nº24 | editorial

AGENDADEPENDIENTE

Que esto no es un editorial te lo decimos desde ya, que luego nos conocemos. Así que no esperes leer «un artículo no firmado que expresa la opinión de la dirección del periódico». Aquí escribe y firma una topa. Por no haber, no hay ni dirección —últimamente andamos roneándole al triunvirato— y, sin ella, tenemos el norte muy claro (y el sur ni te cuento). Pero, eso sí, sé que hablo por muchas y eso me envalentona a soltarlo: soy agendadependiente.

Ya está encargada: portada personalizada con un dibujo de LaMari, calendario menstrual, hojas en blanco atrás para que haga las veces de cuaderno de reuniones, con anillas para que no se rompa del tute de todo el año, pequeña, que ha de entrar en la riñonera, y, eso sí, que me permita en un golpe de vista ver cómo tengo la semana y el mes, eso es indispensable.

La agenda es la vuelta al ritmazo mientras aún se nos cae el salitre del cuerpo.

Toca sincronizar calendarios y hacerle huecos a todas las agendas: la política, la amorosa, la profesional, a lxs amigxs, los amores y a una misma. Por si esto fuera poco, todavía nos caben también actividades extraescolares, que somos topas e inquietas.

De papel o digitales, volver a las agendas en septiembre es como si el reloj volviera a la muñeca. ¿Recuerdas cuándo te lo sacaste? Yo sí. Quiero pensar que decidí que el tiempo no debía imponerse, que lo urgente devora lo importante y que no quería esa condena. A ratos creo que el reloj salió cuando entró el móvil, sin más.

En septiembre vuelven los plazos y de nuevo todo es para ayer. Vamos tarde. Entregas. Cronogramas. Y aunque a ratos es verdad que las galerías se llenan de topxs saturadxs, cada vez más andamos con la mosca detrás de la oreja y se impone cierto sentido común que nos dice que el ritmo puede ser otro, pensado y respirado.

Y es por esto, por el poder parar a pensar en los cuándos y en los cómos, que yo soy una agendadependiente. En ella veo si la semana ya está sobraíta y toca decir que no se puede con más, que no se quiere, que para la semana que viene, y ponerse una por delante, por mí primera y por todas mis compañeras, justo eso. En ella ves también esos huequitos que se saborean meses antes, huecos en blanco, para nada y para todo. Algún aniversario importante que celebrar, juicios que vienen, presentaciones a las que asistir, conciertos ricos, encuentros, escapadas… Lo que está por venir, un otoño en el que seguir agendando excavando juntas.

Llegadas a este punto, dependiente emocional de mi agenda, sí, pero esto no pienso mirármelo.

Nos apoya

Las comadres somos la comadre Vanesa y la comadre Begoña, dos amigas que nos conocemos desde hace ya varios años y que hemos tenido la suerte y oportunidad de emprender este camino juntas. Contando con que las dos tenemos una capacidad innata para relacionarnos con todo aquello que se mueve, sabíamos que teníamos que trabajar de cara al público y si estábamos sintiendo el proyecto como algo nuestro, mejor que mejor. Un proyecto que fuera una forma de vida y una apuesta por un futuro saludable y responsable. Para llevarlo a cabo y sentirlo aún más nuestro decidimos quedarnos en el barrio y así ha sido. Gracias al apoyo de familiares y amigos hemos podido “poner en pie” nuestra frutería – verdulería, un espacio que nos gustaría que lo sintierais como vuestro y que lo disfrutarais cada vez que os acerquéis. En Las Comadres no sólo queremos ofreceros productos de gran calidad, a buen precio; sino que nos gustaría aprender, intercambiar saberes y convertir nuestro local en un espacio de encuentro en el barrio.