-circunstancias-no-deseadas-aunque-prácticamente-azarosas... pero que ya está finiquitada. Así que saquen la pandereta y el anís, y a brindar por el austericidio Marca-España, fun-fun-fun. Funcionó... al menos desde el punto de vista de los intereses de la oligarquía mercantil y financiera que define las reglas del juego y a la que nuestros gobiernos rinden pleitesía.

Nada nuevo bajo el sol. El capital transnacional productivo, y en especial el financiero especulativo, opera con plena libertad desde hace décadas gracias al diseño de un entorno institucional que se va reestructurando a su merced. De ahí que el denominado «estado del bienestar» se haya constituido en una suerte de observador cómplice a partir de un conjunto de instituciones opacas y vaciadas de control democrático que han permitido una fuerte incidencia de los grandes lobbies y grupos empresariales. Y si bien ha mantenido cierta labor mediadora a través de la regulación convenida del mercado de trabajo, la asunción de ciertas responsabilidades en materia de educación, sanidad, protección social e «igualdad», y un papel pseudo-redistributivo, ello no ha sido óbice para garantizar importantes instrumentos de apoyo al capital privado. Algo que se ha producido de forma directa en épocas de crisis, pero también de manera indirecta en las etapas de «bonanza económica», a partir de la pérdida paulatina de soberanía y control democrático sobre la política monetaria, fiscal y laboral; la progresiva precarización del mercado de trabajo; la descomposición creciente del lazo social y el desmantelamiento de lo común; o la dotación de unas estructuras de bienestar colectivo insuficientes y, por tanto, puramente estéticas (ya que la principal institución garante de ello ha seguido siendo la familia, erigida sobre la división sexual del trabajo).

Todo ello ha ido abonando un terreno hostil que ha llevado a la degradación paulatina de las condiciones de vida de la inmensa mayoría social, y a la multiplicación de las situaciones de desigualdad y exclusión. Por tanto, que no nos vengan los encorbatados expertos con eso de que comienza a escampar, porque la quiebra generalizada de los procesos vitales a la que asistimos no es un fenómeno coyuntural derivado del estallido financiero de 2007, sino una tendencia sistemática que se deriva de las propias reglas del juego y que no se va a modificar sin un cambio estructural que vaya a la raíz de las mismas.

«No es una crisis. Se llama capitalismo»

Así lo cantan Flo6x8. Aunque habría que añadirle algún apellido más…

Efectivamente, nuestras vidas se desarrollan en el marco de un sistema que deriva del usufructo de la propiedad privada sobre el capital y funciona alentado por una tasa de ganancia. Pero para ello se apoya en esquemas distributivos basados en unos ejes de explotación que atraviesan cuerpos y fronteras de formas perversas (la clase, pero también el género, el estatus migratorio, la raza, la edad, la diversidad funcional, sexual…), por ello decimos que es un capitalismo heteropatriarcal, racista y colonial. Y nos quedamos cortas. Se trata además de un sistema biocida que se alimenta de la devastación ecológica y la desposesión de los bienes comunes, la apropiación de recursos públicos y la socialización de costes, poniendo continuamente en jaque las condiciones sociales y ambientales sobre las que desarrollamos nuestra existencia. Por tanto, no asistimos a una crisis, sino a un colapso sistémico fruto de las propias contradicciones que atraviesan a «esta escandalosa cosa»1 y de la huida hacia delante a la que nos conduce la supervivencia.

Ante semejante escenario, lo urgente no es ni mucho menos «recuperar una senda de crecimiento» que permita seguir alimentando al monstruo, sino poner sobre la mesa del debate político el conjunto de procesos que, a costa de ello, está poniendo en riesgo la sostenibilidad de la mayoría de las vidas. En última instancia, se trata de llamar la atención sobre las grandes contradicciones que amenazan el terrero del vivir como proceso cotidiano de reproducción de cuerpos, identidades y relaciones.

Y aquí los feminismos nos van a dar muchas pistas.

Develar el conflicto capital-vida

Hablar de conflicto capital-vida supone partir de una visión integral del sistema socioeconómico, abordando todo el engranaje que garantiza la satisfacción social de necesidades, y situando a las personas en el centro de la atención teórica y política. Para ello es necesario contemplar las estructuras sistémicas en la que se inserta el sistema económico (la dimensión ecológica, la reproducción social…), pasando por las diversas esferas de actividad económica que lo componen (mercado, estado, hogares, redes sociales y comunitarias) hasta llegar a los sujetos concretos (con cuerpos e identidades) que encarnan la responsabilidad última de generación de bien-estar cotidiano en un sistema que lo obstaculiza.

Por un lado, estamos inmersxs en una crisis ecológica global que nos adelanta unos escenarios de escasez cuya escala apenas podemos imaginar; asistimos a una intensificación de la precariedad de la vida, agudizada por tres elementos fundamentales en el Norte global: 1) el desmantelamiento de lo público (que no solo implica la transferencia de un importante volumen de recursos efectivos o potenciales del Estado al capital privado en materia de educación, sanidad o protección social, sino que además conlleva la reducción de la esfera pública y, por tanto, la desaparición de los espacios de deliberación y negociación colectivos y de control social sobre las decisiones políticas; 2) la obstaculización (o eliminación) de los espacios comunitarios de intercambio y relaciones; 3) y el reforzamiento de lo privado en una doble dirección: por un lado, se otorga más poder a los mercados mediante la mercantilización y financiarización de cada vez más dimensiones de la vida cotidiana, y por otro, más responsabilidad a los hogares que tienen que afrontarlo con los recursos privadamente disponibles.

Se va configurando así un escenario de polarización social en el que solo unos pocos hogares son capaces de hacer frente a los envites del sistema a partir de estrategias de consumo, mientras que para una amplia mayoría (abocados al subempleo, al desempleo o al endeudamiento, etc.) se intensifica su situación de incertidumbre no elegida en torno al acceso sostenido a los recursos necesarios para el proyecto de vida elegido. Una precariedad vital que, como señala Silvia Gil, deja de ser excepcional, para devenir en la norma neoliberal que rige la vida de una gran parte de la población, ahora también en el Norte global2, y ante la cual se despliegan múltiples estrategias de supervivencia.

Estrategias de supervivencia

Con esta expresión nos referimos a los arreglos cotidianos y apaños finales que desplegamos con el objeto de sostener y sacar adelante la vida dentro de nuestro contexto concreto. Estrategias que están privatizadas (en los hogares), invisibilizadas (no hacemos política desde ellas) y feminizadas (en un triple sentido material, subjetivo y simbólico).

Un breve apunte a este respecto: al intentar desvelar el papel de las relaciones de desigualdad entre géneros en el funcionamiento de la economía, corremos el riesgo de hablar de «las mujeres» (y de «los hombres») como si fueran identidades definidas o con intereses comunes. El género sería más bien una matriz en la que se cruzan diversas opresiones (y privilegios) que, además, se encuentran en constante proceso de cambio a la hora de definir las desiguales posiciones que vamos ocupando en la asunción de responsabilidades sobre la sostenibilidad de la vida.

Es decir, por un lado, somos conscientes de que el nuevo tipo de control social que se deriva de esta situación de precariedad vital es inseparable de una relectura del papel de las mujeres en las sociedades occidentales. Una vuelta de tuerca a la ética reaccionaria del cuidado (Pérez Orozco, 2006) que se impone a partir de un redimensionamiento de la división sexual del trabajo; de la normativización de unos modelos de convivencia únicos, generadores de desigualdades (la familia nuclear tradicional como sujeto de derechos y de consumo); de una construcción violenta del amor romántico que se utiliza como mecanismo de control clave de nuestros cuerpos, relaciones y sexualidades; o de una construcción de la feminidad —y la masculinidad— asociada a unos roles opresivos que conlleva que las mujeres asuman el rol de protectoras del hogar, garantes del ahorro y responsables últimas (o únicas) del bienestar familiar.

Pero, por otro lado, es necesario establecer ciertas cautelas. ¿Recae esta responsabilidad por igual en todas «las mujeres»? Obviamente, no. Y esta no es una cuestión cualquiera. De hecho, el protagonismo en estas estrategias de supervivencia feminizadas viene marcado por unas posiciones de subordinación cualificadas por distintos ejes. Algunos ejemplos:

  • Estamos re-emplazando o complementando los bienes o servicios que antes realizaba u ofrecía el Estado (por ejemplo, cierre de guarderías públicas, de centros para mayores, disminución de los días de hospitalización…) con trabajo gratuito realizado en los hogares. ¿Pero en qué mujeres del hogar recae esta mayor carga? ¿A qué mujeres se contrata si hay recursos disponibles? ¿Y en qué condiciones?
  • Estamos recurriendo a la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos, ¿pero recurrimos por igual todas «las mujeres» al trabajo en el campo, al autoempleo formal o informal, al exilio forzado, a la emigración «ilustrada», al trabajo sexual…? ¿Qué criterios definen los límites en nuestros niveles de explotación, competencia o autocensura?
  • Estamos modificando los patrones de consumo, ¿pero qué necesidades/hábitos son los que se priorizan y qué miembros de los hogares están siendo lxs más y lxs menos afectados por esta modificación?
  • Estamos recurriendo a la «economía de retales» a partir de la puesta en común de todos los recursos de los que disponemos los diferentes miembros del hogar (por ejemplo, familias en las que, en muchos casos, es la pensión del abuelo o de la abuela la única fuente estable de ingresos). ¿Qué tipo de núcleos pueden reagruparse? ¿Qué ocurre cuando lo que media es un océano y el centro neurálgico es un locutorio?
  • Estamos generando espacios de intercambio fuera de los mercados capitalistas, e incluso nuevas iniciativas políticas, ¿pero qué mujeres pueden involucrarse en estos procesos colectivos?

En mi caso soy una mujer blanca recién llegada a la treintena y procedente de una familia de lo que podríamos calificar como de renta media. Una precaria con estudios que estira una beca en una universidad pública y saca otros currillos extras para cubrir parte de las necesidades materiales. He tenido la suerte de criarme en un pueblo y no tener que preocuparme por conseguir papeles ni saltar vallas para acceder a ciertos derechos en materia de sanidad, educación, protección social o justicia. Comparto con otrxs siete una casa alquilada en el centro de Sevilla, no me han desahuciado ni exiliado, no estoy endeudada, en este momento las personas que conforman mis circuitos de intimidad (y yo misma) gozamos de capacidad para el autocuidado (y el cuidado mutuo). Dispongo de tiempo para la militancia, los quehaceres y los quereres feministas, y puedo permitirme el lujo de pasar horas de lectura y devaneos tesísticos en los que plasmarlos.

Es decir, cada cual diseña sus estrategias desde su propia posición. Y con ello contribuimos, en parte, a mantener latente el conflicto sobre la base, una vez más, de lógicas de desigualdad y (auto)explotación. Esto no implica alentar el sentimiento de culpa, pero sí de responsabilidad colectiva para mirarnos el ombligo y escudriñar nuestras propias condiciones y contradicciones de vida, entrando en diálogo con otras miradas y elaborando estrategias de desobediencia, resistencia y lucha que nos permitan transitar hacia «esa otra economía» en la que nuestra vida, la de todxs, merezca ser vivida.

1 Amaia Pérez Orozco nos recordaba estas palabras de Donna Haraway en la charla que dio en Sevilla el 22/11/14 con ocasión del cumple conjunto de La Fuga y El Topo (10+1).

2 Rescato aquí lo que las compañeras Mesoamericanas en Resistencia nos destacaban en el Congreso de Economía Feminista de Carmona: «aún vuestra crisis es nuestra abundancia». De ahí que resulte complejo hablar de una crisis de reproducción social a escala global.

nº7 | la cuenta de la vieja

La manzana no puede caer muy lejos del árbol…

¿Producir cosas para reproducir la comunidad?1

Libertad y autonomía en una sociedad terciarizada

Este texto tiene mucho que ver con otro publicado en El Topo nº 52. Como aquel explicaba muy bien muchas de las cosas que tienen que ver con la idea que yo quiero compartir aquí, no voy a tratar de profundizar en la vida cotidiana como campo de batalla y de construcción de alternativas. Tampoco ahondaré en su exposición —deliciosa, por cierto— acerca del potencial de las nuevas experiencias de economías comunes, como proyectos que a la vez suponen espacios de resistencia cotidiana al capitalismo y propuestas alternativas para ir en contra y más allá de la miseria cotidiana en el capitalismo. Sin embargo, quisiera complementar sus propuestas y tratar de profundizar en algunos aspectos que en aquel texto apenas se sugerían.

Más o menos el 75% del PIB (en su acepción más convencional) en el Estado español se obtiene del sector servicios (el sector terciario), y este mismo sector ocupa más o menos al 65% del empleo. Estamos en una sociedad profundamente terciarizada ya que, como apuntaba José Manuel Naredo con su «regla del notario», los eslabones finales de la cadena productiva son los que permiten la obtención de mayor valor añadido. En el proyecto de nuestras élites económicas (y en el seguidismo devoto de nuestra clase política, haya o no comisiones de por medio) esta regla es una vieja conocida. Los vastos recursos públicos y privados que hay en nuestro perjudicado territorio se destinan básicamente a maximizar el rendimiento económico y financiero de estas últimas fases de la cadena productiva: servicios a la producción y servicios al consumo, básicamente. Y a permitir la importación del resto de cosas que consumimos pero no producimos, porque se priorizan otras actividades más lucrativas.

En algunos de los discursos más necios o cínicos, la terciarización de la economía supone, incluso, cierta forma de desmaterialización de la misma, ya que los procesos más contaminantes o consumidores de recursos quedan fuera de nuestras fronteras administrativas. Al igual que los residuos o impactos del final de la cadena, también se tratan de exportar a otros países (llámense residuos radioactivos, comercio de emisiones de CO2 o esclavitud). La terciarización de las economías, según la retórica neoliberal y tecnoptimista, supone a la vez riqueza y sostenibilidad. ¡Toda una ganga! El sector terciario genera valor a partir de la nada… ¿de la nada? Genera valor haciendo que aquellos que realizan los primeros eslabones del proceso productivo sean explotados, haciendo que el resto de personas (también explotadas) trabajemos y nos endeudemos como locas para poder gastarnos el dinero en servicios, y despilfarra los recursos físicos. La terciarización es un mecanismo de concentración de valor, sustentado simplemente en la capacidad de unas pocas empresas de organizar la economía en una forma determinada. Es otro de los trajes nuevos del emperador…

Lo que hoy une a los humanos es nuestra adherencia a los valores que promueve el mercado: esta sustitución de la comunidad por el mercado no ha ocurrido de forma natural. La importancia monetaria que cobran las cosas inmateriales —los servicios— solo ha crecido tras un fuerte despliegue de la violencia física y simbólica a lo largo de los últimos siglos, que nos ha llevado a la urbanización, la proletarización y la salarización de la población. Una vez en las ciudades —excluidos del acceso a los medios de producción y dependientes del mercado para cubrir nuestras necesidades más básicas— somos bastante vulnerables y, sobre todo, fácilmente disciplinables.

A esto se refiere, en mi opinión, Raul Zibechi3 cuando afirma que «no es que los cambios consistan en la recuperación de los medios de producción, sino que esa recuperación abre la posibilidad de que los cambios se produzcan». Es necesario que nuestras redes de autogestión también incorporen bienes materiales para construir espacios económicos alternativos y sólidos, que nos preparen para vivir según otras lógicas. En la sociedad que queremos construir, el consumo en general seguramente tenga que reducirse. En especial, la actividad en el sector servicios absorberá una proporción de la riqueza social mucho menor que el actual 75% del PIB4. Es probable que debamos pasar a consumir menos y a producir una proporción mayor de lo que necesitamos consumir. Aquellos discursos que enaltecen el poder que tenemos como consumidoras nos sitúan en una lógica dependiente del mercado, y quizá es necesario definir de otra forma la relación entre nuestra forma de vida y las cosas que precisamos adquirir.

Producción, territorio y reproducción de los proyectos transformadores

En esta línea de la política del cotidiano, podemos hablar de numerosas iniciativas que, en el nuestro o en otros territorios, tratan de avanzar en la recuperación de los medios de producción: producciones agrarias e industrias artesanales, fincas y pueblos okupados, fábricas recuperadas, mercados sociales, empresas de producción de energías limpias o viviendas y talleres okupados. Probablemente, el sentido que le encontramos a todas estas iniciativas es parecido: autonomía, cooperación social en base a la creatividad, inteligencia colectiva, recuperar el control sobre nuestros medios de vida… Quizá podríamos hablar, también, de sostenibilidad y de ecología.


«El sector terciario genera valor a partir de la nada… ¿de la nada?»


A muchas personas habitantes urbanas y rurales, la vida nos ha ido acercando a lo agrario y a la ecología, y ambos mundos se encuentran en torno a la agroecología. Y este es quizá, en nuestros territorios postindustriales, uno de los movimientos que están tomando más fuerza en este retorno a los medios de producción física. El mundo de lo agroalimentario aporta a los experimentos socioeconómicos alternativos el contacto directo con la tierra y con lo vivo. Y, por tanto, una belleza y una materialidad distintas respecto a otras producciones humanas útiles. También nos acerca de forma inmediata a los límites físicos de la naturaleza, y creo que en nuestra sociedad necesitamos comprender bien lo que suponen estos límites. Pero además de las producciones agroalimentarias, debemos rediseñar otras cadenas productivas en formatos que no reproduzcan capitalismo, sino que reproduzcan la vida social y comunitaria.

En los territorios en que vivimos, devastados por la urbanización, fragmentados y privatizados, resulta difícil construir proyectos de autonomía económica. Los movimientos transformadores debemos aprender a neutralizar la capacidad de los centros de mando del capitalismo global de disponer el espacio a su beneficio. En palabras de David Harvey, mientras que la clase obrera «no aprenda a enfrentarse a esa capacidad burguesa de dominar el espacio y producirlo, de dar forma a una nueva geografía de la producción y de las relaciones sociales, siempre jugará desde una postura de debilidad más que de fuerza»5.

Para Zibechi (2011), los proyectos autonomistas que han recreado formas alternativas de economía y sociedad, tales como los zapatistas en México o los movimientos indígenas en Bolivia o Ecuador, no se pueden entender sin una fuerte vinculación con un territorio físico definido. La territorialización de las luchas y de las construcciones sociales alternativas también puede rastrearse en nuestra historia inmediata: el movimiento colectivista de la revolución española de 1936; las huelgas y movilizaciones de la autonomía obrera de los años 70 y 80; los centros sociales okupados de los años 90; y también en las asambleas del 15M en muchas ciudades y pueblos. En estos procesos territorializados, los conceptos de barrio y pueblo, como entes físicos, han sido re-construidos como espacio de encuentro y agregación: como trampolín para afirmar los proyectos alternativos en cada espacio social. Pero también como espacio para la reconstrucción de una economía al servicio de las comunidades locales.

La subordinación de los flujos económicos a las nuevas formas territorializadas de autogobierno supone un producto y a la vez un elemento clave en la reproducción de esos espacios de autonomía local. También hoy, dentro del desarrollo de las asambleas de barrio del 15M, los huertos urbanos y los grupos de consumo han jugado un papel importante como espacio de afirmación y recreación de autonomías personales y colectivas. Y, poco a poco, van surgiendo otras producciones físicas. Estas son acciones que, a la vez que cubren necesidades, afirman la existencia de una realidad colectiva y alternativa: «Somos capaces de transformar el espacio muerto en algo vivo y útil. Somos capaces de producir. Somos capaces de cubrir nuestras propias necesidades en común».

El proyecto común, en mi opinión, es la construcción de autonomías locales capaces de integrar y reproducir los procesos transformadores (políticos, sociales y económicos) que vamos desarrollando. Reconstruir procesos económicos que, a la vez que satisfacen necesidades colectivas (sin necesidad de recurrir al mercado ni al Estado), son capaces de servir de puntos de encuentro entre las sensibilidades mayoritarias en la sociedad.

Luchas materiales en la sociedad de la información

No quiero decir con estas líneas que mañana mismo todas las personas que habitamos en ciudades debamos ponernos a hacer huertos como locas, levantando los parterres y alcorques de los parques, y el asfalto si fuese necesario. Ni a hacer muebles o tornillos. Sería una locura pedir eso. La política de lo cotidiano debe partir de lo que somos hoy si queremos construir trayectorias y espacios de vida perdurables. Y es bastante posible que nos sintamos socialmente más útiles diseñando páginas web, diseminando contrainformación, realizando informes o escribiendo tweets. Queramos o no, somos personas educadas y socializadas en una sociedad capitalista, de consumo, postindustrial, salarial, patriarcal y urbana. Llegamos a lo que llegamos. Y, además, hoy no tenemos acceso a los medios de producción de las cosas físicas. Posiblemente tampoco nos apetece acceder a ellos, o no de cualquier forma.


«Somos capaces de cambiar y de sentar las bases para que otras personas cambien también»


La política de lo cotidiano, si no es capaz de escuchar lo que somos y sentimos, e incorporarlo en sus prácticas —más que en sus discursos—, se puede convertir en un martirio cotidiano. Estoy convencido de la propuesta de John Holloway6, según la cual «tenemos que buscar la presencia confusa y contradictoria de la rebelión en la vida cotidiana. […] En el mundo de la posible emancipación, la gente no es lo que parece. Más aun, no son lo que son. […] Lo importante no son sus limitaciones presentes, sino la dirección del movimiento, el empuje en-contra-y-mas-allá (del capitalismo), el impulso hacia la autodeterminación social». El conocimiento de nuestras propias posibilidades y el respeto por nuestros propios cuerpos y derivas culturales no tiene por qué hacernos complacientes. Somos capaces de cambiar y de sentar las bases para que otras personas cambien también.

Para la reproducción del capital es necesario que nos mantengamos dependientes de los salarios y el consumo, excluidos de los medios de producción. Por ello considero de importancia que desde nuestras formas de vida actuales apoyemos a aquellas personas, compañeras o no, que optan por acceder a los medios de producción y ponen en circulación productos útiles y necesarios en nuestras redes de autonomías locales. Es importante que apoyemos estos emprendimientos, amortiguando las distorsiones entre valor y precio que hoy introduce el mercado. Que valoremos bien a donde enviamos nuestro dinero y que participemos de aquellos proyectos económicos en los que se intenta asignar a las cosas físicas un valor social, más allá de su valor de mercado. Tenemos que (volver a) aprender a producir más allá del capitalismo. Y tenemos que aprender a hacerlo bien.

El debate sobre el acceso a los medios de producción no es un debate nuevo, pero quizá vuelve a ser oportuno. Con este texto no quiero decir que este debate sea más importante, ni más urgente, ni más central que otros como el reparto del empleo o de la riqueza, el reparto y la reorganización del trabajo de cuidados y la valoración social de la economía reproductiva, la defensa de los servicios públicos y demás conquistas de la clase obrera, etc. Pero, en mi opinión, el debate sobre el acceso a los medios de producción sienta las bases para una economía que efectivamente nos permitirá algún día vivir (en su sentido físico) más allá del capitalismo. Ya que, como decía una amiga, «la manzana no puede caer muy lejos del árbol».

1 Este texto es un extracto de un libro que será publicado en enero de 2015 en la editorial Libros en Acción con el título Producir alimentos, reproducir comunidad. Redes alimentarias alternativas como formas económicas para la transición social y ecológica.

2 Luis Berraquero, Lo cotidiano es político, El Topo 5.

3 Raúl Zibechi, 2011, Territorios en resistencia. Cartografía política de las periferias urbanas latinoamericanas. Madrid: Libros en Acción.

4 Por supuesto, este 75% solo se refiere a la economía formal monetarizada. Si incluimos todos los «servicios» que se intercambian fuera del mercado —como el trabajo doméstico y de cuidados—, esta proporción sería mucho menor. Probablemente, en un futuro con menos petróleo, muchas actividades del sector servicios simplemente desaparecerán, y muchas otras volverán a ser gestionadas fuera del mercado.

5 Harvey, D., 2003, Espacios de esperanza, Madrid: Akal. Citado en Zibechi, 2006.

6 Holloway, J., 2006, Contra y más allá del capital, Buenos Aires: Herramienta Ediciones.

nº6 | la cuenta de la vieja

Monedas sociales, tejiendo comunidad

¿Qué son las monedas sociales?

Podríamos decir que las monedas sociales son un tipo de dinero porque, generalmente, cumplen con sus tres características básicas: ser un medio de intercambio, una unidad contable y un medio de conservación de valor. No obstante, esta definición aséptica del dinero no nos dice nada acerca de sus fines. Si queremos descubrir su lógica debemos preguntarnos: ¿Cómo se crea el dinero? ¿Quién tiene la capacidad de crearlo? ¿Existen límites en su creación? ¿Conlleva intereses? ¿A qué objetivos responde? ¿Cuál es su ámbito de circulación?

Sin duda, el diseño del dinero no es neutro. Mientras las divisas oficiales han sido diseñadas por los poderes financieros para servir al poder del capital, las monedas sociales son creadas por la gente como moneda de cambio para satisfacer las necesidades de las personas, de las comunidades locales y de sus territorios. Y es que el poder de crear dinero no solo lo tienen los bancos centrales, los bancos comerciales o las empresas: también lo tenemos nosotrxs, la gente de la calle.

El fenómeno de las monedas locales y sociales no es nuevo. Han surgido en otros momentos en situaciones de crisis económicas agudas (como en la crisis del 29) o como consecuencia de procesos bélicos (monedas «de emergencia»). Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a un florecimiento de iniciativas que, además de querer paliar los efectos negativos de la crisis, surgen como experiencias complementarias y alternativas a las monedas de curso legal.

Actualmente, las monedas sociales son un movimiento internacional y diverso que cuenta ya, en nuestra geografía española, con más de 60 iniciativas1 en continuo desarrollo, aprendizaje y experimentación.

Estas experiencias tejen una red de intercambios tan amplia como la abundancia de los recursos que una comunidad tiene para satisfacer sus propias necesidades: alimentación, cuidados personales y del hogar, servicios de salud, artículos de segunda mano, reparaciones, formaciones, talleres artísticos, etc.

De modo que, en contraste con la escasez creciente del contexto actual, las monedas sociales parten de la abundancia de los recursos que tiene la comunidad mediante el reconocimiento de todas sus capacidades creativas, artísticas, manuales e intelectuales de todxs sus integrantxs, ya sean niñxs, mayores, jóvenes, asalariadxs, paradxs, etc.

Pero estas iniciativas son mucho más que una herramienta de intercambio económico. Su lógica es principalmente social, es decir, la de crear vínculos entre lxs vecinxs, que posibiliten tejer redes de confianza, apoyo mutuo, cooperación y solidaridad.

Quizás su mayor virtud sea la de recuperar la escala humana de la economía. De manera que, allí donde existen, se puede observar un estrechamiento de las relaciones entre lxs vecinxs, el surgimiento de una identidad común y un aumento de la creación de proyectos asociativos y sinergias entre las distintas iniciativas del territorio.

En este sentido, podemos observar cómo muchas de estas experiencias están logrando conectar a un amplio abanico de iniciativas de carácter local, social y/o ecológico como son, por citar algunos ejemplos, las empresas de economía social, lxs productorxs ecológicos y artesanos, los huertos comunitarios o los mercados sociales.

Otros elementos que caracterizan a estas monedas son la gestión comunitaria de los recursos, la apuesta por la relocalización de la producción y el consumo, la promoción de los comercios, profesionales, productorxs y asociaciones locales, la potenciación de la figura del «prosumidorx» (que conjuga los roles de productorx y consumidorx) o el abandono de la lógica consumista, reduciendo el consumo superfluo, compartiendo los recursos, reutilizando, reciclando, etc.

En definitiva, podemos decir que las monedas sociales tienen la capacidad de tejer nuevas relaciones que posibilitan a las personas y a las comunidades poner en marcha a escala local una transición sociocultural hacia modelos de mayor democracia, justicia social y sustentabilidad ecológica.

Pero también tienen sus limitaciones y no podemos pretender, al menos a corto plazo, que sustituyan totalmente a la moneda oficial, sino más bien complementarla. Por ejemplo, todavía resulta difícil encontrar iniciativas que posibiliten acceder a la vivienda o pagar los suministros (agua, luz, teléfono, etc.), al tiempo que muchos bienes y servicios son solamente ofrecidos parcialmente en moneda social.

¿Cómo funcionan?

Lo cierto es que hay tantos modos de funcionamiento como monedas, pues existen multitud de diseños y creatividad que las hacen únicas. Sin embargo, con el fin de aproximarnos a su conocimiento y compresión, explicaremos a continuación el funcionamiento básico de dos de los diseños más frecuentes:

  • Monedas de crédito mutuo: es un sistema de trueque en red que permite a sus miembrxs intercambiar bienes y servicios dentro de una comunidad formada por personas, familias, asociaciones, profesionales y comercios. Generalmente funciona entregando una cartilla en papel a cada unx de sus integrantxs, en la cual se van anotando los intercambios realizados —también se registran en una plataforma virtual y existen experiencias donde lxs usuarixs utilizan sus teléfonos móviles para realizar las compras y ventas—. El valor de una unidad de moneda social suele equivaler al de una moneda oficial (ej.: un puma igual a un euro). Una cosa interesante de este sistema es que la creación de la moneda está totalmente descentralizada, creándose en el mismo momento en el que se acuerda realizar un intercambio. Una vez fijado el precio entre las dos partes, esta cantidad pasará en positivo al saldo de quien haya vendido su bien o servicio y en negativo para quien lo haya comprado. En la mayoría de las iniciativas el saldo de partida es cero, aunque puede variar. Además, generalmente tiene un límite en negativo, con el fin de evitar que haya miembrxs que reciban mucho más de lo que ofrecen a la comunidad y se alejen de la cultura de reciprocidad que se quiere promover. Con el fin de publicitar las ofertas y demandas y conocer las del resto de la comunidad se utilizan bases de datos alojadas en plataformas virtuales o páginas webs. Otras formas de contactar con lxs miembrxs de la comunidad son mediante los mercados organizados por la red o los boletines y tablones de anuncios. Su ámbito de circulación suele producirse en comunidades pequeñas y medianas, generalmente, en barrios, pueblos y comarcas, siendo excepcionales en las regiones. El único respaldo de los saldos de lxs usuarixs es la confianza en la reciprocidad y capacidad de la comunidad para responder a sus necesidades. Este tipo de diseño ha sido el elegido por la mayoría de las monedas sociales emergidas en España y también en nuestra provincia como son el caso del Puma2 y la Oliva3 (casco norte y zona sureste de la capital), el Chabir4 (Alcalá de Guadaira) o la Jara5 y el Alcor6 (comarcas del Aljarafe y los Alcores). Los grupos motores suelen estar formados por vecinxs, asociaciones y colectivos sociales.
  • Monedas con respaldo en divisas oficiales: Funcionan de manera similar al dinero convencional, ya que utilizan billetes con un valor equivalente a las divisas oficiales. Es necesario que exista un grupo u organización central que controle la creación y la circulación de la moneda y que coordine una amplia red de asociaciones/colectivos sociales/comercios que las distribuya. Este sistema funciona de la siguiente manera: una persona compra moneda social en uno de los puntos de distribución con su dinero oficial (generalmente, recibiendo una cantidad mayor, por ejemplo, 10 monedas sociales por cada 9,5 €). Existe una red de comercios, profesionales, asociaciones y vecinxs que le ofrecen una amplia oferta de bienes y servicios en los que puede comprar con moneda social. Los comercios y profesionales tienen la posibilidad de poder cambiar sus monedas sociales acumuladas en monedas oficiales solicitándolo al grupo u organización central, pero perdiendo en el cambio una pequeña cantidad que irá a financiar los gastos de acuñación y administración (por ejemplo, de cada 10 monedas sociales reciben 8,5 €) o también pueden volver a venderlas y ponerlas de nuevo en circulación (10 monedas sociales por 9,5 €). Esta pequeña pérdida en el cambio se compensa por la publicidad, el reconocimiento social y la promoción que la red de comercios y profesionales reciben dentro de la comunidad. Por su parte, las asociaciones y colectivos sociales que quieran disponer de moneda social para su distribución tendrán que comprarla previamente a la organización central a un precio ligeramente inferior al que posteriormente la venderá (por ejemplo, compran 10 monedas sociales a 9 € que luego venderán a 9,5 €) logrando, de esta manera, una pequeña contribución por su trabajo de distribución.

En definitiva, este sistema permite superar las resistencias de los comercios y profesionales, que tienen miedo a acumular mucha moneda social, al tiempo que incentiva su uso y posibilita que todo el tejido social y comercial salga ganando. Un ejemplo de ello, sería una comunidad que compra mucha moneda social y cambia poca. En este caso, el poder adquisitivo de lxs vecinxs se vería incrementado y el tejido comercial y profesional saldría fortalecido. Al mismo tiempo, la organización central dispondría de una reserva cada vez mayor de dinero de curso oficial que podría emplear en ofrecer servicios financieros en forma de microcréditos para lxs vecinxs, comercios y asociaciones locales. Este tipo de iniciativas suele tener un ámbito de circulación mayor, habiendo experiencias que lo hacen por toda una ciudad (ej.: Bristol Pound7 en Reino Unido) o una región (ej.: Chiemgauer8 en Alemania). En nuestro país, de momento, hay pocas experiencias, destacando el Expronceda9 en Almendralejo (Badajoz) y el Ekhi10 en Bilbao. Los grupos motores los forman desde asociaciones y colectivos sociales hasta entidades públicas y privadas.

En síntesis, las experiencias de crédito mutuo destacan por ser más virtuosas a la hora de incluir a personas excluidas del mercado laboral, promover el rol del prosumidorx, ofrecer mayor transparencia —pues cualquier usuarix puede conocer las compras y ventas reflejadas en las cartillas y/o plataformas—, y generar mayores vínculos y redes de reciprocidad y solidaridad dentro de la comunidad local. Mientras que las de respaldo en divisa oficial consiguen un mayor impacto a la hora de relocalizar la economía y fortalecer a lxs profesionales y comercios, además de posibilitar una herramienta de microfinanciación más poderosa al servicio de toda la comunidad local.

Por último, señalar que debido a su circulación limitada, a su creación sin tipo de interés y al carácter complementario y social, no resulta fácil, ni atractivo, acumularlas y especular con ellas. No obstante, algunas experiencias, con el propósito de desincentivar su acumulación y fomentar la circulación, incorporan el fenómeno de oxidación o pérdida paulatina del valor en el tiempo.

tabla monedas sociales

Sevilla tejida por monedas sociales

Para finalizar, me gustaría compartir un sueño. Veo a Sevilla, en un futuro cercano, tejida por diferentes monedas de crédito mutuo surgidas en distintos barrios y pueblos. Estas monedas han creado sus propios mercados y se coordinan en una red de redes que posibilita que una persona usuaria de una moneda pueda intercambiar bienes y servicios con otra de otra moneda, como ya ocurre en la actualidad entre lxs miembrxs del Puma y la Oliva en la ciudad de Sevilla.

Esta nueva realidad ha permitido que muchas personas y familias complementen su economía y satisfagan muchas de sus necesidades saliéndose de las redes capitalistas, al mismo tiempo que establecen nuevas relaciones de reciprocidad y solidaridad con sus vecinxs.

A estas redes de monedas, tejedoras de comunidad, se les ha sumado una nueva, esta vez con respaldo en el euro, que está circulando por toda la provincia, reforzando al tejido profesional y comercio local alternativo, promoviendo el desarrollo de una economía más democrática, justa y sustentable.

Ahora, después de unos años, podemos decir que nuestras vidas han cambiado. Algunxs podrían decir que somos más pobres porque no tenemos la capacidad de consumo anterior a la crisis. En cambio, nosotrxs decimos, como Machado, que «todx necix confunde valor y precio» y, como dicen en el Pumarejo, «el afecto es nuestra revolución», vamos poquito a poco, «a su amor», y ¡juntxs podemos!

El sueño ya ha comenzado, ¿te enredas?

Nota: Si quieres saber más sobre este movimiento internacional y su realidad en España, no dejes pasar la oportunidad de participar en el tercer encuentro estatal de monedas sociales que se celebrará en Valencia11 el próximo mes de octubre. Este encuentro dará continuidad al trabajo realizado en los dos encuentros anteriores realizados en Vilanova i la Geltrú12 y Sevilla13.

Más info:

1 www.vivirsinempleo.org

2 monedasocialpuma.wordpress.com

3 olivasureste.wordpress.com

4 www.chabir.es

5 monedajara.blogspot.com.es

6 monedalocalelalcor.wordpress.com

7 bristolpound.org

8 www.chiemgauer.info

9 www.expronceda.org

10 www.ekhitxanpona.org

11 encuentromonedavalencia.wordpress.com

12 encuentromonedasvng2012.blogspot.com.es

13 monedaslocalesensevilla2013.wordpress.com

| la cuenta de la vieja

Banca Ética Fiare

¿a quién sirve mi dinero?

¿Dónde está el dinero?

Es la pregunta de mucha gente: ¿por qué estamos en crisis?, ¿por qué hay que apretarse el cinturón?, ¿dónde está el dinero? Como dice el refrán, «el que parte y reparte…». Y la mejor parte, la parte que nos corresponde a cada cual, se la están repartiendo entre esos que llaman «los mercados».

La reestructuración del sistema financiero español ha consumido alrededor de 200 000 millones de euros proporcionados por el Estado, es decir, dinero de todxs. La Comisión Europea considera que unos 40 000 millones son prácticamente irrecuperables. Este dineral se ha canalizado mediante tres vías: inyecciones de capital (88 000 millones de euros), compra de activos y avales del Tesoro para la emisión de deuda (130 000 millones entre ambos conceptos). Bankia ha sido el principal beneficiario, engullendo 22 500 millones de euros procedentes en su mayor parte del «rescate» europeo. De esa cantidad, la Comisión Europea da por perdidos más de 18 000 millones[1].

Si cambiamos nuestra manera de pensar, de actuar y de invertir nuestro dinero, cambiará el funcionamiento y la dirección del modelo económico

La crisis sistémica que vivimos plantea la necesidad de cambios profundos en las estructuras económicas, financieras, políticas, religiosas y educativas, así como en nuestros valores y formas de vida. Los cambios hondos no se producen nunca desde arriba y los que se logran son siempre resultado de fuertes resistencias de la ciudadanía crítica, que propone alternativas locales concretas.

Es tiempo de revalorizar el compromiso y la disidencia frente a un sistema que crea cada día más víctimas de todo tipo para saciar el lucro de unas minorías. Necesitamos contagiar resistencias y salir de la pasividad. Organizar respuestas y realizar compromisos eficaces tanto en lo macro como en lo micro, a nivel local y global. Nuestro sistema de vida está enfermo y un cambio radical de conciencia y de hábitos se antoja necesario.

Cambiar de dirección

Es tiempo de que la economía cambie de foco y de que la conciencia y la justicia social ocupen su espacio propio. No podemos seguir midiendo el progreso humano por el aumento del PIB y los valores en Bolsa. Hay que salir del fraude mentiroso de que podemos crecer de modo ilimitado en un mundo de recursos limitados. Necesitamos aprender a vivir con menos (decrecimiento): «Vivir sencillamente para que otros puedan, sencillamente, vivir» (Gandhi).

¿Es posible otro modelo de vida basado en la conciencia, la responsabilidad personal y la justicia ecosocial, donde el centro y el eje de la actividad económica no sea el beneficio, sino el bien común? Es patente el fracaso en la gestión política y económica de nuestros dirigentes. Llegó el momento en que personas y grupos tomemos decisiones individuales y colectivas que provoquen, por la fuerza de la disidencia y de la unión, un verdadero cambio. El modelo económico y social dominante no es ni el único ni el mejor.

Tu dinero al servicio del cambio social

Es posible revertir esta injusta situación mundial y local con el dinero de uno si ese «uno» somos la mayoría, si las personas ahorradoras condicionamos éticamente el depósito de nuestro dinero y no se lo entregamos a entidades financieras que lo manejan para repartirse dividendos e invertir en asuntos inconfesables. ¿Me he preguntado qué hacen con mi dinero?

El sistema bancario funciona con nuestra colaboración; si cambiamos nuestra manera de pensar, de actuar y de invertir nuestro dinero, cambiará el funcionamiento y la dirección del modelo económico. Nuestro poder no reside en donde ponemos el voto sino en donde ponemos el dinero, en la forma de comprar, de consumir y de invertir nuestros ahorros.

Una propuesta concreta: FIARE BANCA ÉTICA

FIARE existe desde 2003 y es una realidad en marcha abierta que ha sido capaz de reunir hasta el pasado mes de abril 39 329 997 euros en ahorro, 4 824 116 euros en capital social y ha aprobado préstamos en estos años para financiar proyectos sociales por un montante de 31 271 544 euros. FIARE Banca Ética lo conforman actualmente más de 600 organizaciones (federaciones de cooperativas, coordinadoras de ONG, asociaciones de empresas de inserción, REAS, Vía Campesina, COAG, coordinadora estatal de Comercio Justo, organizaciones de iglesia, etc.), nueve redes territoriales, una red sectorial (Coop-57), más de 30 grupos locales y más de 5000 personas. Desde marzo de 2013, FIARE forma parte de Banca Popolare Ética de Italia, con sede en Padua y con más de 30 000 socios. Ahora es el 5º área de esta cooperativa italiana de banca ética a nivel europeo.

Fiare es ya un banco-cooperativa «con todas las de la ley» por partida doble, bajo las normas y supervisión del Banco de Italia y del Banco de España a la vez. Hasta ahora, se podía formar parte de Fiare como persona socia o como ahorradora. A partir de septiembre, Fiare comenzará a funcionar como banca electrónica, con una extensa red de cajeros automáticos por todo el país. De este modo, se podrán abrir cuentas corrientes y operar a través de Internet. Además, dispone de oficinas en Bilbao, Barcelona y Madrid y de la figura del «banquero ambulante» que se desplaza por todos los territorios.

Un banco en manos de la ciudadanía

FIARE es una propuesta de alternativa económica que desarrolla la actividad de ahorro y crédito de forma diferente a como se hace en el ámbito financiero usual. Pero es mucho más que eso: es una propuesta de unión ciudadana que se construye desde la base a través de una amplia red de personas y de organizaciones sociales. Es una acción colectiva para articular una alternativa económica concebida como un instrumento de acción política para transformar la sociedad. Es una red de redes entre las organizaciones y personas que la componen. Esta red ha hecho posible que FIARE mantenga su autonomía financiera y política sin tener que recurrir a grandes inversores empresariales o institucionales.

FIARE es un banco-cooperativa no lucrativo, que orienta el crédito hacia proyectos de alto valor social. Proyectos dirigidos a la lucha contra la exclusión, la cooperación, la protección del medio ambiente o el trabajo cultural por la transformación en valores. FIARE ofrece dirigir el interés generado por tu ahorro hacia personas y organizaciones vulnerables que no obtienen créditos de la banca comercial. FIARE facilita una información transparente de todo el circuito del dinero y muestra en su web el listado completo de proyectos financiados. Se rige además por el principio cooperativo de «un socio, un voto», al margen del dinero que tenga depositado. 

FIARE es un banco-cooperativa no lucrativo, que orienta el crédito hacia proyectos de alto valor social

¿A quién sirve mi dinero?

Analizar éticamente la realidad de nuestros entornos y la actividad financiera que nos domina, supone tener en cuenta la sociedad actual y cuáles son sus retos éticos. Eso implica hacerlo mirando al bien social que debe perseguir todo cuanto se teje socialmente. Requiere no olvidar que el inmenso poder que tienen las entidades financieras (con dinero que no es propio, sino depositado-prestado por miles de personas, grupos y entidades) conlleva una responsabilidad social que hasta ahora eluden en gran medida: buscar el bien común y la justicia social.

FIARE es una realidad de innovación social: innovación al servicio de la justicia. Es evidente que la banca comercial no atiende la voz de los excluidos, ni tampoco el sistema político y social dominante. Porque no estamos en el mejor de los mundos, no es tiempo de detenerse ni recrearse. Es tiempo de disidencia y de indignación. Decidamos qué hacemos con nuestro dinero. 

Más información:

www.proyectofiare.com

sur@proyectofiare.com

Sevilla: Tel. 646 360 038

Granada: Tel. 958 522 881


[1] Público.es, agosto 2013

nº5 | la cuenta de la vieja

Coop 57 Andalucía:

una herramienta para la economía social transformadora

No merece compasión quien siendo esclavo no quiere buscarle la solución. Letra flamenca Coop 57 y el cooperativismo en Andalucía

Coop57 es una experiencia de finanzas éticas y solidarias que desde hace más de 15 años actúa como una herramienta de transformación hacia otra economía. Formalmente, Coop 57 desarrolla una actividad financiera como cooperativa de servicios. Con origen en Barcelona, realiza su actividad en Andalucía desde 2008. El objetivo principal de Coop 57 es asociar y suministrar financiación a entidades de la economía social y solidaria y el asociacionismo popular que contribuyan a transformar la economía y la sociedad, de acuerdo con los principios del cooperativismo y las finanzas éticas.

El profesor Carlos Arenas Posadas nos dice que, desde sus inicios en el siglo XIX, hubo cooperativas andaluzas que nacieron con voluntad de emprender un modelo económico alternativo. La alternativa pasaba por el colectivismo frente a capitalismo privado. Empresa colectiva de muchos frente a empresa individual y privilegiada de unos pocos. Lejos de cualquier viso de neutralidad, el aglomerado social que participaba del movimiento cooperativo desempeñó un papel fundamental en los movimientos «revolucionarios» de aquella época. El objetivo de su acción política era la consecución de un modelo de autogobierno local que satisficiera las expectativas del «pueblo».

Durante el siglo XX, el grueso del cooperativismo andaluz perdió los supuestos intelectuales e ideológicos que habían tenido en los treinta primeros años de su historia. El cooperativismo fue víctima de consideraciones asistenciales de tipo religioso, de maniobras oportunistas de los que veían en las cooperativas una fórmula para añadir a sus riquezas aquellas que provinieran de las ventajas concedidas por la administración. En Andalucía, sin embargo, y al compás de la crisis del régimen franquista y del capitalismo español desde mediados de los años sesenta del siglo XX, aparecerán notabilísimas excepciones que harán del cooperativismo tanto un medio de vida como un arma ideológica y política de abierta oposición al régimen.

A principios del siglo XXI, cada día se hace más patente que el capitalismo andaluz no ha servido para poner a nuestra tierra a la altura de otros territorios ni del Estado español ni de Europa. La economía social y solidaria andaluza debe ser alternativa a un modelo de capitalismo que viene de siglos, en la que la propiedad y la empresa privada, que ha gozado de innumerables privilegios políticos, han jugado un pésimo papel a la hora de contribuir al desarrollo socioeconómico andaluz.

Ante esta situación, nos parecen pertinentes las preguntas que en 1984 realizaba Maxime Haubert. «Si el cooperativismo es un sistema en el que los dueños de las empresas son los usuarios de las mismas, como productores o consumidores, ¿sería el cooperativismo una vía para que Andalucía sea dueña de sus recursos y actividades económicas y los dirija a satisfacer las necesidades prioritarias de los andaluces en materia de empleo, de vivienda, de alimentación, etc.? Si las cooperativas son empresas democráticas, responsables y solidarias, ¿sería el cooperativismo una vía para que haya en Andalucía más democracia, más responsabilidad y más solidaridad? Si las cooperativas son asociaciones en las que unen sus esfuerzos hombres y mujeres de los grupos sociales dominados y explotados, ¿sería el cooperativismo una vía para que no haya en Andalucía tanta dominación y tanta explotación?».

La economía social que impulsa Coop 57

Ahora bien, ¿qué economía social?, ¿qué cooperativismo? Durante estos últimos años son múltiples los tipos de cooperativismo y de modalidades de economía social que surgen en Andalucía. A muy grandes rasgos, se pueden encontrar, por un lado, un cooperativismo adaptativo o de mercado —como les llama Ángel Calle— compuesto por empresas que atienden a lógicas del capitalismo con una reducida democratización de la gestión empresarial. En estas iniciativas también estarían las que tienen por objetivo la defensa de los precios agrícolas. Por otro lado, estarían las iniciativas que pretenden caminar hacia un sistema socioeconómico alternativo, un cooperativismo transformador o economía social y solidaria autogestionaria que se dirige hacia una economía del «trabajo emancipado».

Desde Coop 57, se apuesta en mayor medida por estas últimas iniciativas antes que por las primeras. Las entidades que formamos parte de Coop 57 entendemos que la economía social debe huir del control del poder político y económico y apostar por generar unidades económicas de producción de bienes y servicios radicalmente democráticas, autónomas y sostenibles. Por tanto, Coop 57 es un medio, una herramienta para el impulso de otra economía y la transformación social en beneficio de los de abajo. Si tenemos en cuenta que el cambio es inevitable, la cuestión es hacia donde se dirigirá ese cambio, y frente a un futuro donde el autoritarismo y la desigualdad sean características esenciales, apostar por —como dice José Luis Carretero— «una economía igualitaria, participativa y democrática, donde la ciudadanía pueda decidir libremente cómo generar y hacia dónde derivar los recursos entre todos». En este sentido, la economía social y solidaria transformadora impulsa el control colectivo del excedente, por lo que sirve para reducir las marcadas desigualdades que caracterizan al capitalismo.

Cooperativistas que amplíen la «brecha»

A medio y largo plazo, el objetivo es hacer crecer la economía social y solidaria en Andalucía para que pueda convertirse en embrión de una economía poscapitalista. Para ello, entendemos imprescindible mantener su doble dimensión de sector socioeconómico y de movimiento social, y articular mercados sociales que sirvan para poder desconectar del mercado capitalista.

Además de financiación, desde Coop 57 tenemos claro una evidencia elemental: para que haya cooperativas, debe haber cooperativistas. En este sentido, nos parece muy útil guiarnos por los valores de los jornaleros andaluces (tal y como los han estudiado autores como Joan Martínez o Isidoro Moreno) para generar un buen funcionamiento cooperativo. Así, «la unión» —la cooperación, el apoyo mutuo y la relevancia de la comunidad ante la individualidad— es esencial para impulsar formas colectivas de ejercer el liderazgo y las relaciones horizontales democráticas. Por otro lado, «el cumplir» —la responsabilidad individual y el compromiso con uno mismo y con los demás— hace que no haga ninguna falta el control y la disciplina de las empresas capitalistas convencionales. Por último, «el reparto», pues ante la igualdad en «el cumplir», igualdad en «el repartir». Y es que frente a la desigualdad e injusticia del capitalismo, apostamos por el acceso en condiciones de igualdad a los medios de producción y a los resultados de su uso.

En definitiva, desde Coop 57 se desea impulsar esta «brecha en la sociedad capitalista», como la llamó K. Marx, y hacerla cada vez más grande. Promover iniciativas productivas donde cada persona trabajadora sea, a la vez, patrón de sí mismo y obrero, y donde se prescinda tanto del trabajo asalariado como de los empresarios capitalistas.

Para más info: http://www.coop57.coop/andalucia/index.php

nº4 | la cuenta de la vieja

El gasto militar destruye el gasto social

Es habitual oír a los militares y a la cohorte de corifeos que los acompañan las quejas por el escaso gasto militar español. Suelen coincidir tales quejas con los previos a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y, en nuestra opinión, buscan influir en la muy desinformada opinión pública y en la despistada clase política extractiva para que sean más sumisos al aumento del gasto militar y a la manera peculiar que tienen de provocarlo, mediante la falta de transparencia y su dispersión en partidas presupuestarias ajenas al Ministerio de Defensa.

Calcular el gasto militar español en que se incurrirá año tras año es una labor ardua y nada emocionante, en la que nos hemos enfrascado distintas organizaciones pacifistas o antimilitaristas en los últimos años y con criterios de cálculo diferentes (de ahí las diferencias importantes entre los informes). Se trata, nada menos, de buscar los diversos rincones donde la ingeniería contable de los responsables de la política de defensa ha escondido las partidas destinadas a sufragar un ejército desmesurado, unas operaciones militares en el exterior agresivas y la serie de privilegios que mantiene el ejército, que, a fecha de hoy da de comer a no menos de 3 316 535 personas, lo que equivale a un voto cautivo inmenso a favor del militarismo.

El gasto militar español 2014

Utopía Contagiosa ha realizado en 2014 un informe en el que intenta desvelar el gasto militar total que se prevé para este ejercicio. Es un documento extenso —pero pensamos que muy revelador— que puede bajarse de internet: http://es.scribd.com/doc/188967501/gasto-14-pdf

Según nuestros cálculos —que siguen el criterio definido por la OTAN sobre lo que se ha de considerar gasto militar— se computa como gasto militar todo el que tenga que ver con el mantenimiento de la estructura militar, esté o no incluido en los presupuestos del Ministerio de Defensa, más el que se sabe por referencias diversas que se producirá mediante la aplicación de créditos «extrapresupuestarios» (es decir, no contemplado en los presupuestos), más la deuda que necesita contraer el Estado para poder soportar ese presupuesto. La cifra estimada para 2014 será de 27 659,16 millones de euros, el 7,8% del total de los presupuestos ministeriales.

De esta cantidad, están consignados en el Ministerio de Defensa 5745,776 millones de euros, encontrándose los restantes 21 911,05 millones (casi el 72% del gasto militar) ocultos en 11 de los 12 ministerios restantes, así como en los llamados «organismos autónomos militares», en el presupuesto de Clases Pasivas de la Seguridad Social y en otras partidas dispersas, lo que indica la absoluta militarización y complicidad de toda la estructura del Estado con el gasto militar.

La cifra, además, podría ser más escandalosa si al gasto militar sumamos las partidas del Ministerio del Interior destinadas a lo que se conoce como control social (otros 4685,39 millones de euros más).

¿Qué políticas mantienen este gasto militar?

Llama la atención el inmenso gasto militar español, pero la pregunta clave es más bien para qué sirve.

El 41,20 % del personal funcionario al servicio de la Administración central del Estado es personal militar. Es una cifra que nos dice, en contraste con los recortes generalizados en la función pública, la preferencia del Estado por conseguir militares en su funcionariado.

Si tenemos en cuenta exclusivamente el presupuesto del Ministerio de Defensa, este se destina en un 78,37% a pagar sueldos al personal. La principal función del Ministerio de Defensa no es realizar ningún tipo de actividad, sino perpetuar el pago de salarios. La situación no mejora si consideramos la partida destinada a la Guardia Civil, igualmente destinada casi en su integridad a pago de salarios.  Pero hay más datos:

6 ECONOMIA cuadro

Todo ello permite ver que no solo el gasto es desmesurado por su elevada cifra, sino también peligroso por servir a la construcción de un aparato militar altamente corporativo, mantenedor de privilegios, agresivo, intervencionista, de valores militaristas rancios y peligrosos, altamente influenciable por los vendedores de armas y que siempre se pone al servicio del mantenimiento del statu quo y de la élite política oligárquica que lo maneja.

Un gasto antisocial

El escandaloso y escondido gasto militar español no admite comparación con el no menos escandaloso deterioro de los derechos sociales que está provocando la política marcada desde los centros de poder mundial.

Así, comparado el gasto militar previsible de 2014 con el que se tiene presupuestado para otros ministerios, resulta que el gasto militar total estaría por encima del gasto estatal en cualquier otro ministerio, incluido el de empleo, desde el que se pagan las prestaciones de desempleo.

Es llamativo, porque cuando los militares nos dicen que el gasto es ínfimo y estamos indefensos, no se refieren al drástico recorte de las prestaciones sociales o a la restricción de derechos que provocan las medidas neoliberales, ante las que sí que estamos indefensos,  ni comparan la «cifra» de gasto militar real con las partidas y recortes de los demás ministerios, que sufren un verdadero agravio comparativo.

Es curioso, porque si el gasto militar oculto que el Ministerio de Defensa se empeña en esconder se destinara a políticas diferentes, estaríamos hablando de la posibilidad de desplazar recursos desde el militarismo hacia los derechos sociales por más de 21 911,05 millones de euros, una cantidad comparable con la que destina el Estado para pago de prestaciones por desempleo.

¿Quiere decir algo esta cifra? Principalmente que no es que no haya recursos para mantener las prestaciones sociales básicas, sino que estos están destinados al inmoral gasto militar.

¿Una política alternativa?

La reducción y/o supresión del gasto militar, o su trasvase a necesidades sociales, no forma parte en realidad de la agenda real de ninguno de los partidos políticos. No hay más que ver las enmiendas a los Presupuestos Generales para comprobarlo: de las 4250 enmiendas presentadas al proyecto de Presupuestos Generales del Estado, solo 74 se referían al gasto militar. De ellas, la inmensa mayoría (principalmente PP, PSOE y UPyD) para pedir su ampliación, junto con la ambigua postura de una Izquierda Plural errática que por una parte pedía reducir el gasto militar y, por otra, ampliarlo con encargos a la industria militar para mantener los puestos de trabajo.

Frente a esto, la ciudadanía debe apropiarse del tema del gasto militar para exigir su gradual reducción, la anulación de las políticas militaristas que sostiene dicho gasto y el trasvase de las partidas militares a las necesidades sociales. Llama la atención ver tan claro esto y ver tan lejos de las agendas de los movimientos sociales tomarse en serio el Gasto Militar y proponer alternativas.

nº4 | la cuenta de la vieja

Desobediencia a los gastos militares

¿Qué es la Objeción Fiscal al gasto militar?
Es la no disposición a colaborar con el Estado en los gastos de preparación de guerras y mantenimiento de la estructura militar, desobedeciendo activamente en el momento de realizar la declaración de la renta. Consiste técnicamente en aprovechar la declaración para desviar una parte de la totalidad de nuestros impuestos a un proyecto que trabaje en la defensa de un progreso social solidario.

¿Quién puede objetar?
Cualquiera, ya seas trabajadora, parado, estudiante o no hayas trabajado nunca, y da igual si te sale a pagar o a devolver, siempre que no hayas realizado ya la declaración confirmando el borrador, por ejemplo.

¿Qué cantidad se puede objetar?
Se puede enfocar el asunto de varias maneras:

  • Cuota fija: teniendo en cuenta que el Estado ha destinado este último año 721,83 euros por persona para fines militares, ésta podría ser una buena cantidad a objetar.
  • Cuota abierta: dado que el Estado tiene tantos medios de recaudar nuestro dinero, resulta complicado determinar cuál ha sido la cantidad exacta que nos ha cobrado a lo largo de todo un año. Sin embargo, la Objeción Fiscal es, ante todo, una acción pública y colectiva de denuncia al militarismo y una interpelación a la sociedad. Es mucho más importante el hecho de objetar que la cantidad objetada; por ello, cualquier cantidad, por pequeña que pueda ser, es válida.

¿En qué tradición y estrategia política se encuadra?
La Objeción Fiscal es una campaña de desobediencia civil pura, y como tal se encuadra en la tradición y estrategia de la no violencia.
Consiste en desobedecer y quebrantar pública y colectivamente una ley o norma que se considera injusta buscando su superación por la sociedad. La desobediencia no busca la represión, pero la asume cuando llega e intenta rentabilizarla como medio para llegar a la conciencia de la mayoría de personas de la sociedad. Campañas conocidas de desobediencia fueron las de Gandhi en la India, pero también la Objeción de Conciencia-Insumisión en el Estado Español fue una exitosa campaña de desobediencia.
La Objeción Fiscal es:

  • Activa: porque no nos conformamos con el lamento pasivo, nos convertimos en protagonistas de la transformación social.
  • Colectiva: No es una cuestión personal en nombre propio sino un movimiento colectivo.
  • Pública: porque queremos que se nos oiga para impedir que se nos ignore.
  • No violenta: porque parte de una ética de respetar tanto el fin como los medios. No vemos en «el otro» al enemigo.
  • Política: porque persigue la abolición de los ejércitos, la investigación militar y el entorno militar industrial y de todas las leyes que favorecen la militarización social.

7.2 cuadro OF

¿Cómo se hace?

La Objeción Fiscal se concreta en el momento de rellenar el impreso que facilita la Agencia Tributaria para hacer la declaración de la renta. Lo mejor es hacer la declaración de renta ordinaria o simplificada y no la hoja de devolución rápida. Se puede hacer con la ayuda del programa informático de la Agencia Tributaria (PADRE), de una caja de ahorros o banco, o incluso pedírselo a una gestoría. Si confirmas el borrador, no puedes hacer la Objeción Fiscal.

Es importante dejar constancia mediante un escrito de la demanda al Estado, para que reconozca nuestra Objeción Fiscal como derecho de las personas, y proceda por tanto a retirar de los presupuestos militares la parte correspondiente de nuestra cuota.

Finalmente, ingresas la cantidad de dinero desviada de los gastos militares en cualquiera de los proyectos sociales que quieras promover.

No olvides adjuntar a tu declaración el justificante del ingreso. Viene bien también quedarse con una copia del mismo. Es conveniente que adjuntes también un escrito dirigido al delegado de Hacienda manifestando los motivos de tu desobediencia civil.

HAZ OBJECIÓN FISCAL Y DESVÍA TUS GASTOS MILITARES A LA «ASOCIACIÓN EL TOPO TABERNARIO» en la cuenta con número IBAN ES71 1491 0001 2920 8444 7925

Para más info:

http://www.nodo50.org/objecionfiscal/

http://www.grupotortuga.com/Campana-contra-el-Gasto-Militar

http://www.grupotortuga.com/Como-se-hace-la-Objecion-Fiscal-al

nº3 | la cuenta de la vieja

Educación y pobreza

Parece que al poder político neoliberal no le interesan los pobres ni la educación para todos. Esto es una constante. Ya el liberal duque de Rivas decía en los años 30 del siglo XIX que «la educación es para todos, pero a cada uno según su clase social». Por lo tanto, a los pobres había que darle la enseñanza primaria; a los ricos, la enseñanza superior; y para las personas de esta clase nueva que es la clase media, había que crear la enseñanza media. De hecho, así ha ocurrido.

En mi vida profesional y personal he tenido la posibilidad de trabajar en Dragados, con la clase dominante, durante cinco años. También con los pobres que no acabaron la enseñanza primaria a su edad, en Radioenseñanza ECCA (una emisora de radio de Gran Canaria dedicada a la alfabetización de personas adultas). Posteriormente, trabajé con los estudiantes de la clase media en la universidad.

Generalmente, la enseñanza ha sido usada como un medio de dominio de las personas por la clase dominante. Otros hemos potenciado una enseñanza como vía de liberación para las personas y la clase oprimida, mediante la educación para las personas adultas o las asociaciones de padres y madres, etc.

Hay un tipo de formación que llamamos «adiestrar para el mercado y la empresa»

En los años 70 del siglo XX, vi como una empresa poderosa como Dragados ejercía su poder mediante sus métodos productivos y la formación que impartía. Su modelo se basaba en la competitividad ilimitada, donde lo importante era el lucro y las personas eran mercancía. Demostraban así que este sistema productivo es incompatible con el humanismo y la democracia. Allí vi esbozadas las pautas que han marcado los últimos 40 años y lo siguen haciendo ahora en la LOMCE y el Plan Bolonia.

Los estudios universitarios y la formación nos habían dado un poder social que se reflejaba en la cúpula de Dragados, pero esta formación se caracterizaba por la sumisión a la dirección y por la insumisión a las normas y leyes que perjudicaran el beneficio de la empresa, aunque se saltaran normas de seguridad. Durante las obras en el Hospital Universitario de la Macarena no se colocaron redes; esto ocasionó un muerto: el jefe de edificación ordenó seguir la obra sin red. Esto puso de manifiesto el hecho de que algunos jefes no se diferenciaban del terrorista que pega un tiro en la nuca y sigue tan tranquilo. Por aquella época, escuché a un ingeniero de montes (jefe de un grupo de obras) defender el salario/hora como se hacía en EE. UU., a la par que me hablaba de las poesías exquisitas de aquel sevillano Antonio Machado. Vi prácticas tan aberrantes que al final constaté que la finalidad que se pedía a los técnicos de personal era justificar científicamente la arbitrariedad y la injusticia. Las empresas constructoras comenzaron a acumular beneficios a costa de los reformados, como hace ahora Sacyr en Panamá, y a costa de la explotación laboral como estamos viendo en la actualidad.

Situar la educación y la pobreza en la realidad próxima, cercana y humana

La educación y la pobreza no son o están en sí mismas, sino en la sociedad. Por eso hay que precisar en qué tipo de sociedad estamos, pero en la realidad, no en los papeles legales o en la prensa del mundo globalizado. Vivimos en un sistema capitalista de lucha de clases en el que van ganado los ricos. Según explica el multimillonario Warren, el beneficio capitalista está antes que el servicio público educativo. Este hecho, además, lo han garantizado el PSOE y el PP al reformar el artículo 135 de la Constitución priorizando el pago de la deuda pública sobre cualquier otra propuesta presupuestaria. Con este enfoque, la educación ha de convertirse en una mercancía que dé beneficios a los ricos mientras la competitividad ilimitada garantiza una exclusión sistemática, produciendo marginación y pobreza.

La mayoría de los medios de comunicación en España son propiedad de los poderosos. Estos los usan en beneficio propio, como explica con claridad Pascual Serrano. Los poderosos nos hablan de la excelencia, la gobernanza, la empleabilidad, el mercado, el lucro y la competitividad ilimitada como si fueran bienes que nos darán la felicidad. Pero cuando hablan de la excelencia, a mí a quien me recuerdan es a «Su Excelencia». Al escuchar este tratamiento, antes sabíamos que hablaban de Franco. Pero ahora, cuando nos hablan de un «Madrid Excelente» —lema que aparece en todas las bocas de metro—, sabemos que no es así. Los poderosos «excelentes» como Esperanza Aguirre no usan el metro. También hablan de una universidad de excelencia, una universidad muy cara a la que solo pueden acceder los ricos. Para mí, la excelencia es la élite y, por lo tanto, no puede ser democrática, no puede ser para todas las personas del pueblo. Hay gente, incluso muy «leída y escribida», que confunde la educación con la enseñanza y con el adiestramiento. Incluso hay leyes de educación que hablan de ella en la introducción pero que la olvida en el articulado. En numerosas ocasiones, la «enseñanza» consiste en capacitar a las personas para dar respuestas prefijadas por otros, y sobre esto se les examina. Pero el adiestramiento tiene ahora más aceptación que nunca ya que trata de dar respuestas prefijadas para adaptarse al mercado. Ya no se buscan personas con educación sino personas con empleabilidad. Más que personas que sepan de todo, se buscan individuos que sean sumisos a todos los deseos del dueño de la empresa o «al amo», como se decía antiguamente. Nosotros entendemos la educación y la autoeducación como un proceso que permite a las personas participantes —tanto estudiantes como profesores— dar respuestas originales a las necesidades de sus vidas desde toda condición, sea hombre o mujer, pobre o autónomo económicamente. El proceso educativo se transforma así en un proceso de autoformación personal y de soberanía individual y colectiva desde un marco de derechos humanos. Esto no le interesa a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ni a su informe PISA (Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes).

La pobreza no solo es «el escaso haber de la gente pobre», sino que un pobre es un «necesitado que no tiene para vivir», según la RAE. En estos últimos siete años hemos pasado de la opulencia a la pobreza. Los opulentos son el 1% de la población, el 99% hemos perdido riqueza. Cerca de diez millones de personas han caído en la pobreza dentro de sus diferentes grados. La complejidad de la educación y la pobreza no puede olvidar que los inversores financieros son su principal enemigo.

nº3 | la cuenta de la vieja

De la serie Pobrezas:

"Pobreza Energética; Reducir y Redistribuir"

Pobrezas

Por un lado, parte de la humanidad no tiene acceso a los mínimos de energía para satisfacer sus necesidades. Por otro lado, seguir aumentando el consumo de energía entra en contradicción con la medida más importante de un modelo energético sostenible: el ahorro y la eficiencia energética. Los derechos humanos nos imponen aumentar el consumo energético; los límites planetarios, reducirlo. El falso dilema se resuelve reduciendo y redistribuyendo.

La energía como medio esencial para la satisfacción de necesidades

La energía no es una necesidad en sí misma, sino que es útil para conseguir otros fines. Sin embargo, aunque no sea una necesidad, es un medio esencial para satisfacer casi cualquier necesidad. La energía sirve para cocinar alimentos, para mantener temperaturas agradables, para calentar y bombear agua, etc. Todas estas actividades satisfacen nuestras necesidades.

Diferentes metodologías para definir «pobreza energética»

Definir «pobreza energética» es algo complicado; como toda definición, conlleva arbitrariedades y problemas. Las Naciones Unidas hacen hincapié en la falta de acceso a la electricidad en los países empobrecidos. En 2011, año declarado como el año de la energía sostenible para todos, 1500 millones de personas no tenían acceso a la electricidad1.

En los países enriquecidos hay diferentes definiciones para considerar un hogar como pobre energético2. Según European Fuel Poverty and Energy Efficiency, en el año 2005 un 9% de los hogares de España no podían mantener una temperatura adecuada en su vivienda. Según una encuesta reciente del Instituto Nacional de Estadística, el 17,9% de los hogares afirman no poder mantener una temperatura suficientemente cálida en los meses de frío.

Bajar el precio no es la solución

Se oye a menudo que la culpa del aumento de la pobreza energética es el aumento de los precios. En realidad, una visión global de la situación nos muestra que la energía, en sus diferentes formas, es demasiado barata.

Una reducción de los precios de la energía puede mejorar a corto plazo el bienestar de la población, pero a medio-largo plazo nos está enviando una mala señal. Dos son los principales motivos. Por un lado, un 87% de la energía primaria de España proviene de fuentes no renovables: combustibles fósiles y uranio3. Por otro lado, estas fuentes son contaminantes, tanto en su extracción —provocando desastres como el del delta del Níger— como en su deposición —cuasando el cambio climático o siendo almacenadas en cementerios nucleares—. Debemos ser conscientes de que, en este mundo, si el precio de estas fuentes de energía disminuye, se consumirán mucho más4. Si su consumo se acelera, se reduce nuestro tiempo para hacer la transición a fuentes renovables y aumentan sus impactos ambientales. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE) «si el mundo pretende cumplir el objetivo de limitación del aumento de la temperatura mundial a 2º C, hasta 2050 no se podrá consumir más de un tercio de las reservas probadas de combustibles fósiles, a menos que se generalice el uso de la tecnología de captura y almacenamiento de carbono»5.

Satisfacción de necesidades y sostenibilidad: reducir y redistribuir

Al apelar a la subida de precios, mi intención es poner de manifiesto que no hay otra opción a reducir el consumo de energía. Esta opinión no es tan radical: la AIE cree que más de la mitad de reducción de emisiones de CO2 necesaria para cumplir con los compromisos de cambio climático se deberán al ahorro y la eficiencia energética6. Para eso, tendremos que establecer prioridades para su uso. Deberemos estudiar qué fuentes de energía nos proporcionan qué formas de energía y cuáles consideramos importantes para satisfacer nuestras necesidades de manera sostenible. Tenemos que ir siendo conscientes de que la era del derroche de energía está terminando. Tarde o temprano, seremos todas pobres energéticas, en el sentido de que no consumiremos tanta energía. Dar puñetazos encima de la mesa cargando contra la subida de los precios de la energía sirve de poco o nada.

Esta reducción del consumo global debe hacerse asegurando una redistribución que atienda a parámetros de justicia social. La energía es un bien común esencial en la satisfacción de necesidades cotidianas sin el cual es imposible llevar una vida digna. La pobreza energética mata física y socialmente, y no es más que otra consecuencia de los mecanismos de acumulación y dominación del poder económico y político.

No podemos permitir que se corte la electricidad y el gas (o el agua) a los hogares empobrecidos mientras los enriquecidos acumulan y derrochan. Un suministro básico de energía debe ser garantizado a todas las familias, es una cuestión de justicia social.

El futuro es nuestro

Entre tanto, la ciudadanía ya se está organizando para recuperar el control sobre la energía como «bien común básico», promoviendo su producción y consumo responsables, sostenibles y democráticos. La soberanía energética está dando sus primeros pasos en España a través de cooperativas energéticas como Som Energia, Goiener, Zencer, Enerplus, Nosa Enerxía, Ecooo, Viure de l’aire, etc.

La pobreza energética no es más que otro síntoma de este injusto sistema y las crisis que vive. Para superarla, es necesario que la justicia social, la sostenibilidad y la democracia vayan de la mano. El coste justo de la energía, su ahorro y uso eficiente y la recuperación de su control por la ciudadanía son prioridades de las luchas y alternativas del siglo XXI.

1 http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/RES/65/151

2 http://economicsforenergy.blogspot.com.es/2014/01/lecciones-de-reino-unido-para-definir-y.html

3 La Energía en España 2011, MINETUR.

4 De hecho, desde la década de los 90 y hasta la crisis, el consumo energético de los hogares creció hasta 5 veces más rápido que la población. Documento de IDAE citado antes.

5 World Energy Outlook 2012.

6 Cambio Global España 2020/2050. Energía, Economía y Sociedad. Fundación CONAMA

nº2 | la cuenta de la vieja

Pérdidas que hacen crecer el PIB. Una crítica a la economía convencional desde la economía ecológica.

Si se mira la realidad, sin dejarse llevar por la valoración de la economía convencional, se observa que una enorme máquina (formada por autopistas, fábricas, urbanizaciones, parkings, excavadoras, antenas, pegotes de chapapote, grúas, monocultivos, vertederos, centrales térmicas y residuos radiactivos entre otros), crece y crece comiéndose la riqueza ecológica (base de la vida) que encuentra a su paso: la capacidad de realiUna crítica a la economía convencional desde la economía ecológicazar la fotosíntesis, los ríos limpios, las relaciones comunitarias, las variedades de semillas, los bosques autóctonos, las relaciones cara a cara, la biodiversidad, los juguetes autoconstruidos, los caminos de tierra, los animales de los que tuvimos noticia en nuestra infancia, las maneras poco costosas (energéticamente) de calentarnos y enfriarnos, las aguas subterráneas no contaminadas, la fertilidad del suelo, etc. El metabolismo de la sociedad tecnoindustrial se alimenta de los elementos que generan la vida mientras va dejando atrás residuos tóxicos, desiertos, suelos pobres y contaminados, riberas muertas, superficies cementadas, radiactividad descontrolada, mentes homogéneas y un negro futuro para la mayor parte de las personas y las especies de la Tierra.

Y todo ello se minimiza, se eclipsa e incluso se celebra bajo la denominación de crecimiento económico. Gobiernos, medios de comunicación, analistas y consejeros delegados miran más el crecimiento del PIB que la realidad misma para establecer sus valoraciones y sus políticas. El Producto Interior Bruto es el valor monetario total de la producción corriente de bienes y servicios de un país durante un período. Un indicador que, según la economía convencional, viene a reflejar el grado de desarrollo e incluso de riqueza de un país.

La economía ecológica, sin embargo, propone mirar la realidad física en lugar de los indicadores monetarios para entender lo que pasa. Por eso, está más interesada en la cantidad de materia orgánica que se produce o que se pierde, en la huella ecológica, en la disponibilidad y el uso de la energía, en los ciclos de materiales, en la riqueza ecosistémica, en la evolución de la tierra fértil, en la resolución de las necesidades humanas o en la eficiencia ecológica que en el crecimiento del PIB, en los «ciclos» económicos o en la renta (media) per cápita.

La economía ecológica denuncia el problema de la monetarización, que consiste en mirar solo aquello que tiene valor monetario, dejar de percibir el resto de la realidad y sacar conclusiones indebidas. Para la economía ecológica, el sistema económico es un subsistema del sistema de la biosfera, y no al revés.

Resulta por tanto útil examinar algunas de las pérdidas y destrozos que contabilizan positivamente en el PIB y son considerados en consecuencia como riqueza y desarrollo:

– La extracción y degradación de materiales de la corteza terrestre

Cuando un material se extrae de la corteza terrestre, el sistema económico al uso considera que se ha «producido» ese material. Por eso se habla de países «productores» de petróleo. Cuanto menos petróleo queda en las bolsas donde la biosfera lo ha almacenado durante millones de años, más suma en los indicadores de «producción». Lo mismo pasa con los minerales o incluso con la materia viva, como es el caso de la pesca industrial de especies en peligro de extinción. La confusión entre extracción y producción que regularmente muestra el sistema económico tiene fatales consecuencias, pues vaciar la «despensa» de la biosfera se contabiliza como algo positivo. Si analizamos este fenómeno desde el punto de vista termodinámico, la interpretación es muy diferente: los materiales ordenados (petróleo, carbón, gas) almacenados en la corteza terrestre son extraídos y desordenados (pues no pueden volver a ser aprovechados por los seres vivos). Son sumados solo por ser «introducidos» en el sistema económico y por eso se dice que se «producen». Lo que en buena lógica tendría que ser una resta, es contabilizado como una suma. Se llega a la paradoja de que cuanto más se esquilma a un territorio, más «rico» es considerado. La degradación de la corteza terrestre es buena para la economía.

– La apropiación de los bienes comunes

Si un bien es de todas las personas (o no es de nadie), no se considera un bien económico, pues no se puede o no tiene sentido intercambiarlo. Pero si este bien es arrebatado del común, apropiado y comercializado, entonces aumenta el PIB. Una playa pública no puntúa en el sistema económico, pero si alguien le pone una valla y cobra por entrar entonces se considerará «producción». Cuantas más vallas tiene un país, más «rico» y «desarrollado» es. El uso libre de los bienes de la tierra contabiliza menos que el acceso privado. El empobrecimiento de la colectividad y las privatizaciones «aumentan» la «riqueza» de esa colectividad.

– El deterioro y la destrucción de la naturaleza

Si el agua del río se contamina porque una industria vierte sus residuos a su curso, los habitantes que viven río abajo se verán obligados a dejar de beber el agua cercana y tendrán que comprar agua embotellada en el supermercado. Al comprarla será contabilizada como actividad económica, lo que no sucedía al beberla de forma directa cuando estaba limpia. El agua contaminada por tanto hace «crecer» el sistema económico. Un país se considerará más rico si sus recursos naturales sanos y abundantes han sido deteriorados. Un bosque quemado contribuye más al PIB que un bosque vivo. El aire contaminado de la ciudad impulsa la construcción de segundas residencias en el campo. La playa insalubre hace más atractiva la instalación de piscinas. El crecimiento económico degrada el medio y el medio degradado impulsa el crecimiento económico. La naturaleza muerta contribuye más al PIB que la viva. Por eso Vandana Shiva dice que el PIB es una medida de la destrucción.

– La insatisfacción

La insatisfacción es uno de los principales motores del mercado. Las personas felices con lo que tienen —ricas en relaciones, que cultivan su espíritu y disfrutan de su cuerpo— necesitan menos de los bienes y servicios del mercado que las personas insatisfechas, hastiadas, incómodas con sus últimas adquisiciones y aburridas de sus vidas. Esto lo sabe bien el discurso publicitario y por eso nos recuerda unas tres mil veces al día que necesitamos cosas que ni hemos pensado, que lo que tenemos ya no sirve, que seríamos más felices enchufándonos al mercado y en especial a las propuestas de las compañías más grandes del mundo. Para la economía, el crecimiento representa el bienestar y, por tanto, en cierta medida la felicidad, pero la psicología de la felicidad ha demostrado que una vez resueltas (o en proceso de resolución) las necesidades imprescindibles, esta depende más de las relaciones afectivas, del humor, de la sabiduría, del compromiso y de los logros relacionados con el esfuerzo, que de la relación con los objetos y bienes propuestos por el mercado. Precisamente la incapacidad de una buena parte de las conductas de consumo para hacernos felices de forma duradera es aprovechada por la provocación publicitaria para colarse hasta el fondo de la mente y ofrecer más y más nuevas propuestas. La psicología positiva ha demostrado también que la felicidad no aumenta por encima de un cierto nivel de renta. La mayor parte de las culturas, de una manera u otra, han tratado de buscar la felicidad y la plenitud a lo largo de la historia de la humanidad, tratando de controlar los deseos y desarrollando equilibrios y satisfacciones más centradas en el ser que en el tener y en el compromiso con la comunidad. Por el contrario, el mercado trata de inducir incluso deseos que todavía no se han producido. El mercado aprovecha los diferentes resortes del sistema nervioso para colocar sus propuestas al precio que sea. La necesidad de estimulación y entretenimiento, la habituación y el rendimiento decreciente de los estímulos, la curiosidad natural, la necesidad de pertenencia al grupo, la seducción que provocan las novedades, inducen el deseo, y este es manipulado para que sea percibido como necesidad. La risa y la alegría contabilizan poco o nada en el PIB, sin embargo, todo el consumo de psicofármacos reguladores de las emociones lo hacen crecer de forma significativa.

– La desigualdad

El ser humano, aunque puede tener deseos ilimitados, tiene en realidad un conjunto más o menos finito de necesidades. Como el resto de los animales, podría saciarse y conformarse con una cantidad limitada de recursos materiales. La desigualdad introduce la comparación y con ella la idea de necesidades ilimitadas. Tener lo que tienen los que tienen más se convierte en una necesidad. Pobre es quien no tiene un televisor, pero si el país se desarrolla, entonces pobre es quien no tiene tres televisores. Se crea así una imparable espiral de necesidades. De hecho, los indicadores de pobreza se miden en magnitudes comparativas. Algunos economistas llegan a afirmar que la desigualdad funciona como un motor económico que hace que finalmente todos tengan más, pues parten de la idea de un mundo infinito. La realidad es que las «necesidades» ilimitadas creadas desde la desigualdad hacen crecer el sistema económico en un planeta que tiene límites.

– La ineficiencia ecológica

Cada mañana se cruzan camiones transportando galletas de parecidos sabores desde ambos extremos de Europa. No es difícil ver que se abre varias veces la acera de una calle para introducir varios tipos de conductos que podrían ponerse juntos y al mismo tiempo. En buena medida puede decirse que la economía realiza numerosos trabajos de Sísifo para engordarse. Pasar frío en verano y cogerse catarros en el cine o en el transporte, mientras se pasa un calor desagradable en invierno. Así mismo, el mercado fragmenta la actividad humana y trata de hacer negocio con cada una de las partes resultantes. En la actualidad no es difícil ver a personas que van en coche al gimnasio, en el que caminan en una cinta andadora. No resulta extraño ver subir en ascensor a personas que van a hacer stepping (subir y bajar un escalón de plástico). Las tiendas están llenas de objetos que permiten ahorrar tiempo y aparatos que sirven para gastar el tiempo ahorrado.

– La pérdida de autosuficiencia y soberanía

Cuando una comunidad humana obtiene los recursos y alimentos que consume de las tierras que habita, su actividad alimenticia no es registrada económicamente, por lo que tiende a considerarse pobre. Sin embargo, si es altamente dependiente de recursos externos, aumentará el volumen de su economía. Una familia que come de su huerta contribuye menos al PIB que si compra los productos alimenticios en el supermercado. La pérdida de soberanía activa el sistema económico y lo hace crecer.

– La escasez

Se dice que la economía es aquella materia que estudia la gestión de los recursos escasos. Si un bien es abundante, entonces no es considerado económico. Pero si la disponibilidad de este bien disminuye, si se deteriora o se hace escaso, entonces pasa a ser un bien económico y es contabilizado como riqueza. Se da el caso de que el avance de la maquinaria tecnoindustrial deteriora muchos recursos abundantes (agua, aire, biomasa, relaciones interpersonales, medio ambiente sano, risa, etc.) haciéndolos escasos. La expansión de la mancha gris de la biosfera, por tanto, contabiliza dos veces.

– La sinrazón y la irresponsabilidad

A pesar de que una parte importante de la teoría económica clásica se basa en la supuesta racionalidad de los agentes económicos, cualquier persona que trabaje en investigación de mercados o en agencias de comunicación sabe que precisamente, para aumentar las ventas de cualquier producto o servicio, hay que hurgar en la sinrazón. Vender cosas que no se necesitan, comprar cosas que no se usan, tirar cosas nuevas, realizar trabajos absurdos, destruir lo que todavía vale, aumentar la ineficiencia, engañar con la apariencia, derrochar, asociar valores contradictorios (cuidar el planeta comprando coches), provocar la frustración, crear complejos de inferioridad, suscitar la envidia o la avaricia: son mecanismos habituales del sistema económico que hacen crecer la riqueza de un país. Cuanto menos responsable se es, más se dinamiza el mercado. En realidad puede decirse que la inmoralidad es buena para el PIB.

econo cembranos web 2En general, las estructuras injustas y antiecológicas hacen crecer más el PIB. Las fórmulas antiecológicas de resolver las necesidades consumen más energía, requieren mayor cantidad de materiales organizados, emiten más residuos, consumen más espacio, concentran más poder y, por lo tanto, crean más desigualdad. Es muy destructivo mantener el crecimiento como objetivo principal de las políticas de los estados.

Si no es una medida de la riqueza ecológica, ni del bienestar humano, ni de la justicia, ¿qué es entonces el PIB? Es, a lo sumo, una medida del grado de mercantilización de la realidad. Los cuidados realizados sobre todo por mujeres no contabilizan en el PIB a pesar de ser más necesarios para la supervivencia y la reproducción que una parte importante de las ofertas del mercado. Los trabajos que realiza la naturaleza para mantener la vida, reproducirse y, cuando la dejan, complejizarse y ampliarse, tampoco son visibilizados por este indicador económico. Cuando estos procesos claves para la supervivencia se ven deteriorados o suprimidos no se reflejan de forma negativa. La aceleración de la entropía no tiene su expresión en el PIB, a pesar de que nos va la vida en ello.

El grado de mercantilización, en el capitalismo avanzado, es un indicador de la cantidad de realidad que pasará a ser controlada por las grandes compañías multinacionales, quizá por eso goce de tan buena prensa. Tal vez el Producto Interior Bruto, sea bruto de verdad.

Una sociedad preocupada por la justicia y la sostenibilidad dispondrá de nuevos indicadores de medición tales como el grado de equidad, el grado de suficiencia, la resolución no violenta de conflictos, el mantenimiento de la biodiversidad, el consumo energético por habitante, la huella ecológica o la relación entre felicidad y recursos.

(Una ampliación de este artículo puede encontrarse en el capítulo publicado en el libro: Taibo, C. (2010) Decrecimientos. Madrid: Catarata).

Bibliografía

Carpintero, Oscar. (2005). El metabolismo de la economía española. Recursos naturales y huella ecológica 1955-2000. Madrid. Colección Economía vs Naturaleza. Fundación César Manrique.

Ecologistas en Acción. (2008). Tejer la vida en verde y violeta. Cuadernos de Ecologistas.

Estevan, Antonio. (1994). Contra transporte cercanía. Barcelona. Rev Archipiélago nº18-19.

Fernández Durán, R. (1993). La explosión del desorden. Madrid. Fundamentos.

Galbraith, John K. (1960). La sociedad opulenta. Barcelona. Ariel.

Herrero.Y, Cembranos.F y Pascual M. (2011). Cambiar las gafas para mirar el mundo. Madrid. Libros en Acción.

Mander, Jerry. (1996). En ausencia de lo sagrado. Palma de Mallorca. José J. de Olañeta Editor.

Naredo J.M. (1987). La economía en evolución. Madrid. Siglo XXI.

Neef, Max. (1994). Desarrollo a escala humana. Barcelona. Icaria.

Riechmann, Jorge (coord.). (1998). Necesitar, desear, vivir. Madrid. Los libros de la Catarata.

Shiva, Vandana. (1995). Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo. Madrid Horas y horas.

nº1 | la cuenta de la vieja

Con el sudor de las de enfrente

«Con el sudor de las de enfrente» es sin duda, una expresión que sintetiza maravillosamente uno de los principios rectores más importantes del funcionamiento del actual sistema económico: la acumulación por parte de un*s poc*s solamente es posible gracias a la desposesión de un*s much*s. De esta forma, la famosa frase de abuelo que dice «en la vida siempre habrá ricos y pobres», lejos de ser un mero enunciado que constata una realidad histórica, constituye una de las trampas ideológicas más importantes (en el sentido de que es comúnmente aceptada y se reproduce en lo cotidiano) que promueve la ficción de que las desigualdades sociales son un destino inevitable. Si aceptamos la hipótesis de la «desposesión» estamos abriendo la puerta a uno de los problemas más importantes y más silenciados de nuestros tiempos: el problema de la riqueza. Sí, lector/a has leído bien, el problema, o mejor dicho, los problemas consustanciales de la riqueza.

La hipótesis de la desposesión apunta hacia la idea de que la riqueza actual se ha construido y acumulado a costa de generar pobreza. En otras palabras, no existen personas ricas y pobres, sino más bien existen personas enriquecidas a costa, no solo del empobrecimiento de otras, sino también de la destrucción de las bases materiales que sostienen las diferentes formas de vida en el planeta, incluida la de las personas: los ecosistemas. Así nos podríamos preguntar, ¿por qué unos países y/o personas han llegado a ser ric*s y otr*s pobres?, ¿cuáles han sido los procesos históricos que explican esta situación? Para empezar a indagar en estas cuestiones es necesario reflexionar, e incluso permitirse el lujo de poner en suspensión, algunas de las ideas clave que sostienen lo que hoy entendemos por economía. Estas ideas están relacionadas con las normas sociales que legitiman a día de hoy el cómo se reparten las plusvalías, cuáles son y por qué existen las diferencias salariales o por qué existen trabajos remunerados y otros que no los son… Sin duda, estas y otras cuestiones constituyen principios sociales que rigen la economía tal y como la entendemos a día de hoy, que dan legitimidad a la acumulación de la riqueza «con el sudor de las de enfrente». Indaguemos pues un poquito más sobre ello… En el siglo XIX, Marx hablaba de la apropiación de la plusvalía por parte de la clase capitalista. La plusvalía es un concepto que hace referencia al excedente en términos de valor monetario que produce la clase trabajadora tras la remuneración de su trabajo y de la que se apropia, de forma gratuita, la clase capitalista. En otras palabras, la clase capitalista se apropia de una parte del pastel por el mero hecho de tener la propiedad, y por lo tanto el oligopolio, de los medios de producción —tierra y capital—, así como el control de la tecnología. El objetivo del capitalismo y de su clase por excelencia no es otro que maximizar este proceso acumulativo1. En el capitalismo de Marx, la clase trabajadora, al estar desposeída de sus medios de producción y subsistencia, solamente puede vender su fuerza de trabajo en el mercado a cambio de un salario, a sabiendas de que parte del valor de su producción y su trabajo será para la clase capitalista. Aquí tenemos, por tanto, una primera forma de «con el sudor de las de enfrente»2.   Además, cabría añadir, que la configuración de la propiedad privada y las reglas del juego de la acumulación no ha sido un proceso limpio, ni desde luego democrático. Por el contrario, el capitalismo se ha construido en base a procesos extremadamente violentos y destructores de la diversidad cultural y ambiental, no exentos de luchas y resistencias, por otro lado. La privatización de la tierra con su consecuente expulsión de campesin*s, la destrucción de propiedad comunal/colectiva y formas de apoyo mutuo rurales y urbanas, la mercantilización creciente del trabajo humano, los procesos de invasión colonial, neocolonial e imperialistas que promueven la apropiación de saberes, recursos y espacios geoestratégicos… no solo forman parte de un pasado «lejano» sino del presente más cercano. Con la globalización y el avance de la financiarización de la economía, los procesos anteriormente descritos resultan enormemente más complejos. No vamos a entrar en ello por cuestiones de espacio, pero sí nos gustaría apuntar una segunda forma de «con el sudor de las de enfrente» que se amplifica y expande durante este proceso: la institucionalización y normalización de las diferencias salariales del trabajo. Es decir, la aceptación generalizada de que deben existir trabajos mejor remunerados que otros sin una discusión democrática de cuáles deberían de ser esos trabajos3, cuáles deberían de ser sus remuneraciones y si deberían de existir límites al respecto. Así, por ejemplo, a día de hoy, el «trabajo» de un general del ejército o de un notario está mejor remunerado que el trabajo de una agricultora. Estas diferencias salariales hacen posible que el notario o el general puedan apropiarse del producto de varios días de trabajo de la agricultora a cambio de una hora de trabajo propio4. Este mecanismo de intercambio desigual se extiende no solo entre clases del trabajo, sino también entre regiones, territorios y países. Los análisis críticos al capitalismo sin perspectiva feminista han centrado su atención mayoritariamente en las formas de explotación del trabajo asalariado. Estos enfoques, por tanto, suelen adolecer de una ceguera estructural hacia aquellas otras relacionadas con el trabajo no remunerado. Estamos hablando del trabajo reproductivo (doméstico, de cuidados…) realizado mayoritariamente por mujeres al margen de los tiempos del mercado. En este sentido, la expresión «con el sudor de las de enfrente» cobra dimensiones estratosféricas. La acumulación del capital, y por lo tanto de la «riqueza», solamente es posible si existe una cantidad ingente de trabajo invisibilizado, que no está reconocido como tal, sin remuneración alguna.

No vamos a ser ingenu*s, el patriarcado/capitalista necesita consustancialmente del trabajo gratuito de millones de mujeres5 que, en términos economicistas, sostienen las condiciones materiales y afectivas de las personas y reproducen de esta manera la fuerza de trabajo. Es más, esta forma de «con el sudor de las de enfrente» no solo alimenta las relaciones de explotación y apropiación entre clases, sino que también es uno de los mecanismos que sustentan y amplifican las relaciones de dominación y desigualdad entre hombres y mujeres. En contextos capitalistas como el nuestro, donde las relaciones sociales están cada vez más fragmentadas debido al individualismo —y el estado menos presente en términos de políticas sociales6—, los bienes y servicios generados por el trabajo doméstico y de cuidados no pueden ser intercambiados por otros bienes y servicios al tener una «tasa de intercambiabilidad» (entiéndase: salario) nula. Esta realidad económica no solo eleva hasta el infinito las formas de intercambio desigual del trabajo (como en el ejemplo del notario/agricultora), sino que además perpetúa una interdependencia jerarquizada e injusta de las personas que realizan estos trabajos a las personas asalariadas y a su vez, a los designios del mercado. A lo que habría que añadir la falta de corresponsabilidad por parte de los hombres como «clase» de cuidar igualmente al resto de las personas y a sí mismos. Podríamos seguir con una cuarta, quinta, sexta… formas de «con el sudor de las de enfrente» que permiten, bajo el amparo institucional, a una minoría constituida por los países enriquecidos y las élites de los países empobrecidos la apropiación a gran escala de los recursos naturales7, la destrucción de los ecosistemas, el «derecho a contaminar» todo, todo y todo… el control de las semillas y recursos fitogenéticos por parte de las multinacionales, del conocimiento… a costa de la mayoría, las generaciones futuras, la vida de otras especies… y del planeta mismo. ¿Con el sudor de mi frente?   Agradecimientos: Me gustaría agradecer a Ana Jiménez por darme la idea original de “Con el Sudor de las de enfrente”. Así mismo agradecer a Olga de Marco y al equipo de redacción del Topo por la lectura y los comentarios al primer manuscrito que sin duda ha contribuido a la mejora del mismo.     Nota: para profundizar, leer trabajos de Silvia Federici, David Harvey, Amaia Pérez Orozco y José Manuel Naredo. 1 Lo que en términos modernos podríamos llamar el beneficio empresarial y el crecimiento económico. 2 Un ejemplo no tan lejano. En 2012, el producto interior bruto del estado español se estimó en 1 029 002 millones de euros (ver: INE). De los cuales el 43,9 % tuvo como destino la remuneración del capital, la tierra (alquileres) y el beneficio empresarial. El 46,9 % remuneró el empleo y el 9,1 % fueron impuestos netos sobre la producción y las importaciones. Datos bastante significativos de por sí, sin entrar en las diferencias salariales y la creciente concentración del capital y la tierra en pocas manos. 3 Como, por ejemplo, en función de su importancia para el bienestar de las personas, y no en función a los intereses del mercado. 4 Nota para las mentes más conservadoras: ser agricultor/a también requiere de un largo aprendizaje, esfuerzo y años de dedicación, la diferencia fundamental es que este proceso de aprendizaje está mucho menos valorado socialmente; ¿clasismo tal vez? Otro ejemplo clásico, es lo que cobran los deportistas de élite o los grandes empresarios (sí, en masculino)… 5 En el estado español, alrededor del 70-80 % del trabajo no remunerado es realizado por mujeres (desde hacer la comida, cuidar a las personas más dependientes, ir a por l*s niñ*s al colegio…). Siendo este, según la socióloga Ángeles Durán, más del 60 % del trabajo total. 6 …y es más cómplice de los procesos de acumulación y sinvergonzonería… ¡Si es que alguna vez no desempeñó este papel! 7 Por ejemplo, si todo el mundo tuviese los niveles de consumo de Estados Unidos, con una huella ecológica 8,0 hectáreas por persona para el 2007, harían falta 4,5 planetas. Menos mal que en el caso del estado español solo harían falta 3 planetas.  

Acerca de la utilización de un lenguaje no sexista

Este trabajo ha sido redactado con el símbolo asterisco (*). El uso del asterisco tiene un significado político: el de intentar no incurrir en un lenguaje sexista (evitar el supuesto «genérico masculino»). Como cualquier otra, esta es una opción con sus pros y sus contras. El motivo por el cual se ha elegido esta y no otra, ha sido porque simbólicamente el asterisco pretende representar una identificación sexo/género de forma más abierta que otro tipo de simbología más próxima al binarismo del sexo/género.

Este tipo de representación simbólica no es reconocida a nivel institucional y, por lo tanto, no es aceptada como vehículo legítimo de representación lingüística en la escritura. Es más, suele existir una invitación sutil en la academia, cuando no una prerrogativa, hacia el cumplimiento de las «formas de escribir» que se adecuen al cumplimiento de las Normas Gramaticales establecidas. Al ser la lengua y la gramática un producto social, es evidente que existe una estrecha conexión entre el sexismo social y el sexismo lingüístico (Ayala et al., 2002; Lledó, 1992). De esta forma, una «invitación sutil» al cumplimiento de la Norma se convierte en una «sutil invitación» al cambio de posicionamiento político a favor de las posiciones más institucionalizadas (supuestamente neutras) que no deben ser cuestionadas ni trasgredidas (bajo amenaza implícita/explícita de sanción).

En este sentido, existe una necesidad imperante de interpelar las normas en pro de la construcción de un lenguaje no sexista que sea reflejo de una sociedad no sexista. A lo que habría que añadir:

«Considerar que aceptar la gramática aceptada es el mejor vehículo para exponer puntos de vista radicales sería un error, dadas las restricciones que la gramática misma exige en el pensamiento; de hecho, a lo pensable» (Butler, 2007, p. 2). Entiéndase radicales en un sentido de «raíz», o si se prefiere, crítica.

Sin más, expresar nuestro deseo de que algún día este tipo de notas no sean necesarias.

  • Butlher, J. (2007): El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. En Ed. Paidós Estudio 168.
  • Ayala, M. C., Guerrero, S., Medina, A. M., 2002. Manual de lenguaje administrativo no sexista. Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer y Ayuntamiento de Málaga.
  • Lledó, E., 1992. El sexismo y el androcentrismo en la lengua: análisis y propuestas de cambio. ICE Universidad Autónoma de Barcelona.