nº37 | sostenibili-qué

Antiespecismo y agroecología a debate entre ecofeminismos

Alguna buena noticia hay de vez en cuando. La preocupación por el bienestar animal, la conservación de la naturaleza y la alimentación saludable, cada vez son mayores. Que el capitalismo nos ofrezca productos «eco» en los supermercados, que reportajes televisivos de denuncia de macrogranjas ocupen horas de máxima audiencia, que aparezcan restaurantes veganos como champiñones o que Brad Pitt, Natalie Portman o Bill Clinton sean iconos del veganismo, son algunos indicadores. Pero el auge del feminismo es aún mayor: la frecuencia de búsqueda de la palabra «feminismo» en Google ha alcanzado sus dos máximos históricos en el último año y medio, llegando a quintuplicar el número de búsquedas en un día. Pero ¿qué tienen que ver el ecologismo, el animalismo, el antiespecismo y el veganismo con los feminismos? Veamos.

El ecologismo vela por la conservación de la naturaleza, no solo de las especies, sino de los procesos ecológicos que hacen posible la vida en el planeta. El ecologismo social en concreto plantea que la sostenibilidad ambiental no es posible sin justicia social, y denuncia las relaciones entre el expolio de los ecosistemas y el de muchos pueblos. Por eso el ecologismo social es inherentemente decolonial y ecofeminista: defiende que las relaciones sociales deben dejar de girar entorno a los mercados, para poner la vida y las relaciones y procesos que la hacen posible, en el centro. Desde el ecofeminismo denunciamos que la misma violencia que se ejerce contra la naturaleza, se ejerce contra las mujeres y las personas más vulnerables por razón de edad, racialización, clase, tipo de cuerpo, capacidades, etc., y que ambas están estrechamente relacionadas.

Del mismo modo, desde el ecologismo social defendemos la soberanía alimentaria, es decir, el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, garantizando el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción; respetando sus propias culturas y la diversidad de modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción y comercialización agropecuaria, y de gestión de los espacios rurales, en los que la mujer desempeña un papel fundamental (Foro  Mundial sobre  Soberanía Alimentaria. La Habana, 2001).

Dentro del paradigma político de la soberanía alimentaria, la agroecología mira a restablecer el modelo agrario vinculando la producción con la biodiversidad y la ecología. En este contexto se defiende la ganadería extensiva, es decir, aquella basada en el pastoreo, estrechamente ligada al territorio y los recursos locales, especialmente aquella pequeña o familiar y con base agroecológica, que respeta los ritmos y ciclos de la naturaleza y se inserta en sistemas agroalimentarios locales y justos. En esta defensa, trabajamos en red entre el ecologismo social, la agroecología, el ecofeminismo y los movimientos de mujeres campesinas y ganaderas extensivas, como Ganaderas en Red y Ramaderas.cat.

Por otro lado, el animalismo, o movimiento de liberación animal, se preocupa por la calidad de vida de todos los animales, con especial hincapié en los no humanos, y a menudo se relaciona con la dieta vegetariana (aunque no todas las personas vegetarianas lo son por motivos políticos). Dentro de este, el antiespecismo se opone a todo uso de animales para alimentación, investigación, entretenimiento o textiles, considerándolo formas de opresión. Por eso el anarquismo, opuesto a cualquier forma de autoritarismo y opresión, ha ido tradicionalmente de la mano del antiespecismo (en ámbito urbano, no así en contextos rurales). El anarcofeminismo y una parte del ecofeminismo tienen en común con el antiespecismo la denuncia de la violencia y la opresión que el sistema ejerce, no solo sobre las mujeres y otras personas vulnerables, sino también sobre los cuerpos y vidas de las hembras de otras especies, condenando todo uso de los animales, incluida la ganadería, y promoviendo el veganismo.

Y aquí es donde nos preguntamos ¿cómo tejemos redes entre estas luchas que tienen tanto en común? En torno a este debate nos escuchamos y reflexionamos en las III Jornadas Ecofeministas, coorganizadas entre el área de Ecofeminismo de Ecologistas en Acción y Somos Garaldea. Tras meses de tensión acumulada y acusaciones cruzadas entre feministas en redes sociales y medios de comunicación, conseguimos generar y sostener un espacio respetuoso con voces tan diversas como las de PACMA, la Red Ecofeminista, el movimiento por la soberanía alimentaria y la ganadería extensiva. En el debate se entrelazaron argumentos éticos, políticos, ecológicos y relacionados con la salud. Nos centramos fundamente en los tres primeros ya que en torno a las cuestiones nutricionales ni la ciencia muestra consenso.

Reflexionamos sobre el caso de las especies invasoras planteándonos si consideramos ético o no matar a estos animales y cómo gestionaríamos los daños que ejercen sobre otras especies por depredación y desplazamiento de hábitat. También debatimos en torno a los distintos discursos y sensibilidades sociales según las especies de las que hablemos: la oposición al sacrificio del perro Excalibur, potencialmente infectado de ébola, logró más de 400 mil firmas en pocos días, mientras que la demanda a la UE de prohibición de los insecticidas con neonicotinoides para proteger las abejas y otros insectos, imprescindibles para la vida como polinizadores, consiguió 360 mil en una campaña de meses.

Hilando con esto, intercambiamos puntos de vista desde la inter- y ecodependencia y el antiautoritaritarismo, planteando conceptos como la lucha contra la domesticación de la vida animal o el concebirnos como parte de las relaciones de mutualismo o simbiosis que existen en la naturaleza entre cientos de especies. Debatimos sobre el papel de la ganadería extensiva, en nuestro contexto mediterráneo, para el cierre de los ciclos de nutrientes en la producción de alimentos de origen vegetal, que permite evitar emisiones de gases de efecto invernadero y contaminación, y su posible (o no) sustitución a gran escala por prácticas de permacultura. Y también se destacó su papel en la conservación de la biodiversidad y la defensa del territorio y los pueblos vivos así como en la denuncia del productivismo. Cuestionamos incluso si existe una cierta esencialización de la vida y un tabú sobre la muerte a la hora de hablar del significado de los seres y de sus vidas.

El debate completo no se agotó allí, pero una de las conclusiones fue la necesidad de recordar que, igual que no que hay un solo feminismo, podemos reconocer las discrepancias como diversidad dentro de los ecofeminismos. Por ello, nos llamamos a practicar, desde el ecofeminismo, la empatía, en sus múltiples formas y maneras de ser entendida y practicada. Y recordamos que, desde la decolonialidad, es necesario situar los argumentos en cada experiencia personal o colectiva y cada contexto ecológico, sociocultural y político.

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